A LA SOMBRA DE LA CEIBA.

 

Me siento feliz de haber sido capaz de ser puntual, porque les confieso niños míos, que la impuntualidad es una fea y dañina, el que siempre llega tarde

a los lugares recibe el reproche de sus padres , maestros y condiscípulos, y cuando son jóvenes trabajadores, esa irresponsabilidad llega a dañar su imagen

personal, por tal razón debes, desde tu etapa de escolar, demostrar que sabes realizar tus actividades en la forma adecuada y en el tiempo establecido.

 

Te voy a sugerir que cada mañana, en el instante en que Mamá o Abuelita te despierten para que te prepares para el aseo matinal, no desperdicies tu preciado

tiempo, pues luego has de vestirte, desayunar, preparar tus libros y marchar hacia la ESCUELA para disfrutar el agradable sabor, ¡del pan de la enseñanza!

 

Recuerda AMIGUITO,

 

"A LA ESCUELA HAY QUE LLEGAR PUNTUAL,

 

A LA ESCUELA HAY QUE LLEGAR PUNTUAL...

 

Ahora, como sé que ustedes son niños puntuales, les voy a narrar la Historia de la Perrita Shopsy.

 

Una Perrita Shopsy

 

No, no se trata de un animal fabuloso, ni llegado de otra galaxia, me refiero en verdad, a un animalito cariñoso y tierno que es nuestro mejor amigo, o

mejor dicho amiga.

 

Nacida en un oscuro rincón de un ruinoso edificio, el tres de marzo de 1996 fue traída al mundo de los seres vivos, una perrita nada privilegiada por la

naturaleza, pues en verdad, en su apariencia física no se reflejaba atractivo alguno.

 

De ese parto algunos cachorros resultaron muertos por causa de la inundación del sitio del múltiple alumbramiento, otra de sus hermanitas, algo más favorecida

en su aspecto, fue tomada como mascota por una trabajadora que prestaba servicios en el lugar.

 

De cursaba el tiempo y la pobre perrita fea permanecía sin que alguien la adoptase y si ello no se realizaba en un lapso breve, los malos tratos y el hambre

darían al traste con su desvalida presencia en este mundo.

 

Mas para su fortuna, una dulce joven se sensibilizó y la llevó a su casa, en la que desde entonces, vive rodeada del cariño y nobles cuidados de sus amos.

 

Su nombre es Shopsy y tiene la fortuna de habitar en una vivienda enmarcada en una parcela cultivable de aceptable extensión, sembrada de plantas frutales

de las que suele degustar con suma frecuencia, ha adquirido hábitos alimentarios propios de criaturas vegetarianas.

 

En una ocasión fue raptada por un mal vecino quien la abandonó lejos de la zona en la que está enclavada la casa de los amos de Shopsy, con el premeditado

propósito de que el animalito, por la gran distancia que la separaba de su hábitat, errara el camino y se extraviara definitivamente. Para que podamos

entender claramente las entrañas de aquel mal hombre, resultaría suficiente con lo señalado, pero a ello añádase que Shopsy resultaba una excelente guardiana

de la propiedad de sus amos, pues aunque no era lo suficientemente grande, como para atacar a los visitantes furtivos, si solía denunciar sus fechorías,

armando una gran algazara al que, violara los límites de la propiedad perteneciente a sus amos, lo que hizo que el malvado sujeto determinara deshacerse

de tan indeseable testigo de sus malandanzas.

 

Nuestra amiga La perrita Shopsy, hacía pocos días que había parido y, por esa razón, sus cachorros quedaron sin el amparo de su madre.

 

En un momento en que el dulce animalito se encontraba bastante alejada de la casa vivienda, aquel taimado ser la tomó por sorpresa introduciéndole en un

saco y amarrando la boca del indefenso animal, la condujo a una zona desconocida y bien distante para que sus amos no dispusieran de su incondicional servicio.

 

Mas en contra de tales suposiciones Shopsy, fue capaz de volver, y con la agresividad que demuestra, cada vez que ve a ese sujeto, permite que aseguremos

que, él y sólo él, fue el miserable raptor.

