ROSALÍO VENCES REZA IN MEMORIAM
COMENTARIO SOBRE EL LIBRO PEDAGOGÍA
CRÍTICA, DE RODOLFO BÓRQUEZ *
Rosalío Vences Reza
Introducción
Leer el libro de Rodolfo Bórquez es un
festín del intelecto del que todos deberíamos participar para deleitarnos de los
temas que aborda con pericia poco común. Las temáticas que aborda permitirán
escribir no un sólo libro, sino varios. Pasa revista al proyecto de la
modernidad y a las críticas que se le han hecho; luego, aborda el tema del
surgimiento y la trayectoria de la Teoría Crítica; y, por ultimo, el
surgimiento de la pedagogía crítica en el seno mismo de la Teoría Crítica. Se
trata de, cuando menos, tres grandes temas; cada uno de los cuales requeriría
cuando menos un tomo; pero que Bórquez con maestría ha podido abordar en un
solo libro.
La importancia de estas temáticas es
indiscutible. El proyecto de la modernidad, esbozado por los filósofos de la
Ilustración principalmente en el siglo 18, sobre el que tanto se debatió y se
sigue debatiendo, cubre todos los aspectos de la vida social, política,
cultural y jurídica. Se trataba de hacer tabula rasa de la vieja sociedad
medieval en Europa, comenzando con el llamado “derecho divino” que legitimaba
el poder de los reyes, que incluía su poder para otorgar feudos; se trataba de
la eliminación de los derechos feudales a la tenencia de la tierra, de los
derechos colectivos de la tierra comunal y de las propiedades de la iglesia, de
los derechos colectivos de los gremios, de la autonomía de las universidades,
etcétera. En su lugar, se proponía construir una sociedad donde imperara el
derecho a la propiedad privada, a la libre manifestación de las ideas, la
democracia y la educación pública para la libertad. Para lograr esos objetivos
se luchó hasta con las armas en la mano como en la Revolución de 1648 en
Inglaterra, la de 1789 en Francia, la Guerra de Independencia de Estados Unidos
en 1776 y en México la de 1810 y la de 1857.
Los propósitos del libro Pedagogía
crítica
Nos aclara el autor que los objetivos
que se propuso al escribir el libro Pedagogía crítica fueron los siguientes:
“Contribuir teóricamente… a examinar los
principales planteamientos de la modernidad y, al mismo tiempo, considerar la
crítica formulada por diversos autores, muchos de los cuales concluyen que es
factible recuperar, reimaginar y reinventar el proyecto d la modernidad, con el
fin de reconstruir una sociedad mas justa, libre, solidaria y democrática.
Otro objetivo… es analizar el vínculo
existente entre la Teoría Crítica –instituida por la Escuela de Frankfurt– y la
pedagogía crítica…”.
Y el tercero y último objetivo es
analizar dicha pedagogía crítica que “señala que no existe un poder cuya
extensión se imponga de modo monolítico en toda la sociedad. Más bien los
grupos sociales oprimidos –como los trabajadores, las minorías étnicas, las
mujeres, los emigrantes, etcéteras poseen la capacidad para resistir a los
sectores dominantes”.
La modernidad
Recalca Bórquez que entre los
antecedentes de la Ilustración encontramos al ascenso económico de la burguesía,
inicialmente a través del sistema mercantilista, auspiciado por el absolutismo
monárquico; y la racionalización del funcionamiento del Estado. Y que “la idea
central que guía a los hombres de la Ilustración fue su fe cartesiana en el
poder de la razón “en los asuntos económicos, políticos, culturales, o sea en
todas las esferas de la vida humana. Es la razón, y no el derecho divino, la
que debe guiar el funcionamiento de la sociedad.
