AQUELLAS CORTES DE CÁDIZ

 

El pasado 19 de marzo se celebró en España una importante efemérides, posiblemente no lo suficientemente valorada, ni difundida por la totalidad de los medios, supongo que ellos conocerán las razones de su tacañería. Me refiero al bicentenario de la Primera Constitución Española, la liberal de 1812, aquella de las Cortes de Cádiz, promulgada en el oratorio de San Felipe Neri el 19 de marzo de dicho año, cuando la ciudad se hallaba totalmente sitiada por las tropas francesas, y su interior bullía de entusiasmo liberal y patriotismo. Nació así “la Pepa”, generalmente conocida como tal en razón a una fecha tan señalada como era y es el día de San José.

 

El entusiasmo producido entre los elementos liberales, auténticos promotores del texto constitucional, fue indescriptible, el grito de “¡viva la Pepa!” se popularizó de tal manera que se introdujo en los espectáculos públicos, en los distintos mentideros y reuniones de intelectuales de ideas avanzadas, quienes se exaltaban ante artículos como el 371 que proponía: “Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes….”.

 

Esta claridad textual introducía matices claramente revolucionarios en opinión de los elementos conservadores anclados en la sociedad estamental de                   l’ancien régime, los cuales no podían entender que se “limitara el poder del monarca sometiendo sus decisiones al refrendo de las Cortes…”.

 

Claridad textual, controversias servidas y profundas contradicciones de aquella España decimonónica que se debatía entre las ansias de libertad de una minoría ilustrada y el conservadurismo de la mayoría de la población, más inclinada al absolutismo representado por Fernando VII, a la sazón prisionero en la Francia napoleónica. Flagrante contradicción ésta que aunaba esfuerzos bélicos contra el invasor, expresados en la propia Constitución donde se “rechazaba el dominio francés, al tiempo que limitaba el poder del monarca”, mientras José Bonaparte, “el intruso”, se empañaba en impulsar el liberalismo en su nuevo reino, a la vez que la monarquía absolutista española esperaba pacientemente el fin de las hostilidades y el pueblo, sin gran convencimiento, decidía asumir su propia soberanía a través de la revolución liberal que significaban las Cortes de Cádiz. Es decir, una Constitución liberal defendiendo a un rey absolutista. Tremendo galimatías.

 

De cualquier manera “la Pepa” aportó una corriente de aire fresco necesario y vital para una España anquilosada en donde se calificaba de “afrancesados” a los defensores de las nuevas ideas de libertad, democracia, constitución y parlamentarismo.

 

Las Cortes de Cádiz de 1812 mantienen hoy en día plena importancia a pesar de las críticas actuales contra el neoliberalismo social, cultural y económico. La tremenda crisis surgida en el seno de los estados liberales, ha puesto a dicho sistema frente a sus propias contradicciones, el fisiocrático “laissez faire, laissez passer”, se encuentra en franca retirada y hoy, se intuye, que las economías están necesitadas de un cierto dirigismo que parecía ya superado tras la debacle del socialismo científico.

 

En las Cortes de Cádiz no se podía, ni siquiera, atisbar el aparente ocaso del liberalismo posterior, pero sí se enfrentaron personas cuyas ideologías  mostraban la eterna  dicotomía, liberalismo-conservadurismo. Allí estaban representadas las distintas tendencias por personalidades de la talla del asturiano Argüelles, del obispo Pedro Quevedo Quintana, de José Mª Queipo de Llano, del poeta Manuel José Quintana, además de los destacados representantes de las, entonces, provincias americanas. En Cádiz acabaría triunfando el liberalismo, luego vapuleado por el felón de Fernando VII, tan “deseado” él. El 19 de marzo de 2012 celebramos su bicentenario y lo hemos hecho con el agradecimiento debido a quienes supieron abrir las puertas de este viejo país a las corrientes de libertad y democracia. Bienvenidas sean.

 

Autor: JOSÉ Mª DABRIO PÉREZ. Huelva, Andalucía, España.

jmdabrio@gmail.com

 

 

 

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