 

Al saberse abandonada ¿quién sabe dónde?, la reacción inicial fue de un gran temor y de un amargo sentimiento de indefensión, pero el instinto de madre

parida le hizo reaccionar casi instantáneamente y luego de varios intentos fallidos supo orientarse y emprender el retorno a casa, lo que le tomó tres

días, en los que habría de vivir experiencias no soñadas, pero que marcarían su vida de forma profunda y que le harían apreciar el significado de disfrutar

de la suerte de que sus amos le dieran una bienvenida pletórica de afecto leal y sinceros.

 

Identificado el rastro, Shopsy se puso en marcha pero su regreso si ella lo hubiera podido reflejar en un diario, resultaría una obra literaria digna de

ser publicada por las mejores editoriales.

 

Los momentos del comienzo del retorno fueron inciertos, diríase que el peligro de perder la orientación podía arruinar el intento y que no había momento

fijo para ello.

 

Afortunadamente para el animalito, pues todo no habría de resultar adversidad, cuando fuera abandonada por el insensible e imperdonable ser, próximos al

lugar jugaba un grupo de niños que se percataron, por los movimientos del saco, que un cuerpo se agitaba en el interior del mismo. Todos corrieron hacia

el solar yermo, pues casi adivinaban el paciente del involuntario encierro, sin dudas, se hallaba en apuros.

 

Con suma impaciencia, el que lideraba el grupo tomó el saco por la boca y comenzó a deshacer el fuerte nudo que impedía la salida del animalito encerrado,

labor que acometió con decisión y cuidado, pues desconocía lo que estaba pugnando por la libertad, que resulta el estado natural de existencia de todo

ser viviente.

 

La tarea fue coronada por el éxito, y cautelosamente todos se apartaron hasta una distancia prudencial, ya que desconocían lo que podía acechar en aquel

envoltorio.

 

Con la celeridad del relámpago, Shopsy emergió súbitamente y la fuerte claridad del sol le cegó y muy aturdida fue a refugiarse en unos matorrales que crecían

en las inmediaciones, lo que permitió a los niños ver de quien se trataba el cautivo.

 

Al impresionarse sus retinas con la intensa luminosidad del sol de plena tarde; Shopsy sintió como si un agudo puñal hiriera sus pupilas y recordó que su

dueño había perdido el preciado sentido de la vista, y a pesar de su difícil transe, recordó las múltiples ocasiones en que le había visto tropezar con

las cosas y sintió en su noble corazón, una desconsolada sensación de impotencia, al no ser lo suficientemente grande para servirle de lazarillo.

 

Uno de los pequeñines que vieron a Shopsy sintió ese deseo de socorrer al animalito en apuros, pero la carrera emprendida por la asustada criatura no le

dio tiempo a nada, pues la velocidad desarrollada hizo que el pequeño la perdiera de vista rauda como un dardo disparado por una desconocida cerbatana.

 

Lo que infundía tal celeridad a las patas del animalito, era el instintivo recuerdo de los distantes cachorros a los que una insondable fuerza le impelía

correr a su encuentro.

 

Recorrido un largo trecho, Shopsy vio a tres hombres que avanzaban en dirección opuesta a la suya, los que se encontraban en estado de embriaguez, quienes

al reparar en la presencia del asustado animalito, comenzaron a mofarse del aturdido ser. Uno de los seguidores del mal ejemplo de Baco, intentó atraparla

para, como pudiéramos suponer, con el humillante objetivo de encerrarla en una jaula y exhibirla como un ser llegado misteriosamente de un desconocido

paraje cósmico.

 

Ayudado por sus secuaces intentaron acorralarla, y capturarla para ir de feria en feria, engañando a los incautos que creyeran en sus falacias, sacándoles

el dinero que ¡tanto esfuerzo!, les costaba ganar en los más variados y duros trabajos.

 

Mas por un lado la embriaguez, y la agilidad de nuestra amiga canina, dieron al traste con tales planes que habrían impedido o al menos dilatado el retorno

junto a sus cachorros, que necesitaban de sus cuidados para sobrevivir.

