“MI AMOR EN LLAMAS”
Ficha técnica:
País y Año: Japón, 1949
Director: Kenji Mijoguchi
Guión: Kaneto Shindo y Yoshikata Yoda,
sobre una novela de Kôgo Noda
Actores: Kinuyo Tanaka , Mitsuko Mito, Kuniko Miyake, Ichirô
Sugai,
Producción: Hisao Itoya
Música original: Senji Itô
Fotografía: Tomotarô Nashiki y Kôhei
Sugiyama
Edición: Kenji Mijoguchi
Sinopsis:
En 1884, en plena Era Meiji, una mujer
llamada Eiko, que lucha por la igualdad de derechos, decide irse a Tokio e
ingresar en el Partido de Liberación de la Mujer, pero se enamora del líder
Kentaro, justo cuando el Partido es disuelto por el gobierno. Eiko y Kentaro
son injustamente encarcelados, acusados del incendio de una fábrica que ha sido
perpetrado por Chiyo, una antigua sirviente de Eiko.
Comentario:
Kenji Mizoguchi (Tokio, 16 de mayo de
1898 - Kioto, 24 de agosto de 1956) es uno de los más conocidos directores de
cine japonés, en Occidente, junto a Akira Kurosawa y Yasujirō Ozu conforma
el triángulo de élite cinematográfica de más prestigio en su país.
Su familia cae en la pobreza tras la
crisis económica de 1904. El padre, carpintero, se comporta de modo violento
con su madre y también con su hermana, a la que acaba vendiendo como geisha, lo
cual repercute de manera decisiva en su obra fílmica.
Tuvo dificultades como alumno en la
escuela, y pasa a ser aprendiz de pintor sobre tela. Se convierte en un
apasionado de la pintura y consigue un título académico en artes plásticas.
Trabaja como ilustrador publicitario y también en un periódico de la ciudad de
Kōbe. En 1918, participa en los violentos disturbios que se producen como
consecuencia de la influencia de la Revolución rusa y debido a ello pierde su
empleo.
Entra en la industria del cine en 1920
como actor en los estudios Nikkatsu, aunque pronto pasa a ser ayudante de
dirección. En 1922, dirige su primera película “El día en el que regresó el
amor” en el que se manifiestan sus convicciones socialistas, por lo que es
censurado por el gobierno.
Al principio de su carrera dirige a
veces adaptaciones de Eugene O'Neill, León Tolstói o versiones de películas
expresionistas alemanas. De ese modo rueda más de 70 películas entre los años
20 y los 30, la mayor parte de los cuales se perdió tras la Segunda Guerra
Mundial. Su filmografía de este período está marcada por su compromiso contra
el totalitarismo al que se encamina el Japón y su interés por la problemática
de las prostitutas, siempre presentes en sus películas. Funda la productora
Daiichi Eida para poder mantener su independencia, pero la productora quebrará
casi enseguida.
Según el propio Mizoguchi, su primera
película en forma seria fue “Las hermanas de Gion” en 1936, con la que
alcanzará un importante éxito de público. Se orienta a partir de ese momento
hacia un neorrealismo que le sirve para analizar la transición del Japón desde
el feudalismo hacia la época moderna. Consigue el Premio del Ministerio de
Cultura con “La historia del último crisantemo”, en donde analiza el papel
infravalorado de las mujeres en la sociedad japonesa. Desarrolla su famosa
teoría "una escena/un plano". Le ayuda su muy competente ayudante
Hiroshi Mizutani que le anima a utilizar cámaras con gran angular. Durante la
guerra dirigirá películas de propaganda para la productora más importante de
Japón, Shochiku.
De su obra se puede destacar “La canción
de la victoria”, las más famosas: “Los leales 47 Ronins” y “La espada Bijomaru”
que le librará de ir a la cárcel. Japón disfruta después de 1945 de un
movimiento de libertad del que Mizoguchi es testigo privilegiado en sus
películas militantes a favor del voto femenino, como “La victoria de las
mujeres” y la película que hoy comentamos: “Mi amor en llamas”. En esa época
vive con el temor de la represión comunista y deja la productora Shichoku en
1950. A partir de ese momento se dedica más a dirigir melodramas que retoman
aspectos folclóricos y tradicionales japoneses junto a su guionista y
colaborador Yoshikata Yoda.
Empieza a ser conocido en Occidente a
principios de los años 50 sobre todo gracias al crítico y director Jacques
Rivette. Su primera película conocida en Occidente fue “Vida de O-Haru, mujer
galante” en 1952, antes de ser consagrado con el León de Oro en el Festival de
Venecia el año siguiente por los “Cuentos de la luna pálida”. Vuelve a ser
galardonado en 1954 por “El intendente Sansho” y “Los amantes crucificados”.
Su camino será seguido por Yasujirō
Ozu y luego por Akira Kurosawa. Más tradicionalmente japonés que sus
compatriotas, Mizoguchi emociona por la sutilidad de su poesía, que sin embargo
no oculta la sordidez, a través de un universo en blanco y negro en el que era
un verdadero maestro. Entre 1923 y el momento de su muerte, dirigió 89
películas, de las que sólo dos fueron en color.
En “Mi amor en llamas”, se narra el
viaje a Tokio de Eiko, una mujer fuerte, decidida e idealista, de la que
Mijoguchi se sirve para contarnos una historia de igualdad a través de diálogos
y escenas muy cuidados, la historia de Eiko y todo lo que ocurre a su alrededor
(ya que ella no cambia, permanece inmutable desde el principio, consecuente con
sus opiniones e ideales) nos transporta a una época convulsa en la historia de
Japón, y vislumbramos breves pinceladas de los tejemanejes políticos, los
derechos de los trabajadores, la vida en el pueblo frente a la gran ciudad, la
doble moral de aquellos que dicen ser libertadores del pueblo...Todas las
personas somos iguales. Es el mensaje que durante buena parte de la película se
repite machaconamente, y que nos deja el imperativo de reflexionar y de
establecer comparaciones de orden universal.
Autor: Rafael Fernández Pineda. Cancún,
Quintana Roo, México.