CENTENARIO DE SU NATALICIO.
Era el mes de agosto de 1985. Yo estaba
en casa quitado de la pena archivando algunas notas periodísticas como
de costumbre. Inesperadamente sonó el teléfono:
“¿Crees que puedas entrevistar
a Cantinflas? Es urgente… Lo quiero para la portada de la revista del
vigésimo aniversario, que se publicará en octubre”. Me dijo
a bote pronto Mauro Fernández, Director de la revista Última
Moda, de Novedades Editores. “La quiero para ayer…” Enfatizó
mientras, tras un breve silencio, esperó mi respuesta.
De inmediato le dije que sí. Yo
sabía que ese era un gran reto periodístico y no dudé en
enfrentarlo. “Te encargo mucho esta entrevista. Ninguno de los
demás reporteros la ha conseguido”. Puntualizó Mauro
Fernández depositando en mi toda su confianza.
Una vez que colgué el
teléfono, tomé mi directorio en Braille donde tenía muchos
números telefónicos de cantantes, compositores, productores de
televisión, locutores y casas discográficas. Allí estaba
el número de la oficina de Mario Moreno Cantinflas, el mismito
“Chato” de las películas. Una leve taquicardia no se hizo
esperar. Respiré profundamente. Marqué uno a uno los
dígitos del número telefónico. Bastaron dos timbrazos,
¡y cuál sería mi sorpresa!, del otro lado del auricular
escuché su voz, la misma del mimo mexicano, era don Mario Moreno Reyes,
el empresario y productor cinematográfico, quien tomó la llamada.
Volví a respirar profundamente para acabar de relajarme. Esa era una
gran oportunidad y no podía permitir que el nerviosismo me la arrebatara
de las manos; lo más que podía suceder es que, como a mis
demás colegas reporteros, me negara la entrevista. Crucé un
amable saludo, y sin más preámbulos le solicité la
entrevista… Revisó su agenda de trabajo y me dijo:
“¿qué le parece si nos vemos el día 27 de septiembre
a las once de la mañana aquí en el cuarto piso de mis oficinas,
en el edificio Rioma, en la avenida Insurgentes?” Acepté la cita,
muy a pesar de que eran muy pocos días para incluirla en el
número de aniversario de la revista.
Enseguida me comuniqué con el
director de Última Moda. No podía creerlo que en tan poco tiempo
hubiera conseguido la cita. Este fue el primer paso, aún faltaba tenerlo
delante de mi, estrechar su mano, grabar sus palabras, y por qué no,
hasta sacarme la foto del recuerdo.
Días después llamé
nuevamente a su oficina para confirmarla. Un fatal suceso estuvo a punto de
echar por tierra esa maravillosa entrevista con Cantinflas, a quien
disfruté cuando aún veía, en las películas: El
Doctorcito y el Padrecito, a finales de los años sesentas. El jueves 19
de septiembre,
Por fin llegó el gran día.
Acompañado por José Luis Ramírez, el fotógrafo de
Última Moda, estuvimos puntuales a la cita. Mientras esperábamos
que Cantinflas nos atendiera, de pronto, un remesón de cinco grados y
unos cuantos segundos hizo crujir las paredes y las puertas del edificio,
propiedad de Mario Moreno. Dicho suceso no era producto de la emoción de
estar a punto de tener una charla periodística con esa gran celebridad
del cine mexicano, en verdad se trató de un leve sacudimiento de tierra.
Los cuarenta y cinco minutos que esperamos se me hicieron eternos. Finalmente
se abrió la puerta de su despacho, contiguo a escaso medio metro de
distancia del sillón donde yo estaba sentado. El propio Cantinflas
salió para invitarme a pasar a su oficina privada.
Grabadora en mano, me senté a su
lado derecho. Fue una charla muy amena que duró poco más de una
hora y que culminó con una sesión de fotos. Yo estaba allí
platicando con toda naturalidad con el actor que encarnaba el personaje de
Cantinflas. Su voz era la misma de las películas pero en ningún
momento habló con rebuscamientos; de vez en cuando, alguna broma, o
quizás alguna de sus geniales ocurrencias, le puso sabor a la entrevista.
Platicamos de todo: de los años
de su infancia en que trabajó como “chicharito” en una
peluquería del barrio de Santa María
“Mi padre, Pedro Moreno Esquivel,
originario de San Luis Potosí, se ganaba la vida como empleado de
correos. Apenas si le alcanzaba el poco sueldo que ganaba para darle el
sustento a sus 14 hijos y a mi mamá, Soledad Reyes Guízar, nacida
en Cotija, Michoacán, quince años menor que mi papá, y
dedicada de tiempo completo a las labores del hogar, ¡imagínese,
qué más podía hacer la pobre mujer atendiendo a tantos
chamacos!
“Mi niñez fue muy humilde.
