ADIÓS MIMÍ
Aunque vivía enfrente de mi casa, en
realidad la conocí en la escuela primaria, por no sé qué razón en realidad eran
dos escuelas una de niñas y la otra de niños, cuyos patios estaban separados
por una alambrada. Recuerdo que un día nos quedamos mirando uno al otro, ¿amor
a primera vista?, es mi vecina me dije, a menudo charlábamos durante el recreo,
la absurda idea de separar a los infantes por sexos en diferentes planteles no
fue un obstáculo para comunicarnos.
Muchos años pasaron desde ése día, sólo
recuerdo que la observaba, pero no como a otras vecinas, sino con un interés
muy especial, que me hizo darme cuenta de su evolución, de que se había
convertido en una señorita alegre, extrovertida, de voz fuerte y “llenita”,
seguramente cruzábamos miradas y sonrisas, y ¿porque no? un saludo verbal.
Pasaron los años., yo era un estudiante
de medicina, ella una flamante secretaria, iniciando su primer trabajo.
En la calle en donde vivíamos había
muchos jóvenes de edades similares, llenos de algarabía y de ganas de vivir.
En diciembre las posadas eran un magnífico motivo para convivir,
una organización perfecta, elegir la noche, asignar el trabajo a efectuar,
reunir dinero, colgar adornos en la calle, comprar las piñatas, la fruta para
llenarlas, los refrescos, las velitas, los libros de la letanía, avisar a todos
los vecinos, cerrar la calle en sus dos extremos, ¡todo listo! La procesión con
los peregrinos, los cánticos, esperar el turno para que con los ojos vendados
pudiéramos pegarle a la piñata, pero sobre todo cerciorarse de que el vecino
que prestaba el tocadiscos tuviera todo a punto para iniciar el baile, ¡que
suerte! Bailar con Mimí.
Bendita juventud, cuando, por razones
emocionales y hormonales, uno decide que el hombre debe tener una pareja, así
es que yo escogí a Mimí, iniciábamos así un noviazgo, muchos días felices
siguieron a ésa determinación, cuántos pequeños y grandes detalles, en una
relación que fue creciendo, , esperaba con ansia después de haber estudiado por
algunas horas en la tarde la hora en que ella llegaba de trabajar y salía a
comprar el pan, por supuesto yo tomé la tarea de también comprar el pan para mi
familia, aunque la panadería estaba en la esquina, el camino siempre era más
largo, tomados de la mano y caminando lentamente todo era placentero.
Poco a poco conocí a los integrantes de
su numerosa familia, , que en el mes de diciembre organizaba una reunión en un
día de campo, , siempre me sentí bienvenido por todos ellos, que
incondicionalmente apoyaron nuestro noviazgo, recuerdo la invitación que su
hermana y su cuñado nos hicieron para ir a bailar, para mí la primera vez que
asistía a un centro nocturno, tomar una copa y en ése ambiente tan especial, a
media luz y con música en vivo tener a Mimí en mis brazos y bailar de
cachetito, dulce y sensualmente.
¡Cuantas experiencias vividas!, todas
ellas inolvidables, unidos por un creciente amor asistíamos como era la moda en
los años 60 a los cafés
“Existencialistas”, de nombres
estrambóticos como “El coyote flaco”, “ La rana sabia”, etc., en donde los
jóvenes se reunían siguiendo la corriente filosófica de moda, el
existencialismo, para leer o discutir de política o de profundos temas, leer
poesía, o charlar, vistiendo de acuerdo a la época y portando el cabello largo,
dejándose crecer la barba, en fin cuanto significara romper con las costumbres
tradicionales y liberar el espíritu, por supuesto Mimí y yo tomados de la mano,
saboreábamos el café instantáneo, que ella batía con la cuchara en un singular
estilo, nunca he vuelto a disfrutar tanto una taza de café.
¡A cuantos conciertos asistimos!, Ella
aprendió conmigo a conocer y disfrutar las obras de los autores clásicos y
modernos, acudimos a todos los recintos universitarios en donde había
actividades musicales los fines de semana.
