ENTRE ACTO

SOBRE UN AUTOR QUE NO

QUISO SER PERSONAJE

RELATO EN TRES ACTOS

CON TÍTULOS DIFERENTES

ESCENA PRELIMINAR: ESCENARIO A OSCURAS. AL EXTREMO IZQUIERDO, UN ESTRADO ILUMINADO. EN ÉL, UN HOMBRE DE FACCIONES Y VESTIDO COMUNES HASTA LA VULGARIDAD, SE DIRIGE AL PÚBLICO:

Multipersonaje (en lo sucesivo, Multi). Como ustedes podrán darse cuenta, soy un personaje indefinido. Ello se debe a que seré varios personajes en el curso de esta pieza. El relato que sigue no quedará en manos y boca de quien hasta ahora ha narrado los acontecimientos ocurridos en Chivela, Oaxaca, en 1948, durante la construcción de la Carretera Transístmica. David Serrano Urióstegui estaría imposibilitado de hallarse en los lugares y ante los acontecimientos que componen el Entreacto, pero tampoco esta pieza podría formar parte de la narración a él encomendada por la vida y su situación en la apertura de esa vía de comunicación.

Sí, soy un invento de un autor que se negó a ser figura protagónica, pero no pudo borrar su participación en las acciones materia de la novela que ustedes, espectadores vivientes, tienen en sus manos. El autor que no quiso ser personaje, declaró: "No es verdad que yo sea protagonista de los sucesos que es necesario relatar; que no me eleven a la magnitud de Chayo, Pablo, Picado, Rubén, Chicle y los centenares de hombres –verdaderos hombres— que arriesgaron sus vidas, y algunos las perdieron, en una epopeya de acción solidaria con los excluidos y una ruda batalla de los explotados frente a un sistema y sus manifestaciones concretas en esa carretera. ¿Qué valgo yo frente a ellos?"

Pero la renuencia de un tal autor no suprimiría lo ya acontecido. Pudo encomendar a uno u otro personaje la narración, sin tomar para sí la tarea, pero eso nos llevaría a tremenda confusión. ¿Quién relataría como testigo de acontecimientos en los que no podía estar presente, por realizarse en momentos en que era frecuente el secreto y hasta la clandestinidad en lugares accidentalmente dispersos? Ante esa dificultad técnica, prefirió andar un camino que ya otros autores han caminado con éxito: inventó un personaje irreal por conjuntar varios personajes reales, esto es, un multipersonaje.

Soy ese multipersonaje y comenzaré la historia...

PRIMER ACTO

EL VIAJE DE JUAN

ESCENA PRIMERA. LUGAR: EXPLANADA ANTE UNA GRAN MALLA DE ALAMBRE, A CUYO CENTRO SE ENCUENTRA UNA GRAN REJA. AL LADO DE ÉSTA, UNA CASETA. EN LA PARTE SUPERIOR UN GRAN LETRERO QUE DICE "OPSA". DEL LADO IZQUIERDO DE LA EXPLANADA, UN PORTAL TRADICIONAL

PERSONAJES: MULTI, GERARDO, VIGILANTE, SEBASTIÁN

Multi. Un mediodía del mes de junio, Gerardo, el remiso autor, llegó a Salina Cruz, Oaxaca, punto terminal de la Carretera Transístmica, tras un largo y azaroso viaje.

Gerardo (quitándose un arrugado saco y doblándolo sobre su brazo; lanza un suspiro al situarse frente a la gran alambrada). ¡Por fin! Tenía razón el maquinista: a medio kilómetro de la estación. Ahora, a buscar a Sebastián o a Herón. Primero intentaré con Sebastián, ya que estoy a las puertas de la OPSA, y él es de los viejos trabajadores del puerto que ahora laboran en el dique seco.

Multi. Eran las horas del sol abrasador, 34 grados a la sombra. Terminaban tres y pico de jornadas extenuantes, a partir de Coatzacoalcos. No por lo prolongado del viaje, sino debido a la importancia de las tareas y a la carencia de medios. No hubo en el partido ni entre los grupos de trabajadores el dinero para comprar el pasaje en tren y tuvo que hacerle a la tradición yanqui del tramp, viajando de polizón en, por lo menos, cuatro convoyes que transportaban maquinaria para la OPSA. Primero de Coatzacoalcos a Minatitlán; de Mina a Acayucan; de allí a Jesús Carranza; luego hasta Matías Romero y Chivela, para continuar a Tehuantepec y después a Salina. Y en todos los lugares buscar a los compañeros del partido o del movimiento, para coordinar las acciones de los camineros en toda la extensión de la carretera. En todos esos lugares había barruntos de organización, pues la indignación era mucha y había disposición a enfrentar la infame situación creada por los capataces de la empresa y sus apoyos militares. Lo importante era dar a conocer la magnitud del movimiento que se preparaba en el centro principal, ubicado en Chivela, y garantizar la solidaridad de otras divisiones. Había que hacer eso de manera casi clandestina, sobre todo por el momento que cursaba la lucha, después de la formación del "Sindicato de Trabajadores de la Carretera Transístmica, División Chivela".

Gerardo (aproximándose a la caseta de vigilancia). Perdone, busco al jefe de movimientos de patio, el señor Sebastián Arce. ¿Podría hacer el favor de llamarlo?

El vigilante (mirándolo de arriba a abajo y percibiendo su desaliño, resultado del viaje). ¿Busca trabajo?

Gerardo. No, le traigo un mensaje de su familia, de aquí cerca, de Jalapa del Marqués.

El vigilante. (Que, a juzgar por su actitud, parecía saber que Sebastián era originario de Jalapa del Marqués, aunque con una residencia prolongada en Salina Cruz). ¿Es muy urgente? Porque acaba de entrar el segundo turno y él va llegando.

Gerardo. Pues sí, es urgente. Es un recado de su mamá.

El vigilante. Lo llamaré por radio.

Multi. Esas palabras ("Jalapa del Marqués" y "recado de su mamá") eran la clave para que Sebastián acudiera al llamado. Y, en efecto, un viejo obrero, huesudo, moreno, de estatura similar a la de Gerardo, pero con una barba entrecana, crecida de varios días, se apareció ante la puerta de entrada. Era Sebastián Arce, sindicalista curtido en las luchas obreras desde la época en que la CROM era la central obrera principal, quien aparecía ante la puerta principal.

El vigilante. Este muchacho lo busca don Sebastián.

Sebastián. ¿Para qué soy bueno?

Gerardo. Le traigo un recado de su mamá Cholita... Me encargó...

Sebastián (que de reojo vio que el vigilante los observaba con atención mientras cruzaban las primeras palabras). Voy a salir, don Jesús; ha de ser algo importante, pues la madre nunca gasta tiempo y dinero, si no le urge...

El vigilante. ¿Quiere que reporte su salida?, o va a tardar poco.

Sebastián. No más hablo con este hombre sabré si debo salir por largo tiempo o el encargo es fácil.

Multi. Un sonido metálico de la cadena que ataba la gran reja y un rechinido de ésta al abrirse a impulso del vigilante, situó a Sebastián al lado de Gerardo. El viejo tomó del brazo al mensajero y lo condujo hasta el portal situado enfrente de la reja de la OPSA.

Sebastián. Siquiera aquí, a la sombrita, hace menos calor. ¿De dónde vienes?

Gerardo. De Jalapa del Marqués.

Sebastián. Esa es la clave; ya no hace falta.

Gerardo. Sólo porque quiero que esté bien seguro. Vengo de Coatzacoalcos, Minatitlán, Jáltipan, Acayucan, Jesús Carranza, Matías Romero, Ixtepec, La Ventosa y Tehuantepec.

Sebastián. ¡Te la echaste larga! ¿En todos esos lugares hiciste estación?

Gerardo. Sólo en los campamentos principales. En otros lugares, hacía los contactos mientras el tren descargaba, que tratándose de maquinaria se lleva buen tiempo. Pero estación, lo que se dice estación, sólo en Minatitlán, Jesús Carranza, Matías Romero y La Ventosa. Ahora vengo directamente de Tehuantepec: llegué anoche y me embarqué hoy en la mañana; ahí perdí tiempo porque no podía encontrar a nadie, hasta que una fondera me llevó con los compañeros, pero tuve que pagarle una noche de comisión... Así y todo, me llevé cuatro días con hoy.

Sebastián. ¿Quién te comisionó?

Gerardo. El Comité Regional del Sur de Veracruz y el Comité Estatal del Partido Comunista en Oaxaca y el Comité Organizador de la Alianza de Obreros y Campesinos, del que soy secretario. Bueno... y el Comité Ejecutivo del Sindicato en Chivela.

Sebastián. Ese es el mero principal. ¿Y entre todos esos no me enviaron nada a mí, para identificarte?

Gerardo (sacó varias hojas impresas de debajo de su camisa). Estos periódicos: dijeron que era suficiente.

Sebastián. Ejemplares de cuatro números distintos de La Voz de México. Cómo se ve que no los venden, pero sí les sirven de correo. Los sudaste bastante; ya no se podrán leer.

Gerardo. ¡Imagínese, cuatro días de polizón en trenes de carga! Son números viejos, antes de que me nombraran como jefe de redacción. Por eso mi nombre no aparece. Yo sólo he editado dos números desde el Congreso de diciembre.

Sebastián. ¡Ah sí! Ya nos había dicho David que estaba aquí, trabajando en las tareas del partido, el jefe de redacción de La Voz de México. De modo que eres tú. Pero así como llegaste, ni quien te lo creyera. Y yo aquí, tuteándote y tratándote como si fueras cualquier mandadero.

Gerardo. Mejor, porque así entro en confianza contigo y los demás compañeros. Para que no te sientas, te tutearé también. Lo que sí quisiera asegurar sería una reunión de los miembros del partido para hoy en la noche. Tengo información importante que dar.

