“CAFÉ LUMIERE”
Ficha técnica:
Título: Café Lumiere.
País: Japón-Taiwán.
Año: 2003.
Director: Hou Hsiad-Hsien.
Guión: Hou Hsiao-Hsien y T'ien-wen Chu.
Actores: Yo Hitoto Tadanobu Asano,
Masato Hagiwara, Kimiko Yo, Nenji Kobayashi.
Producción: Ching-Song Liao, Hideji
Miyajima.
Fotografía: Pin Bing Lee.
Edición:
Ching-Song Liao.
Música: Yousui Inoue.
Sinopsis:
Yoko cuenta a su compañero de trabajo, un sueño en el que ella
tiene un bebé en brazos al que ve derretirse, y busca entonces si está relacionado
con algún cuento o leyenda japonesa. Estos jóvenes compartirán además, otro
objetivo, hallar el "Café Lumiere", lugar donde asistía el poeta Ozzy
Weyse.
A partir de aquí estaremos atentos a
todas las piezas que puedan aportar al rompecabezas que los protagonistas
intentan componer, desde las costumbres tradicionales japonesas, hasta sus
miedos y decisiones, la propuesta es seguir a los protagonistas desde sus
viajes por la ciudad.
Comentario:
El director chino Hou Hsiao-Hsien, de la
etnia Hakka, se huyó de la provincia de Guangdong a Taiwán, junto con su
familia, en 1948 para escapar de la Guerra Civil China. La familia se instaló
en Feng-shan, la ciudad principal del sur de la isla, y Hou recibió su
educación en la Academia Nacional de las Artes de Taiwán.
Las películas de Hou han recibido varios
premios de festivales internacionales como el Festival de Cine de Venecia, el
Festival de Cine de Berlín, el Festival Internacional de Cine de Hawai y el
Festival Tres Continentes de Nantes. Seis de sus películas han sido nominadas a
la Palma de Oro por mejor película en el Festival de Cine de Cannes, siendo la
última, en 2005, “Tiempos de amor, juventud y libertad”.
Hou realiza generalmente dramas
minimalistas que retratan las agitaciones de las comunidades taiwanesas durante
el siglo XX, a través del impacto que tienen sobre la vida de un personaje o de
un pequeño grupo. “Tierra de desdicha” (1989), por ejemplo, muestra a una
familia que se ve sumergida en los conflictos ocasionados por la llegada de los
nacionalistas chinos después de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de su
naturaleza más independiente que comercial, la película resultó exitosa y fue
alabada por la crítica.
Dirigió la película japonesa “Café
Lumiere” (2003) para el estudio Shochiku como homenaje al director Yasujiro
Ozu, la película se estrenó durante el festival conmemorativo de su centenario,
y trata temas reminiscentes de su filmografía, como las tensiones entre padres
e hijos y entre tradición y modernidad.
En este filme, la narración es oblicua y
su estilo está sembrado de tomas largas en las que apenas se mueve la cámara,
pero intrincadamente coreografiado por los actores. Hou manipula para recrear
una atmósfera natural en las tomas, aunque tenga que hacer cambios en el guión
o improvisar alguna toma previa.
Es cuando hace trabajar horas extras a
su colaborador principal, desde mediados de los años 80, el escritor Chu
Tien-Wen. En los últimos años, aun sin abandonar su austeridad característica,
ha desarrollado una cinematografía más sensual, posiblemente debido a la
influencia de su otro colaborador, Mark Lee Ping-Bin, director de fotografía.
En sus películas también ha colaborado el celebrado titiritero Li Tien-Lu, con
el que realizó “El maestro de marionetas” (1993).
Hou Hsiao-Hsien es uno de los diez o
doce cineastas contemporáneos más relevantes, según escribe Diego Brodersen en
su columna Otros Cines.
“Café Lumière” está filmada en japonés,
en Tokio y con actores y técnicos japoneses. Entre aquellos se destaca la
pareja principal, la hermosa cantante pop Yo Hitoto, en su primera incursión en
el cine (lo que prueba que hay vida después del pop) y el gran Tadanobu Asano,
amigo de Hou desde que filmaron “El sabor del té”.
El resultado es una pequeña joya cuya
belleza pasa más por la manera de describir la historia, la magnífica
fotografía y la sensibilidad del sonido que por la historia en sí.
Café Lumière no es una película de guión
hábil, sino una hermosa y melancólica manera de enlazar tradición y modernidad
a través del derrotero de sus dos personajes, además, Hou es capaz de
reencontrar la esencia de la ciudad de Tokio, a la que Ozu describió como
nadie. A pesar de los cambios que impuso el progreso, hoy como ayer están los
puentes, los trenes, los sinuosos tendidos de vías que parecen dibujar el
destino de los personajes. Y sobre todo está la gente que, como en el cine de
Ozu, aprende día a día el complejo oficio de vivir.
Café Lumière nos deleita con distintas
postales de la capital japonesa. De ahí que el intento de “capturar” el
funcionamiento de la red ferroviaria ocupe un lugar tan importante como el
embarazo y el trabajo de investigación periodística de la protagonista. De ahí
que el encuentro y el diálogo escueto entre los personajes se encuentren más
cerca de la simple anécdota cotidiana que de la ficción elaborada, pero en la
película también hay espacio para los sueños, los viajes, el pasado e incluso
para una leyenda occidental.
La acción está donde no la hay, el amor
espera junto a la joven que aguarda el tren llegar y observa por la ventanilla
la rapidez del cambio del paisaje con el correr en las vías. La solidez de una
familia se retrata en una conversación con Sake, y la convicción de ser quien
se es en la aparente solidez de las pequeñas decisiones, la aceptación de
errores y posibilidades de cambio.
La calma avecina una tormenta, pero esta
vez la tormenta se escribe como hermosa, como fresca, como innovadora y la
calma se disfruta convirtiéndose en paz y armonía del aquí y ahora y del porvenir.
Precisamente de esta alternancia entre
realidad urbana e introspección espiritual emergen la poesía, la armonía visual
que conquistan a todo espectador sensible, con o sin conocimientos acerca de
Tokio, del cineasta homenajeado o del propio autor. Únicamente se requiere de
abrir el espíritu y dejarse llevar.
Como alguien dijo en los días de su
estreno: “…una propuesta capaz de mantener nuestra atención cautiva, aún cuando
carece de una estructura narrativa tradicional”.
Autor: Rafael
Fernández Pineda. Cancún, Quintana Roo. México.