Transcurrió en las vecindades de la colonia Guerrero y del Centro de
“Desde que yo era muy chiquillo,
yo quería hacer algo en la vida, no sabía con exactitud lo que
quería hacer, si una profesión en forma o un simple oficio. Yo
sentía en mi fuero interno la imperiosa necesidad de ayudar
económicamente a mis padres, de sacarlos de la pobreza; y no me da
vergüenza decirlo: yo trabajé en una peluquería barriendo el
establecimiento, sacudiéndole la ropa a los clientes y
lustrándoles los zapatos”.
¿Cómo fue Mario Moreno en
la escuela?
“Yo no fui como esos chamacos que
tienen gracia para contar chistes. Mis compañeros en la escuela, eso
sí lo recuerdo, me festejaban mis salidas oportunas al momento de
responderles a los maestros. En aquellos días yo me revelaba contra las
injusticias. Me peleaba con otros chamacos a favor de mis compañeros
más débiles. Yo era muy bueno para las trompadas. Además,
déjeme decirle que también me gustaba mucho alegar cuando no
estaba de acuerdo con los demás. No sé si ya en ese tiempo no se
me entendía lo que decía, pero el caso es que en todos los
pleitos siempre era el abogado defensor de palabra y también era bueno
para los guamazos”.
En cuanto regresó de Guadalajara
y de Ciudad Juárez, donde fue soldado de infantería, Mario
Moreno, que hasta ese momento era apodado “el chato”, pidió
trabajo como comediante en la carpa Valentina, ubicada en el barrio capitalino
de Tacuba, donde conoció a su esposa, con quien se casó dos
años después, el 27 de octubre de 1936. Sus primeras andanzas por
las carpas fueron a hurtadillas de su padre, quien falleció en la
década de los setentas a la edad de 96 años, y quien consideraba
a la comicidad como un trabajo vulgar y corriente.
“Me inscribí en la carrera
de ingeniero agrónomo. Fueron muy pocos los meses que estudié en
la universidad de Chapingo. Lo hice un tanto a fuerzas, para darle gusto a mi
padre. Mi verdadera vocación eran las carpas, muy de moda en la ciudad
de México a partir de los años veinte y hasta los sesenta. Antes
de llegar a la carpa Valentina, donde conocí a mi esposa originaria de
Rusia y con quien me casé el 27 de octubre de 1936, trabajé en la
carpa Ofelia y en la carpa Mayav, donde ganaba de dos a tres pesos diarios.
Pero todo eso no lo sabía mi papá. Así fue como ocultaba
mi identidad tras el maquillaje y un atuendo que yo mismo diseñé,
lo cual me hizo irreconocible ante los ojos de los demás, principalmente
de parientes y vecinos que solían acudir por las tardes a las
carpas”.
¿Cómo surgió el
personaje y el mote de Cantinflas?
“Cuando yo pisé por primera
vez la carpa –continúa Mario Moreno Reyes- ya tenía
definido mi personaje. Era uno de esos personajes típicos del pueblo, el
peladito de la barriada, ingenioso y dicharachero. El sobrenombre se me
ocurrió por lo mismo, porque yo no quería que mi familia se
enterara que andaba en la farándula. Entonces me di a la tarea de encontrar
un seudónimo que no fuera común. Me puse a descomponer varios
nombres hasta que di con uno que fonéticamente me sonó chistoso:
“Cantinflas”. No sé a ciencia cierta de dónde
vino… Creo que fue de pantunflas… Vaya usted a saber de que
cosa… Así comenzaron a anunciarme en los programas de mano y en
las tandas de las carpas”.
¿Y qué sucedió
cuando su papá se enteró que trabajaba en las carpas?
“Resulta que un día me dijo
mi padre: -si tanto te gusta, así como dices, eso de la comicidad, por
qué no vas a ver a un mimo que trabaja en la carpa Valentina…
Dicen que es muy chistoso y que al hablar todo se hace bolas, que se le enredan
las ideas… Dicen que se llama Cantinflas”.
Estupefacto, Mario Moreno lo
escuchó muy atentamente guardándose para sí una sonrisa de
secreta complicidad consigo mismo. Así pasaron los días hasta que
uno de tantos, su progenitor descubrió la verdadera identidad del famoso
mimo.
“Cuando descubrió toda la
verdad, se disgustó mucho. Ya después se le pasó el enojo
y reconoció abiertamente mi vocación por la actuación y
mis dotes artísticas, a tal punto que mandó imprimir unas
tarjetas de presentación que decían: Pedro Moreno, padre de
Cantinflas”.
De las carpas, Cantinflas pasó al
teatro de revista. Debutó en el legendario Folies Bergére, donde
también se consolidaron otras tantas celebridades de la actuación
de las primeras décadas del siglo XX.
Poco tiempo después, Cantinflas
incursionó en el cine. Su primera película fue “No te
engañes Corazón” dirigida por Miguel Contreras, su
descubridor cinematográfico, en donde actuó en un papel
secundario, pero que marcó el inicio de su carrera fílmica con
más de medio centenar de películas exitosas. Luego vino su
primera actuación estelar en la película “Ahí
está el Detalle” –una de las muchas frases pintorescas de Cantinflas-,
antes de incursionar como productor de sus películas en su propia
compañía “Posa films”.