Sebastián. Pero antes que nada, necesitas bañarte, comer algo y cambiarte con ropa que te busquemos, porque vienes cochinísimo y así pierdes autoridad. Además, tienes que dormir, después de tres noches en vela, una de desgaste, y siempre como vil carga. Espérame unos minutos: voy a reportar mi salida, al fin que no hay mucho trabajo, y así mi suplente hará algo.

Multi (que todo el tiempo se ha mantenido al margen, ya fuera recargado en un pilar del portal, o sentado en una banca de cemento, a la sombra, mientras dibujaba figuras en la arena, con una vara desprendida del árbol situado ante la reja). La espera no fue larga, pero cuando Sebastián regresó, halló a Gerardo sentado en el piso del portal, recargado en la pared y ya dormido. Sin despertarlo todavía del todo, el viejo líder lo condujo a su casa, en ese momento sola, pues su mujer, Magdalena, bordaba trajes típicos en una factoría local.

ESCENA SEGUNDA. LUGAR: SALÓN DE SESIONES DEL SINDICATO DE ALBAÑILES DE SALINA CRUZ. ÉPOCA: EL MISMO DÍA, YA ANOCHECIDO.

PERSONAJES: EL MULTI, SEBASTIÁN, HERÓN, TRES ALBAÑILES, CINCO TRABAJADORES DE OPSA.

Multi (desde el estrado). Apenas pasaban de las ocho de la noche cuando comenzó la reunión. Se trataba de aquella solicitada por Gerardo. Concurrían cuatro albañiles, dirigentes, del Sindicato y cinco trabajadores de OPSA, dos de ellos, Sebastián y otro más, miembros del Comité Ejecutivo del Sindicato del Dique Seco. No eran muchos, pero sí la totalidad de los miembros del Partido Comunista en Salina Cruz. Todos hombres maduros, tomaron asiento en las bancas, sin ocupar el estrado. Sebastián y Gerardo se situaron ante ellos en una banca volteada exprofeso, como si fuera presidencia. Sebastián, responsable del partido en la ciudad, abrió la sesión.

Sebastián. Compañeros: los he convocado a esta reunión extraordinaria, porque se encuentra entre nosotros el camarada Gerardo Unzueta, quien actualmente colabora con el Comité Estatal del partido en Oaxaca y lo auxilia en las tareas de organización de los trabajadores de la carretera y de una nueva central que se llama Alianza de Obreros y Campesinos. Le doy la palabra al compañero.

Multi. Gerardo hizo una detallada exposición de las acciones realizadas para la organización del Sindicato de la División Chivela, hasta su constitución dos semanas atrás. Puso el acento en la consistencia y la fuerza que el movimiento ha alcanzado en esa División y en la autoridad de sus dirigentes para conducir con unidad la organización. Entonces abordó lo que, en realidad, era el objetivo de su viaje.

Gerardo. Desde antes de constituir la organización, el camarada Graciano G. Benítez, a quien ustedes conocen bien, y yo hicimos una jira por los diferentes centros de la carretera, especialmente los del estado de Veracruz. En esa primera visita, principalmente nos apoyamos en los organismos y los contactos del partido y la respuesta fue muy buena. Pero ya formado el Sindicato en Chivela y electos sus dirigentes, la situación es distinta, porque ahora aquél tiene que pelear su contratación con la empresa. Hay un contrato de esos que llaman "de protección", firmado por Francisco Pérez Ríos, como secretario general del Sindicato de Electricistas Federales, que ha servido a La Constructora para actuar a sus anchas: despedir gente, cambiarla de lugar de trabajo, mantener bajos salarios, desconocer los accidentes de trabajo y, desde luego, impedir la organización sindical. Creemos que hay buenas condiciones para consolidar ese sindicato y...

Herón Rodríguez (que hacía largo rato que se había puesto de pie y caminaba de un lado a otro por el salón, sin perder una sola palabra del informe). ¿En qué se basan o te basas para decir que hay buenas condiciones para consolidar ese sindicato? Nosotros ya sabíamos de la situación existente en Chivela, en general en la carretera, y conocimos los primeros pasos que se dieron, pero también sabemos que la empresa es de gente del gobierno. Roberto Amorós, el oficial mayor de la Presidencia de la República, es quien maneja la compañía; es el hombre de los negocios sucios y allí tiene buena parte del capital metido hasta el propio presidente. Han traído a un técnico famoso para encabezar la empresa, pero ese ingeniero de puentes y puertos era ya un jefazo en el gobierno de Mussolini y después en el de Francisco Franco, cuando Italia se rindió en la guerra. Ese señor, Carlo Orianini, es un fascista. Y al frente de las operaciones de construcción han puesto, precisamente en Chivela, a un torturador sanguinario, el tal Truffani. Quiero saber si ustedes conocen todo eso y si después de saberlo creen que hay buenas condiciones para consolidar el sindicato.

Multi. Parecía que ese era un momento que Gerardo tenía previsto. Y entró a hacer un relato lleno de entusiasmo, que parecía haber aprendido bien. Sus palabras también encendieron a todos los presentes, cuya animación se expresaba en comentarios cada vez que él hacia una pausa. El único que permanecía imperturbable era el viejo Herón, secretario general del sindicato de albañiles. Gerardo ya acalorado, después de haberse desprendido de la chamarra y la gorra que le había prestado Sebastián, descubrió un acontecimiento ante sus camaradas: lo más importante ahora, que está presente en todas partes y también aquí en Oaxaca, es la firma del pacto de solidaridad y ayuda mutua firmado por los sindicatos nacionales de industria: ferrocarrileros, petroleros y minero-metalúrgicos. Bajo ese signo, han comenzado a triunfar huelgas y varios sindicatos se han salido de la CTM; con ellos y con campesinos de regiones como El Yaqui, la Comarca Lagunera y otros lugares, se ha formado la Alianza de Obreros y Campesinos. Ya no se puede hablar del dominio de los cinco lobitos en el movimiento obrero.

Gerardo (tras una pausa que le sirvió para dar mayor fuerza a sus palabras). Se trata de que estamos emprendiendo la reconstrucción del movimiento obrero. Ese es el marco en que vamos a actuar. Ante la ofensiva que desde el gobierno se emprende para hacer perder el valor de los salarios, comienzan a darse luchas como las de los ferrocarrileros del sud-pacífico precisamente en defensa de los salarios y de los puestos de trabajo. Las luchas obreras hoy tienen un nuevo valor. Ya en los días de la formación del sindicato de Chivela, nos visitaron mineros de Los Tejocotes y ferrocarrileros de Matías Romero, para asegurarnos su solidaridad. Bueno... esto es lo que nos lleva a considerar que hay buenas condiciones para consolidar ese sindicato.

Multi. Las exclamaciones al finalizar la explicación de Gerardo fueron de entusiasmo. Todos los asistentes quisieron estrechar su mano. Sólo el viejo dirigente de albañiles mostraba falta de convencimiento y con la cachaza del líder experimentado lo dijo.

Herón. Puede ser que sí. Lo hemos oído ya otras veces. Pero lo que has dicho sí entusiasma y sí convence. Pero antes de que pasemos a otra cosa, sabemos que eres periodista, que tienes como tres años de antigüedad en el partido, yo tengo doce. Hablas bien, pero quiero saber más ¿quién eres?

Sebastián (que ya mostraba fastidio por el trato que el líder albañil daba al recién llegado, no esperó la respuesta de Gerardo). Yo voy a contestar. Hace casi un mes, Pablo, el hermano del maestro Chayo, y David, nuestro compa soldador, estuvieron en Oaxaca, para discutir con el Comité Estatal del partido sobre la situación en la carretera y el apoyo que podrían darnos el partido y las organizaciones que influye. Los tres convinieron en que necesitamos un cuadro –ya saben ustedes que así llamamos a nuestros camaradas con capacidad y decisión de lucha--, que recorriera la carretera en toda su extensión y coordinara las acciones, estableciera las formas de comunicación entre nosotros, ayudara a tomar decisiones, tuviera conocimientos acerca de la situación en el país y nos apoyara para superar el atraso general. Graciano lo pensó largamente, pero por fin propuso a "un joven periodista que no hace mucho fue nombrado jefe de redacción de La Voz de México". Él, explicó Graciano, decidió venir a Oaxaca conmigo, impresionado por el desarrollo del partido en el estado, aprovechando veinte días de incapacidad que le dieron en el Seguro para no trabajar en El Popular, el periódico de Lombardo. Ya tiene cuatro meses aquí. Lo ha traído de arriba a abajo en los pueblos y regiones; ha visto que se desenvuelve con habilidad y autoridad. No sé, aventuró el mixteco en la conversación con David y Pablo, cuánto vayan a dejárnoslo, porque un día u otro lo regresan a La Voz, si por fin hacen conciencia de que un partido sin periódico es un partido en crisis.

Multi. Sebastián quiso recordar algo más de la información que le había dado David sobre la reunión en Oaxaca, pero lo único que vino a su memoria lo hizo reír.

Sebastián. Resultó algo chistoso: antes de que David y Pablo supieran el nombre del propuesto, conocieron su apodo, Chapulín, por su agilidad para alcanzar los balones por alto en el futbol. Y aquí lo tenemos. Ya se hizo presente con los compañeros de Chivela y los ayudó en la preparación de la asamblea que fundó el sindicato. Ya se echó todo el tramo de Coatzacoalcos a Salina Cruz. Se presentó y comenzó el trabajo de organización con los compañeros de aquel puerto, de Jesús Carranza y de Matías y de pilón, como no queriendo, ayuda a la formación del partido en Chivela. No sé si con estas cartas de recomendación se acaben las desconfianzas de Herón.

Multi. El líder de albañiles asintió y hasta sonrió por la referencia al Chapulín. Pero entonces se produjo un incómodo interrogatorio a Gerardo, que corrió al cargo de Arturo, un soldador de OPSA.

Arturo. ¿Quién te pagó el pasaje?

Gerardo. Vine de polizón con ayuda de los compas rieleros de Coatzacoalcos y después con el apoyo de los de Matías, y así...

