DESAFIANDO LAS DESIGUALDADES.

 

Desde los albores de su aparición la vida de la mujer ha estado jalonada por hechos que han marcado su historia. Desde la era patriarcal hasta hoy en el siglo veintiuno conocido como el siglo del conocimiento, la desigualdad entre mujeres y hombres, es cada día más abismal.

Panamá, no escapa de ese oscurantismo y hablar de mujeres con discapacidad es reconocer la prevalencia de una triple discriminación, que viene establecida por su condición de persona con discapacidad, estrato social  y por su género.

Ahora bien, los roles tradicionales de madre y esposa han postergado a la mujer a construir su subjetividad sobre estos patrones. Estos estereotipos han supuesto un obstáculo aún mayor para las mujeres con discapacidad a la hora de identificarse incluso como madres y esposas

El primer Foro de Mujeres con Discapacidad, organizado por el Instituto Nacional de la Mujer (Inamu), el Consejo Nacional de la Mujer y la Mesa de Análisis de Leyes sobre Discapacidad (Meledis), con intervención de la Organización de Estados Americanos, abrió el abanico a la féminas con discapacidad de divulgar la triple discriminación y exclusión de las que son objeto, proyectándolas como una población vulnerable y dignas de conmiseración e incluso por sus propias familias y congéneres. 

Además el encuentro puntualizó, la necesidad de una mayor incorporación de la mujer al mercado laboral, con la independencia económica que ello supone, en virtud que están sufriendo significativos cambios. No obstante, la desigualdad entre mujeres y hombres sigue implícito

Los datos sobre empleo y desempleo, corresponsabilidad en las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, nos demuestran a las claras que la igualdad de derecho no va aparejado a igualdad de hecho. Se continúan generando pautas de comportamiento, roles y sistemas de valores de mujeres y hombres, que imposibilitan la igualdad de oportunidades y el pleno desarrollo de la persona, indistintamente de su sexo.

Por otra parte, La discapacidad no puede ni debe ser una limitación para que las mujeres disfruten una vida con calidad. Una condición sine qua non para alcanzar la igualdad de oportunidades es una buena formación. Las mujeres y niñas deben disfrutar de pleno acceso a la educación y a la formación a lo largo de toda su vida. Las instalaciones educativas deben ser accesibles físicamente y contar con materiales alternativos.

 En este sentido, informes estadísticos de la Secretaría Nacional de Discapacidad evidencian que en la población con discapacidad la proporción de mujeres que participan en el sistema educativo es mayor que la de hombres. Las cifras manifiestan que el 56% de las mujeres discapacitadas participa en el sistema educativo, mientras que en el caso de los hombres alcanza solo el 44%.

La investigación por nivel educativo de instrucción revela que el promedio mayor de la población con discapacidad se sitúa en la educación primaria. Además, el 9.4% de la población con discapacidad tiene título universitario, y en esta población las mujeres duplican a los varones.

Las mujeres con discapacidad física pueden y deben participar en la sociedad. Pueden y deben ser mujeres plenas, trabajadoras y preparadas para vivir en pareja y para la maternidad. Esto solo va a ser posible, si se reconocen con la práctica, los derechos de las mujeres y entre todos creamos una sociedad plural, justa y equitativa.

Autora: Elodia Magdalena Muñoz Muñoz. Panamá, Panamá.

Comunicadora Social.

 elodia_0262@yahoo.es

 

 

 

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