Concluye Rodolfo que “la mayoría del los
autores que han tratado el problema de la modernidad reconoce que la crítica
política elaborada por los pensadores de los siglos 17 y 18 constituyó uno de
los elementos más importantes para transitar hacia una sociedad moderna”. Y que
“las doctrinas (de la Ilustración) tenían como meta luchar contra prejuicios,
la ignorancia y los privilegios, con el fin de encontrar la felicidad y el
bienestar de los individuos…. Sostienen una concepción de la historia apoyada
en el progreso…. Tanto en el conocimiento como en la forma de vida de las
personas”.
Las primeras críticas al proyecto de la
modernidad se dieron al seno mismo de la Ilustración. Sobresale, en ese
sentido, Juan Jacobo Rousseau quien señala, según Bórquez, que “una sociedad
justa es aquella que se basa en la voluntad general de sus miembros, y no en un
modelo racional determinado por reglas establecidas… De esta manera, Rousseau
considera que el egoísmo racional no puede ser motivo moral bueno”, como
sostenía la mayoría de los filósofos Ilustración y del capitalismo: el derecho a
la propiedad privada. Su tesis es que le proprieté c’est le vol (la propiedad
es producto del robo).
Otros críticos de algunas de las tesis
de la ilustración emanaron de la ilustración escocesa. Adam Smith, que tanto
empeño puso en La riqueza de las naciones en resaltar la importancia del libre
mercado, es quizá uno del los críticos mas severos de la burguesía, de
comerciantes e industriales quienes, según el, dejados a su libre albedrío, se
guiarán por sus intereses mezquinos y voraces y construirán sistemas económicos
monopólicos que atentaran en contra de los intereses económicos de la mayoría y
en contra de las posibilidades de desarrollo. Por otro lado, Adam Ferguson, en
su Ensayo sobre la historia de la sociedad civil, sin dejar de valorar la importancia
de desarrollo económico del capitalismo, lo considera como un arma de doble
filo que nos conduce a mayor producción, pero también a la corrupción del
espíritu cívico; y a una división del trabajo que atenta en contra de las
posibilidades de realización del espíritu humano.
Observa Bórquez que “el pensamiento de
Marx deja al descubierto la postura original de la ilustración, que planteaba
la idea de la razón emancipatoria que con el capitalismo se había abandonado
paulatinamente; y la razón había pasado a desempeñar un papel instrumental y
opresor. (Su) propuesta es que la razón debe retomar su función emancipatoria”.
La utopía de Carlos Marx no fue lo que se denomina el socialismo real; que
logró avances importantes en materia de educación, salud y seguridad en el
empleo; pero que también se olvidó de la modernidad de la emancipación del homo
sapiens tan crucial para Marx.
Weber, a finales del siglo 19 y
principios del 20, se echó a cuestas la tarea de sistematizar las
características del sistema económico, administrativo y político que se
construyó según el proyecto de la modernidad. Visualiza el proceso como una
tendencia irreversible hacia la racionalización del aparato productivo y del
aparato administrativo del estado, cuyas características se resumen en “la
calculabilidad o cuantificación de todas las actividades realizadas…, la
eficiencia…, la predictibilidad…, la reducción paulatina de la tecnología
humana y su reemplazo progresivo por la tecnología no humana…, control total de
dudas o incertidumbres…”. El resultado de ese proceso de racionalización,
remarca Bórquez, es dual: por un lado, un tremendo empuje a la producción, al
desarrollo económico y tecnológico; y, por otro, “el abandono del ethos
liberador… lo cual nos conduce a una encrucijada que Weber denominó jaula de
hierro, también conocida con el hombre de irracionalidad de la racionalidad”.
La Teoría Crítica de la Escuela de
Frankfurt
En resumen, las críticas a la
ilustración se empezaron a realizar por algunos de los mismos filósofos ilustrados
en el siglo 18, como en los casos de Rousseau y de la Ilustración escocesa; se
siguieron en el siglo 19 con Marx, Comte y Toqueville; pero fue en el siglo 20,
primero con Weber y luego con la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, por
que no decirlo también por lo posmodernistas, que esa filosofía es sometida a
una evaluación mas concienzuda. La crítica de los posmodernistas concluye con
el rechazo total a toda gran narrativa, como lo es la de la Ilustración. La
crítica de Habermas, el ultimo de los grandes teóricos de la Teoría Crítica, ha
tenido el propósito de retomar sobre mejores cauces las esperanzas
emancipatorias de la Ilustración.