Arturo. ¿No te dieron dinero en Coatza o en Mina?

Gerardo. Cinco pesos al salir el tren y cinco en Matías...

Arturo. ¡Te mandaron a morirte de hambre!

Gerardo. No morí y aquí estoy. Pero no hablemos más de mí, ya ustedes saben todo. Ahora acordemos las tareas...

ESCENA TERCERA. LUGAR: LA CASA DE SEBASTIÁN, ESA MISMA NOCHE.

PERSONAJES: MULTI, SEBASTIÁN, MAGDALENA Y GERARDO

Multi. La reunión se prolongó hasta las diez de la noche, no más porque los operadores debían entrar a las ocho de la mañana y los albañiles a las siete. Pero también porque Gerardo intentaba dormir siquiera ocho horas, para reponerse. Todo en falso, pues Sebastián le había preparado una jugarreta de la que no escapó, no tanto porque no pudiera, sino porque no quiso. Servida la cena por Magdalena, su mujer tehuana, el jefe de los movimientos de patio en OPSA sacó, de entre sus papeles apilados sobre una mesita en un rincón del comedorcillo, un pequeño libro, casi un folleto, y lo puso ante el periodista.

Sebastián. ¿Sabes que tu aventura de cuatro días ya fue escrita y publicada? Échale un ojo a este libro.

Multi. Sólo tomarlo y ver las letras de la carátula llenó de entusiasmo a Gerardo; decían Y en la Hora, cuentos. Juan de la Cabada. Comenzaba a hojearlo, pero Sebastián lo detuvo.

Sebastián. Lee el tercer cuento, El Viaje.

Gerardo. Hace poco conocí a Juan en persona. De él ya leí todo lo que cayó en mis manos; esto todavía no. Pero también conozco su militancia; sé que él fundó el partido en mi tierra, Tampico, en la cantina Gambrinus.

Multi. Gerardo abrió el libro donde le exigía Sebastián, mientras éste pedía a su mujer se retirara, y aguardó a que se realizara la lectura. El periodista no tardó más de veinte minutos en recorrer las diez páginas del cuento. Al terminar estaba deslumbrado.

Sebastián. ¿No es tu viaje en 1948 El Viaje de Juan de la Cabada en 1933? ¿No fuiste polizón, como el personaje de Juan, por exigencia del partido? Él recibió tres pesos para sus gastos; tú recibiste cinco. Él se resistió a llevar abundante propaganda porque "es imposible viajar como polizón con un bulto de este porte"; con remordimientos tú, como el enviado del cuento, te negaste a traer el paquetote de periódicos que te querían endilgar y los razonamientos fueron los mismos: clandestinidad y polizonería.

Gerardo. Y si él tuvo que hacer estaciones en Querétaro, San Luis y Saltillo antes de llegar a Monterrey, yo paré en Minatitlán, Jesús Carranza y Matías Romero, también con propósitos obreros. ¡Dos viajes paralelos, con 15 años de diferencia!

Multi. El asombro de Gerardo ya no tuvo límites al relatar Juan lo sucedido cuando su personaje --¿no sería Juan mismo?— fue derrotado por el sueño. La debilidad merecía reproches en los dos casos; en aquél como severa autocrítica; en éste como crítica de Graciano, símbolo de decisión militante para Gerardo, que con su boca chueca y sus dientes chuecos, en el sueño de Gerardo lanzaba el reproche: "Animal, si te dejas vencer por el sueño, te despedaza el tren", o como solícita recomendación, casi paternal: "Chapulín, no te duermas, te puedes matar".

Gerardo (tras un suspiro). Los rieleros no me trataron con insultos o golpes como hace quince años propinaron al enviado del partido, gracias a que Mario H. Hernández, el líder ferroviario de Tierra Blanca, me dio por escrito una recomendación para el personal de los trenes: "traten bien al portador para que cumpla su tarea; él se identificará con un periódico nuestro".

Sebastián (en una reflexión tras el comentario). Tal vez no debe terminar aquí la identidad de tu viaje en 1948 con el del personaje de Juan en 1933. ¿Por qué tú, que le haces a la escritura, no redactas lo que sería un cuento paralelo a El Viaje?

Multi. El retado meditó, al tiempo que aceptaba un catre de tijera que Sebastián le ofrecía para reponer el sueño perdido...

Gerardo. Para eso hay que ser muy chingón. Pero te prometo que lo pensaré.

SEGUNDO ACTO

EL RECLAMO DE JUAN

ESCENA ÚNICA. LUGAR: UNA HABITACIÓN DE LA CASA DE SEBASTIÁN. AL CENTRO UN CAMASTRO "DE TIJERA", EN EL QUE DUERME GERARDO. LA ÚNICA LUZ ES LA DE LA LUNA QUE ENTRA POR UNA VENTANA.

PERSONAJES: MULTI, GERARDO, JUAN DE LA CABADA, SEBASTIÁN, MAGDALENA.

Multi (desde el pódium situado al lado izquierdo del foro). Hace ya una hora que duerme Gerardo. Mas no se puede decir que su sueño sea tranquilo. Con frecuencia se revuelve y musita: Juan, Juan de la Cabada. De improviso se incorpora y sentado en el lecho prorrumpe en un grito, que semeja un llamado.

Gerardo. ¡Juan, Juan de la Cabada!

Multi. Ese llamado está dirigido, realmente, a mí, que debo aceptar desdoblarme en cuantos personajes sea necesario. Pero, Juan de la Cabada... Sin embargo, ya no es necesario; tras mí, percibo una figura: un hombre ligeramente más alto que yo, delgado, encorvado, de tez clara y ojos de un color difícil de precisar con la débil luz lunar. Con muy buen talante, incluso sonriente, se aleja de mí, hacia el periodista que clama por él.

Gerardo (con los ojos negros bien abiertos). Desde luego que es un sueño. Pero tú, no le hace donde te halles, has respondido a mi llamado.

Juan de la Cabada. Más bien al desafío que te lanzó Sebastián. No es mi cuento lo que ahora te trae un ensueño, sino el anhelo de escribir un relato paralelo a El Viaje. Y no es cosa del otro mundo, aunque pocos han acometido la empresa de identificar su vida con una vida ya descrita y hacerla su expresión literaria. Te lo digo desde ahora: tú escribirás mañana o dentro de muchos años el cuento paralelo, porque es tu vida misma.

Gerardo (que ya hizo a un lado la sábana que lo cubría; sus piernas disparejas cuelgan del camastro y sigue con esos ojos muy abiertos los movimientos del escritor). Pero no soy más que un periodista; escribo reportajes, artículos, comentarios; nada trascendente, allí no hay arte. Para hacer el paralelo, se lo dije a Sebastián, hay que ser muy chingón.

Juan (que se ha acercado por detrás a Gerardo y pone una mano huesuda pero elegante sobre su hombro): ¿Pero no entiendes por qué te identificas con mi personaje? Es que tú has hecho de este momento de tu vida una obra de arte: los cuatro días de tramp, incluida tu noche de anoche con la fondera de Tehuantepec, son una obra de arte. Tomas los incidentes de mi personaje y los identificas con los tuyos, porque él, como tú y como yo, estamos en medio de la lucha social por el ascendente progreso libertario de la humanidad, contra toda forma de dictadura. Y allí se produce el arte, como dice el gran Bertoldo.

Gerardo. Sí, pasé hambre y sufrí desvelos, pero no padecí tanto...

Juan (que se ha sentado en el borde de la cama, haciendo que Gerardo voltee su cara y su tronco para verlo). Tu viaje no ha terminado ¡qué sabes tu cuánto vas a padecer o a gozar de aquí en delante! Y te aseguro que prescindirás del "hay que ser muy chingón", para culminar tu obra de arte en este momento de tu vida de luchador social y entrarás, no sé cuándo, pero entrarás, al oficio de escritor que prende la vida, pues para él todo es un viaje, un largo viaje en el que se apresan los momentos más queridos y odiados, pero que permanecen en la memoria como un juego de abalorios. Y uno los identifica y los va mostrando como quiere.

Gerardo (cuyos ojos han recobrado ya su aspecto natural). Sebastián ya adivinó que aquí no debe terminar la identidad entre El Viaje tuyo de 1933 y el mío de 1948, pero no sabemos qué sigue... Tú terminas el cuento con tu salida o la salida de tu personaje de Saltillo a Monterrey...

Juan (sonríe y responde). No, allí no terminó todo; recuerda que advierto: "En Monterrey, durante la huelga de la ASARCO, acababan de apresar a nuestro jefe sindical. Además, de casi todos los dirigentes comunistas del país, quien no estaba en la cárcel había sido deportado a las Islas Marías..." Y nuestro hombre iba, precisamente, a Monterrey, de donde habían expulsado a Valentín Campa, para incorporarse a la lucha sindical de la ASARCO, que por cierto se dio en marzo de 1932 y no en 1933: una errata del periódico que nunca se corrigió.

Gerardo. Lo dejas al lector...

Juan. Con toda intención. El año de 1932 fue un año de gran violencia en el país. Monterrey y Tampico se convirtieron en puntos neurálgicos de la lucha obrera en la industria; el sur de Veracruz sufrió el estado de sitio militar y en todo el estado se produjeron enfrentamientos. En Oluta, los soldados hicieron una gran matanza de campesinos que se negaban a devolver las armas con que combatieron el golpe delahuertista. Nuestro hombre llega a Monterrey precisamente cuando el compañero Eleuterio Farías, dirigente del sindicato, es encarcelado, bajo la acusación de haber participado en una manifestación el 26 de febrero. El gobierno acepta que la empresa declare un paro patronal y los obreros ocupan la empresa, aun cuando la abandonan después del compromiso de la ASARCO de que el paro sólo duraría tres semanas... Pero el objeto del cuento estaba cumplido: el esfuerzo heroico de un militante por aportar a los metalúrgicos el apoyo que el partido había resuelto, y, de paso, impulsar la marcha de los desocupados de San Luis Potosí... Así, yo apresaba el momento más querido que permanecía en mi memoria de aquel periodo trágico de la vida de México, pero también el más odiado: el encarcelamiento de los dirigentes comunistas en el país y su deportación a las Islas Marías; a fines de junio, fueron expulsados hacia ese penal más de 30 líderes del partido, entre ellos Miguel Ángel Velasco, Evelio Vadillo, Rosendo Gómez Lorenzo, José Revueltas. Yo, por mi parte, me había convertido en un asiduo preso del gobierno: así fue en febrero de 1931, junto con Miguel Ángel Velasco, Benjamín Jiménez y otros muchos, y el 1º de mayo de 1932.

