EL CAMARUCO

 

Pillán Lelfön, la sagrada pampa de Pillán, con su cortejo de cerros erguidos, y su seno ralo y alucinante barrido por los vientos legendarios de la Patagonia...

 

Se estremece bajo el abrazo solar. Ya ha sentido el galope de caballadas sobre su inmenso cultrún terroso y ha visto reunirse al cacique de ojos agudos y a sus capitanejos... Pero: ¿por qué?, ¿para qué?... antü, el sol, el que todo lo ve desde su altura celeste, acaba de contarle con su caricia de fuego que volverá a ser centro del camaruco ritual, de la máxima rogativa indígena al divino Nguenechén... La tribu arde en preparativos. Pillán Lelfön aguarda...

 

Su corazón mineral empieza a cantar los taieles que una y otra vez repitieron las voces de los hijos de la tierra en los nguillatunes (rogativas) Y llegan las vísperas, y la pampa mítica aprisiona con fuerza el gran mástil donde ondeará la bandera celeste y blanca, la que copia el cielo... y suenan las trutrucas, y empiezan a acercarse las familias de otras tribus vecinas e invitados y armar sus toldos... ¡Será una gran fiesta, a no dudarlo!¡La fiesta de las razas australes!

Empieza a despuntar la aurora del primer día del camaruco... ¿qué siente ahora la Pillán Lelfön? Sonidos de tempraneras trutrucas, rumores propios del ensillado de caballos, voces todavía adormiladas... Se preparan con emoción inquieta las clafú malén, las de colores sagrados y sus hermosos trampa (prendedor) de plata... Y también los pihuichenes, los niños santos cuya pureza será el mejor camino para la rogativa del Padre Grande. Por eso a su servicio estarán las clafú malén, y para ellos se prepararán los caballos ceremoniales. Un pihuichén montará sobre el magnífico alazán pintado con rayas blancas en representación de las nubes y otro pihuichén jineteará el blanco con rayas azules, como reflejo del cielo ¿se mimetizarán así con las alturas? ¿Correrán de este modo los espíritus de los animales por las pampas de Futa Chao para llevar el ruego y la ofrenda de los pueblos del sur? Tal vez... porque los colores sagrados: el azul, blanco, el amarillo del sol..., y a veces también el rojo estarán en los rostros y cuerpos de los cuatro niños santos y los bailarines ceremoniales, y el azul y el amarillo distinguirán las banderas que portarán en sus astas de caña los pihuechenes...

De pronto la pampa tensa su superficie terrosa porque principia el ritual: suena grave el cultrún en manos de machi sagrada, y el taiel brota de los labios como un lamento aborigen hecho ayer en palabras... Los jinetes encabezados por los niños santos llevan lo necesario para armar el rehue o altar junto al mastil: el palo santo, las veinte cañas colíhue, las ramas del manzano y pino..., e incluso los dos corderos para el sacrificio... Al pié del altar, las tinajas con el muday para Dios y los platos de madera para las ofrendas... Y los jinetes ya girarán a su ahúin cuatro vueltas sagradas en la Pillán Lelfön, y marchan al oriente para invocar el sagrado silencio a futa chao y también para espantar con gritos el maléfico gualichú que siempre ronda, esperando... Por tres veces se repetirá el movimiento... mientras las mujeres en torno al mástil cantan su taiel al ritmo sonoro del cultrún chamánico...

 

Por el oriente viene el día, por el oriente sale el sol... Quizás porque allí viene la vida tocada por la gracia de Dios, a oriente miran el camaruco, y hacia el oriente elevan sus ofrendas y rogativas. Por eso, con el oriente en sus rostros, los mapuches oran arrodillados ante el altar por un "buen cielo, buena cosecha, fuerza, hacienda, trabajo, buena y larga vida"... y luego, de pié y con las manos hacia arriba, gritan por cuatro veces empujando la oración hacia los cielos, la oración que regala el sagrado muday... Y harán otra vez igual... Y la tercera, y la ofrenda ya no será de muday sino de tabaco, para que el humo lleve en su vuelo alto a nguenechén y la inquietud de las plegarias... Cuando el primero de los hombres y después las mujeres se harán completado el mismo triple ofertorio... la pampa de Pillán suspira hondo, porque es la hora del sacrificio de la vida, el momento culminante, el del ofrecimiento...