Con respecto a su matrimonio con la
bailarina Valentina Ivanova Zuvareff, una atractiva rubia de ojos azules, Mario
Moreno “Cantinflas me comentó:
“Antes de casarnos, ella
trabajó conmigo durante algún tiempo. Después ya se
dedicó por completo al hogar. Fue una mujer muy buena, de nobles
sentimientos. Fuimos muy felices. Ella murió en 1966 víctima de
cáncer cuando nuestro hijo adoptivo Mario Arturo apenas tenía
ocho años de edad. Me dolió mucho perderla. A partir de ese
suceso dediqué, buena parte de mi tiempo, a la educación de mi
hijo a quien adoptamos cuando apenas tenía quince días de nacido.
Pude haberlo enviado a estudiar al extranjero o ponerlo en manos de una
institutriz, sin embargo, preferí dedicarle buena parte de mi tiempo,
claro está, sin descuidar los negocios. Alguna vez, recuerdo que le di
cuatro nalgadas cuando me hizo un soberano berrinche porque no le compré
un helado. Más adelante, le enseñé a nadar, a montar a
caballo, y a manejar cuando ya tuvo edad para hacerlo. Estudió
administración de empresas turísticas y se ha hecho cargo de
algunos de mis negocios”.
¿Cómo logró ganarse
el lugar tan destacado que hoy ocupa con su caracterización de
“Cantinflas”?
“Yo pienso que el Creador les da a
los seres humanos cierto talento, que, a su vez, debe asociarse con esfuerzo,
preparación y perseverancia. Es muy duro el camino para lograr algo en la
vida, para ser alguien en este mundo. Nada se nos da de gratis, siempre es
necesario poner mucho empeño de nuestra parte para hacer realidad
nuestros anhelos. Como muchos otros actores, yo también me
enfrenté con la competencia. No es nada fácil pero nunca me di
por vencido ante la adversidad. En la actualidad hacen falta en el Mundo muchos
cómicos que hagan reír a la gente. Yo tengo un gran respeto por
todos esos artistas que hacen reír a los demás.
¿Cómo es la vida personal
de Mario Moreno?
“Cuando llego por la noche a la
casa me relajo leyendo un poco, veo las noticias en la televisión. Al
día siguiente me levanto muy temprano, y hago ejercicio en mi gimnasio.
Luego vengo a mi oficina para atender mis negocios; además de mi empresa
cinematográfica, también tengo negocios relacionados con la
agricultura y la crianza de reses bravas”.
Mientras don Mario contesta una llamada
de teléfono, observamos su oficina totalmente alfombrada y con muebles
muy finos de madera de nogal y sillones tapizados con piel. Tras un ventanal
puede verse un invernadero. Destacan de entre varios cuadros y diplomas, a la
izquierda del despacho, dos óleos donde están retratados sus
padres, mientras que sobre su escritorio ejecutivo se encuentran muy diversas
condecoraciones como las Llaves de
Cuelga el teléfono y sin perder
tiempo retoma la charla:
“Déjeme decirle que
también me apasiona la cocina, es una de las cosas que más
disfruto en la vida. Los platillos que mejor cocino, modestia a parte, son: la
paella, la carne a
Mario Moreno Reyes, por esos días
de 74 años de edad (falleció el 20 de abril de 1993 en
¿Aún responde su personaje
de Cantinflas a la imagen que hoy en día tiene nuestra gente del pueblo?
Unos segundos de silencio. Me mira
fijamente detrás de sus gafas, y mientras habla subraya sus palabras con
uno de sus característicos ademanes: el movimiento horizontal de su mano
derecha con la palma ligeramente enconchada. “Mire usted, a Cantinflas no
lo hace su vestimenta con la que todo mundo lo identifica. Su pantalón
caído a la cadera, la gabardina y el sombrerito, ciertamente responden a
la época en que surgió el personaje. La esencia de Cantinflas es
hoy por hoy la misma. Es la fisonomía de nuestra gente; es algo que yo
traigo por dentro. Es el personaje que llevo desde que yo nací, con el
que vivo ahora y con el que moriré algún día. Sin embargo,
Cantinflas ha caracterizado a muy diversos personajes: el gendarme de barrio,
el padrecito, el barrendero, e incluso, al mismito Sancho panza. Cantinflas es
la esencia de mi pueblo, de mi gente, en cualquier época, lugar y
circunstancias”.
Jorge Pulido, autor de este reportaje,
es periodista, locutor y productor radiofónico, desde hace 35
años, y actualmente es Director General de Radio Web Tiflos, que puede
escucharse en:
www.contactobraille.com
Autor: Jorge Pulido.
México, Distrito Federal.
Presidente de Contacto Braille A. C.