Soy una ciudadana común habitando este bendito mundo.
Estoy en la República Argentina, lo más
sur del continente americano.
Desde aquí, en tiempos de reflexión
espiritual, me hago y les hago preguntas a mis congéneres, pues hasta hoy, no
encontré respuestas, a lo que desde mucho tiempo dialoga en mis dilemas.
Por ahí, si los comparto, puedan ayudarme.
¿Han mirado para atrás en nuestro pasado
histórico?
¿Han mirado con sus propios ojos, y no
con los que nos inculcan? ¿Conocen la verdad de nuestra tradición?
¿Saben cómo y porqué habitamos esta
hermosa parte del planeta?
¿Lo sabemos?
¿Y si lo sabemos, porqué no lo gritamos
con toda nuestra vos, con todas nuestras formas, por todos nuestros medios?
¿Porqué no gruñimos rompiendo horizontes,
porqué no aullamos como lobos heridos, porqué no pregonamos del cielo al
infierno lo que nos agravia?
¿Por qué callamos y aceptamos como si no
lo supiéramos?
¿Acaso es el miedo quien nos calla? Y si
tenemos miedo ¿a quién tememos?
Transcurre el año 2009, casi llegando al
2010, ya ha pasado una década del nuevo siglo y todo sigue igual ¡Qué digo
igual! ¡Estamos derrumbados en un pozo sin fondo desde que tengo memoria!
¡Ha pasado mucho tiempo de la llegada de
los españoles a este continente que mal llamaron nuevo! Porque existe desde que
se formó nuestro planeta. Y en ese tanto tiempo ha corrido tanta sangre.
¡Tanta, pero tanta y tanto dolor han causado!
¡Tanta mentira! ¡Tanto desarraigo!
¡Tanta pérdida de dignidad humana! ¡Tantos valores en equívoco ritmo! ¡Tanta
injusticia!
Y entre esos tantos, ha corrido tanta
sangre nativa, sangre que la tierra absorbió con sed insolente, guardándola en
sus entrañas para que jamás sea olvidada. Con ella formó ríos subterráneos,
profundos, tibios, calientes. Ríos a los que el tiempo se encargó de quitar su
color rojo, y los volvió dulces corrientes transparentes. ¡Pero jamás perdieron
su calor, su fulgor y su ímpetu!
Hoy vuelve a nosotros brotando de las
profundidades, derramándose otra vez en la superficie, motivado al rugir de
cimientes nativas, renovando sueños mutilados.
Aquí subsisten sus hijos, los pocos que
aún restan transitando su tierra madre, lloran la eterna infamia del despojo,
al que fueron y siguen siendo impulsados por todos los gobiernos del dolor y el
poderío avaro de la raza blanca. La que se dice blanca, símbolo de perversidad
malévola, que bajo el escudo de la civilización, enarbola banderas de progreso
mientras olvida el respeto por el otro.
Es lo que vivimos los americanos, o ni
siquiera eso, ni siquiera el nombre nos pertenece, pues también se lo debemos
al invasor “Américo”, durante los años cuando comenzaron la destrucción de la
natural libertad en la que se vivía hasta entonces.
12 de octubre del año 1492.
En realidad, si miramos con ojos de
lealtad, nada es nuestro, pues todo fue usurpado al aborigen.
A ellos, al innato se les robó su
idioma, su cultura, sus creencias, sus himnos, sus costumbres, su religión, sus
riquezas, sus tierras, sus viviendas, sus familias y sus vidas.
Y así el nuevo continente se pobló con
inmigrantes del resto del mundo, gente que vino en busca de paz, de riquezas,
de nuevos horizontes. Gente que adquirió grandes extensiones de tierra por
mísero dinero o les fueron otorgadas gratuitamente en premio a sus títulos de
nobleza extranjeras.
¡Estas mismas tierras a las que hoy
llamamos nuestras!
Por ello siento, vergüenza ajena. Ajena
y añeja, -vergüenza de culpa vieja-.
Y es por eso que estamos perdidos, por
eso no hallamos las formas de la libertad espiritual. Los perfiles para
aquietar la conciencia, la horma de paz acorde con el sosiego.
Y es por eso que aún hoy seguimos
invadidos, presionados y desequilibrados por las presiones del extraño, del que
más quiere, del insaciable, dueño de la ambición expatriada.
Por eso América entera camina inquieta,
divagante y alterada ante sus fines, con desconfianza, con el viejo calvario a
cuestas y la inquietud de tener un pasado discrepante a los roles de cada uno
de sus ciudadanos.
Las rupturas no son de ahora, vienen desde
el pasado a cobrarse lo que hemos hecho mal desde los comienzos y que heredamos
plagado de mentiras, de hurtos, de liberales polémicas y de injustas víctimas.
Todos fuimos educados para creer; que
aquellos crímenes impunes eran justos. Nos educaron para acusar a los indios,
para llamarlos “bárbaros”. Nos educaron para rendir honores a “la madre tierra
España”. Nos educaron para tomar como ejemplo al viejo continente. Nos educaron
para desvalorizar nuestros verdaderos orígenes y enaltecer a los intrusos. Nos
enseñaron a respetarlos, a admirarlos y a festejar las fechas de nuestra propia
derrota.
