CANANEA: A 100 AÑOS DE LA HUELGA

Por: Gerardo Peláez Ramos

El 28 de septiembre de 1905 se constituyó la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, en Saint Louis, Misuri, Estados Unidos, estableciéndose las Bases para la Unificación del PLM, en las que se planteaba que sus miembros constituirían en las poblaciones en que residían, agrupaciones secretas que estarían en comunicación con esa junta. Con este paso, el movimiento magonista se encaminaba a la lucha política abierta en contra de la dictadura de Porfirio Díaz, y se enfilaba a organizar la revolución democrático-burguesa que la sociedad mexicana requería. La influencia sobre el movimiento obrero sería directa. El 16 de enero de 1906 surgió en Cananea la Unión Liberal Humanidad, bajo la dirección de Manuel M. Diéguez y Esteban Baca Calderón, con las siguientes Bases reglamentarias: "I. Esta Unión acepta y secunda en todas sus partes las resoluciones tomadas por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano el veintiocho de septiembre de mil novecientos cinco".

En El Ronquillo y la Mesa Grande, Lázaro Gutiérrez de Lara y otros cuadros formaron un segundo organismo subterráneo, el Club Liberal de Cananea, también vinculado a Ricardo Flores Magón y su organización revolucionaria.

La situación mejoraba organizativamente. Con el objeto de desarrollar actividades públicas, los liberales formaron la Junta Patriótica, que el 5 de mayo efectuó una ceremonia de masas. En este acto, Diéguez sostuvo: "A esto se añade otro mal peor todavía, y no todos lo han comprendido. Esa paz que dizque disfrutamos nunca ha existido en la conciencia, sólo seduce a los espíritus apocados, os hizo olvidar que descendéis de una raza noble y heroica, que el nombre de mexicano es título de honor y de gloria, y en esa torpe admiración hacia los audaces que improvisaron fortunas, muchas de origen misterioso, los individuos se metalizan y todo lo confunden, carecen de nobles ideales, degeneran, y la sentenciosa frase del escritor Vargas Vila, notable por su talento y por sus ideales sublimes de regeneración, se convierte en una amarga realidad:

"A las generaciones de aquellos hombres que supieron morir han sucedido las generaciones de aquellos hombres que no piden sino vivir".

"¡Queréis otra situación más oprobiosa! Preferible fuera renunciar a nuestro título de hombres y de mexicanos. Enseñadle al capitalista que no sois bestias de carga; a ese capitalista que en todo y para todo nos ha postergado con su legión de hombres blondos y de ojos azules; ¡qué vergüenza! Estáis en vuestro propio suelo y los beneficios que produce a vosotros debieran corresponder en primer lugar, enseñadle a vuestros hijos el amor a la dignidad personal con el ejemplo de vuestra conducta de hombres libres; enseñadle a los funcionarios que el derecho de gobernar reside única y esencialmente en vosotros, y que sólo del pueblo pueden dimanar las leyes. Ésa es la República, la inagotable fuente del bienestar para las colectividades. ¡Así se ama a la patria! ¡Así se honra a los héroes!"

El 31 de mayo la Cananea Consolidated Copper Company comunicó, de golpe, a los rezagadores, carreros, barreteros y ademadores de la mina Oversight que la extracción del mineral quedaba sujeta contrato, estipulando, así, el trabajo precario, la inseguridad laboral. Los trabajadores reaccionaron de inmediato. El 1 de junio, por la madrugada, los obreros que concluían su jornada estallaron la huelga. Comenzó de esta manera uno de los movimientos más importantes en la historia del proletariado mexicano. De acuerdo con Jesús Silva Herzog: "...fueron los mineros de Cananea, los primeros que en México lucharon por conquistar la jornada de ocho horas y un salario mínimo suficiente para satisfacer, dentro de marcos humanos, las necesidades del trabajador y de su familia..."

Según Rafael Carrillo Azpeitia: "En el proceso de la huelga de Cananea, acaecida tres meses después, existe la constancia del propósito de Diéguez y Calderón para fundar la Unión Minera, con los trabajadores mineros del lugar, como primer pilar de la Liga Minera de los Estados Unidos Mexicanos".

Ante la agitación obrera, se presentó en el lugar el presidente municipal de la localidad, que planteó se nombraran representantes de los huelguistas para negociar con la compañía en la comisaría de El Ronquillo. Por los mineros asistieron, entre otros, Manuel M. Diéguez y Esteban Baca Calderón. Los delegados obreros plantearon sus demandas, que, luego, se enviarían a William C. Greene, presidente de la empresa.