Gerardo. ¿Y la huelga de la ASARCO?

Juan. Los metalúrgicos de Monterrey, no sólo en la ASARCO sino también en Fundidora y después en Peñoles, dieron entonces una gran batalla y alcanzaron victorias. Nuestro periódico El Machete reflejó esas luchas en sus páginas, que seguramente merecían su reflejo en una novela, como lo merecen también las acciones en que tú estás participando ahora. Conocí de esas luchas, pero no tuve la vivencia que hubiera sido necesaria a un escritor para expresarlas en una obra literaria...

Gerardo. ¿Eso significa que tú sí viviste las peripecias que relatas en El Viaje, que tú fuiste el protagonista de ese esfuerzo militante?

Juan. Significa que yo pude apropiarme de esas vivencias, que los sufrimientos y la determinación del protagonista fueron míos por sentirlos o por reconstruirlos con imaginación. Para hacértelos sentir a ti, debía sentirlos yo: los zapatazos en los dedos que el garrotero daba al personaje, las angustias del sueño que posponían su llegada a Monterrey, el encierro en una caja de herramientas, la localización de los dirigentes clandestinos en Saltillo... ¿Cuánto de esto es anécdota y cuánto fue imaginario? No importa, lo decisivo es que el cuento, como se cuenta, convenza al lector de su realidad, impresione de verdad al lector. Lo que importa es que la gente que lo lee o lo escucha se apropie, como me apropié yo, de los sufrimientos y satisfacciones del protagonista y valore el esfuerzo de este comunista, que condensa los y las de decenas de militantes, en las difíciles condiciones de las luchas obreras del año treinta y dos.

Gerardo. ¿El personaje fuiste tú?

Juan. Todo personaje que crea o recrea el escritor, uniendo realidad e imaginación, es el escritor mismo. A mí, la literatura me permite caminar sobre el espejo, apenas rizado por las olas tenues del mar campechano. Algún día regresaré allá para rescatar muchas más historias en que viva y haga vivir en mis personajes. Mientras tanto, piensa en todo esto porque has escuchado el llamado de la literatura. Volveré contigo cuando me necesites, ya sea en persona, pues espero vivir todavía muchos años en México, o en un ensueño literario como éste, que será un nuevo reclamo.

Gerardo. ¿Aquí termina nuestra plática?

Juan. Necesitas dormir para continuar tu viaje.

Multi (que permanece en el pódium) La figura del escritor se aleja del espacio iluminado. Quizá se trata, como él decía, de "un fantasma que vuela por las nubes" y que ha acudido al clamor de Gerardo... Pero, un momento, que otras figuras aparecen en la escena...

Sebastián (porta una lámpara de gasolina y con ella alumbra la escena; lo acompaña, tomada de su brazo, Magdalena) ¿Oíste, como yo, la voz de Gerardo discutiendo con otra persona?

Magdalena. Sólo oí la voz de Gerardo, pero sí, como si charlara con alguien, en sueños.

Sebastián (escudriña por toda la habitación). Nadie hay aquí. Tal vez se trata de una pesadilla de Gerardo, ¡después de tanta chamba! Él duerme tranquilo, no lo molestemos. Pero sí es conveniente que mañana lo despiertes a las ocho y no lo dejes salir sin desayunar. Está muy flaco.

TERCER ACTO

LA MUERTE DEL CHAPULÍN

ESCENA PRIMERA: EL PEQUEÑO COMEDOR DE SEBASTIÁN. MAGDALENA HABLA EN VOZ ALTA DESDE LA HABITACIÓN VECINA, DONDE DUERME GERARDO. SON LAS OCHO DE LA MAÑANA.

PERSONAJES: MAGDALENA, GERARDO.

Magdalena. Señor Chapulín, señor Chapulín, levántese que tenemos malas noticias.

Multi (que habla desde el pódium). No fue fácil despertar al periodista, pues tenía mucho sueño acumulado. Pero, según las voces que se escuchan en el comedor, el objetivo fue alcanzado. Magdalena entra al comedor mientras dice palabras dirigidas al huésped.

Magdalena (que camina hacia atrás, entrando al comedor, pero dirigiéndose a la habitación de la que ha salido). Me dio mucha lástima señor Chapulín; yo lo hubiera dejado dormir hasta que usted despertara. Pero, primero que Sebastián me dijo que necesitaba levantarse a las ocho, y, segundo, que hay malas noticias. Mire, allí en el rincón hay un lavamanos y agua en la jarra de abajo. Lávese, aunque no se rasure, Sebastián nunca lo hace, y venga a desayunar; mi hombre así lo ordenó.

Gerardo (sale de la habitación al comedor, todavía poniéndose la camisa, y pregunta desde allí a la mujer). Pero usted me dijo que hay malas noticias. ¿Qué pasa, doña Magda?

Magdalena (desde la cocina). Siéntese, que ya le sirvo un vaso de leche, unos panes de la región y unos huevitos fritos. Ahora mismo le digo, porque Sebastián me ordenó que, pasara lo que pasara, no lo dejara salir en ayunas.

Multi. Gerardo, con el propósito de ahorrar tiempo se sienta, secándose, todavía sin abotonarse la camisa limpia que Magdalena le dejó sobre la cama. Así deja ver su tórax, lleno de angulosidades. La mujer, ya cuarentona, lo observa sin recato y mueve la cabeza.

Magdalena. ¡Pero mire qué flaco está! Así no aguantará mucho; hay que comer. No le diré nada hasta que empiece a desayunar. Aquí está su leche y su pan; ahorita le traigo los huevos y una jícara de pozol.

Gerardo. Doña Magda, por favor..., las noticias.

Magdalena (se sienta en una silla desocupada al lado de la mesilla y remolonea un poco hasta que Gerardo apura el vaso de leche). Hace una hora que llegaron dos obreros de Chivela en el tren carguero. Traen la noticia de que los soldados apresaron a varios dirigentes del sindicato y los encerraron en el cuartel de Matías Romero. Apenas se supo aquí, los líderes de los albañiles llamaron a la gente para tomar decisiones; Sebastián comenzó a llamar a los del segundo turno, para ver qué se hace. Me mandó decir Sebastián que lo despertara, pero que no se apurara mucho, porque la junta será a las nueve.

Multi. Gerardo ya no comió; devoró lo que Magdalena le ponía enfrente. Mientras se atragantaba, repetía unas frases que la mujer no entendió: "Tienes que llegar a Monterrey pronto, ¡lo más pronto!". Eran las palabras que decía el protagonista de El Viaje al conocer de la aprehensión de Eleuterio Farías, en Monterrey. Apenas diez minutos después de haberse sentado, Gerardo se puso en pie, tomó su maletín y salió corriendo.

Gerardo. Gracias doña Magda; voy al salón de los albañiles y salgo para Chivela. Tengo que llegar pronto, ¡lo más pronto!

SEGUNDA ESCENA. LUGAR, UNA PEQUEÑA EXPLANADA ANTE UNA GRAN PUERTA EN CUYA PARTE SUPERIOR DICE "SINDICATO DE TRABAJADORES DE LA CONSTRUCCIÓN DE SALINA CRUZ, OAX." AL LADO DE LA EXPLANADA HAY UN CAMIÓN DE REDILAS ESTACIONADO.

PERSONAJES: MULTI, GERARDO, SEBASTIÁN, HERÓN, EL CHOFER Y UNAS CUARENTA PERSONAS EN ROPAS DE TRABAJO. HERÓN HABLA DESDE UN PEQUEÑO TABLADO.

Multi. Gerardo llega corriendo a la explanada y busca con la vista a Sebastián. La potente voz ronca de Herón llena todo el ambiente. Sebastián sale al encuentro de Gerardo y habla con él un poco aparte del conjunto que escucha al orador.

Sebastián. ¡Qué bueno que pudiste levantarte! En el tren carguero de la mañana llegaron dos compañeros de Chivela con la noticia de que habían sido detenidos Pablo, Raúl Rangel, David Serrano, un trabajador que le dicen Picado y otro al que nombran Chicle.

Gerardo. ¿Quién lo hizo?

Sebastián. El ejército. Detuvieron a Pablo y a David en el tren en que viajaban en la tarde, a los otros en diferentes lugares. Todos están presos en el cuartel de Matías Romero. Pero se ha armado un gran borlote, pues apenas la gente conoció de las aprehensiones, decidió no salir al campo y así están en este momento.

Gerardo. Quieren degollar al sindicato.

Sebastián. Aquí, en cuanto supimos, convocamos a la gente que pudimos para una asamblea; nos juntamos trabajadores de OPSA y albañiles; seremos unos cuarenta. El plan es hacer un mitin hoy en la tarde como protesta. Ya ordenamos la cohetería y la música; creo que tendrá efecto, para despertar a la gente del puerto, sobre todo a los petroleros y a los constructores del dique. Si las cosas siguen así o empeoran, podremos convocar a un paro. Tú llévate la propuesta a Chivela de un paro el jueves en toda la carretera si la empresa no cambia. Tenemos tres días para prepararlo.