 

Corriendo a campo traviesa, pudo Shopsy eludir el acoso pero ahora se encontraba como al principio, perdido el rastro y sin saber hacia ¿dónde encaminar

sus pasos?. Durante largos minutos, que semejaban siglos, la desdichada madre, olfateaba aquí o allá, pero la desorientación le originaba un profundo sentimiento

de impotencia, pero el desaliento nunca anidó en su corazón, ella sabía que sus críos le aguardaban y eso le permitía recobrar la confianza en el retorno.

 

A su hocico llegó al fin la sensación olfatoria que le facilitaría el deseado e imprescindible retorno a casa para salvar a sus retoños.

 

Ni la sed, ni el hambre habrían de impedir su objetivo, y ese convencimiento constituyó la piedra angular de que pudiera alcanzar el éxito Mas resultaba

prematura esa convicción, pues a cada paso le asechaba un nuevo peligro por superar, como comprobaremos.

 

Tan sólo unos minutos más tarde un gran perro le salió al paso a nuestra amiga Shopsy, nada menos que un espécimen de la raza Bóxer, entrenado para proteger

al ganado que pastaba en las inmediaciones, pues aquellos terrenos pertenecían a una vaquería y el perro no estaba dispuesto a admitir que intruso alguno

amenazara la integridad de los espléndidos ejemplares a su cuidado.

 

Sin permitirle reaccionar, el perrote se le echó encima a la aparentemente indefensa víctima, la que sorprendentemente no se amilanó dándole una buena mordida

en el hocico del guardián, el que suponía que se enfrentaba a una presa fácil, pero lo que ignoraba el Bóxer, era que la Perrita Fea era hija de un perro

de pelea, habiendo heredado Shopsy las características de su progenitor.

 

Aprovechando el desconcierto inicial del perro, nuestra pequeña amiga, devenida heroína, retomó su veloz carrera alejándose sin tregua y con suma prisa

pues de la presteza de su carrera dependía su vida y hasta las de sus indefensos descendientes.

 

Durante casi una hora se prolongó la persecución, luego de la cual fue aumentando la ventaja inicial, hasta que al atravesar un arroyuelo, Shopsy se percató

que ya nadie la perseguía, poniéndose a beber el cristalino líquido que fluía mansamente cause abajo.

 

Gracias a su ligereza había logrado conservar la existencia, al menos por esta vez.

 

El consumo en demasía de sus energías hizo que mermaran sus reservas y sintió la necesidad de ingerir algún alimento que le permitiera recobrar fuerzas

para proseguir la marcha en pos del sitio del cual pretendían desarraigarla, lo que como comprobaremos, no se consumaría.

 

Como ya hemos señalado anteriormente, Shopsy había adquirido hábitos propios de criaturas vegetarianas, lo que le facilitaría el consumo de una estupenda

guanábana de la que consumió hasta las cáscaras, evidenciando el prolongado período de tiempo que el pobre animalito no ingería alimento alguno.

 

Con renovados bríos nuestra dulce amiga, se pasó largos minutos reintentando detectar el rumbo por el que habría de transitar enrumbando hacia su distante

hogar en el que la aguardaban sus atribulados amos y sus hambrientos pequeñines, no habituados a consumir otra leche como no fuese la materna, por lo que

rechazaban todo tipo de alimentación que no fuera por conducto de la vía materna, lo que aumentaba el sufrimiento de sus nobles amos que comenzaban a temer

por la incierta supervivencia de aquellas indefensas y depauperadas criaturitas, que de no retornar su madre, estaban condenadas a muerte por inanición

 

Mas la fortuna habría de sonreír a la atribulada madre, que casi al azar seleccionara el rumbo a tomar, y que ciertamente le permitiría dar finalmente con

su casa, justo a tiempo, pues la más mínima demora hubiese resultado fatal para sus agonizantes cachorros que se negaban a ingerir alimento alguno.

