EL PERÚ DEL TERREMOTO

 

¡Nadie se lo hubiera imaginado!

La tarde del miércoles 15 de Agosto, me encontraba haciendo una siesta. De pronto, fui despertado por un ruido y un movimiento que no tenían cuando parar. Se hacían cada vez más intensos, y todo se remecía.

Yo empecé a pensar que se trataría de un cataclismo. ¡Qué tal ruido! ¡Qué movimiento para tan fuerte y largo! Pero felizmente, no llegó a ser tanto. Según las informaciones que de inmediato empezaron a girar por el mundo entero, lo que se había producido era un terremoto.

Su magnitud llegaba a los 7.9 grados. La zona donde se le sintió con más intensidad fue el departamento de Ica. Está hacia el sur, a unas 4 horas de Lima, en automóvil.

Dicha zona quedó totalmente aislada. Con el sismo, la carretera se levantó. Se hicieron grietas. Llegar a Ica por tierra hubiera sido una misión imposible.

El terremoto duró 2 minutos. En ese tiempo hizo puré de buena parte de pueblos como Chincha y Pisco, que son parte del departamento de Ica.

A partir de esos instantes, todos mostraron un gran interés por enterarse de qué era lo que había acontecido en el Perú. Yo mismo tuve la ocasión de hablar esa noche por skype con mi mejor amigo. Vive en Washington, y deseaba enterarse de la situación.

Le conté que se trataba del movimiento sísmico más largo que había sentido. Los producidos en el 70 y en el 74 respectivamente, cuando mi amigo y yo estábamos en el colegio, no habían sido tan prolongados.

Hasta hoy, habría mucho que contar acerca de tantas cosas que ocurrieron por la tarde de aquel aciago 15 de Agosto. ¡Nadie se lo hubiera imaginado! Pero antes de continuar, hay algo que quiero poner aquí de relieve: la gran solidaridad que el mundo nos ha mostrado. Las gracias no son suficientes; son simples palabras que se opacan, frente a la magnitud de la ayuda que los peruanos hemos recibido luego de lo ocurrido.

Hablando de esto, hace unos días pensaba hacerle algunos comentarios a una amiga periodista de La Argentina, que al instante de enterarse de la noticia me envió un correo electrónico. Ya en la interrogante que acompañaba el asunto de aquel correo, se podía percibir su grado de preocupación: “¿Estás bien?”.

Yo pensaba contarle sobre el terremoto. Lo hubiera podido hacer en otro correo de respuesta, cuyo asunto dijera: “Aquí Perú”. Pero de pronto, mientras percibía las réplicas del movimiento, se me vino a la cabeza una interrogante: ¿Porqué en vez de contarle sobre el terremoto del Perú, no le cuento acerca del Perú del Terremoto? Y fue así que sentí la inquietud por escribir estas líneas.

 

Aquí Perú:

 

Como si estuviera frente a mi amiga periodista, mientras me tomo un cafecito con ella, me gustaría reflexionar acerca de ese país que hacía más de dos décadas no temblaba con tal intensidad. De buenas a primeras, se comenzó a sacudir como una coctelera, bajo un cielo que según he oído, fue de pronto iluminado por una luz. Quién sabe si con ello el país nos estaba invitando a sacudirnos de nuestra mala costumbre de no pensar en él.

Pero hay una interrogante que bien podría ser algo así como el motivo inicial de mis modestas reflexiones:

¿Qué es el Perú?

No soy el primero en preguntárselo. Hay quienes ya lo han hecho, y además han tratado de dar alguna respuesta con magistral estilo. Tal es el caso de Víctor Andrés Belaúnde, cuya obra cumbre para mí es su libro Meditaciones Peruanas. Podría citar a otros autores como José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, Hernando De Soto, José Matos Mar. Es necesario reconocer que cada uno de ellos dedicó su tiempo y sus esfuerzos al estudio de nuestra realidad, desde su perspectiva ideológica.

