Esperanza de vida y de tesoro,

pues no la tiene aquel que no la alcanza.

Si yo la alcanzo, tal será mi andanza,

que no emvidie al francés, al indio, al moro;

por tanto, tu fabor gallardo imploro,

Cupido, Dios de toda dulce holganza.

Que aunque es esta Esperanza tan pequeña,

que apenas tiene años diecinueve,

será quien la alcanzare un gran gigante.

Crezca el incendio, añádase la leña,

¡o Esperanza gentil! ¿y quién se atreve

a no ser en serviros vigilante?

 

 

Salid Esperanza mía,

A faborecer el alma,

que sin vos agonizando,

casi el cuerpo desampara.

Las nubes del temor frío

no cubran vuestra luz clara;

que es mengua de vuestros soles

no rendir quien los contrasta.

En el mar de mis enojos

tened tranquilas las aguas,

si no quereis que el deseo

dé al través con la Esperanza.

Por vos espero la vida,

cuando la muerte me mata,

y la gloria en el infierno,

y en el desamor la gracia.

 

Miguel de Cervantes Saavedra.

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