A LA SOMBRA DE LA CEIBA

 

Por: Dr. Alberto López Villarías.

 

Quiero que los PEQUEÑINES de la casa me dediquen unos pocos minutos, pues me agradaría saber si les complacería disponer de un pequeño espacio, en NUESTRA

"REVISTA ESPERANZA CIEGOS", para que dispongan de la oportunidad de hacerse oír.

 

Así cuando no les guste algo de lo que publiquemos para ustedes, nos lo hagan saber, y si les complace también puedan informárnoslo, pues para servirles

iniciamos esta sección.

 

Deseamos que nos informen la fecha de su natalicio, el grado que cursan en la escuela, los cuentos preferidos e incluso, si alguno redacta su propio cuento,

se lo publicaremos con todo amor, en fin, aquí les aguardamos para servirles en todo lo que deseen solicitar para no hacer nada que ustedes no deseen.

 

También quisiera conocer juegos típicos de los diferentes pueblos de La América Nuestra, como la llamara el HÉROE DE LA INDEPENDENCIA CUBANA "José Martí",

quien escribiera para nuestros niños La Edad de Oro, obra "magistral" de la literatura infantil y de la que enviaremos copia a NUESTRA BIBLIOTECA, para

disfrutarla plenamente.

 

Si están de acuerdo, háganmelo saber a mi e-mail: milalber@gmail.com y así nos iremos relacionando.

 

En esta ocasión les daré a conocer un pequeño cuento que escribí para una sobrinita que, en ese momento no había nacido y que ya cuenta con cuatro meses

de nacida, el que deseo compartir con ustedes, si me lo permiten, y cuéntenme si les gustó, ¡GRACIAS!.

 

EL CABRITO TRAVIESO

 

Un cabrito es el hijo de una cabra sexualmente apta para la procreación, con un macho cabrío, que también haya alcanzado, la capacidad de procrear.

 

Pues bien, uno de estos pequeños y juguetones animalitos, pastaba junto a sus padres en un prado en el que la hierva crecía tierna y abundantemente.

 

Debes conocer que los animales que se alimentan de hierba, reciben la clasificación de herbívoros, y constituyen una extensa relación muy variada en tamaño

y costumbres de vida.

 

Puedes ver pastando en un prado, lo mismo a un diminuto conejito, como a un estupendo ejemplar de elefante, que es el mayor mamífero terrestre. Si han sido

criados en cautiverio son cariñosos con sus amos y se les ve pocas veces agrediéndoles, distinguiéndose por los grandes servicios que prestan al ser humano,

al suministrarles una leche con propiedades nutricionales excelentes, apetitosa carne e incluso como animales de tiro de pequeños carruajes.

 

El ganado caprino, en general, no suele ser agresivo, sólo si siente amenazada su seguridad por la presencia agresiva del hombre o cualquier otro animal

que le imponga el combatir como única alternativa para sobrevivir.

 

Sus pieles sirven para confeccionar calzado, carteras, parches para instrumentos de percusión y otros útiles y variados artículos.

 

Ya sabes como está constituida una sencilla familia caprina, las que suelen formar grandes grupos llamados rebaños.

 

Aunque los cabritos no asisten formalmente a una escuela, sí reciben desde que son paridos por sus madres, lo que pudiéramos catalogar como un tipo de enseñanza

o entrenamiento para conocer, aspectos elementales para la subsistencia. De sus padres aprenden a identificar los pastos adecuados, a reconocer a sus enemigos

naturales, los perros jíbaros, los lobos y diferentes animales carnívoros que aprovechan su relativa indefensión pues cuentan tan sólo con sus cuernos,

como única arma para garantizar su integridad física.

 

Transcurridas varias semanas luego de su nacimiento, Chispín, nombre con el que el dueño del rebaño, identificaba al cabrito de nuestro cuento, por su diminuto

tamaño y gran vivacidad, era capaz de realizar diferentes actividades, seleccionar los pastos que prefería, jugar con otros cabritos de su misma edad,

pero su mayor placer resultaban las bromas de que hacía víctimas a diferentes animalitos, que al igual que él, solían acudir a pastar en el prado cercano,

las que en ocasiones provocaban la molestia y hasta la indignación de las criaturas indefensas, especialmente los tiernos y dulces conejitos. Se les echaba

encima, les obligaba a abandonar el sitio en que se encontraban disfrutando del fresco y necesario alimento, se les aparecía inesperadamente por detrás

de las altas hiervas provocándoles, sin que lo esperaran, grandes sustos que los pobres conejitos recibían con sumo desagrado y, que le granjeaban al travieso

Chispín, el repudio de los animales que frecuentaban aquel apacible paraje.

