¡Y ME CREYERON MENDIGO!

 

El domingo por la tarde, después de terminar de trabajar en el restaurante donde toco teclado fui con mi esposa y mi hijo a misa. Pasamos un momento muy

agradable ya que nos tocó un curita simpático, el cual no habló demasiado ni se puso a improvisar como si no tuviese qué decir acerca de la Palabra de

Dios.

 

Al término de la misa mi esposa y yo nos paramos en la puerta del atrio para esperar a nuestro hijo quien había ido a guardar los instrumentos musicales

del grupo juvenil en el que él participa. Mi esposa estaba a unos cuatro metros míos divisando el panorama. Según me cuenta ella, dos jóvenes que salían

de la Iglesia me miraron y sin pensarlo dos veces se acercaron a mí estirando su mano no para estrechar la mía sino para darme plata. En efecto, yo escuché

que alguien me pasaba la voz: "Señor, Señor", pero como no le puse mucha atención al llamado y no estiré la mano ellos se dieron media vuelta y se retiraron.

 

Esto podría parecer algo simplemente anecdótico pero yo creo que da para pensar acerca de la imagen que mucha gente tiene hasta hoy de las personas ciegas.

Quizás si yo hubiese estado mal vestido, sucio y mal trajeado me hubiese sido fácil entender porqué esos jóvenes se me acercaban con el propósito de darme

"una limosnita". Pero ocurría todo lo contrario. Yo estaba con la ropa que me había puesto para ir a trabajar. Lo único que me había sacado era la corbata

y el saco reemplazando esto por una casaca de cuero negra que difícilmente un pordiosero podría usar. Sin embargo, eso de nada sirvió y me creyeron mendigo.

 

Cuando en los años setenta me integré a un colegio de jóvenes videntes para estudiar mi secundaria yo creí que estaba contribuyendo a cambiar la percepción

que el común de la gente tenía de las personas ciegas. Cabe señalar que yo no fui el único que entonces se integró; fueron varios los miembros de mí generación

que tuvieron la oportunidad de entrar a colegios comunes y eso podría haber hecho pensar que al no ser yo el único que trataba con gente vidente el trabajo

de acabar con los estereotipos se haría más efectivo. Sin embargo, es duro comprobarlo pero hay que reconocer lo que son las cosas. La gente sigue teniendo

los mismos prejuicios que se tenía acerca de nosotros hace unos treinta años y más. Y parece como si de nada hubiese servido nuestro paso por el colegio

y por la universidad en cuanto a la sensibilización y las falsas ideas que en torno a las personas ciegas se tiene. Podría pensarse que lo que estoy diciendo

es producto de algún tipo de desánimo; daría la impresión que a mis 48 años después de tanto bastonear por la vida me siento cansado y hasta decepcionado

frente a las actitudes de algunas personas. Pero no es así. Todo lo contrario. Lo que sucede es que a mi edad he comprendido que no vale la pena andar

con medias tintas a la hora de hablar de nuestra cruda realidad; y entiendo que hay que hablar de ella con la misma fuerza con la que tenemos que seguir

luchando para cambiar la mentalidad de la sociedad y para construir una imagen de nosotros mucho más positiva, que nos permita por fin encontrar la oportunidad

que tanto buscamos para realizarnos como ciudadanos. Tan caro anhelo nos compromete a todos en una tarea de la cual ninguno puede excluirse porque entonces

no habría derecho de hablar de inclusión.

 

Autor: Lic. Luis Hernández Patiño.

Sociólogo.

Lima, Perú.

enfoque21_lhp@yahoo.es

 

 

 

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