El pliego petitorio presentado a la CCCC señalaba: "Deseamos, pues, que se utilice la inteligencia de los mexicanos y se mejore la organización a que han estado sujetos. Desde luego proponemos a usted que a todos los mexicanos en general se les pague un peso más sobre el sueldo que han disfrutado... No debemos omitir otra consideración de orden superior: si a los mineros mexicanos se les otorga justicia en el caso que nos ocupa, ocho horas de trabajo serán suficientes para que el trabajo de todos rinda tantos o más productos... Respecto a los señores mayordomos que con su conducta originaron la presente manifestación, nada pedimos contra ellos..."

La empresa respondió en los siguientes términos: "Con verdadera sorpresa y profundo pesar me he enterado de la comunicación de ustedes, de esta fecha, la que me parece enteramente infundada e instigada tan sólo por personas cuyo interés personal es del todo ajeno a la prosperidad y bienestar de los obreros de este mineral.

"Es del todo imposible aumentar los salarios sobre su nivel actual..."

"Con relación al número de horas que deberá constituir un día de trabajo, esto se rige enteramente por las condiciones bajo las cuales trabaja el operario".

"En cuanto a la designación de capataces o jefes, es del todo indispensable que la compañía escoja las personas que deberán dirigir sus operaciones..."

La capacidad de respuesta de los obreros fue extraordinaria: la huelga se extendió a las minas El Capote y La Demócrata, a la fundición y a la planta concentradora. El movimiento adquirió un carácter general, aunque imbuido de una gran espontaneidad.

La conquista de la calle, como en otras acciones del proletariado, quedó considerada de manera clara. Los trabajadores organizaron y realizaron una manifestación, que, inicialmente, abarcaba a 1500 almas, con una manta que llevaba como consigna "Cinco pesos, ocho horas". En Buenavista se incorporaron a la marcha 500 operarios, en la concentradora otros 200 y en la fundición alrededor de mil. Los comerciantes, de diversas nacionalidades, recibieron a los manifestantes con entusiasmo.

Cerca de la demostración, Greene y 30 yanquis armados, vigilaban desde automóviles el desarrollo de la movilización obrera. La patronal estaba preparada para la represión. Todos sus pasos, así lo indicaban. Los empleados de confianza fueron dispuestos para la lucha antiobrera.

Al arribar a la maderería, George y William Metcalf utilizaron mangueras de presión para empapar a los huelguistas. Los mineros entraron a la fuerza y se iniciaron los primeros balazos. Un trabajador fue muerto. A la oficina se le prendió fuego y George Metcalf fue ejecutado a pedradas. William hizo varios disparos, haciendo caer a otros obreros, pero él también fue ajusticiado. Los huelguistas respondieron a la violencia capitalista con la violencia obrera. Greene y sus secuaces y pistoleros retrocedieron a un edificio cercano a la sede de la alcaldía.

La huelga, dada la respuesta empresarial, adquirió rasgos definidos de motín, de revuelta. En la esquina de las calles Chihuahua y Tercera Este, los obreros fueron recibidos por la guardia blanca a balazos. Mientras unos trabajadores se resguardaban en parapetos improvisados, los demás asaltaron casas de empeño para abastecerse de armas y pertrechos. Los gringos usaron balas expansivas. La batalla se generalizó. En ese combate cayeron 17 heridos y 10 muertos, de ellos ocho mexicanos. Los huelguistas se retiraron a una loma de la localidad.

Las autoridades porfiristas, como ocurre con frecuencia en las crisis sociales, recurrieron a la formación de guardias blancas, de destacamentos de filibusteros y aventureros de toda laya. El comisario del Ronquillo sustituyó a la policía municipal con 14 aventureros. En las oficinas de la empresa se recibió un furgón de ferrocarril repleto de armas y parque, proveniente de Estados Unidos.

Rafael Izábal, gobernador de la entidad, movilizó desde Magdalena a 20 rurales y 30 agentes fiscales, con el coronel Kosterlitski a la cabeza; luego viajó a Naco, Arizona, y después a Cananea, por la mañana del 2 de junio, acompañado de un cuerpo de estadunidenses armados, entre los que se encontraban 275 rangers jefaturados por el coronel Rynning. El delito de traición a la patria se configuró plenamente. El gobernador y el presidente de la compañía intentaron calmar a los obreros, sin embargo, quienes intervenían como oradores inmediatamente eran apresados.

Los liberales denunciaron la violación de la soberanía nacional, siendo encarcelados por ello Gutiérrez de Lara y Rafael J. Castro. Los principales centros económicos fueron ocupados por las fuerzas de rangers y guardias blancas. De hecho, tuvo lugar una breve ocupación por parte de fuerzas armadas de Estados Unidos.