Sin embargo, creo que hoy es necesario que nos sigamos preguntando qué es el Perú (ese Perú sísmico) cuyas profundidades no siempre llegan a ser vistas cuando se le enfoca desde un ángulo noticioso. Las cámaras, lógicamente buscan situaciones o acontecimientos: un accidente, un movimiento, una elección presidencial, etc. Pero de bajo de aquellas situaciones que las cámaras enfocan hay más.

Si tuviera que hacer una breve descripción de lo que es mi país, diría que se trata de una división aún no resuelta entre dos realidades: una para sí y otra en sí. Suele decirse que habrían dos países en uno. Pero lo que yo sostengo es que justamente se trata de un solo país, dividido en las dos realidades que ya he mencionado. Hagamos un repaso muy breve de estas, para así tener una idea al respecto.

La realidad para sí:

 

Está situada en Lima, que fue la capital del virreinato y lo sigue siendo en la república. Dicha realidad, daría la impresión de ser una isla de cemento, flotando sobre una ciudad que ha crecido en forma desordenada.

La realidad para sí, se apoya en las leyes que da el estado. Sus instituciones: universidades, empresas, clubs, asociaciones hacen lo mismo. Sustentan su existencia en la legalidad. Los habitantes de esa realidad también se basan en las normas oficiales vigentes, para regir sus vidas.

En lo físico, la realidad para sí se ha ubicado tradicionalmente en barrios de clase media y zonas de lujo. En cuanto a los barrios de clase media, podría mencionar a Jesús María, Lince, Breña, Magdalena, Pueblo Libre. Entre las zonas de lujo están: San Isidro, Miraflores, Las Casuarinas, La Planicie.

Tales lugares son permanentemente vigilados, para brindar seguridad a sus habitantes. También lo son, para cuidar a los establecimientos de bienes y servicios, de grandes cadenas comerciales que originalmente se instalaron allí, dado el poder adquisitivo de los vecinos.

Los habitantes de esas zonas cuentan como es lógico con los elementales servicios de luz, agua y desagüe. Según su situación económica, podrían tener hasta piscina en sus casas.

En lo social, la realidad para sí no es algo homogéneo. Sería inexacto afirmar que se trata de una realidad de clase. En ella encontramos a miembros de distintos sectores de la sociedad.

Hay dueños de negocios gigantescos, que viven en lugares súper exclusivos. Para entrar a dichos lugares uno tiene que identificarse ante un estricto control de vigilancia. Pero también están los técnicos expertos, y los empleados o contratados que trabajan en sus empresas. Estos últimos (los empleados) habitan en sitios no tan cerrados.

En el terreno cultural, tampoco se puede decir que la realidad para sí sea algo uniforme. Del mismo modo que hay personas que proceden de diversas capas sociales, hay también individuos nacionales y extranjeros, con diferentes costumbres y distintos modos de crianza.

Los modales, que de la cuna vienen, se translucen por encima de la ropa de marca de tales individuos. Lo hacen mediante detalles pequeños, más pequeños de lo que uno pudiera imaginarse. ¿Cómo? A través del trato con las personas. En efecto, en el curso de las relaciones sociales se puede notar las grandes diferencias que se dan entre la gentuza adinerada, y la gente de bien, que por muy pobre que fuese jamás dejará de ser fina. ¿Y porqué? Porque la decencia no se compra en algún mall de Miami, ni se recibe por decreto supremo de los amigos que los patanes tienen en el poder.

En lo político, los habitantes de la realidad para sí fundan partidos y movimientos. El Perú como tal, necesita de tales instituciones. Faltan partidos que sean escuelas de nuevas generaciones de dirigentes políticos. Solo así, con dirigentes bien formados, profesionalizados en la política, se podrá construir un estado de derecho duradero.

Pero aquí hay un problemita, y es que los partidos o movimientos que se forman en la realidad para sí no necesariamente trascienden. A veces, sus fundadores no conocen más allá del ambiente en el que usualmente se mueven. Una muestra de ello fue lo que sucedió en 1990 con el movimiento llamado Fredemo que tuvo como candidato a presidente de la república a Mario Vargas Llosa. El ganador de aquellas elecciones fue Fujimori.