Rodolfo Bórquez reseña e interpreta todo
ese largo debate que los teóricos críticos han sostenido con la ilustración,
con el marxismo, con las ciencias sociales y la filosofía tradicionales.
Recalca Rodolfo que “la gran preocupación de la Teoría Crítica será, entonces,
responder a esta paradoja: el mundo actual nos ha orillado a una racionalidad
irracional, de otra forma, la razón nos condujo a la sin razón porque la
humanidad, en lugar de asumir una condición verdaderamente humana, se hunde en
una nueva suerte de barbarie”. Primero fue el holocausto de la Alemania nazi
cometido en contra de judíos, rusos, polacos y muchos pueblos más; luego las
bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki por órdenes de Harry
Truman; luego los goulaks de la URSS de Stalin; las guerras sucias de todos los
regímenes autoritarios en las décadas de 1960, 1970 y 1980; y en nuestros días
las invasiones e indiscriminadas matanzas de Afganistán e Irak, etcétera.
Según la interpretación de Bórquez, la
Teoría Crítica ha enfocado sus baterías críticas para hacer aflorar las graves
limitaciones del positivismo en las ciencias sociales, del marxismo oficial en
los países del socialismo real, de las ciencias sociales y la filosofía
tradicionales, de la sociedad moderna y de la cultura de masas. Es decir, como
se dice comúnmente “no ha dejado títere con cabeza”.
Algunos han criticado a la Teoría
Crítica por su supuesto intelectualismo y por su supuesto alejamiento práctico
de las luchas de resistencia. Se dice que han construido teorías para los
intelectuales; pero no para activistas. En ese sentido recuerdo que uno de los
oradores mas aplaudidos en los movimientos estudiantiles de la década de 1960
fue nada menos que Herbert Marcuse, en esos momentos uno de los principales
representantes de la Teoría Crítica, autor de obras conocidas como El Hombre
unidimensional. Hablando de intelectualismo, sólo hay que echar un vistazo a
las notas a pie de página de El Capital de Carlos Marx para enterarse del
diálogo que entabló con un sinnúmero de autores de todos los tiempos; hay que
recordar que esa obra fue producto de 16 años de estudios intensivos en las
fábricas y bibliotecas de Londres.
En términos de crítica hay grandes
similitudes de la Teoría Crítica con el posmodernismo; inclusive coinciden en
la tesis de que las esperanzas para salir de la encrucijada en la que nos ha
conducido la modernidad económica y tecnológica, modernidad son emancipación,
se ubican en las luchas de resistencia de grupos étnicos, mujeres, campesinos,
obreros, intelectuales, jóvenes, desempleados, emigrantes, etcétera. Pero habrá
que repetirlo.
Habermas opta por rescatar el proyecto
de la modernidad enraizándolo en la acción comunicativa, en el diálogo libre y
creativo; mientras que para Marx la salida era el trabajo libre y creativo; y
para la Ilustración clásica la educación para la libertad y la democracia; y
para los teóricos contemporáneos de los derechos humanos, incluidos los indios
de Chiapas, la salida se ubica en la vigencia de “todos los derechos para
todos”. Para la Teoría Posmoderna la salida estriba en olvidarnos de todas esas
grandes narrativas, comenzando con la de la Ilustración, el marxismo, la Teoría
Crítica, etcétera; y que cada grupo, comunidad y región busque sus propias
alternativas a través de las luchas de los que allí resisten; pero, sin volver
a soñar en un nuevo gran proyecto de desarrollo, en una nueva gran narrativa.
