Aquellos ojos verdes.

 

Sí pues. Sólo hablaba con él. Era mi único amigo. Comentábamos las lases, compartíamos nuestro asombro de “cachimbos”. La universidad era algo tan distinto del colegio. Tanto, que nos resultó sorprendente que Luís Jaime Cisneros, nuestro profesor de Lengua, nos dijera que olvidemos lo aprendido en el colegio. Las clases de Historia del Perú con José Antonio del Busto, nos dejaban intrigados, deslumbrados a veces. Un mundo diferente se abría ante nuestros ojos. En realidad, más ante mis ojos. Adolfo era de mediana estatura, delgado, de piel muy blanca, cabellos negros y tenía unos hermosos ojos verdes. Era increíble que no pudiera ver con ellos. Aún así logró ingresar y era un alumno inquieto y aprovechado. Tenía un carácter muy alegre y despierto. Sabía mucho de todos los que le rodeábamos. Tenía catalogadas a todas las chicas de la clase por su aspecto físico; gracias a sus comentarios con los muchachos del grupo. En fin, fue el único que se atrevió a hablarme y a hacer amistad conmigo. Entonces yo era muy tímida (me creían “sobrada”) y me limitaba a conversar con Eva, mi amiga del colegio y con alguna que otra chica. Sin embargo, mi amistad con Adolfo fue natural y sincera. Además de los estudios, él tenía gran afición por las carreras de caballos. Venía a clases con su diario “El Comercio” bajo el brazo y me pedía que le leyera los “aprontes” de las carreras. Decía que yo lo hacía muy bien y gracias a eso hacía sus apuestas.

 

Así transcurrieron nuestros dos años en la Facultad de Letras de la PUCP  de entonces (1964-65); luego continué mis estudios en San Marcos y no volví a saber más de Adolfo. Supongo que él continuó estudiando y es ahora tal vez abogado, profesor, psicólogo, literato.

Su historia familiar era muy interesante. Era ciego de nacimiento, así como sus otros tres hermanos. Su única hermana era vidente. Nunca se sintió disminuido por su discapacidad. Era más bien extrovertido, entusiasta y muy optimista. Guardo un buen recuerdo de nuestra amistad y me gustaría mucho saber de él.

 

Antes de conocer a Adolfo tuve la oportunidad de informarme de que en La Unión Nacional de Ciegos del Perú, ellos se educaban gracias al Sistema Braille; que les permitía tener acceso al conocimiento humano y poder así desarrollar sus aptitudes. Lo que siempre me ha cautivado de los invidentes, es la forma cómo perfeccionan otros sentidos. especialmente el oído. Son excelentes músicos y sus orquestas son muy buenas. Además, tienen una sensibilidad especial que les permite aproximarse mejor a la esencia de las cosas. Se orientan muy bien en las calles. Recuerdo mucho a varios de ellos, viajando en ómnibus y cruzando las avenidas. Es conocido que  se desempeñan en muchas profesiones con éxito. Por eso, considero que muchas veces, aquellas personas que no tenemos discapacidades; desperdiciamos nuestros atributos y olvidamos que son los retos y dificultades los que nos hacen avanzar en la vida.

 

Autora: Carmen Pizarro Vásquez. Lima, Perú.

Lic. En Educación.

carpizarro8@hotmail.com

 

 

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