A MI QUERIDO HIJO GABRIEL

 

I

 

Estás allá... a muchos kilómetros de mí

Pero te siento cerca, espiritualmente aquí.

No sé si será por el cariño inmenso que profesas.

O porque eres sangre de mi sangre, hijo mío.

Esta sangre que generé en ti como un milagro.

Acunándote en ternuras, se hizo plena contigo.

Fuiste un grande desde mi vientre,

cuando solo eras semillita espigando.

Pegadito a mí creciste sano y fuerte.

Pegadito a mí hasta que tus alas extendieron.

Y te hiciste un hombre, en el razonar la vida.

Y te hiciste manso y te hiciste bueno.

Aun tengo nítidos a los viejos recuerdos,

Cuando en aquel lejano sur, llegabas a este mundo.

Bella tierra testigo del milagro, acunó los comienzos.

Nuevo destino que contigo nacía saciando mi esencia.

Sembrando mi aliento de un cariño tan grande.

¡Qué no existe fuerza alguna, capaz de destruirlo!

A partir de aquel día, me elevé en tu custodia.

Y junto a mí, anduviste haciendo frente a la vida.

Esta vida plagada de tropiezos.

De aciertos y desaciertos…

Nivelados con esfuerzos y la fe en este Dios.

Quien me brindó la divina gracia de tenerte.

 

 TU MAMÁ

 

 16 de enero del 2005

 

“A MI QUERIDO HIJO GABRIEL”

 

II

 

Hoy sentí el deseo de escribir estos versos…

Hoy tuve ganas de cantarle a la vida, hablándote.

Seguramente mañana llegará el día.

Ese temido día de la materia muerta.

De la materia nada, de la materia nunca...

Y entonces me creerás perdida, sentirás mi ausencia.

Renegarás de lo que pensamos y no nos dijimos.

Extrañarás imágenes, los modos, las voces...

Todo lo material, serán faltantes.

Para todos los buenos cariños terrenales.

Pero algo habrá quedado de mí, en ti, hijo mío.

Y si aprendes a buscarme de otra forma.

Usando los ojos de tu alma, encontrarás mi alma.

No seré color, ni forma, ni sonido, ni seré perfil.

Pero estaré en lo invisible, muy cerquita de ti.

Como hasta hoy lo hago

con tu apego en mis pensamientos...

Y lograrás tenerme contigo cuando lo decidas.

Orientaré la luz que ilumine tus caminos.

Como íntimo secreto, protegiéndote.

Y cuando por fin me extrañes sólo nómbrame.

Y arrasaré tus penas, trayéndote alivios.

Como lo hace tu padre, desde donde está.

Y bregaremos para que tengas una vejez digna...

Y para que rías mucho y para que tengas hijos.

Y para que seas feliz rodeado de amores buenos.

Y cuando el tiempo se haga cargo de tu imagen.

Se te ablanden los músculos cansados por el trajín…

Puedas disfrutar de tus nietos con inmensa alegría.

Hasta que llegue al inequívoco instante…

En que debas despedirte de tus amores terrenales.

Hasta que llegue el día del definitivo encuentro.

Especial intervalo, como aquel en el que te concebí.

Entonces mi espíritu, se agigantará en etéreos brazos.

¡Tanto como sea posible, para recibirte otra vez!

Y desde entonces y para siempre, estaremos juntos.

Juntos a los otros viejos amores genuinos…

Que desde tiempo esperan nuestra llegada.

Juntos, velaremos por esos otros cariños.

Los que vamos dejando en la vida de esta tierra…

Los que uno a uno, vendrán con nosotros…

¡Algún día y por toda la eternidad!...

 

 TU MAMÁ

 

 16 de enero del 2005

 

Autora: Clara Sofía Santana Miranda. Paraná, Entre Ríos, Argentina.

clarasofiasant@hotmail.com

 

 

 

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