AMOR A DIOS.

 

Escrito por: Irma Guadalupe Vela Meza.

 

¿Que te puedo decir?

 

Como todos los días, desde el momento en que abrí los ojos un pensamiento acudió a mi mente y lo dije en voz alta:

 

TENGO FÉ EN TI.

 

Pero… ¿Qué es la fe?... Entre Tú y yo, sin pensar en tratados teológicos. ¿Quieres que te diga algo sobre mi particular forma de entenderla?

 

La fe no es ciega, la fe es un acto de certeza, fundado en la Gracia Divina de aceptación de tu palabra. Si escucho tu palabra, si no presto atención a

los ruidos que tratan de quitar nitidez a la dulce palabra Tuya, amado Dios, mi ser queda lleno de ella, inundado por ella, extasiado en ella. Puedo escucharte

siempre, a través del Sacerdote, del enfermo, del hambriento, del huérfano, de todo lo que Es y Está. Nada me impide amarte y venerarte; nada me impide

Creer en Ti Señor.

 

No cuestiono la inspiración Divina de tus representantes, Tú los llamaste, Tú los elegiste, ellos propagan tu voz por todos los confines del planeta. Abro

los oídos para escucharte, la boca para alabarte, los ojos para contemplarte; el Don de la Fe que Tú me otorgaste, hace que todo mi ser se estremezca ante

la manifestación de tu amor.

 

Por eso tengo la dicha de poder recorrer el sendero de la vida con paso firme por que…

 

CONFÍO EN TI.

 

En los momentos más difíciles Tú has estado siempre junto a mí, con la inocencia de un niño confío en Ti, en tu amor. No cuestiono tu existencia, porque

soy testigo de ella, la palpo, la siento, a cada paso.

 

Todos los días, especialmente cuando salgo a la calle, te llamo, y, como siempre, Tú me haces sentir que aquí estás, listo para caminar conmigo y sortear

todos los obstáculos que encontremos por nuestro andar.

 

Confío en Ti, conoces mis pesares, me alientas para superarlos. Gracias Señor, compañero inseparable.

 

Sabiendo que recorro el camino que me marcaste, repito una y otra vez:

 

Tengo Esperanza.

 

En Ti deposito mi esperanza, mis anhelos, el clamor de esta voz se eleva para llamarte.

 

Señor te espero, te ansío; ven, socórreme, sálvame de mis vicios y bajezas. Aguardo con ilusión el día en que sea digna de gozar de tu reino de vida y verdad,

de tu reino de justicia y paz, de tu reino de gracia y amor.

 

Para fortalecer mi pobre espíritu, me alimento física y espiritualmente de ti. Pienso en lo mucho que me amas, medito en todo lo que hiciste por nosotros,

eso me conduce a reflexionar acerca de:

 

Tu Oblación.

 

Amado, qué grande es tu amor, me entregaste tu vida, moriste por mí, para librarme de la muerte eterna en el pecado y darme la vida eterna en la Verdad.

 

Te bendigo y alabo, te contemplo en el Sacramento de la Eucaristía, sé que Tú, estás realmente en la Hostia Consagrada. Vengo a Tu casa, estoy en la fiesta,

en el banquete al cual me haz invitado. Gracias Jesús, por permitirme disfrutar de Tu presencia en la Misa. Te recibo, te como, gracias por alimentarme

el cuerpo y alma mediante el Sacramento Eucarístico. Tú entras en mí, me llenas de tu paz, de tu infinito amor, me haces sentir que te pertenezco en cuerpo

y alma, que soy el templo en donde te alojas.

 

Por eso estamos unidos, soy tuya y Tú eres mío, compartimos una existencia única. Aunque no es necesario por que Tú conoces todo lo que es y está, quisiera

hacerte referencia:

 

Mis Vivencias A TU LADO.

 

Son muchas, no podría enumerarlas, pues a lo largo de toda la vida, Tú has estado conmigo, cuidándome, protegiéndome, procurándome. Me otorgas muchos bienes,

entre uno de tantos, está la vida.