En la tarde de ese día, los mineros llevaron a cabo otra gran manifestación, con la intención de hablar con Izábal. Empero, no había disposición por parte de las autoridades y los empresarios de negociar y darle una salida política al conflicto. Se produjo una nueva agresión por parte de los rangers y las guardias blancas. El combate se generalizó. Kosterlitski amagó a los mineros por la espalda. Los gringos cazaban trabajadores por las calles. De esta suerte, intervinieron en la represión antiobrera elementos militares y policiacos del Estado mexicano, rangers gringos y guardias blancas al servicio de la compañía imperialista. El saldo fue de 23 muertos y 22 heridos. Los norteamericanos se regresaron, a las 10 de la noche, en el mismo tren en que habían arribado a la ciudad sonorense.

El 4 de junio, se publicó en Washington un telegrama del mayor Wats al secretario de Guerra de EU: "El gobernador de Sonora ha estado en Cananea desde el 1º de junio.

"El gobernador llevó consigo 250 voluntarios.

"Los celadores del capitán Rynning de Arizona fueron con él.

"El gobernador de Sonora por conducto del comisario mexicano en Naco me ha transmitido el siguiente mensaje:

"’El cuerpo de voluntarios americanos regresó anoche y ha salido para sus cuarteles’".

La dictadura porfirista se proponía imponer un escarmiento a la clase obrera. El 5 de junio fueron detenidos Diéguez, Calderón y otros dirigentes del movimiento. En julio de 1908 estos líderes de la huelga y otros militantes obreros fueron sentenciados a 15 años de prisión y trabajos forzados, que en agosto de 1909 pasaron a cumplir en el fuerte de San Juan de Ulúa. En 1911, bajo el gobierno de Madero, fueron excarcelados.

El traidor Izábal, habiendo sido consignado ante el gran jurado de la Cámara de Diputados, por traición a la patria, fue exonerado. En tanto que Porfirio Díaz sacó una conclusión que lo pinta de cuerpo entero: "No me alboroten la caballada".

El 6 de junio Izábal envió a Ramón Corral el telegrama que a la letra decía: "Gral. Torres y yo opinamos que convendría ejecutar a esos individuos cuyos nombres son: Manuel M. Diéguez, socialista decidido; Esteban Baca Calderón, natural de Tepic, bastante ilustrado e inteligente que buscó trabajo de minero sin más fin que relacionarse con el pueblo y sublevarlos; José Ma. Ibarra... pero a la luz del día para que el ejemplar castigo surta sus efectos".

En la misma fecha, Corral telegrafió a Izábal: "Envíeme telegrama diciendo: que americanos que vinieron con Ud. a Cananea eran particulares sin ninguna organización militar... que usted no pudo evitar que tomaran el tren en Naco... y que... no les permitió que tomaran ninguna ingerencia en los acontecimientos..."

Un mes exactamente después del estallido de la huelga de Cananea, el 1 de julio de 1906, el PLM lanzó el célebre Programa del Partido Liberal y Manifiesto a la Nación, en el que se planteaban como objetivos: la educación laica, el pago de buenos sueldos al magisterio, limitaciones a la actividad del clero y respeto a las leyes de Reforma. En materia de trabajo, dada su importancia conviene citar algunos planteamientos in extenso: "Un gobierno que se preocupa por el bien efectivo de todo el pueblo no puede permanecer indiferente ante la importantísima cuestión del trabajo. Gracias a la dictadura de Porfirio Díaz, que pone el poder al servicio de todos los explotadores del pueblo, el trabajador mexicano ha sido reducido a la condición más miserable; en dondequiera que preste sus servicios es obligado a desempeñar una dura labor de muchas horas por un jornal de unos cuantos centavos. El capitalista soberano impone sin apelación las condiciones del trabajo, que siempre son desastrosas para el obrero, y éste tiene que aceptarlas por dos razones: porque la miseria le hace trabajar a cualquier precio o porque, si se rebela contra el abuso del rico, las bayonetas de la dictadura se encargan de someterlo. Así es como el trabajador mexicano acepta labores de doce o más horas diarias por salarios menores de setenta y cinco centavos, teniendo que tolerar que los patronos le descuenten todavía de su infeliz jornal diversas cantidades para médico, culto católico, fiestas religiosas o cívicas y otras cosas, aparte de las multas que con cualquier pretexto se le imponen.

"En más deplorable situación que el trabajador industrial, se encuentra el jornalero de campo, verdadero siervo de los modernos señores feudales. Por lo general, estos trabajadores tienen asignado un jornal de veinticinco centavos o menos, pero ni siquiera este menguado salario perciben en efectivo. Como los amos han tenido el cuidado de echar sobre sus peones una deuda más o menos nebulosa, recogen lo que ganan esos desdichados a título de abono, y sólo para que no se mueran de hambre les proporcionan algo de maíz y frijol y alguna otra cosa que les sirva de alimento.