En el terreno psicológico, la realidad para sí nos permite ver una problemática realmente compleja. Sus habitantes viven como enredados en una maraña de conflictos tanto internos como externos.

En su interior, aquellos habitantes quisieran que su realidad (esa realidad para sí) fuese la única que exista. Pero esa realidad no está exenta de los cambios que la nación va experimentando en su devenir, y eso hace que quienes en ella viven se sientan mal.

Ante el malestar, se da una tendencia al desarraigo. Dependiendo de su capacidad financiera, hay quienes adoptan ideas, conceptos, costumbres, estilos, puntos de vista, conductas, y formas de vida provenientes de realidades extranjeras, para ver si así se pueden sentir mejor frente al resto.

Por el lado externo, tales individuos se enfrentan a la situación de tener que relacionarse con personas a las que ellos consideran inferiores. Los identifican como “los cholos”. Eso los hace sentir mal, y peor aún, cuando deben reconocer que esas personas (¿inferiores?) les son necesarias. Tal es el caso de las empleadas domésticas como la Natacha, que fue el nombre del personaje principal de una novela de televisión.

Las señoras que contratan a dichas empleadas para que sirvan en sus casas se sienten superiores frente a sus Natachas. Pero saben y tienen que admitir, que en el fondo dependen de ellas. Por eso suelen decir: “mal con ellas, peor sin ellas”.

 

Sobre la realidad en sí:

 

Pero frente ha lo que hemos estado viendo en una forma muy sucinta, hay otra realidad que también es parte del Perú del terremoto: la realidad en sí. Pienso que es la forma más concreta de denominarla. ¿Por qué? Porque está allí, pero no por decreto ni ley que la regule. Es expresión o consecuencia de la actitud social de una gran masa abandonada por el estado. Al encontrarse sola, dicha masa se las tuvo que ver por sí misma con tal de darse un lugar.

Para mí, aquella realidad en sí tiene rostro de mujer. No es como en la realidad para sí. En esta última, la figura del hombre sigue siendo la imagen que identifica a los más altos cargos, pese a que las mujeres están emergiendo como profesionales y ocupan puestos importantes.

En la realidad en sí, la mujer muchas veces se ha visto sola, abandonada por algún cobarde alias hombre. Sin embargo no se ha rendido. Ha sacado fuerzas de flaqueza para producir recursos y alimentar a sus hijos. Ha construido, y se ha hecho dueña de su vivienda aunque no tenga títulos.

Guiada por su puro instinto maternal, la mujer se dispuso a remplazar al estado ausente de la realidad en sí. Como tal, proyectó y organizó redes sociales, para enfrentar el grado de necesidades que hay en nuestro medio. Así aparecieron: los clubs de madres, los comedores populares, el baso de leche.

En lo físico, la realidad en sí fue tomando la ciudad de Lima. Conforme avanzaba el proceso migratorio de la masa campesina a la capital, empezaron a aparecer las barriadas. Dicho proceso cobró más fuerza por los años 50. Entonces, se puso en marcha la aplicación de un modelo industrial tendiente a la sustitución de importaciones, aconsejado por La Comisión Económica para América Latina.

Pero el proceso migratorio adquirió una velocidad inusitada, a partir de finales de los años 60, debido a la orientación política del régimen de esa época. En 1969, se decretó una supuesta reforma agraria. Tal (¿reforma?) fue promovida por la burocracia militar que un año antes (1968) había asaltado el poder, mediante uno de sus tradicionales golpes que tanto daño han hecho a nuestro estado.

La consecuencia de ello fue que el campesinado se volcó a las ciudades de la costa y especialmente a Lima, sin que la ciudad capital esté preparada. Los cerros y arenales se convirtieron en asentamientos humanos.

En lo económico, la realidad en sí se mueve en función a la regla de la oferta y la demanda. No hay otra regla más que esa. El mercado es libre.

Los agentes de la producción y el comercio actúan de un modo informal. Se ubican en el lugar que más les conviene, para ver de ofrecer sus productos. Un ejemplo de eso lo tenemos en las cocinas que se instalan en las calles, y ofrecen desayuno, almuerzo y hasta la cena.