 

Pero mejor es que no nos apresuremos a cantar victoria, puesto que la distancia era larga y los peligros resultaban abundantes y de muy diversa índole,

lo que significaba que Shopsy estaba obligada a agudizar al máximo los receptores sensoriales, conque "LA MADRE NATURA" le había dotado.

 

Luego de transcurrida una media hora, que nuestra voluntariosa heroína empleara en recuperar fuerzas, disponiéndose a reanudar su titánico retorno a casa.

Como movida por un mágico mecanismo de relojería digital, en el cerebro de aquella madre se activó todo un sistema de orientación que, no se detendría

hasta coronar con éxito su hazaña.

 

A unos 500 metros del sitio en el que ya se disponía a reiniciar su marcha, pasaba una carretera, que a juzgar por el gran volumen de vehículos conducía

a una zona importante de la región.

 

A paso ligero, enrumbó Shopsy hacia la autopista a la que se incorporó extremando las precauciones para no ser víctima de un fatal accidente, que pudiera

causarle, incluso, la pérdida de la existencia.

 

Avanzaba cuidadosamente tratando de no perder el rastro y atenta a todo lo que sucediera, a su alrededor, y a cada paso le parecía escuchar el llanto lastimero,

de sus diminutos cachorros.

 

Sabía, o al menos presentía, que cada segundo perdido de su escaso tiempo, era un segundo que se convertía en un obstáculo para la subsistencia misma, de

sus desvalidos retoños, que estaban a expensas de lo que ella pudiera hacer y de la presteza con que lograra hacerlo.

 

Sumida tan profundamente en su instintiva inquietud, marchaba el noble animalito, que no se percató de que un camión de Zoonosis se detuvo junto a ella

y de forma inesperada y relampagueante, casi sin darse cuenta nuestra infortunada heroína se vio, junto a otros congéneres prisionera y siendo conducida

hacia ¿quién sabe dónde?

 

Luego de la sorpresa inicial, Shopsy, comenzó a tramar la fuga, única alternativa posible en su caso.

 

Mas La ocasión no se hizo esperar, y en un caserío cercano en el que el vehículo se detuvo para capturar de igual modo a dos pequeños perritos, aprovechando

un pequeñísimo descuido de aquellos cazadores de canes callejeros, nuestra pequeña amiga saltó fuera del camión, con tanta velocidad que pareciera un proyectil

disparado por un potente y sofisticado fusil, y como atónitos los dos jóvenes que le habían capturado sorpresivamente, recibían idéntico pago, y parecían

dos estatuas petrificadas, sin saber ¿qué hacer, ni qué decir?

 

Esta vez, nuestra sufrida protagonista Sin saberlo recibía un premio inesperado de la fortuna, ya que la zona en que se producía su fuga, estaba bastante

cercana a la del sitio en que estaba enclavada la casa vivienda de Shopsy, lo que favorecería su retorno a casa y la posibilidad de hallar con vida a su

prole.

 

Al adentrarse por las laberínticas y polvorientas callejuelas del conjunto poli arquitectónico caserío, la indomable voluntad de la dulce Perrita Shopsy,

aún habría de ponerse a prueba una vez más.

 

Jadeante y con dos cuartas de lengua colgándole fuera de su boca, se puso a beber de una charca que ella encontró en su camino, sin percatarse que un grueso

cable eléctrico había caído y el extremo estaba humedecido por el sucio líquido, lo que electrizaba el contenido de la mencionada charca.

 

Al tratar de beber para calmar la abrasadora sed sintió como si algo sumamente potente, le sacudiera violentamente, perdiendo el sentido. Un anciano que

vio lo que acontecía, corrió y para tratar de salvar al animalito, con un largo gajo apartó al desmayado ser de la trampa mortal, y comenzó a aplicarle

técnicas de reanimación tratando de devolverla al mundo de los seres vivos, operación que tomaría largos minutos e ingentes esfuerzos, lo que finalmente

sería coronado por el éxito.