Herón (en el momento culminante de su discurso). Todos nosotros, los del puerto y los de la empresa, estamos en centros de trabajo y de vivienda. Podemos mover rápidamente a la gente, para protestar por la agresión a los compañeros de Chivela, pero no como asunto ajeno. Todos sabemos que OPSA es lo mismo que La Constructora; son los mismos propietarios y hasta los mismos jefes. Hoy, a las seis de la tarde haremos un mitin de protesta: ¡que lo sepan bien claro!: en Chivela han comenzado a organizarse en un nuevo sindicato fuera de la CTM y de la CROM, porque no queremos alcahuetes de las empresas y del gobierno. ¡Tienen que respetar nuestro derecho a organizarnos y, si no lo hacen, tenemos en nuestras manos los instrumentos de trabajo y podemos paralizar las operaciones!

Sebastián. Tú viaja a Chivela, a ver qué respuesta pueden dar a la empresa. Diles como están las cosas aquí. El tren sale hasta las seis de la tarde, pero allí está ese camión carguero que va a Jesús Carranza y pasa por Chivela. Puedes tomarlo con los que trajeron las noticias y, como dice el cuento de Juan, móntate en la cabina para que vayas más cómodo. Llegarás en hora y media. Para las once de la mañana ya estarás allá.

Multi. Sebastián acompaña a Gerardo, a los dos enviados de Chivela y a mí, hasta el camión. Abre la portezuela y se dirige al chofer.

Sebastián. Compa: le encargamos a estos tres pasajeros para que los lleve a Chivela. Ya oyó que estamos en dificultades.

El chofer. No hay problema; que suba uno aquí a la cabina y los otros dos allá atrás, junto con los macheteros.

Sebastián (en palabras de despedida a Gerardo). Ahora sí queda completo el cuento paralelo y alcanzado el primer objetivo de El Viaje; vas por el segundo, el cuento no escrito. Hasta la otra, querido Chapulín.

Multi (al lado de una pantalla que cubre al camión, sobre la que se proyectan escenas del camino entre Salina Cruz y Chivela: campos y brechas, ciudades como Juchitán y Tehuantepec, tramos de carretera en construcción en La Ventosa). En la cabina no viajamos dos, sino tres, pero como personaje irreal construido a base de realidades, yo no ocupé espacio. Pero sí intercambio pensamientos sin palabras con Gerardo: había pasado el emocionante momento en que se había constatado el paralelismo entre la acción reciente y el cuento de Juan de la Cabada, quedaba ahora el espacio para la reflexión sobre el significado de la lucha política de aquellos militantes por cambiar la situación en el país bajo el maximato de Plutarco Elías Calles, y que preparó las condiciones para el periodo siguiente, en el que las acciones obreras y campesinas y la comprensión de gobernantes revolucionarios modificaron a fondo el rumbo nacional. Pero quedaba también la lección de entrega a la lucha que emergía de la obra de Juan, la cual ahora tenía un teatro concreto: Chivela. Sobre eso ya no sería un intercambio silencioso lo que ocupó la escena.

Gerardo (en conversación con el chofer en la cabina del camión, al que ya no cubre la pantalla). ¡La tenemos dura! Los obreros de Chivela tenemos que entregarnos, sin ningún regateo, a la exigencia de libertad de los capturados por el ejército, a la construcción del sindicato que acabamos de formar, a la defensa de los derechos de los trabajadores. Ya ha comenzado una huelga y no sabemos hasta dónde tendremos que llegar.

El chofer. Cierto, está muy difícil la cosa, pero ya sabemos en toda la carretera que los camineros son diablos para defenderse. Yo estuve en Chivela cuando el maestro Chayo y el Chicle se las pusieron de a seis al italiano y a la tropa. Estamos dispuestos a ayudar en todo lo que nos sea posible. Pero mire, ya vamos llegando a Chivela; déjeme que entre a la desviación y los dejo en la mera plaza.

Gerardo. Se lo agradecemos. Hoy por nosotros, mañana por ustedes.

ESCENA TERCERA. LUGAR: LA PLAZA DE CHIVELA. SE ENCUENTRA REUNIDA UNA MULTITUD EN TORNO AL COMANDO QUE SIRVE DE TRIBUNA A LOS TRABAJADORES DESDE "EL COMIENZO". AL FONDO LA CASA BLANCA, RESIDENCIA DE LAS OFICINAS DE LA EMPRESA.

PERSONAJES: MULTI, LARITA, CHAYO, DIABLO, ARMANDO, MIEMBROS DEL COMITÉ EJECUTIVO QUE NO FUERON APREHENDIDOS, UN TRACTORISTA GRITÓN, LA MULTITUD.

Multi. Apenas bajamos del camión, se precipitó hasta nosotros Diablo, uno de los activistas más importantes del movimiento; él rápidamente nos informó, mientras Larita, que es miembro del Comité Ejecutivo recién nombrado, hablaba desde el comando.

Diablo. El paro que resolvimos a la hora de la salida, cuando se supo de la suspensión de treinta y dos compañeros, es total en toda la División. Acaban de llegar en trocas de redilas los trabajadores de La Ventosa, que es el lugar más lejano, y allá también la gente se incorporó. Todos están muy encorajinados y nos exigen a gritos que les digamos cómo vamos a seguirle. Yo apenas he hablado con el maestro Chayo y con los palistas de la uno, la tres y la siete. Todos están firmes.

Multi. Gerardo se abrió paso entre la multitud y entonces los paristas lo identificaron. Un grito y todos voltearon hacia nosotros.

Un tractorista gritón. ¡A ver qué nos dice ahora el de las masas! ¡Súbelo Larita, que nos eche perico, pero que diga lo que hay que hacer!

Larita (tendiéndole una mano para ayudarlo a subir, pues ya sabía que nomás una pierna le funcionaba bien) ¡Venga Chapulín, te estábamos esperando! Te informo...

Multi. En pocas palabras, pues fue advertido de lo que ya nos había dicho el Diablo y lo que sabíamos de los detenidos en Matías Romero, Larita nos puso al corriente, mientras los trabajadores se apretaban sobre el comando. Gerardo comprendió que era necesaria una propuesta audaz y recordó la más importante de las luchas que había encabezado, apenas hacía medio año en La Consolidada, cuando los metalúrgicos tomaron la planta. ¿Y acaso no hicieron lo mismo los obreros que tomaron la planta de la ASARCO, según me contó Juan anoche?

Gerardo (dirigiéndose a los miembros del Comité, principalmente al maestro Chayo, hermano del secretario general recién electo). ¿Creen ustedes que la gente estará dispuesta a marchar hacia las oficinas de la empresa, entrar al patio todos los que quepamos y exigir a Truffanni la reposición de los suspendidos y el reconocimiento del Sindicato?

Chayo. Hicimos eso una vez en Valsequillo, cuando la dirección de las obras quiso expulsar a los comunistas que allí trabajaban. Tomamos todas las instalaciones y logramos que al fin el gobierno del estado renunciara a su propósito. Luego, hasta el general Cárdenas nos felicitó.

Armando. Hay que tomar en cuenta que la partida militar está allí dentro. Hace guardia junto a la reja. Yo por mi parte, estoy de acuerdo, pero hay que consultárselo a los compas; creo que están dispuestos a correr el riesgo.

Diablo. Fíjense que la puerta principal está cerrada con cadenas y un candadote y junto están cuatro soldados; los demás no estarán lejos. No vayamos a quedarnos solos, como cuando el pleito de las seis tarjetas.

Larita. No será así; ya la gente sabe que Truffanni no es invencible y los soldados no creo que se animen a disparar; ahora somos muchos, y todos enojados. ¡Mira, allí llegan los de Jesús Carranza!

Chayo. Del candado y la cadena no te preocupes. De eso me encargo yo.

Multi. Chayo, que seguía actuando como un obrero de filas, blandió un gran marro, al mismo tiempo que un gran coro de vivas recibió a los que se unían a la acción desde el extremo norte de la División y elevaban el clima de rechazo a la arbitrariedad de la empresa. Pero eso mismo hizo más factible que la multitud apoyara la propuesta.

Chayo. Pero ya habla Chapulín; la gente está esperando. Propón la invasión a la empresa, que nosotros te respaldaremos, ¿verdad?

Gerardo. Compañeros: no vamos a echar mucho perico, como dice el tractorista gritón de siempre. (Hubo un coro de risas contenidas). Ya ustedes han parado el trabajo y esa es la mejor respuesta las brutalidades de La Constructora; desde Jesús Carranza hasta La Ventosa hoy no se trabaja. Nos comunicaremos con las demás divisiones para pedir su solidaridad y ya tenemos noticia de que en Salina Cruz hoy habrá un mitin de protesta. Allí los compañeros proponen que, si el jueves sigue igual la situación, se haga un paro en toda la carretera.

Multi. Al pronunciar esas palabras, brotó de la masa reunida un grito colectivo de entusiasmo. Ello animó a Gerardo a plantear los pasos inmediatos aprobados por el Comité.

Gerardo. Pero no podemos estar aquí parados nomás, cuando el señor Truffanni la pasa en su oficina muy tranquilo, esperando que nos cansemos y volvamos poco a poco al trabajo ¡y mientras que se pudran en las mazmorras del cuartel de Matías los dirigentes que acabamos de nombrar y que los suspendidos se queden sin trabajo!

Multi. Gerardo fue cuidadoso al hacer su proposición; advirtió los riesgos pero también estableció que en ese momento la empresa estaría en manos de los trabajadores. Y cuando parecía que él quería ser la cabeza del movimiento como respuesta al entusiasmo que despertaba la invasión de la sede de La Constructora, se volvió hacia atrás, donde estaban los tres miembros del Comité presentes.

Gerardo. Bueno, yo he hablado y propuesto porque ustedes lo exigieron. Pero no soy más que un representante del apoyo que les da la Alianza de Obreros y Campesinos de México y las secciones de los sindicatos nacionales. Los miembros del Comité que quedan libres deben hacer la proposición definitiva. Yo los acompañaré y correré todos los riesgos con ustedes, pero escuchen a sus dirigentes y decidan.

