EL GATO CON SOMBRERO

 

1 En el bar.

 

El otoño había llegado al poblado de Muy Lejos, donde el humilde tabernero Caspio, seguía cavilando sobre la desaparición de su fiel perro y la llegada del extraño Señor Gorros.

 

-¡Que extraño!- Comentaban los parroquianos, mientras observaban atentos la figura que bebía cerveza al fondo del pequeño bar.

-¿Viene muy seguido por aquí?- preguntaba uno de ellos al rechoncho camarero.

-Verá usted, no se le ve con frecuencia por estos lados, además no habla con nadie a menos que desee hierba o cerveza.

-¿Y quien demonios es?

-Sepa usted honorable Señor, que en realidad no sabemos quien sea, pero mi amo Quirus dice que se llama Gorros.

-¡Caspio, atiende al cliente!- Gritaba el dueño al camarero.

-Sí señor, sí.

El rechoncho caspio se dirigió a la expectante figura del fondo y no sin cierto recelo le preguntó:

-¿Desea algo más, Señor Gorros?

-Síiii camarero, traedme la mejor hierba para pipa que tengas.

-Desde luego señor, desde luego en un momento.

¿Hierba para pipa? Se preguntaba Caspio, “Sin duda que es raro, en mi opinión el Señor Quirus no debería permitir que ese tal Gorros se paseara por aquí, aunque con esa manera de ser de mi amo... Qué se puede esperar de la gente que invita a la taberna.

-Aquí tiene su hierba, Señor Gorros ¿Desea algo más?

El extraño Gorros negó con la cabeza y dio a Caspio una moneda, no obstante el regocijo del hombre se vio viciado al momento de observar el lugar de donde salía el objeto que era su paga.

“¿No es suficiente ya con su apariencia? ¡Y ese maldito sombrero!

SE decía para si el camarero lleno de estupefacción.

Caspio tomó la plata y se retiró a seguir con sus actividades, sin embargo la curiosidad comenzaba a hacerle estragos en su pequeña cabeza.

Momentos mas tarde, Del fondo de la taberna, una figura con apariencia de gato enclenque, portando un sombrero puntiagudo en la cabeza se irguió en sus dos patas y tomando entre el índice y el pulgar su pipa de la mesa, desapareció.

El alboroto y el asombro no se hicieron esperar, miradas inquietas y frases como: -¿Viste?... ¿De donde salió?... ¿Qué es eso?... corrían por aquí y por allá. De pronto, la voz de Caspio se alzó por encima de las de más y gritó a todo pulmón

-¡El gato con sombrero, es el gato con sombrero!

 

2 El jardín.

En las afueras del poblado, un jardín crecía armoniosamente, de la forma más jardinezca que un jardín puede crecer.

Flores dispares con tonos azules en los tallos y blancos en los pétalos, con raíces rosas y los centros morados, árboles y pasto que extienden sus cepas en el aire exquisitamente nutritivo y que por consecuencia crecen hacia abajo. En el jardín, los pájaros hacen sus nidos en las frutas y comen hojas y en ocasiones el sol sale desde el fondo.

 

Sin duda cualquiera que lo vea, estaría encantado de ir a pasear en él, sobretodo si se le observa desde la ventana. ¡Sí, desde esa ventana que desde hace tres generaciones no se abre!

Pero para el jardín esta cuestión tan ventanal, sin duda es de la menor importancia, ya que, un jardín está para crecer no para preocuparse de quien abre las ventanas.

¿Pero por qué no? ¿Por qué no abrir la ventana dar un salto y dormir en ese jardín?

¿Quién podría impedir que se abran las ventanas? Aunque por otro lado ¿Quién se quedaría para mantenerlas serradas?

Pero si lo piensas dos veces, ¿para que usar la ventana si se puede abrir la puerta? y una vez abierta, yo mismo puedo serrarla. ¡Si claro! cuando esté serrada, entonces estaré en el jardín. ¿Pero quién se quedará en la casa para ver que crezca el jardín?

 

3 El perro que encuentra.

Los días de verano estaban cerca de dar paso al otoño, la estación cálida daba los últimos de los fuertes vendavales, de esos con vientos, agua rayos y todo.

Él caminaba por las afueras del pueblo, ocultándose de los ventarrones. Sabía que se había hecho tarde, que pronto caería la noche y la casa de su buen amo Caspio estaba aun distante en el centro de Muy Lejos; pero qué podía hacer, si las oportunidades de explorar, oler, de saborear un buen hueso podrido y suavecito no llegan muy a menudo y menos si se es un genuino ejemplar de no se que cosa.

¡Pobre de mí! se decía, si tan solo pudiera encontrar…

Por fin entró a una casa bastante derruida para su gusto, pero muy ceca por cierto. Al parecer estaba vacía, mejor dicho abandonada, así que se animó a subir las escaleras y dar un vistazo.

¡Baya, baya, creo que ya encontré lo que estaba buscando!

En ese instante un maullido se escuchó del otro lado de la casa, así que decidió seguirlo. A la mitad del camino, un segundo maullido sonó en el lado contrario.

“Tengo que ir a ver pero ¿por cual debo ir?”

Pensó un momento y eligió ir tras el primero de los maullidos, entró por la misma puerta que el sonido se escabulló y descubrió tres gatos cada uno parado sobre un espejo.

¡Que raro! Se dijo. Si no fuera porque estoy despierto diría que con cada paso que doy, un nuevo gato y su espejo aparecen.

Los gatos por su parte, se comportaron como majestuosos felinos y dieron la bienvenida al canino visitante.

-Hola entra sin miedo-, Le exhortaban los mininos.

El joven perro entró y se sentó junto a la ventana a escuchar el relato de la casa, la cual por cierto hacía tres generaciones que no se habitaba.

 

De pronto, escuchó como se serraba la puerta, corrió a la ventana pero solo vio un jardín arrevesado y un sombrero puntiagudo que se movía entre la hierba.

¡Miau! ¡Miau! Como lo supuse, una vez serrada la puerta saldría al jardín. ¿Pero a quien le importa que hayas serrado la puerta? ¿No sabes que los jardines están para crecer y no para ver como sierras una puertezuela?

Bueno pues no me apura mucho si los jardines crecen o sierran puertas o si me ven salir yo solo supuse que una vez serrada la puerta saldría al jardín y aquí estoy.

¿Quieres beber una cerveza?

De pronto el jardín dio paso a una mano equina con su propio pulgar, sujetó al gato y salieron del jardín.

 

Autor: Cristóbal Getsemaní Sánchez Calvillo: Naucalpan, Estado de México, México.

 csaanchez134@yahoo.com.mx

 

 

 

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