 

Una tarde, llegaba a la casa y mi madre platicaba con dos amigas en la sala; ellas no me escucharon llegar. Encaminé mis pasos hacia el lugar en donde estaban

las señoras para saludarlas, me detuve antes de entrar y las oí decir a mi madre que la compadecían por haber tenido cuatro hijas minusválidas. Me sorprendí,

eso me aludía. Le preguntaron que porqué nos había tenido, que si desde que nació su primera hija se había dado cuenta de su enfermedad, ¿porqué tener

más hijos?.

 

Mi madre respondió con sencillez "así me las mandó Dios, son un regalo de Él". ¿Soy un regalo de Dios?, mi madre dijo esas palabras y se me quedaron gravadas

en la memoria. Me hizo diferente y me entregó a mis padres como un regalo, Dios me concedió la gracia de la vida y me entregó a mis padres, ellos aceptaron

el regalo y aquí estoy, para cantar y reír, para llorar o sufrir; aquí estoy para vivir y dar gracias al Señor porque me eligió diferente, Él me quiso

así, soy su obra, su creación. Siendo su hija amada, debo corresponderle con el mismo amor que mis padres mostraron al recibirme y educarme en la Fe. Sí

Señor, aquí estoy para hacer tu voluntad, gracias por hacer de mí un milagro y gracias a mis padres porque puedo decir:

 

¡Soy Católico!.

 

Sí, lo soy, aunque a veces no dé testimonio de ello. Profeso la Religión Universal, instituida por Ti, Jesucristo, intento aplicar las enseñanzas tuyas

en todos los actos de mi vida. Sin embargo, mi naturaleza humana, me hace tropezar, es en esos momentos cuando hago acopio de fuerzas en mi naturaleza

divina, recurriendo a la clemencia del Creador y me dejo envolver por tu piedad para encontrar el perdón y el descanso a la pena de no ser digno testigo

de tu doctrina. Me acoges amorosamente y me ayudas a continuar el camino de la verdad y la vida, siempre a tu lado. Soy Católico, soy de Cristo, en verdad,

vale la pena serlo, Tú lo eres todo, por Ti soy y estoy.

 

Cuando me pregunten que si…

 

¿Ha cambiado Jesús mi vida?.

 

Les responderé sin titubeos:

 

Desde que asumió la naturaleza humana y nació entre nosotros como un pequeño e indefenso niño de Belén, cambió mi vida. Vino a redimirme, vino para hacerme

suya, ha salvarme de la muerte en mis pecados y a darme la vida eterna en la plenitud de ese insondeable amor que me tiene. Él cambió mi vida, yo estaba

en tinieblas y me dio la luz. Cambió mi vida, andaba perdido y Él me mostró el camino. Cambió mi vida, no conocía la verdad y Él me la dijo.

 

Ahora, camino por su senda, sigo sus huellas, me apoyo en su brazo, cuando caigo Él me alza y amorosamente me lleva en su regazo, su voz suena como una

dulce melodía en mis oídos.

 

¿Cómo hizo para cambiarme la vida?. Me alimentó con su carne y con su sangre. Desde que lo recibí por vez primera, me transformó. Por eso afirmo que estás

realmente entre nosotros, te siento, te palpo, te recibo dentro de mi ser:

 

LA PRESENCIA DE JESÚS EN LA EUCARISTÍA.

 

Señor, tanto me amas, que comprendes que soy de barro. Por eso, te has quedado conmigo en esencia y forma, mediante la Eucaristía. El pan y vino transformados

verdaderamente en tu cuerpo y sangre se manifiestan en cada misa, tu inmolación es aclamada y bendecida por los que te recibimos en la Eucaristía. Estoy

de rodillas ante ti, el sacerdote eleva el pan y el cáliz, sé que Tú estás ahí, espero con ansias el momento de recibirte para que entres en mi cuerpo,

en el lugar más íntimo de mi ser. Quiero venerarte, bendecirte, confiarte todos los pensamientos que brotan de este cuerpo que desea albergarte, disfrutar

de Ti. Gracias Jesús, sabes lo frágil que soy, por eso quisiste quedarte en materia, para que yo que soy de barro, te contemple y te palpe, gracias amado,

porque me permites acercarme a la mesa de tus amigos y compartir con ellos la dicha de tenerte entre nosotros mediante la Sagrada Eucaristía.

 

La pena más profunda que mi ser pueda experimentar es ofenderte, es alejarme de Ti a causa del pecado, pero Tú en tu infinita sabiduría comprendes mi aflicción.

