CECILIA LORÍA, AMIGA, GUÍA Y MAESTRA

 

Es probable que el siguiente texto no responda a todas las preguntas que me hago sobre quién fue ella en mi vida, qué me dejó, por eso sólo he sumado momentos íntimos, miradas desde este lado del corazón.

Habría mucho qué contar de ella, tantas cosas que me enseñó y seguramente sin saberlo; que me dejó en lo profesional, lo político y, sobre todo, en lo personal. Pero tendría que rebasar con creces el límite permitido, así que solo mando este atisbo de lo que guardo de Cecilia en el corazón. Es apenas la puntita del iceberg.

Una decisión de vida

La recuerdo aquella tarde que el sol caía de canto sobre la carretera. El sudor nos había mojado la espalda, la nuca, la frente. El sinuoso camino de pronto se perdía entre los montes ajados, los matorrales despeinados. Ceci tomó el volante con fuerza, aguzó la visión y me dijo: No voltees. Tampoco pude evitarlo. Con el rabillo del ojo la había atisbado. Era verde esmeralda, tenía una cola lustrosa y se había puesto en dos patas, dispuesta a correr. Un golpe seco me obligó a mirar la carretera que habíamos dejado atrás. Ella era sólo un ser inerte, esmeralda, verde, pero inerte. Entonces buscó mis ojos: Tienes la mirada de Cucuy, me dijo, no podía hacer nada, era ella o nosotras, sentenció mi silencio. Comprendí que la división entre la vida y la muerte es una decisión que se toma en unos pocos segundos plagados de experiencia y fortaleza.

No dije nada. No podía. Durante el trayecto seguí peleando con los diablos que insistían en quemarnos dentro del diminuto vehículo sin aire acondicionado que nos transportaba por las tierras extremas de Tamaulipas. Veníamos de un largo día de vuelos y vías rápidas, de cabildeos con autoridades municipales y la delegación ciudadana de Causa Ciudadana, la agrupación política que fundamos muchos en 1997 para promover educación cívica, investigación y capacitación política.

Cada vez que me cuestionaba algo y abría los ojos como platos, Cecilia sonreía con complicidad. Le recordaba aquellos segundos de estupor, de inocencia perdida. Un momento de intimidad que sólo se produce cuando la convivencia, la amistad y la cotidianidad obligan a la cercanía, y con ella, a conocer los gestos, las miradas, los tonos de voz, el ademán. Minutos convertidos en trabajo conjunto, en charlas desparpajadas ante un te de manzanilla, en disertaciones alrededor de un sashimi de robalo, en proyectos e ideales compartidos bajo el rayo del sol o sorteando el tráfico dominguero para llegar al siguiente parque, a la siguiente parada en aquella Maratón de Participación Ciudadana. Tiempo aderezado con sonoras carcajadas y brillos color aceituna, escarchado de aplausos o condimentado por algunas lágrimas.

Feminismo, transparencia y ciudadanía

Tenía los ojos grandes, luminosos y expresivos, a través de ellos, le podíamos mirar el alma. Su sonrisa fue siempre franca y la carcajada contagiosa. Un férreo carácter la distinguió en la vida por su constante lucha en favor de la plenitud para mujeres y hombres. Plenitud que buscó lo mismo entre las comunidades rurales donde ellas sufren los peores tratos políticos, económicos, sociales y emocionales; que entre las obreras de la costura o en el medio de la política para forjar ciudadanas y ciudadanos completos o desde la administración pública buscando inefablemente el equilibrio entre las diversas fuerzas que son el espectro del México moderno.

Por esas veredas que a veces nos lleva la vida, Ceci se unió un día a la lucha de Rosario Ibarra. A su lado aprendió la tenacidad y la entereza, que fueron parte de su personalidad. Observó y practicó la negociación política sin que ello implicara claudicar los ideales. Enfrentó lo mismo desazón y frustración ante las negativas que impidieron encontrar a quienes buscaban, alegrías y satisfacciones.

A Cecilia Loría, una queretana –nacida en el Distrito Federal- sin igual, la conocí en los años 80. Ofrecía, desde el seno de su Grupo de Educación Popular para Mujeres (GEM), herramientas para que las mujeres se desarrollaran como personas plenas, y no sólo, también aderezaba sus enseñanzas mostrando que la mejor forma de ser es reconociendo y respetando que hay otras y otros que nos aportan, que nos enriquecen con sus conocimientos y destrezas, que saben otras cosas que a una la complementan. Su trabajo lo aplicaba, junto con otras activistas, en zonas marginadas. Con talleres amenos e ingeniosos les enseñaban a conocer su cuerpo, a ejercer una maternidad voluntaria, a entender que la vida en pareja y la formación de una familia, no incluye la violencia ni el sometimiento; pero sobre todo, enseñaba a confiar.

