ALMOHADA
HÚMEDA
Es el mes de febrero, de todas partes se
oyen los comentarios sobre todo lo nuevo que este año anima las fiestas, que
llegan desde otros lugares orquestas y carros adornados, todos hablan del trabajo
que tienen las modistas o en muchos casos las llamadas costureras, y las madres
que desde hace muchos días se dedican a vaciar y revolver los viejos baúles,
aquellos que con tanto misterio tienen bien cerrados. Sobre todo aquel tan
grandote donde dicen que están los trajes antiguos de las abuelas.
De allí fue que mamá sacó aquellos retazos
de terciopelo y el otro de encaje que decían era del vestido de novia de la tía
Paquita; con esos materiales mamá la había ayudado a coser el traje de la
muñeca para el concurso de la escuela.
¡Qué lindo había quedado! era su muñeca la
mas linda, no era la mas rica, no era con rostro de porcelana, pero fue la que
obtuvo el primer premio, porque el traje fue el más lindo e ingenioso, ya que
nada de lo que llevaba venía directamente de la tienda.
Es que en casa de Martita no tenían
dinero, ellos no vivían en una gran casa, no tenían muchas cosas de esas que
según dicen tiene la gente rica.
Pero mamá decía que el amor, el trabajo y
la salud que Dios nos regala todos los días es suficiente.
Por eso ella con su mamá habían cocido con
esmero el vestido de aquella muñeca de carita de cartón y pelo algo aplastado.
Le pusieron una gran mantilla, y ¡hasta la
ropita interior llevaba puntillas!
Pero ahora eran vacaciones, y la algarabía
de todos se notaba a cada paso.
Las más sonrientes eran las más grandes
esas que ya no querían subir a los árboles ni gustaban de jugar a la mancha ni
a la rayuela...
Martita no entendía por que eran ahora tan
aburridas y se callaban lo que hablaban cuando ella se acercaba.
Finalmente llegó el día y todos fueron a
la ciudad que quedaba a veinte Km. de la villa donde vivían.
Era la noche fantástica del inicio de las
fiestas de carnaval.
Martita con sus padres miraba el desfile
inicial, los carros alegóricos, tantas luces, la gente era otra, parecía que
pertenecía a otro mundo, aquellos cabezudos, que se arrimaban a las personas
algunos con caras muy feas y otros no tanto pero tenían aquella cabeza tan
grande que al acercarse Martita se ocultó detrás de su madre...
Que suerte que ella regresaba a casa con
sus padres, mientras sus hermanas y primas quedaban en la ciudad...
Regresó contenta, tenía una bolsa de
papelitos de colores y varios paquetes de serpentinas...mañana jugaría...
El ruido fue muy fuerte, era una
avalancha, las puertas se abrieron de golpe, el Marqués , las colombinas , el
Pierrot, aquel payaso con cara triste se reía sin dientes, los cabezudos
saltaban y gritaban, el demonio vestido de rojo con la cola y el tridente la
perseguían, todos querían llevarla, sonaban pitos y matracas diciendo: "¡a
ella!" ¡Venían a buscarla! Ella corre...se esconde detrás de los muebles,
debajo de la mesa grandota del comedor principal, allí donde nadie entra...pero
ellos si pueden hacerlo, ninguna puerta les detiene, solo le queda el gran baúl
¡pero tiene candado! Llora, grita pero el marqués hace que sus gritos no se
oigan, grita mas fuerte y las colombinas hacen mas ruido con sus matracas y el
payaso feo se ríe con su boca pintada de rojo y blanco y su boca es un pozo
negro y oscuro que quiere tragarla...llora, llora mucho, ya no tiene
salida...todos la rodean...se hace pequeñita y se aprieta contra su
almohada...siente una mano sobre su cabello, está perdida...mas, desde lejos
pero muy cerquita oye la dulce voz de su mamá y siente en su espalda la mano
fuerte de su padre...tiene miedo de retirar la carita de la almohada: la voz de
su madre es dulce y los brazos de su padre son una gran cuna de roble, las
palabras de su madre la mecen y junto a ellos suspira y encuentra el sueño
feliz entre sus padres en la gran cama...su almohada está seca ,suave y blanda
como un plumón...
Autora: Marie Díaz.
Montevideo, Uruguay.