UN ÁNGEL QUE SE LLAMA ROBERTO

 

Historia de vida.

 

Mi hermano Roberto, es 11 meses mayor que yo, cuando éramos niños fuimos juntos a la primaria, debido a que él se atrasó un año y yo lo alcancé en primer

grado de primaria, por lo que seguimos yendo juntos a la escuela durante seis años e íbamos en el mismo salón.

 

Solíamos compartir muchos buenos momentos y travesuras así como retos y juegos.

 

Siempre he sentido especial cariño hacia mi adorable hermano.

 

Cuando todavía no vivía en Cuernavaca, porque recién nos acabamos de mudar mi hija y yo aquí, en el mes de septiembre, mi hermano Beto, como así le digo,

hacía espacio los sábados o domingos para que nos fuéramos a pasear por las calles de Cuernavaca y también me llevaba a visitar a mi Abuelo árbol.

 

Cuando visitaba a mi Abuelo árbol, mi hermanos se esperaba parado junto al árbol, sin tocarlo y nada más se me quedaba viendo cómo yo me subía en las raíces

de mi Abuelo árbol, lo abrazaba, le hablaba y le acariciaba.

 

Mi hermano no me decía nada, sólo esperaba a que yo terminara el ritual de visitar a mi Abuelo árbol y continuábamos con nuestro recorrido.

 

Cuando nos cambiamos a Cuernavaca, al segundo día de estar aquí, mi hermano me dijo que lo acompañara, yo le pregunté a dónde íbamos y no me respondió.

 

Llegamos a un lugar, se estacionó y me empezó a decir con voz muy emocionada:

 

-Yo no sé escribir y por lo general no lo hago, pero creo que tu Abuelo árbol me utilizó para que te hiciera llegar estas palabras:

 

"Hace algún tiempo,

 

quién sabe cuándo,

 

Se sembró en la tierra,

 

La semilla de la esperanza.

 

Donde brotan las raíces,

 

Cimientos de tu voluntad férrea.

 

Continúa el tronco,

 

Que crece con fuerza indoblegable,

 

Mostrando sus arrugas de experiencia y

 

Cicatrices que la vida te va forjando y

 

Sostienen las ramas que contienen los nidos,

 

Que simbolizan los seres que proteges.

 

Las ramas de tus sueños que se levantan

 

Buscando la meta ambiciosa del cielo

 

Para ver mejor el horizonte.

 

Te saluda y te da la bienvenida.

 

El Abuelo árbol".

 

Septiembre 16, 2005.

 

Nos fundimos en un abrazo enjugando nuestras lágrimas y ya sabía yo que estábamos enfrente de mi Abuelo árbol

 

Y que mi hermano era el instrumento que utilizó mi Abuelo árbol para darme la bienvenida a mi amada Cuernavaca, que después de 26 años me permitió regresar

a sus brazos para vivir rodeada de mis adorables árboles.

 

Y por lo que veo, mis adorables árboles utilizan a mi hermano Beto para llegar a mí.

 

Hace algunas semanas, fuimos de compras a varios centros comerciales, hubo un momento en que llegó a mí el olor maravilloso de los pinos de navidad.

 

Yo le dije a mi hermano que olía a pino y que me acercara a donde vendían los arbolitos de navidad.

 

Me llevó a donde estaban los pinos y el olor inundó todo mi ser y se llenó de gozo mi corazón.

 

Recordé mi infancia, cuando nuestro padre nos compraba el árbol de navidad y junto a mis otros hermanos lo llenábamos de adornos.

 

Abracé a un pinito gordito y oloroso y me deleité con su fragancia y su abrazo.

 

Me quedé pensando en las ganas que tenía de tener uno de esos pinitos, pero la falta de dinero y la conciencia de no fomentar el corte de los arbolitos

con mi compra, me hicieron desistir de comprarlo y quedarme con las ganas.

 

Al día siguiente, le comenté a mi hija que había olido los pinitos de navidad y que me acordé de nuestra infancia.

 

A raíz de que me quedé ciega, para mí, ya no era importante poner el arbolito de navidad, puesto que como no lo veía y como era un arbolito de navidad artificial,

pues no había nada que me inspirara o me alegrara, sólo el compartir ese tiempo con mi hija era lo que me inspiraba a seguirlo poniendo, pero obviamente

como no lo veía, pues no tenía gozo en mi corazón por ese evento.

 

En días pasados, por la tarde, yo me encontraba en mi estudio trabajando y de repente, llegó mi hija y me acerca a mi nariz sus manos, en ese momento olí

a pino de navidad y se lo comenté. Le pregunté a mi hija, ¿de dónde había sacado el montón de hojitas de pino que llevaba en sus manos? Y me dijo que fuera

hacia la sala de mi casa.

 

Caminé hacia la sala y empecé a oler aún más el olor a pino y estirando mis manos, encontré un hermoso y oloroso pinito de navidad muy gordito y alto esperándome.

 

Las lágrimas acudieron a mis ojos y empecé a abrazar el árbol de navidad y en eso escuché la risa de mi hermano Beto que junto a su esposa, estaban detrás

de mi árbol de navidad.

 

Mi adorable Beto y su esposa, me regalaron ese hermoso arbolito en complicidad con mi hija.

 

En ese momento recuperé la magia de poner de nuevo el árbol de navidad, mi hermano con ese regalo, me devolvió el deseo de tener un pino en casa y de adornarlo

y de sentir en mí la delicia de sonreír como cuando éramos niños pensando en lo bonito que es tener en casa un arbolito de navidad, disfrutando su hermoso

aroma y sintiendo sus ramitas verdes.

 

Nuevamente mi hermano Beto, fue el instrumento para tener de nuevo, cerca de mí a mis amados árboles, me regaló y me devolvió la alegría de volver a ser

niña y compartir con él tan hermoso recuerdo y momento.

 

Dios nos envía innumerables ángeles para que nos ayuden y nos hagan felices y simplemente está en nosotros saber identificarlos.

 

Gracias Beto por estar para mí y en mi vida, Dios te bendiga por siempre.

 

Ver

 

Autora: Verónica Aguilar.

 

 

 

Regresar.