EL ASESINATO DE JAIME PERCHES MANZANO
* Hasta el último aliento
Jaime Perches Manzano "el
viejito" como le decía mi papá El Tobi "el guardián de las llaves de
la congruencia ética", el de mejor memoria, y que analizaba tranquilamente
y cavilando cada situación que en el Partido Comunista Mexicano, PCM, ocurría.
El que recordaba cada cara, nombre, situación, lugar, momento, y necesidades de
organización.
Su asesinato pega hondo. Muchos quizá se
pregunten ¿quién era ese? El subdirector de Recursos Financieros del Gobierno
del Distrito Federal, parte de la historia -como tantos hombres y mujeres que
han formado este presente- aun oral, y narrada por los testigos de su tiempo de
unos a otros.
Soy hija de la última generación, y
considero que aún, no se ha fabricado la pluma que relate la profunda herida
que cava la desaparición de sus constructores. Perches tenía un poder, su
conocimiento, su destreza política, que era tal, que afirmaba un acontecimiento
y sin lugar a dudas, resultaba finalmente ser el anacoreta de los
acontecimientos por su capacidad para comprender a México, su sociedad y sus
actores políticos.
Resentido como muchos, por la concesión
en la que los valuartes del PCM se disolvieron en aras del crecimiento y
financiamiento del PRD, no fue Perches precisamente el primero en comprender la
importancia de la construcción del nuevo partido, pero sí fue una pieza
fundamental en la de la consolidación y trabajo del gobierno del Distrito
Federal.
Acompañado siempre por su inseparable secretaria
Aurelia, uno pudo verlo en distintos edificios, cargos, empleos. Moderando a
veces, equilibrando otras, o "cuchicheando", como decía.
Incontables ocasiones en casa de mi
familia, veo a Perches discutiendo con mi papá, tramando jugadas de dominó hablando
de las elecciones. Perches, en todas las fiestas de cualquier tipo, Perches, en
cualquier situación dolorosa compartiendo con nosotros y brindándonos su
amistad.
Perches fue preso, testigo de
accidentes, asesinatos, persecuciones, represión, clandestinidad, y todo
aquello que le causó a los mexicanos pagar un altísimo precio por inconformarse
y manifestarse de izquierda, cuando la izquierda en México era apenas la
vanguardia de una transición democrática, que nos duró muy poco, que se ahoga,
y de la que él ya no podrá dar testimonio.
Asesinado este 28 de septiembre por una
bala que nos parece no podrá matarlo nunca, duele, como dicen mis hermanas,
porque él ya no estará ahí cuando sea necesario, y él era necesario,
indispensable, de esos hombres que son y destacan por su humildad y honestidad,
sin aspirar a luminarias ni enriquecimiento.
Uno que quizá llamarían oscuro por su
inescrutable efigie, por su silencio y prudencia, por su sigilosa actuación a
cada paso, por su cautela, por su hermetismo, y pero también firme y cabal por
su entusiasmo, por dar su vida a sus ideales, hasta el último aliento.
Autora: Livia Díaz.
Poza Rica, 30 de septiembre 2006.
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