La pedagogía crítica
Por fin llegamos al tema crucial del
libro de Rodolfo Bórquez. Todo lo anterior sirve como preámbulo, como
antecedente. Pero creo que el haber incorporado todos estos antecedentes
constituye uno de los grandes aciertos de Bórquez. Hubiera sido importante un
libro sin esos antecedentes, o que se hubiera abordado de manera somera; pero
al haberlos abordado a profundidad es un gran acierto porque queda
perfectamente claro de que lo que estamos hablando es del destino de la
humanidad, y no sólo de lo que pasa en el aula. La Teoría Crítica se ha
manifestado en la filosofía, y en todas las ciencias sociales, incluidas la
ciencia organizacional o administrativa; por lo tanto, es obvio que también se
manifestara en la pedagogía.
Quizás el principal precursor de la
pedagogía crítica, nos dice Rodolfo, es Antonio Gramsci, al recalcar que “la
clase burguesa mantiene su dominio no sólo debido a su poder económico y al
ejercicio de coerción física, sino también a su control ideológico; y que, por
tanto, mientras mantengan ese dominio ideológico mantendrá el poder en toda su
extensión”.
Reporta Bórquez que hay dos corrientes
principales de la pedagogía crítica: 1. Una postula que la escuela reproduce los
valores y las relaciones sociales y culturales
dominantes y está asociada a los trabajos de Louis Althusser, Pierre
Bordieu, Christian Baudelot y Roger Establet, etcétera, cuyas obras Bórquez
reseña con nitidez. 2. La corriente visualiza a la escuela como un espacio
social más donde se desenvuelve la lucha de resistencia de mujeres de grupos
étnicos, de hijos de obreros, de campesinos, de intelectuales, de emigrantes,
de clases medias bajas, etcétera; sin negar que los sectores del poder –clases
dominantes y sus gobiernos– intentan en todo momento imponer sus intereses.
Esta corriente está asociada a la obra de Paulo Freire, Jürgen Habermas, Alain
Touraine, Paul Willis, Michael Apple, Henry Giroux; también en este caso
Rodolfo reseña magistralmente las aportaciones de estos autores a la pedagogía
crítica.
El elemento común de ambas corrientes de
la pedagogía crítica, señala nuestro autor, es “haber sacado el análisis de la
educación fuera de los muros escolares y haber vinculado los procesos
educativos con el poder… y que debe hacerse una profunda crítica a los modelos
educativos tradicionalistas, burgueses, autoritarios, modernos…”.
No entraré a resumir cada uno de estos
autores, sólo insistiré en mi exhortación de que todos leamos el libro de
Rodolfo Bórquez. Me concentraré en hacer algunos comentarios para reforzar los
propósitos del libro. Paulo Freire no fue partidario del socialismo real; lo
digo porque me tocó el privilegio, en la década de 1970 de llevar un taller con
él, sobre el tema de “educación y liberación “. Para esas fechas , lejanos
había quedado los días del triunfo de la Revolución de 1917 y de los ensayos de
una educación socialista en tiempo de Lenin; se impuso el socialismo real –que
insisto, logró grandes triunfos en materia de la cobertura educativa , de la
cobertura de la salud, de la seguridad en el empleo, etcéteras que se olvidó
del control de los soviets en las fábricas y granjas agrícolas, dando paso al
control burocrático del Estado, de la economía, de la escuela, que no asumió el
compromiso del internacionalismo proletario en materia económica, quedándose en
los límites de la economía nacional. Así que Freire no abandonó ninguna postura
socialista real al caer el Muro de Berlín y la misma URSS; nunca fue partidario
de ese socialismo, aunque sí lo fue de los que podríamos denominar “socialismo
democrático”, que no debe interpretarse como sinónimo de socialdemocracia, sino
que se trata de un sistema que habrá que crear en el futuro como alternativa a
lo que fue el socialismo real y a lo que es el neoliberalismo capitalista.
Pero, ese ya es otro tema.
