Páginas de Historia
EL COLEGIO NACIONAL
* Impulso al desarrollo de la educación
El Colegio Nacional fue creado a iniciativa
del secretario de Educación Pública, el licenciado Octavio Véjar Vázquez,
mediante decreto expedido por el Presidente de la República, general Manuel
Ávila Camacho, publicado en el Diario Oficial el jueves 13 de mayo de 1943 en
el cual se fijaba que entraba en vigor al día siguiente, esto es, el 14 de
mayo.
La fundación del Colegio Nacional se
realiza bajo la premisa de “la significación patriótica e intelectual que se
pretende adquiera este nuevo centro de cultura”; en tanto se ponía énfasis en “la
gratitud que México debe a sus grandes pensadores, hombres de ciencia,
escritores, poetas, artistas e investigadores que integran el cuerpo fundador
de El Colegio Nacional”.
El Decreto consideraba que “…es
ineludible deber de un Gobierno fomentar, dentro de sus más vastas
posibilidades, el desarrollo de la cultura científica, filosófica y literaria,
tanto en el aspecto de la investigación como en las actividades tendientes a
difundirla y estimando que se ha cumplido ya el propósito creador al fundar la Comisión
Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica, resulta inaplazable la
necesidad de establecer un colegio encargado de la divulgación, libre de las
limitaciones, requisitos y modalidades que los planes, programas y métodos
imponen a las instituciones universitarias”.
Este decreto enfatizaba que “Que uno de
los procedimientos más eficaces para afirmar la unidad nacional consiste en
enriquecer y ampliar la cultura del pueblo mexicano”, por lo tanto “El Colegio
Nacional se crea una comunidad de cultura al servicio de la sociedad, dotada de
personalidad jurídica, en cuyo seno estarán representadas sin limitaciones las
corrientes del pensamiento y las tendencias filosóficas, científicas y
artísticas, pero con estricta exclusión de todo interés ligado a la política
militante”.
“El propósito general del Colegio será
impartir por hombres eminentes, enseñanzas que representen la sabiduría de la
época, esforzándose porque el conocimiento especializado de cada una de las
cátedras concurra, fundamentalmente a fortalecer la conciencia de la nación,
perpetuada en generaciones sucesivas de personas relevantes por su ciencia y
virtudes”.
Establecida su sede en la ciudad de
México su lema -“Libertad por el Saber” - y su escudo (formado por un águila en
actitud de arrancar el vuelo), era en efecto “símbolo de la libertad del
pensamiento, sobre un sol de fuego, representación de la luz de la sabiduría”
representaba la vez ampliación del proyecto liberal y del Estado consolidado
por la Revolución Mexicana, cuyo rumbo sería para consolidar el proceso de
desarrollo que se iniciaba en la nueva etapa de desarrollo económico.
Con nombramiento vitalicio el Colegio
Nacional inicia su vida “con veinte miembros, mexicanos por nacimiento, de
reconocido prestigio e indudable competencia en su especialidad” y sólo podrá
perderse:
a).- Por imposibilidad permanente de
continuar en el desempeño del cargo;
b).- En virtud de sentencia ejecutoria
de Tribunal competente;
c).- Por el voto unánime de todos los
miembros del Consejo.
Los miembros fundadores del Colegio,
nombrados por el Estado pero de registrado prestigio nacional fueron quince:
Mariano Azuela, novelista; Alfonso Caso, arqueólogo; Antonio Caso, filósofo;
Carlos Chávez, músico; Ezequiel A. Chávez, educador; Ignacio Chávez,
cardiólogo; Enrique González Martínez, poeta; Isaac Ochoterena, biólogo;
Ezequiel Ordóñez, geólogo; José Clemente Orozco, pintor; Alfonso Reyes, poeta y
humanista; Diego Rivera, pintor; Manuel Sandoval Vallarta, físico; Manuel Uribe
Troncoso, oftalmólogo, y José Vasconcelos, filósofo y educador. Estos a su vez
tenían la facultad de designar a cinco más, bajo su propio acuerdo.
El consejo tenía la obligación, de
sustentar, en los locales de la institución, las conferencias correspondientes
al programa de trabajos, sobre la materia de su especialidad y gozaban de
absoluta libertad en el ejercicio de su actividad docente. “En los salones del
Colegio -establecía el Decreto- podrán sustentar conferencias exclusivamente
los miembros de la institución o profesores huéspedes, a invitación del
Consejo”… y “Todos los miembros del Colegio percibirán la misma remuneración
mensual. En ningún caso podrá reducirse el importe de ella”.
El documento establecía la forma de
organización del mismo así como derechos y deberes de sus integrantes, así como
los mecanismos para resolver sobre “la falta definitiva, renuncia o petición de
licencia de alguno de los miembros del Colegio”.
“La asistencia a las conferencias será
completamente libre y gratuita. No se llevará matrícula ni registro de ningún
género, ni se pasará lista, no habrá pruebas ni exámenes de naturaleza alguna y
no se expedirán certificados, diplomas o títulos”.
“El Colegio Nacional -continuaba el
Decreto- publicará con su mismo nombre una revista periódica, en la que se
darán a conocer los trabajos de sus miembros y las actividades más importantes
que en materia científica, filosófica y artística se realicen en el país”.
El Colegio Nacional a través de su
historia ha cumplido con el noble papel de fomentar el desarrollo de la cultura
científica, filosófica y literaria, tanto en el aspecto de la investigación
como en las actividades tendientes a difundirla.
Autor: Raúl Espinosa Gamboa. Cancún,
Quintana Roo, México.