Chayo. No voy a echarles otro discurso. Ya han oído la proposición en la que estamos de acuerdo los miembros del Comité. Pero sí voy a ponerla a votación y si la aprueban, que nadie se raje. A la acción de fuerza de la empresa, tenemos que responder con la fuerza obrera.

Multi. Los rostros de más de trescientos obreros no se distinguían unos de otros. Era una aclamación tumultuosa. Con los sombreros o gorras en las manos, con los puños en alto, con el grito desgarrado, todos respondían a la propuesta.

ESCENA CUARTA: LUGAR: LA PLAZA DE CHIVELA FRENTE A LA REJA DE LA CONSTRUCTORA. UNA GRAN MASA, FORMADA EN FILAS DE DIEZ O MÁS TRABAJADORES SE AGRUPA ANTE ELLA. TRAS LA REJA, UN AMPLIO PATIO.

PERSONAJES: CHAYO, ARMANDO, LARITA, GERARDO Y EL DIABLO, AL FRENTE DE LA GRAN COLUMNA DE TRABAJADORES.

Multi (que se halla al lado de la reja). La columna se formó sin ninguna dificultad, pues la división por unidades en el trabajo facilitaba el agrupamiento. Cinco formaban la descubierta: tres grandotes: más de uno ochenta Chayo, cerca el Diablo y Armando, resguardando a dos chaparros, Larita y Gerardo. Entre esa descubierta y la reja, habría unos veinte metros completamente limpios de concurrentes. Las filas estaban estrechamente unidas, no más de medio metro entre fila y fila. Los de la descubierta se tomaron de los brazos; hicieron lo mismo en cada fila. Y avanzaron. No tuvieron ningún obstáculo para llegar a la reja. Los soldados que la guardaban retrocedieron unos pasos.

Chayo. ¡Abran esa reja! Somos los dirigentes del sindicato y los trabajadores de esta empresa. ¡Queremos hablar con el superintendente, Giu... Giu... Julio Truffanni!

Multi. Chayo caminó unos pasos, adelantándose a la descubierta; tomó con su mano izquierda las cadenas y las hizo sonar contra los hierros. En su mano derecha blandía el mazo. Alzó su voz, que resonó en el silencio que invadía el ambiente.

Chayo. ¡Abran o rompemos las cadenas!

Larita (que lo secundó con una voz más débil). ¡Abran! ¡Abran!

Los trabajadores (en un coro indignado y fortísimo). ¡Abran! ¡Abran!

Chayo. ¡Les damos cinco minutos para que abran la reja o rompemos las cadenas!

Multi. Primero sólo el tractorista gritón, al pasar el primer minuto: "¡uno!", pero al segundo, más de un centenar de voces: "¡dos!", al tercero todas las voces, obedeciendo un signo del palista y de Larita: "¡tres!", e igual al cuarto y al quinto. La descubierta avanzó; Chayo alzó el pesado mazo y lo dejó caer sobre el gran candado, que cayó hecho pedazos al tercer golpe. Los cinco de la descubierta empujaron la reja y ésta se abrió a todo lo ancho. Un gran clamor se levantó de las filas; los camineros esperaron la señal de la vanguardia y comenzaron a andar lentamente.

Chayo (con su potente vozarrón). Con cuidado, nadie corra.

Multi. Pero a los pocos pasos, la presión ya era poderosa y las primeras filas se esforzaban por resistirla. Los soldados que estaban junto a la reja retrocedieron rápidamente, hasta donde se encontraba el grueso –diez soldados más-- del destacamento.

Larita (preocupada). Fíjense: todos los máuseres traen bayonetas caladas.

Multi. La gran columna avanzó paso a paso hasta la mitad del patio. Allí intentó detenerse. El teniente, que se hallaba al lado del destacamento, lanzó la orden.

Teniente. ¡Monten armas...!

Multi. Los soldados, pálidos de miedo, pero por eso más peligrosos, levantaron sus máuseres. Una segunda voz del teniente se escuchó, pero ésta dirigida a los obreros:

Teniente. ¡Alto! ¡Ni un paso más! ¡Daré la orden de disparar!

Multi. Por primera vez, se abrió una puerta de las oficinas del superintendente. El alto empleado que se encargaba de las obras de mantenimiento, desde la terraza que veía al patio, donde estaba la marcha, con un magnavoz se dirigió a los trabajadores que no cesaban de avanzar.

Superintendente. Ustedes, señores, han cometido ya varios delitos esta mañana. Por ellos tendrán que responder ante las autoridades. Puede costarles la cárcel y desde luego el trabajo. El resguardo militar tiene órdenes de detener la entrada de ustedes a estas oficinas. No avancen más porque esta partida militar usará sus armas.

El tractorista gritón. ¡Tu madre, cabrón! Que salga Truffanni.

Multi. El avance continuaba, aunque más lento; más de medio patio se encontraba ya repleto de trabajadores.

Superintendente. El señor Truffanni está comunicándose a México para pedir instrucciones. Pero de una cosa pueden ustedes estar seguros: no aceptaremos ningún desorden como el que están cometiendo.

Larita. La empresa cometió el desorden al suspender a treinta y dos trabajadores y mandar apresar a los dirigentes del sindicato. Exigimos que de inmediato salga el superintendente general y resuelva, aquí, ante nosotros, la anulación de las suspensiones y la liberación de nuestros dirigentes.

Multi. El representante de la empresa hizo una señal al teniente y éste lanzó su tercera voz.

Teniente. ¡Preparen armas!

Multi. Los soldados retrocedieron un paso y pusieron los máuseres a la altura de su pecho, con las bayonetas apuntando hacia la descubierta de la columna. La distancia entre la descubierta y las bayonetas era de dos metros, pero la presión del grueso de la columna reducía cada vez más ese espacio, ya que los trabajadores no podían ver la proximidad de esos instrumentos de acero. Cuando la distancia se redujo a medio metro, el teniente dio otra orden.

Teniente. ¡Depongan armas!

Multi. Pero al mismo tiempo que se hacía este movimiento para no clavar las bayonetas a los de la primera fila, se producía un nuevo empujón de la columna. Al descender la bayoneta del soldado que se encontraba frente a Gerardo, alcanzó a rozar el pantalón de éste, cortándoselo a la altura del muslo. Él se llevó la mano a la rotura sin quejarse.

Gerardo (con una amplia sonrisa). No es nada, nomás sentí lo frío. ¡No van a echarse un paquete más grande!

Multi. Los soldados retrocedieron varios pasos hasta situarse frente a la terraza desde donde había hablado el superintendente de mantenimiento. En ese momento apareció Truffanni rodeado de varios de sus altos empleados. La gritería que se desató entonces fue ensordecedora. Hubo insultos, pero no fue la vocinglería principal de los camineros. Dos exigencias se lanzaron en coros fortísimos: "¡Reposición! ¡Reposición!" y "¡Libertad de los presos!". Truffanni pidió el magnavoz y esperó la posibilidad de hacerse oír.

Truffanni. Señores: ustedes están protestando el día de hoy de manera tumultuosa por una medida administrativa de la empresa y el arresto realizado por autoridades militares de varios señores que se dicen sus dirigentes. Debo decirles que me he comunicado con las oficinas de la empresa en la Ciudad de México...

Voces de los camineros. ¡Reposición! ¡Reposición!

Truffanni (que pide calma para hacerse escuchar). ...y hemos considerado que, por ahora, es innecesaria esa suspensión.

Multi. La algarabía de los trabajadores fue inmensa. Pero Truffanni recurrió a un gesto teatral para asegurar el cese de la agitación. Sacó del bolsillo superior de su guayabera una hoja de papel con nombres inscritos y de la bolsa derecha un lujoso encendedor.

Truffanni. Esta es la lista de los suspendidos. La quemo. Ya no existe. Pueden volver a su trabajo.

Chayo (sobreponiéndose al clamor arrancado por el gesto del superintendente). Y los presos ¿qué? Nuestra protesta es por las suspensiones, pero también por las aprehensiones.

Truffanni. Esos trabajadores han sido detenidos por una orden que vino de México. Se ordenó su aprehensión por una denuncia que hizo el señor Francisco Pérez Ríos, secretario general del sindicato con el que tiene contrato la empresa. Están acusados de usurpación de funciones... Pero la compañía, tomando en cuenta la agitación que se ha producido, pidió a las autoridades militares que suspendan la prisión por ahora y se siga juicio a estos señores sin que estén encarcelados. Claro que hay que pagar una fianza. La empresa adelantará de los salarios de ustedes la cantidad necesaria. Hoy en la tarde, estos señores volverán a Chivela.

Multi. La algarabía nuevamente fue ensordecedora. En todos los rostros había alegría. Era el sabor de la victoria.

Truffanni. En vista de que todo está resuelto, les pido que vuelvan a sus trabajos. Ya hemos perdido mucho tiempo.

Multi. Los integrantes de la descubierta se reunieron en un pequeño círculo para tomar resoluciones inmediatas, pues aunque los problemas del día tomaban buen camino, las cosas no estaban completamente resueltas. Se decidió que Chayo contestara al superintendente general de La Constructora. Los trabajadores suspendieron momentáneamente su algarabía cuando Chayo levantó sus brazos para hacerse escuchar.

Chayo. Señor Truffanni: usted ha respondido a nuestra exigencia de que se anularan las suspensiones y de que salgan de la prisión nuestros cuatro compañeros detenidos por el ejército. Pero no ha dicho nada del reconocimiento del sindicato que hemos formado y que no tiene nada que ver con la cueva de cuarenta ladrones en que habita el señor Pérez Ríos. Mientras no se reconozca a nuestro sindicato y se decida entrar a discutir el contrato colectivo que proponemos, estaremos siempre expuestos a la arbitrariedad de la empresa.

Truffanni. Maestro Chayo: eso, aunque quisiésemos no lo podemos resolver ahora. Les propongo que se reanude el trabajo ahora mismo y que platiquemos los asuntos del sindicato y del contrato ahora que regresen sus compañeros. Espero su respuesta.

