“EL GRAN AMANTE”
Ficha técnica:
Titulo original: Sweet & Lowdown
Año: 1999
Director y Guionista: Woody Allen
Producción: Charles H. Joffe y Jack
Rollins
Director de fotografía: Fei Zhao
Edición: Alisa Lepselter
Actores:
Woody Allen, Sean Penn, Samantha Morton, Katie Hamill, Uma Thurman
Música original: Dick Hyman
Sinopsis:
Algunos narradores expertos en jazz y el
propio Woody Allen cuentan la historia de Ray (Sean Penn, en una destacada
actuación), sus momentos de gloria con su quinteto y su guitarra, sus romances
y sus tropiezos, además de su gusto por la opulencia, la bebida y el billar.
Una oda al jazz en un documental acerca del guitarrista Ray Emmett, quien pudo
haber sido el único guitarrista comparable a Django Reinhard, en la época de la
Gran Depresión.
Comentario:
Sweet & lowdown hizo que los que
reclamaban a Woody Allen por su mala racha a mediados de la década de 1990
reconsideraran su postura, con esta breve pero muy personal visión del arte y
la cultura. Preocupación recurrente en toda su obra.
Siguiendo la costumbre de Allen de
bautizar sus películas con un par de sustantivos unidos por una conjunción
("Sombras y niebla", "Maridos y esposas", "Crímenes y
pecados"), "Sweet and Lowdown" es una película inspirada, que
rinde románticos homenajes a la música y al cine: primero al jazz y al swing, a
quienes el autor hace reverencia siempre que puede (sobre todo al jazz anterior
a la II Guerra Mundial) incluyendo más de treinta cortes musicales en un filme
de solo hora y media.
Después, el homenaje es espléndido,
dedicado al cine mudo de Chaplin y Keaton con la presencia de una deliciosa,
como sorprendente, Samantha Morton y por último retoma la querencia del
director y guionista por crear falsos personajes como ya hiciera en “Robó, huyó
y lo pescaron” y en la alucinante "Zelig". A pesar de que Ray Emmett
es un personaje ficticio, Allen lo dota de una sensibilidad casi real, con
extrañas aficiones y una pasión casi enfermiza por la música, los trenes y las
armas de fuego.
Allen, probablemente es mayor creador de
frases brillantes por centímetro de celuloide. En esta película, en cambio, los
personajes se resuelven a partir de detalles, de planos, de miradas, de gestos
que son engarzados pieza a pieza por el sorprendente Sean Penn para conseguir
un personaje ambiguo: adorable y mezquino; profundamente humano, un ruin
bondadoso, un torpe habilidoso, un hombre-niño. Penn ofrece al anonadado
espectador un trabajo complejo y contradictorio.
Por su parte Woody Allen no hace mofa,
ni caricaturiza al protagonista, sino que reinventa y recrea la vida de un
artista marcando su crueldad infantil, su egolatría, su miedo al compromiso y
al fracaso, su ánimo de niño travieso como elementos de una profunda reflexión
sobre la vida del artista, y del arte, en su relación con el entorno cotidiano,
con una valoración sincera de la experiencia estética que surge en torno a él y
que todo espectador vive junto y con sus artistas.
Como siempre, Woody Allen resulta tan
fascinante y excéntrico, como cautivador. Este gran realizador es viejo
conocido del cine club y los debates en torno a su cinematografía -como a su
legendaria vida personal- siempre resultan amenos y enriquecedores.
Autor: Rafael Fernández
Pineda. Cancún, Quintana Roo. México.