ADIÓS A LENIN

 

La Casa de la Cultura de Cancún, como parte del Ciclo: “Cine Europeo, Clásicos y Modernos”, de Cinefilia, que coordina Rafael Fernández Pineda, presentó este lunes 20 de agosto, a las 20.00 horas, en su Auditorio la película “Adiós a Lenin” filmada en Alemania 2003.

Ficha técnica:

Director: Wolfgang Becker

Guión: Wolfgang Becker, Bernd Lichtenberg

Actores: Daniel Brühl, Katrin Saß, Chulpan Khamatova, Maria Simon, Florian Lukas, Alexander Beyer

Producción: Stefan Arndt, Katja De Bock

Música Original: Yann Tiersen

Fotografía: Martín Kukula

Edición: Peter R. Adam

Sinopsis:

Octubre de 1989 no era el mejor momento para entrar en coma en Alemania Oriental y eso es lo que le ocurre a la madre de Alex (Daniel Brühl), una mujer orgullosa de sus ideas socialistas. Alex se ve envuelto en una complicada situación cuando su madre despierta de repente ocho meses después. Ninguna otra cosa podría afectar tanto a su madre como la caída del Muro de Berlín y el triunfo del capitalismo en su amada Alemania Oriental. Para salvar a su madre, Alex convierte el departamento familiar en una isla anclada en el pasado, una especie de museo del socialismo en el que su madre vive cómodamente creyendo que nada ha cambiado. Lo que empieza como una pequeña mentira piadosa se convierte en un gran enredo cuando la hermana de Alex y algunos vecinos se unen a la farsa para que la madre de Alex siga creyendo que al final ¡Lenin venció!

Comentario:

Para el director Wolfgang Becker, la unificación de Alemania era algo muy importante, él mismo nos dice sus motivos para hacer esta película:

“Me fascinaba la idea de un hijo que intenta salvar la vida de su madre, que intenta mantener a raya a la muerte con una mentira sobre una Alemania Oriental que ya no existe en la que quiere que su madre crea. Poco a poco él mismo se va enredando en esa mentira. Esto es algo universal y puede aislarse de ese período específico del pasado que narra la historia de Alemania Oriental: la caída del Muro de Berlín y la reunificación. Me apasionaba la perspectiva de combinar ambos aspectos y tratar un capítulo tan importante de la historia de Alemania, o al menos introducirlo como telón de fondo. Eso es lo que hace que este tema sea tan extraordinario”.

“Mi objetivo era que los espectadores creyeran en el personaje de Alex (Daniel Brühl), el cual logra que en el preciso momento en el que podría tomar decisiones concretas que le harían avanzar en su propia vida – acaba de enamorarse, se le presentan muchas opciones entre las que elegir, todo ha cambiado, es un inesperado verano de cambios – de repente decide seguir otro camino, hacia atrás, para reconstruir lo que todo el mundo está dejando atrás. Cristhiané, la madre de Alex, yo no la definiría como una socialista radical, sino como una madre que sufre el típico síndrome de ayudar a los demás. Es tan sólo una mujer que disfruta enormemente ayudando a los demás y que incluso siente la obligación de hacerlo. Así que simplemente lo hace. Es una mujer que vive en un país en el que no hay otra alternativa, no puede ir a ningún otro sitio”.

¡Adiós a Lenin! es un brillante ejercicio cinematográfico, Oda a la relación hijo-madre, con el que Wolfgang Becker logra un conmovedor recuento del pasado confrontado con un presente globalizado, que a todas luces se agolpa en cada rincón de la vida diaria con omnipresente presencia, en incontenible acometida de un mundo en constante e irrefrenable cambio. También es una encantadora y fascinante tragicomedia en torno a los usos y costumbres germánicas de la era del bloque comunista, reconstruidas con precisión por el realizador.

Con singular maestría Becker utiliza viejas películas y documentales de la Alemania socialista y las inserta para lograr efectos singulares, él mismo comenta: “Ya sabes lo fácil y rápido que es manipular las cosas con imágenes y un comentario ligeramente diferente. Esto me hace dudar de la veracidad de las imágenes en su contexto original y de cuánta verdad contiene las películas”. También se empeñó en ser respetuoso: “…por lo mismo no quería que ¡Adiós, Lenin! fuera una burla. Todo el mundo tiene opiniones diferentes sobre lo lejos que puede llegar una comedia, en el mejor sentido de la palabra, y sobre el punto en el que se convierte en una payasada y una tontería”.

 

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