 

A Luna, nombre de la hermosa cabra madre de Chispín, que recibía por la gran mancha blanca que se destacaba en su cuerpo todo negro, le preocupaba el rechazo

que el inquieto pequeñín se estaba ganando en el seno de la comunidad zoológica, que le acarrearían serios conflictos, si continuaba con esa inadmisible

conducta. Ella reiteradamente le reprochaba esa actuación, pero él reincidía sin prestar oído a los sabios consejos de la madre.

 

Una tarde, en que la lluvia había beneficiado el pastizal, Chispín se dispuso a hacer víctima de sus travesuras a una hermosa vaca que pastaba junto a su

ternerita y que era casi recién nacida, pues su parto tuvo lugar sólo dos días antes.

 

Escondido tras unas altas hiervas, el cabrito aguardaba la ocasión de llevar a cabo sus planes. Pero sin que él se percatara, Luna le había seguido a prudente

distancia y con sumo cuidado se acercó al pequeñín para darle una lección que a Chispín no se le olvidara nunca.

 

Sin hacer el más leve ruido, la hermosa cabra se acercó al diminuto cabrito, que estaba tan concentrado en la realización de la nueva travesura, que no

notó la proximidad de su madre, la cual de repente le tomó por la cola y lo suspendió de la rama de un arbusto tras el que Chispín se encontraba escondido

y no podía ser descubierto por la vaca y su cría.

 

Al quedar al descubierto, todos los animales que pastaban en las proximidades pudieron ver la ridícula e indefensa situación en que se hallaba el que les

causaba tantas molestias con sus constantes y molestas bromas. Pero los habitantes del prado no resultaron ser rencorosos y le rogaron a Luna fuese indulgente

con el pequeño y le brindara la oportunidad de demostrar su arrepentimiento, a lo que Luna accedió de buen grado.

 

Chispín escarmentado, reconoció ante la comunidad su actuación incorrecta y afirmó en presencia de todos que, desde ese instante Luna no tendría que reprenderlo

nunca más.

 

El cabrito crecía rápidamente, como resultado de las propiedades de la leche que le suministraba Luna, así como por la gran cantidad de hierba que ingería

diariamente, pues hacía gala de un estupendo apetito. Por tal motivo, Luna se sentía dichosa, pues como toda madre buena, sabía que ello indicaba un excelente

estado de salud y la formación y desarrollo orgánico adecuados.

 

Es por eso que debes tratar de hacerle caso a Mamá, comiéndote la comida, ya que de lo contrario, habría que suministrarte los nutrientes necesarios mediante

medicinas que, generalmente, tienen sabor desagradable o mediante inyecciones con el doloroso pinchazo de la aguja hipodérmica.

 

Pocos días después, el propietario del rebaño al que pertenecía la familia caprina integrada por Chispín, Luna y el jefe de ese pequeño núcleo familiar,

el estupendo cabrón que responde al nombre de Charol por el reluciente color negro de su pelaje, destetó al cabrito que, desde ese instante, dejaremos

de clasificarle de ese modo pues desde el destete hasta que se inicie su etapa de fecundidad, en el caso de las crías machos, se les denomina (chivos.).

 

Antes de proseguir con nuestro cuento, queremos decirte que "charol significa: tipo de barniz de color negro lustroso, así como los cueros barnizados con

dicha sustancia".

 

Los dueños de rebaños caprinos, destetan a las crías para destinar la totalidad de la leche de sus madres para el consumo en forma fluida o para la producción

de quesos y mantequillas de incomparable valor alimenticio, dado el elevado índice proteico de estos productos lácteos.

 

Ciertamente Chispín, luego del escarmiento recibido no había reincidido en nuevas faltas que se le pudieran reprochar, más bien se le veía corretear solitario,

ganando en autonomía al no depender del consumo de la leche materna, lo que le permitía recorrer largas distancias.

 

Una fresca mañana, casi al amanecer, el chivito Chispín se alejó en dirección al bosque cercano para disfrutar del placer de comerse unas aromáticas guayabas

de rojísima pulpa que a él le agradaban mucho. Sin darse cuenta equivocó el camino yendo a un paraje bastante alejado y poco frecuentado por los demás

miembros del rebaño, y tratando de orientarse hacia el sitio correcto, se adentró en unos tupidos matorrales cayendo accidentalmente en un profundo hueco,

del cual no habría de resultar fácil salir, por su profundidad y verticalidad de sus paredes.

 

Un tanto aturdido por lo inesperado de la caída desde tan elevada altura, experimentó la sensación de profunda soledad temiendo que fuera a morir de hambre

y sed, ya que no sería fácil que le hallaran, y poder librarse de una muerte segura.

 

Pero Chispín aprendería que el corazón de una madre de cualquiera especie viviente, es capaz de presentir el peligro que asecha a sus crías.

 

Transcurridas las horas en las que el "Astro Rey", se sitúa en lo más alto del cenit, Luna y Charol comenzaron a dar señales de preocupación al no ver regresar

al travieso chivito.