Fueron múltiples las ocasiones que Cecilia apoyó con su participación profesional los talleres para periodistas que, a finales del siglo pasado, fueron la punta de lanza de lo que hoy es la agencia CIMAC.

Cecilia tomó de la vida todas las oportunidades. Con el IFE impulsó en el 2000 las primeras jornadas de educación cívica y ciudadana para menores y adolescentes, práctica que se volvió a realizar en el 2006 como un esfuerzo probado para formar ciudadanía.

 

Transparente y clara como era ella, supo enfrentar los avatares políticos de un momento álgido en México: el voto útil. Tiempos en los que las posturas antagónicas desgastaron amistades, alejaron familias o desarticularon alianzas. Tras los resultados del 2000, más allá de que nunca negó su voto en contra del primer presidente panista, Cecilia salió fortalecida. Por su trayectoria feminista, política y ciudadana, fue finalista en la terna a encabezar el Instituto Nacional de las Mujeres, y la administración de Fox reconoció su valía al invitarla a encabezar el Instituto Nacional de Desarrollo Social, desde donde apoyó a la sociedad civil organizada e impulsó la promulgación de la Ley de Fomento de las Organizaciones de la Sociedad Civil que les da normatividad para la obtención de recursos públicos.

La familia es una y son muchas

Cecilia Loría, esa mujer de 56 años, supo hacer familia. Hija de médico y voluntaria, se crió en un mundo de verdades y esperanzas, donde la muerte siempre es un riesgo, y la vida, una lucha de constancias y tenacidades.

Mujer de convicciones, Loría defendió siempre la inclusión del término “familias” en programas y leyes, plural que define ampliamente las diversas composiciones de nuevos clanes. Ella hizo la propia, compuesta, como muchas, pero propia. Con Carlos, su compañero de vida, acondicionó nido para albergar a cinco: “tengo una hija y un hijo, dos de Carlos y uno nuestro: cinco”.

Pero también hizo la extensiva, en la que cabemos amigas y amigos, intelectuales, gente de todas las latitudes políticas, artistas, creativas, feministas, activistas, mujeres y hombres de fe y religión. “Si todos caben en tu corazón –le dijo un día Cucuy-, que no quepan en tu fiesta, mamá”, y cupimos.

Podría explayarme diciendo que Ceci anduvo, golpe a golpe, todos los caminos. Que fue mujer de voluntad indomable, viajera incansable de senderos rurales y urbanos, sabedora de tiempos y espacios. Fue mujer de hábitos –un diente de ajo en ayunas, una hora de caminata por las mañanas, un te de manzanilla sin azúcar, un pastelito de postre, una rola de Ana Belén-, pero también de sorpresas, capaz de regalar su corazón en una canción, de compartir sin recelos sus amistades más íntimas, de arrastrar la muñequita desde el más lejano oriente o envolver en una bolsita de papel el ángel de trapo para la socia más menuda.

Se me escapan muchas vivencias, por supuesto, Carlos y sus ojos de sol cuando la miraba pasar; la Ángela Cucuy y sus fervientes deseos por escribir y crear; Carlitos y los avatares de cuando era adolescente rebelde, como todo adolescente. Los triunfos del hijo arquitecto, los logros del hijo médico. Se me escapan, también, la angustia y las lágrimas derramadas cuando la hija enfermó; el rostro adusto que ponía cuando había fallos en los encargos institucionales por cumplir; su firme tono de voz cuando la orden era irrefutable; y sobre todo, el siempre bienvenido ademán de dejar el lápiz a un lado, entrecruzar los dedos y ofrecer toda su atención al momento álgido, fuera laboral o personal... ¡se me escapan tantas cosas!

¿Cómo recuperarlas en un texto efímero? Difícil para mí, que me acompañó en tantos momentos de intimidad, que me impulsó y creyó en mí, que me ofreció foros, que conformamos proyectos, en el feminismo, en el periodismo, en lo ciudadano, en...

Loría, feminista y defensora irredenta de la democracia, fue guía para muchas mujeres y no pocos hombres. Psicoanalista y maestra, Ceci nos siguió enseñando, con su ejemplo, lo que implica no cejar en la lucha y sonreír, cada día, con el primer rayo de sol.

 

Autora: Yoloxóchitl Casas Chousal/CIMAC. México, Distrito Federal.

acuaria1959@yahoo.com.mx

 

 

 

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