Por eso me atrevo a buscarte aún cuando estoy manchado por el pecado y apelo a:

 

LA MISERICORDIA DIVINA.

 

Señor, entristecido por mis bajezas, apelo a tu piedad. Te imploro indulgencia, escucha esta alma que clama el perdón a sus culpas. Sé que tu misericordia

es infinita, cuando las redes de la muerte me envuelven, cuando caigo en tristeza y angustia, invoco tu nombre, Señor, salva mi vida y Tú, siempre amoroso,

me perdonas, me consuelas, vuelves a mostrarme el sendero de la Verdad y la Vida. Una y otra vez te doy muerte con mis pecados, con mi desamor. Una y otra

vez tu Clemencia Divina, rompe las cadenas que me retienen en las tinieblas y me encamina hacia la libertad de tu amor, de tu luz. Gracias Señor por tu

Misericordia Infinita.

 

En un intento por enmendar mis errores, tomo como ejemplo a tu padre putativo, él fue humano como yo, me inspiro en él y digo:

 

SAN JOSÉ.

 

Descendiente de la casa de David, Señor San José, padre de Jesús, hombre justo, custodio de virtudes y castidad, quiero imitarte. Del mismo modo que custodiaste

a Jesús y María, del mismo modo que entregaste la vida al Creador, dando ejemplo de amor y ternura, de castidad y recato, de silencio y humildad. De ese

mismo modo, siguiendo tu ejemplo, quisiera imitarte, ser de Jesús y de María, ser de Dios. Dame tu bendición Santo Varón, enséñame a construir en mi corazón,

un templo digno para albergar las virtudes que me hagan merecer las Gracias Divinas, de Fe, Esperanza y Caridad.

 

También pido a tu amadísima madre:

 

VIRGEN MARÍA.

 

Amada madre, Templo y Sagrario de Dios hecho Hombre. Madre del Creador, tu gracia plena llega hasta nosotros tus hijos, cuando tomamos ejemplo de Ti. El

Señor está en Ti y Tú en ÉL. Las naciones te aclaman, eres Bendita ahora y siempre. Por tu aceptación a la palabra Divina, se hizo la voluntad de Dios

en tu ser, de tu carne y sangre tomó forma el Dios hecho hombre para vivir entre nosotros dejándonos una muestra palpable del infinito amor que nos tiene.

Santa Madre, modelo de todas las virtudes, hazme tu hija, ayúdame a ser humilde, sencilla, eres el lazo entre Dios y nosotros, dulce y tierna Virgen María,

esperanza del pecador, míranos compasiva, lleva hasta tu Hijo nuestros ruegos, pídele la Gracia de su perdón a nuestros pecados. Dile al Señor que le alabo

y Bendigo por haberte nombrado Madre de la humanidad, para consolarnos, para acunarnos en tus maternales brazos y animarnos a seguir siempre a tu Hijo.

Dale también las gracias por haberte permitido quedarte entre nosotros ejerciendo tu protección, manifestándonos tu amor, influenciándonos con ternura

materna a seguir las huellas de Jesús.

 

Amado mío, mi Señor, mi Dios; todo lo manifestado no estaría en mi ser, si Tú no me hubieras dado el soplo divino de:

 

EL ESPÍRITU SANTO.

 

Aquí estás, Dios Trino. Siendo Padre, Hijo y Espíritu Santo. Sin la tercera persona de la Santísima Trinidad, no podría elegir ni discernir. El fuego del

amor de Dios no ardería dentro de mí. Sería incapaz de ver la luz, de escuchar la voz del Amado, de emitir un canto de alabanza. Sin los dones del Espíritu

Santo, nada soy. Sería piedra del camino, fango del pantano, ave sin alas y sin canto. Solamente, envuelta en su llama, agitada por su viento, inflamada

en su amor; puedo "ser". Ser tuya, ser de Dios y para Dios.

 

Gracias por tu Divino Soplo, por él existo y soy única. Gracias por derramar tus Dones sobre mí. Gracias por infundirme en el ser el amor para amarte y

bendecirte, venerarte y glorificarte. Gracias por que todo lo que soy, proviene de Ti. Tú me entregaste tres talentos, solo amándote podré multiplicarlos.

 

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