"De hecho, y por lo general, el trabajador mexicano nada gana desempeñando rudas y prolongadas labores apenas obtiene lo muy estrictamente preciso para no morir de hambre. Esto no sólo es injusto: es inhumano, y reclama un eficaz correctivo. El trabajador no es ni debe ser en las sociedades una bestia macilenta, condenada a trabajar hasta el agotamiento sin recompensa alguna; el trabajador fabrica con sus manos cuanto existe para beneficio de todos, es el productor de todas las riquezas y debe tener los medios para disfrutar de todo aquello de que los demás disfrutan. Ahora le faltan los dos elementos necesarios: tiempo y dinero, y es justo proporcionárselos, aunque sea en pequeña escala. Ya que ni la piedad ni la justicia tocan el corazón encallecido de los que explotan al pueblo, condenándolo a extenuarse en el trabajo, sin salir de la miseria, sin tener una distracción ni un goce, se hace necesario que el pueblo mismo, por medio de mandatarios demócratas, realice su propio bien, obligando al capital inconmovible a obrar con menos avaricia y con mayor equidad.

"Una labor máxima de ocho horas y un salario mínimo de un peso, es lo menos que puede pretenderse para que el trabajador esté siquiera a salvo de la miseria, para que la fatiga no lo agote, y para que le quede tiempo y humor de procurarse instrucción y distracción después de su trabajo. Seguramente que el ideal de un hombre no debe ser ganar un peso por día, eso se comprende; y la legislación que señale tal salario mínimo no pretenderá haber conducido al obrero a la meta de la felicidad. Pero no es eso de lo que se trata. A esa meta debe llegar el obrero por su propio esfuerzo y su exclusiva aspiración, luchando contra el capital en el campo libre de la democracia. Lo que ahora se pretende es cortar de raíz los abusos de que ha venido siendo víctima el trabajador y ponerlo en condiciones de luchar contra el capital sin que su posición sea en absoluto desventajosa. Si se dejara al obrero en las condiciones en que hoy está, difícilmente lograría mejorar, pues la negra miseria en que vive continuaría obligándolo a aceptar todas las condiciones del explotador. En cambio, garantizándole menos horas de trabajo y un salario superior al que hoy gana la generalidad, se le aligera el yugo y se le pone en aptitud de luchar por mejores conquistas, de unirse y organizarse para arrancar al capital nuevas y mejores conquistas.

"La reglamentación del servicio doméstico y del trabajo a domicilio se hace necesaria..."

Se planteaban otros puntos en materia de trabajo: higiene y seguridad, prohibición del trabajo infantil, indemnización por accidentes, y pago en efectivo.

Quedaban incluidas algunas reformas constitucionales: reducción del periodo presidencial a cuatro años; supresión de la reelección inmediata para el presidente y los gobernadores de los estados; inhabilitación del vice-presidente para desempeñar funciones legislativas o cualquier otro cargo de elección popular; supresión del servicio militar obligatorio y establecimiento de la Guardia Nacional; supresión de las restricciones a las libertades de palabra y de prensa, y abolición de la pena de muerte, excepto para los traidores a la patria.

Establecer un máximo de ocho horas de trabajo y un salario mínimo; dar alojamiento higiénico a los trabajadores cuando la naturaleza del trabajo de éstos exigiera que recibieran albergue de dichos patronos o propietarios.; prohibir a los patronos, bajo severas penas, que pagaran al trabajador de cualquier otro modo que no fuera con dinero efectivo; suprimir las tiendas de raya; obligar a todas las empresas o negociaciones a no ocupar entre sus empleados y trabajadores sino una minoría de extranjeros; no permitir en ningún caso que trabajos de la misma clase se pagaran peor al mexicano que al extranjero en el mismo establecimiento, o que a los mexicanos se les pagara en otra forma que a los extranjeros; hacer obligatorio el descanso dominical.

La huelga de Cananea mostró, en vivo, las potencialidades revolucionarias de la clase obrera: su capacidad de autoorganización, su disposición de defender con decisión y coraje sus intereses de clase, su papel de primer orden en la lucha contra el imperialismo y la participación de los obreros más maduros en tareas más allá de las relaciones obrero-patronales y su incursión en la lucha directamente política. Por otra parte, la huelga de Cananea puso al desnudo el carácter antinacional y traidor de la dictadura porfirista, en especial de su sector abiertamente proyanqui como era el caso del gobernador Izábal. En el país estaban madurando las condiciones que configurarían la situación de crisis revolucionaria y que darían origen al estallido de la revolución. Los militantes obreros y sindicales de 2006 enarbolamos algunos de los objetivos de los mineros de 1906, en nuevas condiciones, e inclinamos nuestras banderas rojas y rojinegras ante su imperecedero ejemplo. Su muerte no fue en vano.

México, Distrito Federal.

gerardo_pelaez@hotmail.com

 

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