Nos educaron para homenajear a Colón y
los que le siguieron trayendo poderes, títulos nobles, dioses y su pobreza de
espíritu, a éstas tierras vírgenes.
Tierra a la que destruyeron con sus
pestes, sus plagas, sus epidemias, sus enfermedades, sus flagelos, azotes y
tormentos más atroces.
Así crecimos, como corderitos enlazados
y transportados al cadalso para servir de alimento a los reyes, convertidos en
manjares.
¡Por eso no podemos! Y ese es el motivo
por el que no encontramos las salidas hacia la libertad. Porque siguen logrando
que copiemos sus formas, que admiremos sus gustos, que enriquezcamos sus arcas,
que reneguemos de los orígenes como siervos fieles, obedeciéndolos, en vez de
revisar nuestra propia historia y nuestro presente, que persiste inclinado ante
el verdugo, ¡verdugo gobierno extranjero!
¡Pobrecitos de nosotros!
Desde nuestros primeros razonamientos,
renegando de nuestras raíces.
Muchos tiempos esgrimieron sobre
nuestros conceptos, nociones de civilización, y cuando ya las aceptamos,
ordenaron la bandera de la democracia como única salida al bien estar que hace
siglos, ellos mismos les quitaron al aborigen.
Y después de haber dicho lo que he
dicho, las preguntas se las hago al invasor y a nuestros gobiernos que tranzan
negociados:
¿Qué patrón es nuestro patrón?
¿Qué patrón nos invitan a copiar?
¿A ustedes que acorralan a la gente
entregando el oro a los avaros que envenenan nuestros ríos con cianuro?
¿A ustedes que siguen llevando las
riquezas de la tierra para engrosar sus arcas, mientras el hambre crece y
crece?...
A ustedes que ignoran los derechos de
los pobres, que nos hablan de moral imponiendo religiones y castigos, que
ordenan lo que debemos hacer para servirlos, que olvidan al pasado marginando
al nativo para que no exprese sus ideas, en vez de devolverle algo de lo que
les pertenece, en ves de darles limosnas, en ves de relegarlos como elemento
sin valor a la pobreza del exilio dentro de su propia tierra, en vez de
permitir que el extranjero determine: qué se llevan, cuando, dónde y que
limosna nos dejan?
¡Democracia!
¿Cuál es el espécimen tirano que debemos
copiar para seguir vivos?
¿Países con historias de guerras y
holocaustos? ¿Países que brillan frotados con sangre? ¿Con sangre negra, con
sangre esclava, con sangre aborigen, con sangre de madres, con sangre de niños?
¿Manchados de egoísmo, de poder y
fuerza? ¿Puros en culpas, de todas las épocas? ¿Origen de robos, usurpación y
muerte? ¿Dechados de avaricia a costa de lo ajeno?
¿De qué justicia me hablan? ¿Qué
libertad prometen? ¿A caso me dicen que ya es tarde, y no vale recordar?
¡Crecemos engañados con desidias y
tapados de indolencia! Crecemos sumidos en el “no puedo” hasta que el descuido
se hizo cargo “de este continente”, ¡adormecido en negligencias!
¡Sí! Es verdad, no podemos volver el
tiempo atrás, y es verdad que no podemos devolver todo lo que hemos arrebatado
¡sí es verdad!
Pero también es verdad, que debemos reconocer
al indígena como principal comienzo en nuestra historia y en ves de ignorarlos,
deberíamos resaltar su coraje, su valentía, su fortaleza, su sangre india, que
a pesar de todos los agravios, y aunque acorralados, siguen insistiendo en sus
legítimos derechos.
¡Deberíamos rescatar sus genes de sudor
e hidalguía!
¡Levantar pedestales con imágenes
Diaguitas, Tegulches, Tobas, Guaraníes, Minuanes, Calchaquíes, Patagones,
Mayas, y muchos más que no menciono!
Erguir muy alto sus estatuas por todo su
terruño, y rendirles honores de veneración y agradecimiento por todo lo que hoy
disfrutamos a costa de sus pérdidas.
Deberíamos pedirles perdón, deberíamos
tomarlos de las manos y caminar a su lado para aprender de su tenaz ejemplo.
Civilización, democracia, poderes, o
como se llamen, abran grande los ojos del alma y déjalos llegar con inteligente
mirada hasta lugares donde aún habita lo que resta del germen autóctono.
Libera posturas, a la verdad por primera
vez. Permítanse recibir lluvia de pétalos rojos en sus corazones empobrecidos
por la ambición.
Y por último, desde mi humilde lugar de
escritora, hago eco de mi voz al mundo entero, a este mundo que es de todos y
entre todos lo estamos destruyendo, llevándolo a un final, por necedad y
barbarie.
A usted le hablo en son de queja, de
petición y de demanda.
A usted que maneja el poder y el dinero.
A usted desde la primera hasta la última
instancia.
Mírelos. Interésese por ellos.
Rescátelos del olvido. Escúchelos. Respóndales. Ayúdelos a vivir dignamente
entre nosotros.
Y comencemos todos juntos, desde cero
¡en esta primera vez!
Autora: Clara Sofía Santana
Miranda. Paraná, Entre Ríos, Argentina.
Nº de DOC. -05.395.173.