 

Pero la recuperación total, tomaría un lapso bastante largo y el buen anciano, cuyo corazón estaba henchido de gozo, a pesar del lastimero estado y la apariencia,

nada atrayente de la Noble Perrita Shopsy, decidió adoptar a Shopsy como mascota, y con ese propósito la cargó con sumo cariño conduciéndola a su humilde

morada.

 

Shopsy que era extremadamente receptiva al cariño de los seres humanos, experimentó un agradable sentimiento de gratitud hacia aquel anciano al que le debía

la vida, pues de no haber sido por él, habría perecido electrocutada. Sentía una mezcla de agradecimiento y pena al saber que no podía permanecer por mucho

tiempo más, allí en ese lugar, pues su instinto le señalaba a cada momento a sus crías que, allá en la distancia se debatían entre la vida y la muerte,

aguardando su retorno que les resultaba más vital que el aire que cada vez con mayor dificultad lograba llenar sus pulmones.

 

Mas la pena de abandonar al pobre salvador de su existencia, no dejaba de hacerle sentir algo de vergüenza al tener que fingir para lograr escapar, como

suprema meta por su instinto de madre fiel que denodadamente se enfrentaba a las dificultades que la vida le obligaba a superar a cada instante.

 

Al penetrar en su reducida estancia, donde todo reflejaba una extrema pobreza pero donde las humildes pertenencias reflejaban una pulcritud y orden meticulosos.

Depositando a la Perrita Shopsy delicadamente sobre una esterilla tejida con hojas de la palma que crecía en su jardín, salió al patio en busca de algunas

verduras para prepararle un caldo vegetal para alimentar al animalito en desgracia.

 

Esa era la ocasión que Shopsy estaba aguardando, y al ver que el anciano se encontraba a prudente distancia, la atribulada madre se dio a la precipitada

abandonando aquel agradable sitio para reanudar su, ¡tan obstaculizado retorno a casa!

 

El anciano apenas alcanzó a ver como aquella infatigable madrecita saltaba la empalizada de la rústica vivienda, y sin perder de vista al simpático animalito

mientras se alejaba, con la sabiduría propia de las personas de avanzada edad exclamó, "ella sabrá ¿por qué prefiere el riesgo de esos caminos de Dios,

a la tibieza de un hogar seguro?

 

El sentido del olfato de la buena madrecita, sentía ya la seguridad de marchar hacia el lugar en el que sus hijitos se encontraban casi traspasando el umbral

entre la vida y la muerte, que en la mayoría de las circunstancias, es una línea de trazo casi indeleble.

 

A campo traviesa, sin detenerse para tomar aliento, al fin Shopsy reconoció la zona por la que comenzaba a penetrar en los terrenos, casi abandonados de

los mangales pertenecientes al Centro Turístico La Giraldilla, por donde muchas veces andaba deambulando durante sus correrías de PERRA ZORRA, cuando sus

amos no estaban en casa, o bien durante sus encuentros amorosos, "que por cierto, eran no poco frecuentes".

 

Casi de madrugada, cuando los primeros atisbos del (ASTRO REY), aún iniciaban su lucha con las últimas sombras de la noche, la infatigable y fiel Madre

se encontraba a punto de cruzar la cerca de la parcela de sus amos, tuvo la desagradable sorpresa de tropezarse con el malvado que la había secuestrado,

quien al verla se sorprendió, e intentó impedir nuevamente el retorno del noble animalito.

 

Pero la reacción de Shopsy le obligó a desistir de tal propósito, pues La Perrita Shopsy, no se amilanó enfrentándose con la fiereza de una verdadera leona,

haciendo que el malhechor, como todo cobarde se diera a la fuga.

 

Al percatarse que el ruin secuestrador penetraba en su casa, serrando precipitadamente la puerta tras de sí, temeroso de la agresividad de Shopsy, el inteligente

animalito volvió sobre sus pasos, penetrando por una abertura bien disimulada, que había sido hecha a propósito, presumiblemente por el mismo malhechor

para realizar el robo de los frutos de los árboles sembrados por sus amos, los que en su ausencia estaban siendo saqueados por aquel canaya causante de

sus desdichas y de sus indefensas crías.