 

Unos hermosos conejos de los que frecuentaban aquel lugar del prado, al percatarse de la creciente intranquilidad de la pareja caprina, comenzaron a buscar

en aquellos lugares donde pudiera haberse extraviado el inquieto animalito, al que todos apreciaban a pesar de sus inocentes maldades. Buscaban aquí y

allá, tras cada arbusto, en el riachuelo cercano, en fin, en cada rincón posible, mas Chispín continuaba desaparecido, ¡como si se lo hubiera tragado la

Tierra!

 

Casi al atardecer, cuando la desesperanza comenzaba a invadir los corazones de los habitantes del bosque, a los oídos larguísimos y muy sensible de unos

conejitos que rastreaban de un extremo a otro del bosque, llegó el apagado y casi imperceptible pedido de auxilio de Chispín. Sin perder un segundo, los

conejitos trataron de orientarse utilizando sus protuberantes orejas, a modo de verdaderos radares, para determinar con precisión la procedencia del llamado.

 

Luego de ubicado el reclamo de ayuda, los veloces seres pusieron alma a sus patas y fueron a comunicar a los demás la noticia, en especial a Luna y a Charol

quienes saltaban de alegría y todos los inquilinos del prado corrieron a socorrer al chivito en apuros, olvidando todas sus molestas travesuras, de las

que muy pocos se habían librado.

 

Sin perder un segundo, los diferentes animales se encaminaron con suma presteza en dirección al sitio donde había sido ubicado el hueco, en el que cayera

accidentalmente el chivito travieso.

 

Sin saber lo que estaba aconteciendo, el propietario del rebaño observaba el tráfago de los habitantes del hermoso prado los que evidenciaban con su proceder,

que algo trascendente les hacía adoptar dicha conducta.

 

El hombre sentado sobre una laja de piedra, a modo de banco puesto allí por la naturaleza, analizaba lo que pudiera motivar ese comportamiento. Al fin comprendió

que del único modo que lograría desentrañar el asunto, sería adentrándose en el bosque tras las huellas de aquellos seres que se aprestaban a acometer

alguna tarea de suma importancia para la colectividad zoológica que compartía tiempo y espacio en aquel hermoso paraje.

 

Un pequeño perro, de los que solemos clasificar como "satos", por la mixtura genética, corría en dirección al pastor del rebaño y luego corría en la dirección

del sitio del bosque hacia el que se dirigían los demás miembros de la variada sociedad, tan unida por la ecología.

 

Resultaba evidente que trataba de mostrarle al amo el camino a tomar para que él participara en el rescate del chivito en apuros. Al comprender el pastor

lo que intentaba comunicarle el can, le siguió yendo a dar con el lugar donde los animales intentaban socorrer a Chispín.

 

Resultaba conmovedora la escena, los terneros acompañados por sus madres, los lindos conejitos, todos los demás miembros del rebaño, encabezados por Luna

y Charol, y hasta una vieja tortuga que vivía en el arroyo cercano, habían acudido voluntariamente a brindar su solidaria colaboración si fuese menester.

 

El cuadro que se mostraba ante los ojos del pastor, resultaba en verdad conmovedor, los conejitos habían descendido hasta el fondo del hueco donde había

ido a caer Chispín durante su recorrido por el bosque, llevándoles diferentes frutas con las que el animalito en apuros, pudiera saciar su hambre y la

sed, Luna y Charol al borde mismo del precipicio, lanzaban sus berridos de aliento al hijo en dificultades para darle el estímulo necesario mientras los

habitantes del bosque analizaban ¿qué hacer para sacarle de allí?

 

Entre todos comenzaron a empujar un largo tronco que había sido cortado y que reposaba en el suelo, cercano al sitio del bosque donde estaba el profundo

agujero en que Chispín se encontraba atrapado.

 

La tarea no resultaría cosa fácil, pero voluntad sobraba y el triunfo la coronaría con el éxito, por que a los que ponen alma y amor sincero en lo que se

proponen realizar, éste siempre les sonríe.

 

Al empeño de aquella fauna se sumó la fuerza y la inteligencia humana, representada en la figura del pastor que comandó las labores de rescate.

 

En unos minutos, que a Luna se le antojaron una eternidad, el cabrito travieso había sido liberado de su involuntario encierro.

 

Recuperada la libertad, ¡preciado tesoro!, Chispín ante tal demostración de solidaridad y fraternidad, les aseguró a todos que jamás olvidaría lo que hicieran

por él y que desde ese instante, por siempre les sería el más agradecido de los hermanos del bosque.

 

Con la alegría de haber logrado el rescate de Chispín, regresaron al prado saltando con sus corazoncitos pletóricos de dicha y amor, sentimiento que resulta,

¡tan gratificante!, que nosotros nos sentimos dichosos igualmente.

 

 

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