Una novia es algo único, y se acercaba
el 14 de febrero, un grupo de amigos decidimos llevar serenata a nuestras
novias, nos pusimos de acuerdo, contratamos a un trío e hicimos la ruta, yo fui
uno de los últimos, que sensación tan sobrecogedora, cantar al pie de su
ventana y ver cuando recorrió la cortina y me envió un beso, la única vez en mi
vida que HE llevado serenata.
Por supuesto que ir al cine no podía
faltar, juntos vimos las películas del momento, del cine francés e italiano que
estaban en cartelera, disfrutando la actuación de Marcelo Mastroniani, Edith
Piaff, Sofía Loren, Claudia Cardinale, etc.
El amor siguió creciendo, pero también
el deseo, muchas noches llenas de amor y ternura, mezclada con una creciente
atracción física, la lucha entre la moral, la religión aprendidas en casa, y la
ardiente realidad, aunado a la responsabilidad de terminar mi carrera
provocaron una crisis existencial que terminó en uno de los momentos mas
tristes de mi vida, el rompimiento, ella me devolvió mi medalla que por tantos
meses había llevado en su cuello, que tomé en mi mano y no se como perdí en la
carrera que pegué sollozando, y llorando como cuando se arranca parte de la
vida.
Muchos años pasaron sin que volviéramos
a tener comunicación directa, sin embargo, ella se enteró de mi primer
desprendimiento de retina, de los largos meses que estuve hospitalizado, nunca
se atrevió a llamarme, pero me envió un sobre con un artículo de un periódico
que hablaba sobre transplantes de retina.
La vida siguió dando vueltas, cada quien
siguió su camino, pero el paso del tiempo no fue obstáculo para buscarla y
reestablecer comunicación con Mimí, así me enteré de que había tenido una
pareja, de que su relación había fracasado pero le había dejado como fruto un
hijo, y que como siempre ella trabajaba y era autosuficiente, al despedirse de
una llamada telefónica me dijo “vivo sola y dejo la puerta abierta”.
Una noche, en una crisis existencial le
llamé por teléfono y le pregunté ¿puedo ir a visitarte?, ella contestó
afirmativamente, ésa noche fue la noche que tantas veces los dos habíamos
deseado...
El desayuno la mañana siguiente en VIPS
fue inolvidable
, como lo son las lunas de miel.
Procuramos en los años siguientes
llamarnos de vez en cuando yo en su cumpleaños y ella en el mío, quizá en
navidad, o a fin de año para recordar las reuniones que su familia solía hacer.
Poco a poco supe de la muerte de sus
padres, posteriormente de la mayor parte de sus hermanos, de cómo su hijo fue
creciendo, de su relación con él, de que se había jubilado, de que vivía con
una hermana modestamente, de que se ayudaba dando clases de costura y
manualidades., y del cariño y apoyo que le brindaban sus sobrinos.
Supe que era diabética y poco a poco a
lo largo de los años de cómo fue avanzando su enfermedad, de su dieta, de su
operación de catarata, de los medicamentos que tomaba.
Decidí éste año llamarle con más
frecuencia, porque sabía que su fin estaba cerca, en la llamada de hace dos
meses, su voz cansada reflejaba el paso de los años y lo avanzado de su
enfermedad, ahora tenía una diálisis peritoneal, y aunque ella, invariablemente
me decía que estaba bien, yo sabía que no era cierto, lo cuál me dejó un
sentimiento de preocupación y de tristeza.
Durante éstas semanas ella recurrió a mi
mente en varias ocasiones, una cirugía y la recuperación me hicieron no
llamarle, pero ayer no quise posponerlo más, me contestó su hermana y me dijo:
“tengo una mala noticia que darte, ella murió dos días después de que la
llamaste”. A pesar de que yo ya lo esperaba se me hizo nudo la garganta y se me
vinieron las lágrimas a los ojos.
Por lo menos le había llamado
últimamente, una de ésas veces le dije que nunca había dejado de quererla, lo
cuál la sorprendió, pero seguramente le dio gusto escuchar.
Adiós Mimí, no sabes cuánto significaste
en mi vida.
Autor: Bulmaro Landa Quezada.
Tlalnepantla, Estado de México, México.