 

Ya en su parcela, pudiera decirse que más que correr voló al encuentro de su desvalida prole, que evidentemente habían olfateado la proximidad de su salvadora.

 

En un abrir y cerrar de ojos, Shopsy dio un rodeo a la casa vivienda, precisando que sus hijitos se encontraban en el portal de la misma, el que estaba

totalmente enrejado, lo que no resultó obstáculo para que lograra penetrar saltando por entre el romboidal espacio en cuyos extremos había unos rombos

de punzantes aristas, mas sin temor a las posibles consecuencias que pudieran resultar fatales para su integridad física, saltó de forma prodigiosa, sin

sufrir afectación alguna.

 

Pero aún le esperaba otra desagradable sorpresa, ya que los amos de nuestra desconcertada heroína habían colocado a los agonizantes cachorros en el interior

de un cajón de cartón, para mantenerlos protegidos de la frialdad de la madrugada.

 

Si las dificultades vividas a lo largo de los tres días de ausencia no habían doblegado su tenacidad, ahora un simple cajón de cartón no impediría que salvara

a sus desdichados y desvalidos hijitos, que desde el interior de su encierro, con su llanto le infundían la fuerza necesaria para saltar al interior del

elevado valladar.

 

Pero como dice el refrán, "más vale maña que fuerza", y una rápida mirada a su alrededor fue suficiente para que Nuestra Perrita Shopsy se percatara de

la forma de penetrar en el elevado albergue.

 

Sus ojos se posaron en un gran balance, o sillón que se encontraba próximo al cajón devenido involuntaria cárcel, de un ágil salto subió al mueble y desde

allí, Nuestra querida perrita penetró al sitio donde sus pequeñines la recibieron casi con el último aliento de vida: encuentro que por su urgencia se

limitó a dar de mamar a los depauperados chiquitines que casi sin fuerzas tuvieron que ser ayudados por su progenitora.

 

Los dueños de aquellos desvalidos seres, casi sin poder dormir, se levantaron más temprano de lo habitual y al no escuchar nada dentro del improvisado dormitorio,

sospecharon el peor de los desenlaces, y con el "CORAZÓN EN LA BOCA", se inclinaron para hurgar en el lugar, y la sorpresa fue de tal magnitud que la dulce

joven dueña de Shopsy rompió a llorar de la profunda dicha que experimentaba al comprobar que la "familia canina" había logrado emerger de ¡tan difícil

trance!

 

Los tiernos retoños saciaron su apetito, quedándose satisfechos y profundamente dormidos, entonces la TIERNA PERRITA SHOPSY con una mirada suplicante hizo

comprender a sus amos que la ayudaran a salir del encierro para poder manifestarles la profunda emoción que su canino corazón sentía al estar de regreso

a casa junto a sus cachorros y a ellos que resultaban ser tan preocupados y cariñosos y siempre tan preocupados por su suerte. La mirada del animalito

era tan suplicante que sus dueños la cargaron sin reparar en la suciedad acumulada en su anatomía luego de haber estado deambulando por sitios distantes

habiéndose traído consigo toda la suciedad de tales parajes, y de la prolongada caminata a través de todo tipo de trayectorias.

 

Al verse libre, el agradecido animalito no sabía de ¿qué modo? Manifestar sus sentimientos de lealtad y amor por quienes le entregaron su afecto incondicionalmente.

Corría, saltaba, lloraba, de una manera que pareciera haber perdido el juicio o hubiera sido poseída por un instinto casi adecuado a un can cuyos instintos

estuvieran trastornados. Poco a poco se fue calmando y volviendo a la normalidad, pudiendo entonces sus amos prodigarle todo género de muestras de afecto

y cariño.

 

En la actualidad Guaine, y Peque dos de los cachorros de La Perrita Shopsy viven en la casa de la madre de la dulce joven que adoptara a Shopsy y el tercero

en casa de una Doctora en Medicina amiga de la familia, recibiendo todos el mejor cuidado y el más exquisito trato.

 

Autor: Dr. Alberto López Villarías

 

 

 

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