En lo cultural, los habitantes de aquella realidad (básicamente provincianos) se muestran tal como son. Dan rienda suelta a sus formas de actuar, de vestir, de trabajar y de celebrar, incluso en los cementerios. Allí cantan, toman, bailan, y hasta comen los platos que sus muertos preferían, cuando los van a visitar.

La realidad en sí cuenta con sus propios medios de difusión. Pero los medios de difusión que pertenecen a la realidad para sí, no han podido menos que hacerse eco de todo esto. Han terminado dándole cámaras y micrófonos a una diversidad de manifestaciones culturales que hoy ya no pueden seguir siendo vistas como algo tan marginal. Son bien conocidas, y en ciertos casos aceptadas. Tal es lo que ocurre con lo que se ha dado en llamar la música chicha, que entre otros tenía como exponente al grupo Néctar. Cave señalar que la desaparición de aquel grupo también fue sentida en algunos niveles de la realidad para sí.

En lo psicológico, los habitantes de la realidad en sí están en Lima, que es la capital de su país. Aquí han logrado forjar algo que para mí constituye un movimiento social muy significativo. Han originado todo un propietariado pujante. Ante la falta de empleo, no se han quedado en ser simplemente proletarios.

Ese propietariado, ha sido capaz de superar las condiciones de miseria que originalmente caracterizaban a las villas marginales en las que vivían. Por si eso fuera poco, ha fomentado todo un polo de desarrollo social y económico, ubicado al norte, dentro de la gran urbe limeña. ¿Cómo así? “Todo a pulmón”, como dice Alejandro Lerner en su canción.

Sin embargo, aquellos habitantes de la realidad en sí se sienten como extranjeros en Lima. Tienen que soportar un aparteid que por ejemplo les impide ingresar a ciertos ambientes, reservados como parte de la realidad para sí.

Por eso tienen sus propios clubs, discotecas, pollerías, salones de belleza. En dichos establecimientos, son atendidos por personas que tienen su mismo color de piel. A lo mejor, el dueño del negocio, alguno de los mozos, o el barman, es su paisano.

 

Un último cafecito:

 

Cuánto más no habría por decir al respecto. Podríamos pasarnos las horas de las horas, tratando de explicar el porqué de la división entre la realidad en sí y la realidad para sí, que hasta hoy se da en el Perú.

Estamos ya en pleno siglo 21, y seguimos divididos. ¿Cómo es posible? ¡No, no hay derecho! ¿Qué ha sido de los dirigentes de la nación? ¿A qué se han dedicado históricamente?

Los cuestionamientos no tendrían cuando terminarse. ¡Qué bronca que me da! “¿Hasta cuándo?”, me pregunto yo mismo.

Sin embargo, en medio de todo hay un punto que a mí me interesa recoger para hacerlo notar. Se trata de algo paradójicamente positivo, y es con relación a las consecuencias del reciente terremoto.

Frente a los aciagos acontecimientos, el Perú se ha encargado de hacernos ver varias cosas que no siempre percibimos cuando nos preguntamos acerca de él. Parecería, como si en estos momentos el Perú mismo se encargase de hablarnos y decirnos sin ningún tipo de arrogancia: “Miren lo que soy”.

Estamos delante de un país, cuya vigencia se apoya en una capacidad de resistir a los embates más feroces. En su ser nacional hay un espíritu de solidaridad realmente increíble. Aquel espíritu, ha sido capaz de tender puentes de contacto y ayuda entre las 2 realidades que hemos estado viendo. Ha promovido una asombrosa unión que pocas veces se da.

¿Cómo se puede explicar aquello?

Ante esta interrogante, me vienen a la mente las palabras del historiador Jorge Basadre; autor del libro Perú, Problema y Posibilidad. Tomando el sentido de lo que alguna vez él dijera, hoy me atrevo a afirmar que el Perú del terremoto es más grande que sus problemas.

Frente a ello, los peruanos tenemos la imperecedera tarea y el deber de estar a la altura del Perú.

 

Autor: Luis Hernández Patiño. Lima, Perú.

Enfoque21_lhp@yahoo.es

 

 

 

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