La pedagogía crítica que nos reseña
Bórquez demuestra de manera contundente que la escuela no es una institución
aséptica desvinculada de la realidad social desinfectada de los conflictos
sociales, sino que forma parte integral de esa realidad preñada de las
contradicciones de género, de clase, étnicas, generacionales. Notarán ustedes
que ya no estamos hablando, como en el viejo materialismo histórico, solamente
de las contradicciones de clase; ya rebasamos esa posturas y hemos incorporado
otras dimensiones de las contradicciones sociales que refuerzan las
posibilidades de resistencia y del cambio.
Es importante leer con detenimiento y
asimilar los argumentos de la pedagogía crítica que nos relata nuestro autor.
Para los que somos profesores y estudiantes, esa tarea es de suma importancia.
Para los que nos identificamos como partidos de la reforma universitaria, esa
tarea es imprescindible. Para los que, además nos identificamos como partidarios
de una escuela, una universidad y una sociedad alternativa a las que tenemos,
esa tarea además de imprescindible es urgente; y, en sentido, Bórquez nos
facilita herramientas teóricas y metodologías absolutamente necesarias para
impulsar nuestros propósitos.
Por último, quisiera abordar la
siguiente interrogante: ¿La resistencia en las escuelas nos llevará a algo?
¿Nos conducirá al logro de algún objeto? ¿Alguna vez ha servido de algo?
Quisiera señalar brevemente dos ejemplos. La Guerra de Vietnam sin duda alguna
que la ganaron los vietnamitas en el campo de batalla; pero también la perdió
el gobierno de Estados Unidos en las ciudades universitarias de todo el país,
en las iglesias de todo el país y en las calles de todo el país. Universitarios
y feligreses resistieron y ganaron. Ojalá que pronto, esa resistencia se vuelva
a intensificar para poner fin a la Guerra de Irak. El segundo ejemplo que
quisiera compartir con ustedes tiene que ver con nuestro país. ¿Qué tienen en
común Hidalgo, Morelos, López Rayón? El primero fue alumno, maestro y rector de
El Colegio de San Nicolás en Valladolid, hoy Morelia; los otros dos fueron
alumnos del primero en lo que hoy denominaríamos la preparatoria. Allí se
enseñaba y se discutía, desde los días que era un colegio de los Jesuitas, el
derecho de los americanos a rebelarse ante las injusticias; allí se resistía
¿Qué tiene en común López Rayón, Andrés Quintana Roo y Guadalupe Victoria? Los
tres estudiaron derecho en el Colegio de San Ildefonso en la ciudad de México, que
también había sido colegio de los Jesuitas y donde también se enseñaba el
derecho de los americanos a luchar ante las injusticias del gobierno español y
de los peninsulares. En ambas instituciones descubrimos una cultura de la
resistencia en la que se formaron los que posteriormente serían nuestros
próceres de la Guerra de Independencia.
La construcción de culturas de la
resistencia es la contribución de algunas escuelas, en algunos momentos
históricos. Ojalá que fuera en todas, pero no es así. Por ejemplo, yo todavía
sigo buscando con lupa el nombre de algún egresado de la Real y Pontificia
Universidad de México en la Guerra de Independencia. Al contrario, esa
universidad en octubre de 1810 lanzó un manifiesto en contra de la lucha de
Hidalgo.
No cabe duda, pues, la menor duda, que
en el pasado como en el presente ha habido luchas de resistencia en
instituciones educativas que se han vinculado con las luchas de otros sectores;
luchas que pararon la Guerra de Vietnam, que condujeron a la independencia de México,
etcétera.
Para prepararnos, teórica y
metodológicamente, para las actuales y futuras luchas de resistencia en las
escuelas y en las sociedades, es consulta obligada la Pedagogía Crítica de
Rodolfo Bórquez Bustos, a quien felicitamos calurosamente por entregarnos esta
obra de suma importancia para profesores y estudiantes, para todos los
interesados en la educación y en el futuro de México y del mundo.
·
Texto leído por el tres veces rector de la UAG durante
la presentación del libro Pedagogía Crítica del profesor universitario Rodolfo
Bórquez, minutos antes de sufrir el infarto que le quitó la vida el pasado
miércoles 6 de diciembre.