El día que no salió el sol.
“En el campo, la gente despierta cuando sale el Sol y cantan los
gallos.
-¡Ki-ki-ri-kí, ya estoy aquí,
ki-ki-ri-kí, ya estoy aquí!
Enseguida, Susy y Miguel saltaban, como chapulines, fuera de
la cama.
El maestro Cholito los esperaba a las 7
en punto.
Pero resulta que un día el sol no salió…
un grupo de nubes gordinflonas, repletas de agua y de color gris muy oscuro, se
propusieron impedir que el sol apareciera:
-¡Es nuestra oportunidad, muchachas!
–dijo la más grandota de todas
¡Tapemos el Sol para que no salga!
Las nubes tenían envidia. No soportaban
que la gente lo admirara tanto:
-Se cree el muy muy porque ilumina y es
el astro rey.
-¡Todas contra él! –gritó una nube
pequeña.
Y así lo hicieron. Se juntaron para cubrir parte del cielo.
-Que no quede ni un solo huequito
–exclamo la más escandalosa.
En pocos minutos el cielo quedó tapizado
de nubes grises. Era de esperarse que ese día no amaneciera.
Mientras, allá abajo, Susy y Miguel
seguían dormidos, cuando ya casi eran las 7… ¡Es que no había luz!
Pero el Sol trataba de encontrar un
lugar por donde asomarse y enviar sus rayos luminosos.
-¡Déjenme pasar, por favor, que ya se me
hizo tarde y tengo que salir! – suplicó el Sol.
Sin embargo, las nubes no le hicieron
caso… Ni siquiera lo miraron.
-Tengo que despertar a los habitantes
del pueblo para que vayan a la escuela y al trabajo, y las plantas esperan
recibir mis rayos. ¡Sin mí no habrá actividad allá abajo… Déjenme pasar!
De pronto, recordó que no solo era capaz
de iluminar, sino también de generar energía. Era la fuerza.
-¡Lanzaré mis rayos contra ellas y las
atravesaré!
Y lo hizo con tanta puntería que las
agujereó a todas.
-Ustedes se lo buscaron. Lo siento
mucho, pero me obligaron –advirtió, apenado, el Sol.
-¡Ay, ay, me pincharon –gritó una.
-¡Uy, uy, esto sí que duele! -reconoció
otra, que no hacia mas que sobarse.
Y en menos de un minuto todas las nubes
gordinflonas dejaron de serlo.
Atravesadas por los rayos del Sol, empezaron
a llorar y a desinflarse.
Cuando los gallos vieron salir al Sol,
entonaron a coro su canto, los niños despertaron y se asomaron a ver caer la
lluvia.
“Algo extraño le pasó al Sol, que salió
retrasado”, pensó la gente del pueblo.
Susy y Miguel no llegaron a tiempo al
colegio. Además, se empaparon porque ese día había llovido como nunca.
En el patio de la escuela, todos estaban
felices:
-¡Miren allá arriba esas cintas de
colores que adornan el cielo!
-¡Es cierto! Y ocupa todo el espacio.
¡Qué bonito!
Aquel día, el astro rey brilló más que
nunca y les regaló a los habitantes del pueblo un hermoso arco iris, al que
pintó en el cielo, y se dejó caer suavemente sobre las montañas…
¡Así, el Sol celebró en secreto su
hazaña!
Autor:
Eduardo Robles Boza (Tío Patota).
Publicado
por Editorial Trillas en 1989.