Cuando Narciso nació, sus padres,
los dioses Liríope y Cesifo, visitaron al adivino Tiresias, quien
predijo el futuro del niño de esta manera: "Será fuerte,
sano y vivirá mientras no descubra su imagen". Como los padres no comprendieron
al adivino, se fueron despreocupados.
Narciso creció feliz; amaba cazar
por sobre todas las cosas y se dedicaba a esto la mayor parte del tiempo.
Era hermoso, tanto que eclipsaba a los
dioses. Pero él no lo sabía; no le interesaba su aspecto físico,
por eso no se miraba en las superficies que podían reflejar su imagen...
Además, no existían los espejos...
Cuando bajaba del Olimpo a la selva montañosa
para cazar, las ninfas que allí vivían lo llenaban de atenciones,
cuando no desmayaban de amor por él. Narciso jamás se interesaba
en ninguna, pero agradecía sus halagos según el humor que trajera
después de su día de caza.
La que más sufría con su
indiferencia era Eco, una joven y dulce ninfa, que por un castigo de Juno, al
hablar, sólo podía pronunciar las últimas sílabas
de las palabras que escuchaba.
Estaba tan enamorada de Narciso, que lo
seguía a todas partes. Se había transformado en su sombra. A él
le desagradaba esta joven extraña, y la despreciaba terriblemente. Eco,
al ver que nada podría enamorarlo, se refugió en una gruta a
desahogar su corazón repleto con las lágrimas que había
acumulado. Se dedicaba días y días a llorar, sin comer ni dormir;
los dioses, al verla, se apiadaron de ella y la convirtieron en roca.
Desde ese momento, Eco repite sin cesar
las últimas sílabas de las palabras que dice la gente.
Se preguntarán qué ocurrió
con Narciso... No se interesó en saber qué le había pasado
a Eco; entonces, Némesis, la diosa de la venganza, indignada, decidió
castigarlo. Lo invitó a cazar a un lugar que sólo ella conocía
y que estaba repleto de animales raros. Narciso aceptó entusiasmado.
Partieron y recorrieron un largo camino.
Cuando llegaron a un pequeño bosque, Némesis le hizo saber que
era el sitio indicado. Se detuvieron a orillas de un lago transparente y la
diosa lo invitó a beber. Apenas se acercó, el joven vio su imagen
reflejada en el agua y quedó atrapado por su rostro, al que veía
por primera vez. Nadie era más bello que él. Así permaneció
largo rato, contemplándose; estaba tan cautivado por su belleza que
hasta se había olvidado de la caza.
Entonces, Némesis se acercó
y le dijo: "Te quedarás aquí para siempre, admirándote,
y para que no vuelvas a dañar a ningún corazón de mujer,
te convertiré en flor". Narciso, hecho flor, aún sigue
contemplándose en todos los lagos...
Autor: Anónimo.
(Mito griego).
Enviado por: Patricia Mabel Zarzetti. Rosario, Santa Fe, Argentina.