DON MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA PADRE DE
LA PATRIA
El historiador don José Valero Silva
escribió su tesis “Proceso Moral y Político de la Independencia de México”. En
su capítulo: “Miguel Hidalgo y Costilla” nos explica que: “Con la caída de don José
Iturrigaray se abrió una etapa de verdaderas inquietudes revolucionarias;
podría decirse que tuvieron como punto común el acantonamiento de Jalapa. Las
más trascendentes conspiraciones fueron la de Valladolid y la de Dolores.
En Valladolid los hermanos Nicolás y
Mariano Michelena, García Obeso, Manuel Muñiz, el licenciado Soto Saldaña y
algunas otras personalidades fueron denunciados y descubiertos; por eso
quedaron disueltos sus planes. Como el hecho se reprimió con poca energía,
Lucas Alamán censuró la actitud del gobierno. Por su lado, Bustamante acusó de
delator de la conspiración a don Agustín de Iturbide, dizque porque no se le
permitió encabezarla. Como esta imputación nunca le fue probada, vale la pena
anticipar lo siguiente: a pesar de las debilidades personales y políticas de
Iturbide, y aun de su egoísmo, él fue sin duda uno de los clásicos ejemplos de
los hombres que cambiaron de parecer respecto a la manera de hacer la
independencia.
Él había estado en Jalapa y, en su
momento, desaprobó la prisión de Iturrigaray. Sin embargo, como oficial
continuó siendo leal al gobierno virreinal de don Pedro de Garibay. Agustín de
Iturbide fue representante de la desorientación criolla y al principio
perteneció al grupo intransigente de la Colonia que deseaba una independencia
criolla, en vez de una independencia nacional mexicana con el sentido actual.
Por eso hablaba de ‘indignos sacerdotes (que) convirtieron la imagen inmaculada
de la virgen en estandarte de guerra’ y que ‘prometían a los vivos el repartimiento
de los bienes de los gachupines y a los muertos la gloria del cielo en nombre
de la virgen de Guadalupe’. No es difícil imaginar que un programa de lucha
como este necesariamente debía ser inaceptable para un criollo con los
antecedentes de Iturbide. Por tanto, puede comprenderse que él hubiera sido
enemigo de la insurgencia pero no de la independencia. Sin embargo, después de
diez años de lucha, cuando Iturbide llegó a tener alguna madurez en su escaso
pensamiento político, logró con el Plan de Iguala convertir el ‘mueran los
gachupines’ de la revolución de la Colonia en una guerra nacional contra
España. Debe entenderse, que en su época, el pueblo no estaba preparado para
apreciar la lucha en la forma que ahora se considera”.
“En la otra conspiración, la de Dolores,
Miguel Hidalgo y Costilla se había lanzado a la independencia en forma
verdaderamente revolucionaria. En su movimiento político incluyó a todos los
exponentes sociales y elementos materiales de la Colonia, pero no paró en los
peligros que pudieran venirse por la acción de la fuerza desenfrenada del
pueblo. Es decir, Hidalgo no calculó las consecuencias de la participación de
una fuerza de esta naturaleza, sin designio fijo en materia política ni tampoco
las proporciones de una probable o fatal anarquía que pudiera resultarle. La
delación de la conspiración de Dolores precipitó los hechos y, quizá por esta
razón, Hidalgo no tuvo tiempo para formar un programa de gobierno para
cumplirlo después del triunfo. Debe quedar claro que, al principio, el cura de
Dolores, que decidió la lucha total como punto de partida, tuvo mucha
ascendencia sobre la insurgencia; pero acabó por no poder controlarla. Más
tarde, Iturbide supo aprovechar la experiencia de las fallas de Hidalgo y con
estos informes se atrevió a ganar la independencia, en una época en que la
insurgencia sólo se consideraba como el anhelo de los enemigos de la religión y
de la monarquía”.
“Las alusiones de Hidalgo de ir contra
el ‘mal gobierno’ y acabar con el ‘pago del tributo’ fueron comprensibles para
todas las personas del pueblo novohispano, que en su mayoría se movían en un
ambiente de necesidad, miseria, ignorancia y opresión. Igualmente, estas metas
resultaron muy razonables y a tono con el espíritu predominante en aquel
momento, porque se suponía que servirían para quitarles el poder a los
gachupines que, para muchos, sólo deseaban entregar el reino a los franceses.
La revolución de Hidalgo ofreció como principal aliciente repartir más
equitativamente la riqueza. Hidalgo consideraba que el pueblo estaba obligado a
contribuir con sus armas y caballos a la santa causa. La valentía de la
insurgencia y la lucha por la libertad significaron para un buen número de
gente dinero y quizá la oportunidad de ganar otras riquezas o empleos que jamás
habrían tenido en otras circunstancias. En los movimientos sociales de esta
naturaleza siempre existe aparejado potencialmente un deseo de empleomanía,
pues a la gente le gusta ser recompensada por sus servicios. Como fue
inevitable librar de esta carga moral y económica a la insurgencia, resultó más
difícil el triunfo”.
Casa de la Cultura de Cancún.
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