CLAUDE CHABROL: LA NOUVELE VAGUE 50 AÑOS
DESPUÉS
“El bello Sergio” (Le beau Serge) es la primer
película de Claude Chabrol. Este debut cinematográfico de quien, hasta
entonces, fuera un severo crítico del cine francés, a través de la famosa
revista Cahiers du Cinéma, es considerado el filme que da inicio a la Nouvelle
Vague (traducido en México como “Nueva Ola”), movimiento de los años 50s que
elevó la polémica sobre el arte a niveles similares a los del surrealismo de
inicios del siglo XX. Lo mismo que los surrealistas, un grupo de intelectuales
franceses -escritores todos ellos- se proclaman inconformes con el
“academicismo” del cine y manifiestan su rechazo a la narrativa convencional y
se lanzan a hacer cine proponiendo alternativas diversas y experimentando de
forma por demás creativa. Chabrol, en particular, muestra un marcado interés en
los vericuetos emocionales y filosóficos de sus atormentados protagonistas y
está dispuesto a llegar a las últimas -y terribles- consecuencias.
Chabrol nació el 24 de junio de 1930 en
París. Después de haber estudiado para farmacéutico (como su padre y abuelo),
trabajó como crítico colaborando con Eric Rohmer en su libro sobre Hitchcock
(París, 1957). Asiduo en la Cinemathéque de Henri Langlois, ingresó junto a sus
amigos en la revista Cahiers du Cinéma, donde firmó su primer artículo sobre el
film Cantando bajo la lluvia (1953). Más tarde se dio a conocer por el ataque
que dirigió a Stanley Kramer por su análisis de los grandes temas
cinematográficos. Funda la productora AJYM y realiza en 1958, con el dinero de
una herencia que obtuvo su primera esposa, esa primera película que se
convirtió en el manifiesto inaugural de la Nouvelle Vague: la mencionada “El
bello Sergio”, seguido de la hermosa cinta “Los primos” (1958) y “Una doble
vida” (1959), rodadas en muy poco tiempo.
En una primera etapa fue prolija en
experimentación y búsqueda de expresión, sobre todo en el renglón actoral, sus
películas fueron protagonizadas por la que era su mujer, Stéphane Audran lo que
le permitió hacer muchos experimentos que se reflejan en cintas como: “Les
bonnes femmes” y “Les godelureaux”, ambas en 1960, “L'oeil du malin” (1961),
“Landrú” y “Ofelia” (ambas en 1962). En esta primera etapa rodó ocho
largometrajes, la mayoría escritos por él y entre los que se encuentran algunos
de sus mejores trabajos. Después, debido a los fracasos comerciales de algunas
de estas primeras obras, realiza películas comerciales. Más tarde volvería a
realizar obras más personales como “Las ciervas” y “La mujer infiel” (1968), o
“Accidente sin huella” y “El carnicero” (1969), “Al anochecer” (1971), “Relaciones
sangrientas” (1972).
El misterio, los escenarios
detalladamente realistas, la sordidez del mundo, los temas tabú: el crimen, la
estafa, el parricidio, el incesto. A Claude Chabrol se le puede achacar que
siempre haga una misma película. El caso es que es algo cierto pero injusto,
porque se incurre en la simplificación del artificio del cine y, sobre todo,
desde una perspectiva superficial. Baste mencionar a: Woody Allen, Alfred
Hitchcock, Federico Fellini, Éric Rohmer, clásicos del cine que, a lo largo de
sus respectivas carreras, han tenido que aguantar el estigma de hacer siempre
la misma película. También encajan allí a Chabrol.
Y sí que es cierto que los temas de sus
películas continúan inmutables a lo largo de los años, pero el mero hecho de
que sus películas no pierdan ni un ápice de verosimilitud (siendo, como son,
ambientadas en su contemporaneidad) a lo largo de esos mismos años debería
hacer recapacitar a los que denigran su obra.
El cine de Chabrol es de construcción
engañosamente simple, sus argumentos se deslizan con lasitud, su puesta en
escena parece despreocupada por lo “natural” y realista, su dirección de
actores es de una gran precisión y de exigencia interpretativa. Chabrol se ha
ganado el máximo respeto como director porque ha aportado mecanismos propios
del más preciso relojero para expresar su pensamiento como creador. Un ejemplo
sería “La flor del mal” (La fleur du mal, 2003), que es una variación más de lo
que son sus temas recurrentes.
Arropado por su equipo técnico habitual
y con un reparto muy acertado (Benoît Magimel, Nathalie Baye o Bernard LeCoq)
“La flor del mal” constituye un capítulo más de la crónica de la podredumbre de
la burguesía de provincia, de la crónica de la fragilidad de la civilización,
de la crónica del descubrimiento de las llagas de lo que algunos creen
felicidad. El género negro, tan querido por Chabrol resulta el más adecuado
para ribetear esta crónica de la destrucción de una familia. Cuya preocupación
por el mantenimiento del status quo familiar, llevará al clan a una explosión
que no concluye con la tragedia. Chabrol presenta una descarnada realidad,
protagonizada por personajes sumidos –conciente y/o inconcientemente- en un
pesimismo profundo que hace pensar que las desdichas vividas son apenas el
comienzo y que la fatalidad les perseguirá eternamente, como al Prometeo
encadenado.
Después de 1974 sus películas volvieron
a caer en el cine comercial francés y ninguna de sus obras fue digna de los
éxitos que realizó diez años antes: ni “Laberinto mortal” (coproducción
realizada en Canadá), ni “Prostituta de día, señorita de noche” (Violette
Noziere) ni “El caballo del orgullo” (adaptación del best-seller de Pierre
Jakez Hélias).
La última etapa de su cine consigue
reivindicarlo. Su madurez y experiencia resurgen con filmes que retoman la
controversia y su antigua visión descarnada de la realidad. Desde “Pollo al
vinagre” (1985), pasando por “El Inspector Lavardin” “Inspecteur Lavardin”,
1986), la terrorifica “La ceremonia” ("La Cérémonie, 1995) hasta “Gracias
por el Chocolate” (Merci pour le chocolat, 2000), La flor del mal ("La
Fleur du mal" de 2002) lo consagran como uno de los grandes genios del mal
llamado “cine autor” (el “otro” cine: ¿es anónimo?)
Una larga y fructífera carrera con más
de cincuenta filmes en su haber. Una capacidad y creatividad que, como los
buenos vinos, mejora con el tiempo –acaba de cumplir 78 años y continúa activo-
Su etapa de madurez es un ejemplo de lucidez intelectual y artística. Su
natural dinamismo nos entrega sus últimas obras: “La dama del Honor” (2004)
“Borrachera de Poder” ("L'Ivresse du Pouvoir”, 2006), y “La Chica Partida
en dos” (La Fille Coupée en Deux”, 2007). En este mismo año de 2008 continúa
filmando, al lado de Gerard Depardieu realiza “Bellamy” que será estrenada el
próximo 2009. Lo que lo convierte en un clásico contemporáneo.
Autor: Rafael Fernández Pineda. Cancún,
Quintana Roo. México.