Chayo (nuevamente en el pequeño círculo de la descubierta). ¿Cómo la ven? ¿Cómo la ves tú, Chapulín?

Gerardo. Que nos dejen resolver aquí mismo, sin soldados y sin la presencia de Truffanni y sus empleaditos.

Larita (que se adelanta hasta casi topar con los soldados, habla directamente a Truffanni). Esta es una protesta por la agresión de la compañía. Antes de responderle, vamos a considerar sus proposiciones.

Multi. Los miembros del Comité Ejecutivo, Armando y Larita, junto con Chayo, subieron a la terraza. Truffanni y sus empleados entraron a las oficinas. Los soldados se replegaron hasta el fondo del patio al lado de sus cuartos. Gerardo y Diablo tomaron un lugar atrás de los miembros del Comité. Los más de trescientos invasores de la sede de La Constructora, se apretujaban delante de la terraza. Igual que en el camión que nos condujo de Salina Cruz a Chivela, Gerardo inició una conversación conmigo para compartir reflexiones, mientras Larita hacía una intervención ante sus compañeros.

Gerardo. Mira como crece este chaparrito. Me recuerda una participación obrera en la Revolución Francesa. El 12 germinal del "nuevo calendario", ante la Convención revolucionaria, un pequeño obrero, cuyo nombre no recogió la historia declaraba: "Es tiempo que el pueblo no sea más víctima de los ricos y de los grandes comerciantes... Están ustedes viendo a una masa de patriotas puros que no han volteado bastillas para dejar que se levanten otras, destinadas a aherrojar a los republicanos enérgicos... Son ustedes quienes deben devolver la tranquilidad y la abundancia castigando al egoísta que no quiere más que oro, mientras nosotros derramamos nuestra sangre... Les pedimos la libertad de los patriotas encarcelados desde el 9 de termidor, pues su crimen es haber sido patriotas enérgicos cuando vuestros decretos les ordenaban serlo."

Multi. ¿Por qué te lo recuerda?

Gerardo. Porque hoy estos obreros, por centenares, como ocurrió el 12 de germinal, invadieron un lugar ajeno: aquellos el recinto de la Convención secuestrado por la derecha, nosotros el recinto de La Constructora. Aquí estamos reclamando no ser más "víctimas de los ricos" y exigimos la excarcelación de "los patriotas enérgicos" que nombramos para representarnos. ¡Pero que ocurrencias las mías, acordarme de la Revolución francesa cuando debo seguir en la asamblea! Lo que pasa es que me siento mareado y esos recuerdos vienen cuando la emoción y las desveladas te pesan más de lo debido...

Multi. Sí, algo extraño percibo en Gerardo. Sobre todo ¡cómo le brillan los ojos cuando escucha a Larita pronunciamientos similares a los del obrero del 12 germinal!

Larita. ¡Estamos aprendiendo a luchar y ya tenemos un triunfo! Desde luego, las listas de los suspendidos ya no existen, pero nuestros dirigentes no están todavía entre nosotros. Los miembros del Comité aquí presentes proponemos no volver al trabajo hasta que ellos regresen, que nos neguemos a pagar la fianza de que habló Truffanni y reclamemos el reconocimiento de nuestro sindicato y la firma del contrato, aunque Truffanni diga que no se puede discutir.

Gerardo. Escucha, mira, cómo la gente le aplaude, igual que los invasores de la Convención aplaudieron al ignorado orador del 12 germinal.

Chayo. Quiero agregar una proposición a lo que ya son resoluciones nuestras, de todo este colectivo. Que estas propuestas se den a conocer oficialmente al superintendente por una comisión formada por los tres miembros del Comité y por otros dos que ustedes designen.

El tractorista gritón. ¡Que vaya también el de las masas! Y además Diablo, que ya está allá arriba.

Multi. Pero no encontraron ya a Truffanni y a otros superintendentes. Habían salido por la puerta trasera, mientras los trabajadores aprobaran sus resoluciones.

Superintendente (el de mantenimiento que había actuado en los momentos más difíciles). Partieron rumbo a México para informar del escándalo. Yo estoy al cargo. Ya te oí Larita todo lo que dijiste y lo que te aprobaron tus proletarios. No le hace, si no trabajan se les descuenta el día, y lo de la fianza ya lo veremos. ¡Quieres la tierra y el cielo!

Chayo. Estaremos en la Plaza hasta que lleguen nuestros compañeros. Y si no regresan no volveremos al trabajo mañana.

ESCENA QUINTA. LUGAR: LA PLAZA DE CHIVELA. LOS TRABAJADORES DEAMBULAN EN TORNO AL COMANDO. ALGUNOS BUSCAN LA SOMBRA DE LA NAVE DEL MERCADO. ES UN DÍA DE LEY SECA Y LOS OBREROS SE OCUPAN DE JUGAR CARTAS, LEER PERIÓDICOS ATRASADOS. CADA HORA SE DAN INFORMACIONES SOBRE LOS ACUERDOS TOMADOS. SON LAS CINCO DE LA TARDE.

PERSONAJES: CHAYO, LARITA, EL DIABLO, GERARDO, MULTI, EL RESIDENTE DEL PUESTO DE EMERGENCIAS, EL JEFE DE ESTACIÓN, UN MÉDICO.

Chayo (viendo su reloj). Son las cinco. Es tiempo de dar el siguiente informe. Lo que hay de nuevo es lo que comunicó Sebastián desde Salina Cruz; que el mitin de hoy en la tarde está caminando; que aseguran un fuerte contingente, especialmente de trabajadores del dique seco; la idea de un paro en la carretera para el jueves comienza a difundirse y a ser apoyada. También Manuel telegrafió de Minatitlán; allá recibieron con mucho interés la propuesta del paro en toda la carretera; anuncian un acto de protesta para mañana.

Larita. Mira allá viene don Gaspar, el jefe de estación. Ojalá que ya tengamos noticias de los compañeros.

Diablo. Pues para que se cumplieran los ofrecimientos de Truffanni, ya sería tiempo.

Gaspar (respirando con ansiedad, pues ya pasa de los cincuenta y ha corrido los trescientos metros entre la estación y la plaza con rapidez). ¡Ya están libres! Habló Pablo por teléfono, desde la estación de Matías Romero, que los acaban de soltar. Dicen que tardarán un poquito más de dos horas, pues los detuvieron los compañeros de la sección del sindicato para que informen allá y comience a organizarse la solidaridad.

Chayo. Dos horas... mm. Nos da tiempo para organizarles una buena bienvenida. Hay que informar a la gente. Tú, Diablo, búscate a Armando y a Chapulín, para que hagamos una asamblea de información. Ya la gente está acercándose. Armando está en la fonda, porque no había comido. Larita, ¿sabes dónde está Chapulín?

Larita. Lo mandé a dormir a la casa. Parece que ya le cargó el cansancio, se veía fatigado.

Chayo. Pues tiene que estar. Él comenzó la invasión y los compas le han agarrado mucha ley.

Multi (que se adelantó al extremo izquierdo de la escena, rumbo de la plaza por la que se hallaba la casa que habitaban Pablo, Larita y Raúl Rangel). Yo estuve con Gerardo desde que se retiró de la concentración de los trabajadores. Como lo hicimos antes, conversamos hasta que él se durmió. En efecto, se le veía muy mal. El Diablo llegó, lo despertó y, aunque con dificultades, se puso en pie y lo siguió hasta el comando al que ya se habían subido Chayo, Armando y Larita. El Diablo subió y le tendió una mano para ayudarlo a trepar. Gerardo hizo una señal de que no quería incorporarse al grupo.

Chayo (dirigiéndose a los trabajadores que comenzaban a congregarse). Hemos recibido ya una gran noticia: nuestros compañeros presos en Matías ya fueron liberados. No tenemos todavía detalles, pero ellos llegarán a Chivela más o menos en dos horas.

Trabajadores. ¡Viva! ¡Bravo! ¡Teníamos que ganar!

Diablo (que descendió para convencer a Gerardo de unirse a los tres del Comité). ¿Qué te pasa? Tienes que subir. La gente no estará conforme con que te quedes aquí. Diste la batalla, junto con nosotros, y ahora quieres esconderte.

Gerardo. No puedo, me siento muy mal. Estoy mareado y, si subo, a lo mejor me desmayo allá arriba. ¡Déjenme aquí!

El tractorista gritón. ¡Que suba el de las masas! Si ya ganamos, no se vale rajarse.

Diablo. Pues quieras o no quieras, tienes que subir. La gente va a tomártelo a mal.

Multi. Diablo no quiso oír razones y decidió subirlo por la fuerza. Lo tomó de la cintura y lo sentó en la plataforma del comando, mas, al empujarlo de las piernas, sintió en su mano derecha una masa gelatinosa. El pantalón estaba rasgado por la parte externa de la pierna izquierda y dejaba ver una mancha extensa, entre roja y negra, que cubría casi todo el muslo. Levantó la cara hacia sus compañeros y exclamó: "¡Está herido!" Tocó la frente de Gerardo y completó: "¡Arde en calentura!"

Chayo. ¡Esa pinche bayoneta! Compañeros: no se alarmen, ha tenido una indisposición. Pido a Diablo, lo cargue, no pesa mucho, y lo lleve a la enfermería de la empresa. Debe haber allí por lo menos un residente y una enfermera: ¡que lo atiendan!

Multi. Diablo tomó en brazos al herido y aunque éste decía "no se apuren, no es nada", lo transportó rápidamente hasta el interior de la empresa. Tras media hora salió e informó a sus compañeros. Está solo el residente, pero ya lo vio. "Tiene una infección brutal", dijo. "Lo más que podemos hacer aquí es bajarle la temperatura, abrir la herida, desinfectarla, detener la hemorragia y aplicarle sulfatiazol para evitar que se propague la infección". Nos dice que debemos llevarlo de inmediato al hospital de Matías o al de Tehuantepec. Él lo preparará para que llegue al hospital sin peligro.

