DISTINTAS ACTITUDES DE LOS PADRES

 

Dentro de los pasajes de la vida del “ser humano”, pasando por las etapas psicosexuales correspondientes y en su plenitud (aunque toda la vida sufrimos “crisis” que nos siguen moldeando la personalidad), salimos de la adolescencia para convertirnos en un individuo maduro, entendiendo a “un sujeto que supone haber adquirido la capacidad de valerse por sí mismo, la integración de la función sexual responsable, la capacidad laboral, la noción de las metas en la vida y la integración social…”, cuando éstas están satisfechas, serían vistas como la teoría de lo que uno espera de la “formación del individuo sano”, entre otras cosas para tener un hijo. En otras palabras, ésta sería la situación adecuada, pero desgraciadamente, la crisis social, económica y cultural, generan otro escenario para recibir a un hijo.

 

 Por eso, este trabajo, comienza con esta introducción y como “todo tiene que ver con todo”, es muy importante (a nuestro criterio), las etapas psicosexuales y el entorno sociocultural de cada individuo. Por que con estos conocimientos (de éstas alteraciones) serían utilizadas como herramientas para casos, donde estos ciclos no fueran completados, (hablamos de las etapas del crecimiento sano).

 

 Todos somos “normales” hasta que llega un “enfermo o discapacitado” a nuestras vidas. Podemos definir enfermo, a persona que padece una enfermedad. El diccionario define: Alteración de la salud, (física y/o mental), pero también se refiere a una alteración espiritual; por ejemplo: el rencor es una enfermedad del alma. Y discapacidad el diccionario no lo define, sí a discapacitado como impedido.

 

 Por eso, la actitud de los padres, frente a un hijo tiene mucho que ver con el entorno psicosexosociocultural en que se formó como sujeto, (como formó su identidad como sujeto). Si cuesta con hijos “sanos”, no podemos imaginar lo que debe costar con uno discapacitado.

 

 Por estas cuestiones, decimos que todos somos “normales”, hasta que llega uno, por que modifica individualmente y en su conjunto a toda la familia y superar esta situación, dependerá del amor, del apoyo y de la integridad como grupo familiar para pasar por todas las fases del duelo, que es sumamente importante para un “bienestar familiar”, de lo contrario se queda por la mitad del camino y surgen los conflictos de los llamados “sanos” más el del discapacitado.

 

 Todo lleva su tiempo y superar estas fases no va a ser una tarea fácil, pero deben saber que para “tapar” a un hijo discapacitado, no se resuelve inmediatamente con concebir otro, por lo que dijimos anteriormente, por que no se le da el tiempo necesario para duelar y aceptar la imagen y el deseo del hijo “sano” que no fue, aparte no cura al anterior. Por eso, para que no quede “tapado”, tiene que pasar el tiempo que necesiten, para darle un lugar propio en esta familia, para ser respetado como sujeto, como un integrante más.

 

 De acuerdo a lo expuesto antes, nos hallamos con padres que han elaborado satisfactoriamente todas las fases del duelo, reconocen el problema, lo aceptan, admiten que tienen un hijo con dificultades, se dan cuenta de sus limitaciones, pero estimulan el aprendizaje y el desenvolvimiento, para lograr un individuo lo más independientes posible de ellos. Son realistas con sus “capacidades“ y no esperan más de lo que puedan brindar o realizar. Le dan mucho afecto, el “necesario” para no ahogarlos, ni para que se sientan cerca del abandono, sino para sentirse contenidos y confiados. Son padres que por pasar por las fases del duelo tienen asumida la dimensión de sus posibilidades y limitaciones, por eso, no se autoengañan ni a sus hijos con metas inalcanzables, sino todo lo contrario. A estos padres se los podría denominar “suficientemente buenos”

 

 Hay otros padres que son llamados “sobreprotectores”, que hacen de sus hijos totalmente dependientes, lo cual hacen que no descubran ni lo más mínimo de las cosas por sí mismos, buscando la eterna aprobación de los padres y como todo se lo dan servido, hacen de sus hijos intolerantes y caprichosos a sus demandas, por que jamás se les pone límites. Y como ellos pelean con contradicciones, comprensiones, amores, odios, aceptación, repudio, una mezcla de sentimientos, pensamientos y actitudes generan un clima inadecuado para el desarrollo emocional de cualquier persona, mucho más para alguien que por su discapacidad depende de las respuestas de los otros. Propician un vínculo nocivo para ambos. Acá nos encontramos con padres que se han quedado en alguna fase del duelo.

