COSA DE ANIMALES
Disfrutando del verano la familia de Lucas se alojó en su casa quinta. El niño tenía 11 años y era tan inquieto como inteligente, gracias a lo cual había
logrado convencer a los demás para llevar consigo a los seres queridos: los peces, el perro, la gata, los canarios y los prolíferos hámsters.
Apenas llegaron, liberó a los peces en la piscina para que gozaran de las profundidades, evocando a Jacques Cousteau. En un momento que su madre nadaba
la rozó un pececito rojo, y al interpretar que era una piraña sangrienta emergió aterrorizada huyendo del monstruo carnívoro.
Lucas fue reprendido severamente por su padre con los primeros gritos y cachetazos de vacaciones.
Más tarde, junto a su hermana se dedicaron a recolectar bichitos silvestres. Daiana capturó vaquitas de San Antonio y mariposas, que al exhibirlas fue elogiada
por sus padres. Paralelamente, una araña, gatas peludas, orugas y varios insectos fueron la fauna obtenida por Lucas. Al mostrar la tarántula posada en
el hombro su mamá se desmayó y el padre enfrentó a la ponzoñosa bestia aplastándola de un certero pisotón.
Se repitieron los cachetazos de rigor y las advertencias sobre lo nefasto de los bicharracos para la vida humana.
La familia mantenía presente cuando Lucas contaba siete años de edad y le cortó un mechón de cabellos a la abuela, además de revisarle las arrugas y várices
para conocer su metamorfosis. Todos coincidían en que tenía hábitos asquerosos porque manipulaba animales enfermos, gusanos, escuerzos y bichos sucios.
Su mamá decía que era una especie de Daktari, pero mugriento.
El padre reivindicó el empleo del "cachetazo" como infalible método de educación para Lucas, por supuesto, y le prohibió que se acercara, que tuviese cualquier
contacto o simplemente, que mencionara jamás a animal alguno, porque si no abandonaba esas costumbres, terminaría siendo un criador de renacuajos o un
miserable vendedor de lombrices.
Pasaron algunos días amargos para el seudo biólogo y no pudo evitar su relación con el reino animal, entonces escondió una víbora culebra entre las sábanas.
La única que se enteró fue la abuela pero ofició de cómplice involuntaria ya que nadie supo el motivo de su hipertensión y el haber enmudecido durante
una semana. Por suerte ninguno observó la yunta de murciélagos que protegía bajo la cama, y así, por primera vez se salvó de los cachetazos educativos.
Una tarde al vibrar el timbre en forma insistente, su madre le pidió que averiguara de quién se trataba. Lucas no comprendía lo que veía y salió a verificar,
entrando casi de inmediato, pálido y anonadado.
- ¿Quién es el que insiste tanto, Lucas?
- Nada, no es nadie, mamá.
- Siguen insistiendo con el timbre. Fijate quién es, por favor. ¡Decime quien es!
- Bueno, vos preguntaste: ¡Es un camello! ¡Un jorobado del desierto!
- Lucas no te burles, no me mientas, ¡por favor!
- Tenés razón, mamá. La verdad es. ¡Que además del camello hay una cebra!
El padre no soportó que Lucas se burlara de su mamá, y menos que siguiera metiendo animales en cada diálogo, entonces irrumpió cacheteándolo exageradamente
al tiempo que le gritó:
- ¡Te comportás como una bestia! ¡Serás tan miserable como el peor animal!
La abuela sin comprender que sucedía, irrumpió con una escoba haciendo justicia sobre su yerno. La madre en defensa del marido le pegaba con una chancleta
a la anciana. Daiana desesperada quiso separarlos y también recibió una paliza. ¡Un desastre! Mientras tanto, el timbre no dejaba de sonar y a medida que
cada uno se asomaba para mirar quién era, expresaba tanta intriga en el rostro, que desorientaba a los demás. Lo que no podían creer, era que en el jardín
anterior de la casa se encontraban saboreando flores, precisamente una cebra y un camello. El animal jorobado tenía medio cuerpo introducido en el jardín
pulsando el timbre con sus cuartos traseros y en ese momento se acercaban los cuidadores del Circo al que pertenecían los artistas cuadrúpedos.
Esta historia se encontró mucho tiempo después, en el Diario Intimo de la abuela Adelaida. Pudo saberse que en la actualidad Lucas es un Biólogo que desarrolla
tareas de investigación en el Instituto Africano de la Nacional Geographic, donde recibió la distinción internacional más importante de la ciencia, y en
momentos de percibir el premio de millones de dólares, acariciándose las mejillas se lo dedicó a su padre.
Enviado por: Edgardo González.
Buenos Aires, Argentina.