CLINT EASTWOOD: CINE DE GUERRA II

 

La guerra es una masacre entre gente que no se conoce para provecho de gente que sí se conoce pero que no se masacra

 Paul Valery

 

La historia cuenta que en Iwo Jima murieron 20703 soldados japoneses (por los 24480 americanos), siendo hechos prisioneros apenas 216. Tal fue la fiereza, el tesón, la resistencia, e incluso la locura, con que los japoneses defendieron Iwo Jima que, posteriormente, los EE.UU. justificarían el lanzamiento de su primera bomba atómica amparada por el recuerdo de esta batalla.

 

Clint Eastwood, se ha dado a la tarea de hacer dos películas con el tema de la batalla de Iwo Jima, enfocando desde el punto de vista de cada uno de los contendientes. Inclusive las realiza en los idiomas propios de cada uno: en inglés “La conquista del honor” (Las Banderas de nuestros Padres, según una traducción mas exacta) y en japonés “Cartas desde Iwo Jima” (Letters from Iwo Jima). Eastwood, rodó las películas de forma consecutiva, sin mezclar ambos repartos y, con esta doble visión de una de las batallas más famosas, pretende, según ha declarado, demostrar la futilidad de toda guerra, en un momento en el que las críticas a Bush por la presencia en Irak van cobrando fuerza en Estados Unidos.

 

Valgan pues estas Cartas y Banderas de Iwo Jima como recordatorio de aquella inhumana batalla, como lo son todas, y de aquellos hombres corrientes, gente sin odios ni rencores a quienes por parte de ambos bandos sus gobiernos los habían arrastrado allí, dejando su vida en las playas de Iwo Jima. Porque como cantan los Drive-By Truckers: I never saw John Wayne on the sands of Iwo Jima, o dicho de otra manera, que ya está bien de inventarse héroes cuando lo que mueren en todas las guerras siempre son seres humanos en los que podemos, y debemos, vernos reflejados.

 

 Obviando las valoraciones técnicas, la primera de las películas, “Banderas…, es una excelente introducción al tema cardinal de nuestro tiempo: la guerra. La representación de la contienda es, en el fondo, una recreación hecha a partir de evocaciones, a partir de reconstrucciones de la memoria. Un anciano, angustiado por pesadillas y recuerdos desagradables, agoniza; un joven, cuyo rostro está en parte velado por la semi-oscuridad, entrevista a otros viejos sobre hechos del pasado, removiendo sus respectivas memorias. La película es eso: relatos de guerra hechos muchos años después cuya yuxtaposición y cuyo cruce permiten rehacer lo vivido y lo ocurrido. ¿Tenemos la seguridad de que lo contado es lo cierto? ¿Tenemos la certeza de que lo narrado es lo sucedido?

 

La segunda, Cartas… aporta profundidad al drama de la guerra con la crudeza de las imágenes y esa magnífica dirección de actores, amén de los medidos diálogos del guionista Paul Hagáis; sin olvidar a los actores japoneses que, verdaderamente, son estupendos, como el magnífico Saigo, joven japonés que no entiende ni acepta qué hace él en esa isla inhóspita lejos de su mujer, en esa guerra. En la primera parte de la historia se desmenuza el carácter humano de los combatientes, es donde cuentan sus penurias en forma de arduo trabajo, hambre y disentería, donde se empiezan a escuchar las primeras cartas que los soldados escriben a sus seres queridos desde Iwo Jima. Sobrios y macilentos tonos de fotografía acentúan los sentimientos de abandono, miedo o soledad (el inmenso cartel anunciante, con el general Kuribayashi caminando por una playa con aspecto abatido bajo la mirada atenta de un Sol Naciente puede dar una pista de lo que digo).

 

Son dos películas duras, inteligentes y extraordinariamente bien hechas, que tenían que ser dos porque tratan temas conjuntos pero distintos al final, no una sola épica de cuatro horas como algunos proponían.

 

Las Banderas… no es, en si, una película bélica sino una que utiliza la guerra para explorar una serie de temas. Cartas… es exclusivamente bélica y además es más larga, es una cinta absolutamente claustrofóbica; mientras que las Banderas privilegia mucho los espacios abiertos, siendo muy descriptiva con lo que sucede, las Cartas es totalmente cerrada, porque está filmada sobre todo en las cavernas cavadas por los soldados como trincheras y con tomas muy cercanas. Vista en cine (como esta cinta exige ser vista), da la sensación de estar unas dos horas encerrado en una de estas cuevas, incapaz de respirar o de escapar. Además, tiene un sarcasmo preciso para evitar asfixiar al espectador: ("morir por la patria es algo honorable" "bueno, entonces murió de una disentería honorable").

 

Pero en esencia las dos películas cuentan una tragedia. Una batalla que se sabe perdida y, sin embargo, se debe pelear sin razón alguna. La cinta muestra como las personas somos presas de las estructuras mayores, de como uno está subordinado a un estado, a un ejército, a una causa, a una batalla y a eso se deben sacrificar la amistad, el amor, la vida, la libertad. Y no solo en el caso de los japoneses, porque los gringos, supuestos libertadores, están metidos en la misma encrucijada.

 

Una visión relevante de Eastwood es que todos están subordinados, pero al mismo tiempo todos son personas. Algunos enloquecidos por sus causas (como el general Ito o, en menor grado, el general Kuribayashi interpretado por Ken Watanabe) otros sencillamente presos de la causa de una patria abstracta que los impone.

 

Las Cartas está mejor hecha, es más sucinta (a pesar de ser más larga) y no abre puertas innecesarias, a diferencia de las Banderas. Sin embargo, quizá Banderas, en un planteamiento no logrado del todo, cuestiona más a fondo, sin atinar respuestas. Porque el cine bélico no ofrece respuestas, como tampoco lo hace la guerra real, el cine bélico únicamente provee de sentimientos catárticos de certeza, o justificación, de nuestra esencia “guerrera”. A la luz de valores más racionales, la propuesta sería: “Erradicar” la guerra. Pero los enormes intereses que mueven a los Estados desalientan la razón.

 

Como buen cinéfilo solo puedo decir: Tienen que ver estas dos películas, la discusión está abierta. Seguiremos hablando del cine bélico.

 

Autor: Rafael Fernández Pineda.

Cancún, Quintana Roo. México.

fernandezpr@hotmail.com

 

 

 

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