 

 Podemos llamar padres “negados” a aquellos que nunca se “enteran” que tienen un hijo discapacitado, lo llenan de actividades, lo saturan, les exigen responder como un niño “normal” independiente y autosuficiente, terminan haciendo que los rechacen y los frustren más. Se defienden con cuadros psíquicos como ezquisoidia o psicopatías y como tienen una gran carencia de afecto se manifiestan con depresión o violencia. Se hacen inadaptados porque están sometidos a exigencias extremas para “superar sus dificultades”. Otros que no han superado el duelo, también generan un vínculo nocivo.

 

 Hay otros padres que podríamos llamar “pesimistas”, como no superan las fases del duelo, no se adaptan a la situación, cargando con hacerse responsables de lo que les sucede, culpándose mutuamente.

 

 También se encuentran los que se convierten en “enfermeros” de sus hijos, olvidándose que son individuos antes de pareja o padres y viven con total abnegación y sacrificio para ellos, sin darse cuenta que es tan malo para ellos como para sus hijos. Por cierto, estos tampoco han superado el duelo y también generan un vínculo nocivo por que no deja desarrollar sus “capacidades”.

 

 Otros padres necesitan cientos de certificados firmados, para estar seguros de una reconfirmación diagnóstica. Cuanto más tarde aparecen los síntomas, más se niega la enfermedad. También generan un vínculo nocivo por que retrasan el periodo de estímulo temprano.

 

 Podemos encontrar padres “abandónicos” que ante la difícil tarea de un hijo discapacitado no pueden manejar la situación y la responsabilidad que demandan, los abandonan en hospitales o instituciones. Son padres, que por lo general, son de condición pobre, de familias no bien constituidas y que un hijo discapacitado no forma parte de su proyecto de vida. Haciendo un juicio personal, estos padres, dentro de su ignorancia y posibilidades, son los más crueles, por que no le dan ni lo más mínimo y gratis que poseen, que es el vínculo afectuoso.

 

CONCLUSIÓN

 

Este trabajo está basado en la “formación de la identidad del individuo como sujeto” por medio de las etapas psicosexuales. Desde ahí partimos, para conocer y reconocer las respuestas a las distintas demandas de la vida: ”El sujeto es sano en tanto aprende la realidad en una perspectiva integradora y tiene capacidad para transformar esa realidad, transformándose a su vez él mismo”. Estas son palabras de Pichon Riviere, nada mejor para sintetizar las etapas del duelo, para poder lograr convertirnos en padres “suficientemente buenos” o mejor dicho en padres “sanos”.

 

 Pero cuando el medio en que nos formamos es “deficiente”, estas etapas “mal vividas” nos convierten en padres “enfermizos”, generando un ambiente nocivo para el desarrollo mejor posible de esta familia, mejor dicho padres “nocivos”.

 

 Tratamos de realizar, este trabajo, con un poco de psicología, de teoría, de estadística, pero también con un poco de sentido común, desde la ignorancia, por que es un tema, para este grupo, que es desconocido, por no estar involucrado con nuestras respectivas realidades. Pero sabemos con qué padres nos vamos a encontrar, en qué padres nos quisiéramos convertir y en cuáles no desearíamos ver ni ser jamás. Para ayudarlos, es reconocer en que fase del duelo se quedó, asistir con ayuda apropiada, para superar el obstáculo, pero no nos podemos olvidar, que como individuos, en un contexto sociocultural, necesitamos del otro.

 

Autoras: Mariela Chávez, Patricia Juárez y Laura Velloni. Ciudad de La Plata, Argentina.

elsa59@speedy.com.ar

 

 

 

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