EL CIEGO QUE PINTA SIN PINCELES
Segunda Parte
Luego de ese
primer taller me invitaron para ver cómo me encontraba luego de esa
experiencia. En el primero me había ganado la premiación, Dijo el presentador en
esa ocasión que se iba a otorgar el premio a uno de los participantes del
taller y que si bien las pinturas de esa persona eran lo suficientemente
atractivas, para seleccionarlo, se iban a considerar otros aspectos para
otorgar la premiación como: reunir asistencia, persistencia, ideas, creatividad
y compañerismo.
De ese segundo
momento con la pintura surge la exposición en el Centro Cultural Recoleta donde
elegí para exponer un cuadro que evoca un momento primaveral. Quienes quieran
conocer ese paisaje, pidiendo que algunos ojitos amigos benefactores se lo
describan junto a mi persona que poso al lado de ese cuadro en la exposición,
dejo aquí el enlace para descargar un rar con algunas fotos.
http://dl.dropbox.com/u/11870995/Presentaci%C3%B3n%20CCR.rar
Y lo que está
debajo era un requisito para poner al lado del cuadro para que los visitantes a
la muestra conozcan algo acerca de quien realizara esa pintura.
Texto presentado en la Expo CCR del 18 al 28 de Febrero de 2010.
“Aquí una
experiencia que quiero compartir: ¿Puede un ciego pintar?, la teoría y los
terceros dirían que no; que es imposible; Que: ¡cómo un ciego va a pintar si no
puede ver! Esto mismo me decía una persona muy ilustrada en el tema del Braille
y agregaba: ¿para qué si jamás vas a poder ver lo que pintas y lo peor, nunca
vas a disfrutar lo que pintas? Tremendo error cometen algunas personas
subestimando y aniquilando los deseos sin saber. Fue así que me entero de
"Curar a través del Arte"”.
El ciego que pinta sin pinceles, segunda parte:
Mientras al
inicio de mi primer taller de pintura, presentaba mi escultura en madera, una
escalera en cuyos peldaños tenía escritos pensamientos como los que aparecen al
momento de ascender, los propios del inicio de una actividad: “Qué difícil”.
“No lo podré hacer”. “¿Y si trato, y si intento hacerlo?”, hasta que en uno de
los últimos decía: “Lo logré”. Ese logro inicial era acceder a ese mundo mágico
de la pintura sin ver. Haber llegado al taller ya era el logro. Luego se
sucedieron los siguientes peldaños con sus evocaciones, esas representaciones
de las imágenes que se pintaban a través de los pasteles y que como firmes
símbolos me devolvían a modo de espejo quienes las miraban la intención de mis
ideas.
Pero al inicio
del segundo taller, al que Juan Barros nos invitó a unos cuantos egresados de
esos primeros talleres, mi nueva escalera, la que presenté, tenía otra
conformación, si, era una escalera, pero muy particular. Tan particular que en
los peldaños, que también estaban escritos, tenían otras intenciones. Abajo
decía, Tierra, luego en ascenso, 1, 2, 3, el 4 y el 5 el 6 y así hasta el
último donde decía "Cielo". Si como se puede imaginar o más bien ver
en esta nueva composición, era una rayuela y ¿por qué esto de rayuela?, porque
pone en evidencia un estado de ánimo y de participación, completamente
diferente del que tenía en aquel mi primer taller de pintura.
Antes, más
temeroso, más cuidadoso, más acotado y ahora tal como puede provocar el pensar
en una rayuela, la alegría, la diversión, un tránsito lúdico hacia el después
pero además de una meta, con una libertad tan extrema como la que de niños se
tiene jugando a la rayuela. Símbolos que perduran en la mente de aquellos
espacios de felicidad. Lo mismo que yo traía ahora en este nuevo emprendimiento:
un arranque con felicidad, con alegría y con libertad.
Veo ahora a la
distancia que haber transitado el primer taller, sin lugar a dudas me ha dado
esa enorme libertad y plasticidad tanto en el nuevo andar por las nuevas
escenas que recreo y evoco; y ese entusiasmo a mi mismo me sorprendió cuando en
el último jueves, ni bien empiezo a caminar hacia el Centro Cultural Recoleta,
pasando por los adoquines del sendero y con la caricia del olor de ese verde
del pasto y con la compañía del piar de los pájaros sentí en mi mente la
palabra: “piacevole”, alegre, divertido, agradable sería su traducción, igual
que lo que evoqué ese día en mi pintura, y no me queda ninguna duda de que pude
expresar ese estado de ánimo ya que quienes luego lo vieron, me decían entre
otras: “Qué colorido ese paisaje”, “qué alegre es ese campo, ese conjunto de
flores en esos colores tan marcados al lado de los verdes de los arbustos le
dan una imagen de alegría increíble”. Y así fue ahora mi estado de libertad,
sin restricciones podía expresar un estado de ánimo y una emotividad con una
extrema soltura. Sin dudas, así como los entrenamientos preparan al jugador
para su competencia y lo dejan en un estado digamos ideal, a mí el primer
taller, también me impregnó de ese entrenamiento, que para mi condición de
jugador, o sea de pintor, ciego, me daba confianza, seguridad y quedó plasmado
y confirmado. En esa plancha donde evocaba la alegría, a través de un estado de
la naturaleza, se llamó Piacevole, y tenía solo algunas marcas que preparé con
pequeños recortes de cinta adhesiva para tener in mente los espacios del abajo,
el centro y el arriba. y así fue que cuando terminé me encontré, entre alegre y
sorprendido, allí estaba la rayuela de ese primer día del segundo taller,
abajo, los grises, en varios tonos, tal como el asfalto de una ciudad, tal como
la tierra, al medio el lugar del tránsito, como los escalones de la rayuela y
al medio el paisaje, los verdes, los arbustos, las flores , y arriba, ¿qué
había pintado?, obvio, un celeste, el del cielo, el cielo de la rayuela, pero
con una marcada diferencia, un amarillo radiante, los rayos del sol.
Marzo de 2011.
Autor: Miguel Pedro Bisceglia. Buenos Aires, Argentina.