ARTE Y DISCAPACIDAD
Pensar en el arte como una herramienta
para la discapacidad, se me presentaba hace unos años atrás, como una opción descabellada
a la hora de tener que ayudar a una persona discapacitada. Sin embargo, hoy
luego de ocho años de haber incorporado a la pintura y a la literatura como
actividades cotidianas de mi vida, puedo asegurarles que no sólo es una opción
válida sino además una decisión acertada para contener a una persona que ha
sufrido una discapacidad, mientras se adapta a su nueva condición de vida.
En mi caso particular, se trató
exactamente de eso. Me refugié en el arte como si el mismo hubiese sido una
sala de espera confortable. Allí rodeado de todo lo que siempre amé, aguardé
con paciencia a que transcurriera mi período de adaptación y capacitación para
finalmente reinsertarme laboralmente en la sociedad.
Paradójicamente, hoy me refugio allí
para escapar por algunas horas del stress de la vida cotidiana, pero eso es
tema para otro artículo.
Una de las características más valiosas
de esta terapia, es la gran cantidad de variables que la misma posee. En mi
caso yo elegí la pintura a la cual luego le sumé la literatura, pero existe una
amplia gama de disciplinas (que van desde la escultura hasta la música) donde
los interesados pueden optar según gusto o capacidad.
Recuerdo cuando allá por 1998 escuché
hablar por primera vez sobre pintura para ciegos. Yo en ese tiempo suponía que
jamás iba a tener la posibilidad de estar nuevamente en contacto con los
colores y las formas, y cuando una amiga me comentó acerca de un lugar donde le
enseñaban a pintar cuadros a los ciegos, me pregunté cómo sería la técnica
utilizada para lograrlo. Me imaginaba una tecnología muy avanzada al servicio
de la discapacidad, donde se mezclaran una serie de nuevos conocimientos de
última generación al servicio del arte. Mi sorpresa fue enorme cuando una vez
dentro de la institución, comprendí que todo iba a ser más simple de lo que yo
había imaginado. La tecnología de punta que yo había supuesto necesaria para
permitirle a una persona ciega pintar un cuadro, se limitaba a un poco de
alambre, papel de diario viejo y algo de pegamento.
En un ambiente desbordante de cariño y
alegría, rodeado del perfume de las pinturas acrílicas que luego emplearíamos,
el equipo de docentes me enseñó a “dibujar” las formas deseadas con alambre,
para luego forrarlas con papel y sellarlas con pegamento. Luego estas formas
serían pintadas con acrílico para finalmente poder ser desplegadas sobre la
superficie de la tela.
Así, sin siquiera despeinarme, no sólo
volvía a estar en contacto con el arte sino que además comencé a dar mis
primeros pasos en el tema de los derechos a la inclusión de las personas sin
importar su condición física. Esto se debió a que esta técnica posee una
característica que a mi parecer acrecienta su valor.
Gracias a su relieve, esta forma de
pintura permite ser apreciada no sólo por el sentido de la vista sino además
por el tacto. Es decir que estos cuadros no sólo le ofrecen la posibilidad a
una persona discapacitada como yo a que vuelva a reunirse con lo que tanto ama,
sino que además tienen la hermosa particularidad de poder ser tocados, lo que
implica que nadie quede excluido a la hora de disfrutarlos.
¿Desea conocer las obras?
Visite:
http://www.geocities.com/supernegrus/index.html
Autor: Néstor De Luca. Buenos Aires,
Argentina.