 

La sangre se derramará entre rezos sobre la madre tierra y el altar... porque la vida se alimenta de la vida, y los corazones penderán de las ramas del manzano sacralizado el entorno. En tanto la pampa bebe... y acuna sueños para el mañana que convoca la Araucanía. Poco a poco se entrelazan los sonidos de la pifïlcas, las trutrucas y cultún, y también los cascabeles de los pihuichenes, (niños santos), para alegrar en lo alto al Padre Celeste, y para guiar el pürrún (danzas) y los taieles de hombres y mujeres. Y porque la danza descifra laberintos mágicos y porque los pies y el desplazamiento cadencioso son otro modo de oración, no faltero, con sus purrufes bailarines ataviados con plumas y sus movimientos imitando del andar y cabeceo del tero, ni el choique purrún (danza del chiqué o avestruz), en que los bailarines emplumados son expresión de esta ave desde que rompe el huevo hasta que corre libre por los campos. Es más: no pueden faltar, porque, sin los totémicos tero y choiques ¿cómo harían los hijos de la patagonia para vivir? Desde el principio de los tiempos que recuerdan, tero y avestruz han sido la fuerza de las razas del sur... saben que imitando sus ritmos llevan consigo esa fuerza, y son gratos al Gran Padre Creador... Y se vuelven tero y choique míticos a través del baile. Todos bailan sobre la pampa sacral de pillán, porque el nguempín hace de maestro de ceremonia y anima a la participación de hombres y mujeres y los pies marcan los antiguos ritmos a una y otra vez. Así, ahuín y pürrún se repetirán desde la salida del sol hasta el ocaso... Y la última danza como la oscuridad vuelva fantástico los sonidos de las pifïlcas, el cultrún, los cascabeles y las trutrucas harán mover a los bailarines y a las mismas llamas de los fogones una extraña y poderosa danza del fuego. Después el nguempín se volverá dueño de la palabra y sus parlamentos agitarán mentes y corazones bajo las estrellas... y cuando vengan los breves sueños de las fiestas seguramente los mapuches sonarán con danzas y espíritus y taielles y sacrificios... Sol y Luna caminarán otra vuelta sobre el Pillán Lelfön y habrá renovado ahuines, runes y ofertorios... y la fe sencilla de las tribus repetirá sus ritos añejos consagrados por la tradición. Y al andar otra vuelta el Sol del tercer día de rogativas, en la ofrenda dos corderos y un carnero... pero luego la bendición del muday sobre los animales el carnero será dejado en libertad para que asegure la fecundidad en el ganado, y la carne y los huesos de los mansos corderos alimentarán el pillán quitral (fuegos sagrados)... mientras las clafú malén con un paño azul empujan el fuego y el humo hacia las alturas para que el cielo conozca el fervor de este holocausto, y el canto religioso pide a futa chao acepte el sacrificio de sus criaturas, y todos deben del muday del nguillantún que ha robustecido la relación Hombre-Dios... Ahora en la pampa sagrada se abren dos sendas invisibles pero certeras para guiar a un grupo detrás de pihuichén de la bandera amarilla, y a otro, detrás del niño santo de la bandera azul. Los unos plantarán en el cerro alto los palos como brazos implorando a Dios su bendición sobre la tierra y sus ganados... Los otros, junto al cacique y con los corazones del sacrificio, entregarán a las aguas del menuco que copia el cielo la ofrenda de la vida y milla kalkín, el espíritu del agua, recibirá en su seno y asegurará la vida y la fecundidad para los pueblos del sur bravío.

 

Historia del folklore argentino.

Autor: Anónimo.

Enviado por: Elsa Graciela Antogninie. La Plata, Argentina.

antogninie@trabajo.gba.gov.ar

 

 

 

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