Chayo (con un tono inusualmente severo). Pues ¿qué esperas? Allá dentro hay un Dodge de la empresa, que tiene pegadas las llaves. No pudieron llevárselo en su escapada. Móntenlo en el coche y monten también al curandero o residente, para que asegure la llegada al hospital de Matías.

Diablo. De dinero ¿qué haremos?

Chayo. Aquí tengo unos trescientos pesos. Llévatelos y mañana nos mandas decir con los compas de la sección ferrocarrilera lo que necesites. Yo hablaré por teléfono a don Marcial, el jefe de estación, diciéndole lo que pasa. El los atenderá; está más que cerca de nosotros. ¡Pero, muévete, Diablo!

Multi. A los pocos minutos, apareció el auto, manejado por Diablo. Con él, Romualdo, el joven profesor de la escuela primaria, que se brindó a acompañarlos; en el asiento de atrás, atendiendo a Gerardo, el residente. Sin ocupar espacio, yo los acompañaba. El curandero que decía Chayo, estaba demudado, pues viajaba junto a nosotros, bajo una violenta amenaza.

Diablo: Usted señor nos acompaña para cuidar al herido durante el viaje y, si le pasa algo..., ¡no la cuenta, muchachito!

Multi. El traslado se realizó sin contratiempos, pues el auto, que en realidad era el que servía a Truffanni, se encontraba en muy buenas condiciones, y el Diablo era magnífico chofer. La velocidad sí era alta, sesenta kilómetros en una ruinosa carretera, ante lo cual el residente protestó.

Residente. Sea más prudente señor Diablo, ¡nos vamos a matar!

Diablo. Pues agárrese bien; usted dijo que en menos de una hora estaríamos en Matías Romero y a lo mejor sólo tardaremos media, o nos quedamos en el camino.

Multi (ante una pantalla que muestra la proyección de una sala de hospital). En efecto en una hora llegamos a Matías Romero. El hospital, propiamente de los Ferrocarriles Nacionales, o sea de mejores condiciones que las habituales en los nosocomios de provincia, se hallaba en la zona céntrica de la ciudad. Con facilidad llegamos a él. Gerardo fue conducido de inmediato a la pequeña sala de urgencias. El residente, ya curado de espanto, acompañó al herido hasta esa sala y auxilió a los médicos en su atención. Después de nuestra llegada a las siete de la noche, transcurrieron dos horas y sólo entonces recibimos información.

Médico (que sale a escena acompañado de una enfermera y se apersona ante el Diablo y Romualdo). ¿Ustedes acompañan al herido?

Diablo. Sí, ¿cómo está?

Médico. Llegó con una amplia infección en un tejido superficial del muslo. El residente que lo atendió procedió acertadamente, pues impidió que la infección se generalizara al abrir y desbridar la herida. Lo que no pudo apreciar fue una superficial rasgadura de la vena femoral, lo que produjo una pérdida de sangre constante durante horas. Pero ya hemos hecho una operación de emergencia, extrayendo la parte infectada de la aponeurosis, que es ese tejido superficial, y suturando la rasgadura de la femoral. Debo prevenirles que la cirugía hecha es espectacular, pero no riesgosa: se trata de una incisión grande, a lo largo de toda la cara externa del muslo, y sangrienta por su relación con la vena femoral. Pero una vez controlada la infección y suturada la vena, la curación durará aproximadamente diez días. Espero darle salida del hospital a media semana y con una semana más ya estará dado de alta.

Romualdo. ¿Pero eso no le inutilizará la pierna izquierda? Fíjese que tiene rígida la derecha.

Médico. Para nada. Durante unas semanas se le debilitará la pierna herida, pero la derecha es suficientemente sólida para que pueda moverse libremente; tal vez le haga falta un bastón durante diez días más o menos después de que lo demos de alta, pero nada más. La pérdida de sangre se remediará con una transfusión. Les haremos un análisis a ustedes, para ver si su tipo de sangre es el apropiado: ¿de acuerdo?

Romualdo. Desde luego, comience conmigo, y después con el Diablo.

Médico (sonriendo por el apodo). Es igual, hasta el diablo puede darnos sangre.

Diablo. Yo también estoy dispuesto. Pero ¿cuándo podremos regresar a Chivela?

Médico. ¡Ah! Ustedes son de la carretera. No les recomiendo, sobre todo al herido, un regreso pronto a Chivela. Las cosas están muy revueltas allá. ¿Cómo se produjo la herida de este señor?

Diablo. Lo hirieron con una bayoneta accidentalmente.

Médico. La herida no fue grave, pero seguro que la bayoneta era un foco de infección. Si no hubiera tardado tanto...

Romualdo. No nos dimos cuenta y él no dijo nada.

Médico. Debe haberle dolido, pero hay gente que no se da cuenta si se encuentra en un lío mayor... Es lo que se llama un lejano umbral del dolor. Tal vez sea el caso. Bien, pero pasen a hacerse sus análisis para la transfusión. Por mi parte, buenas noches. Mañana seguiré la atención de ese señor. ¿Quién se hará cargo de los gastos?

Diablo. De inmediato traemos aquí unos pesos. Pero mañana hablaremos con la sección del sindicato de ferrocarrileros para que nos refaccionen.

Médico. Desde luego, pues son compañeros de ustedes. No habrá problema, ya         que este hospital es de los Ferrocarriles Nacionales.

EPÍLOGO

Multi (junto a la pantalla, en la que ahora se proyecta la imagen de la ciudad de Matías Romero). En efecto, el martes siguiente los médicos autorizaron la salida de Gerardo del hospital, después de quitarle los puntos de la herida en el muslo, y lo citaron para la semana siguiente. Cerca del hospital se hallaba el mercado y ahí se hicieron de un bastón de brillantes colores, para cursar la ruta de la convalecencia. Romualdo ya había regresado a Chivela e informado a los dirigentes del sindicato sobre la salud de Gerardo y el apoyo que nos habían dado los dirigentes del sindicato de ferrocarrileros. La compañía del Diablo se mantuvo hasta el último día. Precisamente a ello se refería Gerardo cuando al décimo día le indicaba: "Creo que debemos regresar a Chivela. A ti van a correrte". Pero la respuesta estaba llena de confianza: "Ni lo digas; ahora tenemos el sartén por el mango. Seguro que no pasa nada". Pero de todas formas decidieron regresar al día siguiente. Antes de hacerlo, se comunicaron por teléfono con don Germán, el jefe de estación de Chivela.

Diablo (con un teléfono en la mano, junto a la pantalla). Don Gabriel, gusto en saludarlo. Habla Diablo. Nos indicaron del Comité Ejecutivo que nos comunicáramos con usted, para conocer la situación.

Gaspar (no aparece en la escena, pero se oye su voz tras la pantalla). Ni te cuento Diablito. Este pueblo está en pleno movimiento. El sindicato tiene ahora mucha presencia en el pueblo y en la región. Hace cinco días abrió una oficina en el local donde antes funcionaban la agencia de policía y la cárcel. Ya sabes que desde que el ejército tomó el pueblo no funcionaban una ni otra, pues aquí no hay más autoridad que la empresa y el destacamento militar, y estos no necesitan más oficinas que las de la empresa ni más cárcel que el cuartel de Matías Romero. Sobre la puerta de la oficina hay un gran anuncio que dice "Sindicato de Trabajadores de la Carretera Transístmica, División Chivela".

Diablo. Y la empresa ¿qué dice?

Gaspar. Parece que ha entendido que ya no puede manejarse como antes, sobre todo porque ve que a las oficinas del sindicato comienzan a llegar comisiones sindicales de otras organizaciones de la región y representaciones de los obreros de las otras divisiones de la misma carretera. ¡El mando está en disputa, Diablito! Mañana habrá reunión del Comité Ejecutivo, de la Comisión de Vigilancia y de los delegados de las otras divisiones. Me han invitado como rielero y como sindicalista.

ESCENA QUINTA. LUGAR: LA ESTACIÓN CHIVELA. COMO DE COSTUMBRE, VENTA DE ALIMENTOS Y UN ESTRUENDO DE VOCES ZAPOTECAS. LLEGA EL FERROCARRIL DE LAS SEIS.

PERSONAJES: EL DIABLO, GERARDO, VENDEDORAS TEHUANAS, SEBASTIÁN.

Multi. Gerardo y el Diablo regresan de Matías Romero. Al detenerse el vagón de pasajeros, descienden ambos. El primero, con dificultades, apoyándose en el bastón y recibiendo la ayuda del caminero. A pocos pasos se encuentran a Sebastián, el responsable del Partido Comunista en Salina Cruz.

Gerardo. ¡Sebastián, que gusto verte!

Sebastián. Qué bueno que ya regresas, Chapulín. Me contaron tus andanzas y tus fracasos en el movimiento del nuevo sindicato.

Gerardo. Quién sabe qué te hayan contado, pero fracasos ninguno. Un rasguñito que se infectó, pero ya estoy listo para la siguiente. Desde el hospital, elucubré una pregunta para ti. ¿No te parece éste un buen final para el cuento paralelo a El Viaje, de Juan de la Cabada? Él me dijo: "Tu viaje no ha terminado", pero ahora sí tenemos un buen punto de llegada.

Sebastián. Esa es una discusión entre escritores. Yo sólo soy un político, al que le gusta leer, sobre todo a mi camarada Juan. Vengan, los acompaño; asistiré mañana a la reunión del sindicato, pero quise adelantarme para buscarte, Chapulín, por recomendación de la Magda.

Multi. Apenas habíamos caminado unos cuantos pasos, cuando desde la misma estación se escuchó un grito estentóreo.

El tractorista gritón. ¡Ya regresó el de las masas! ¡No murió Chapulín!

Gerardo. Es buen final, ¿no?

FIN

A las ocho de la noche llegué a Chivela, a bordo del ferrocarril. Sabía ya de la aprehensión de Pablo, Raúl Rangel, el Picado y el Chicle y de su traslado al cuartel de Matías Romero, sede de la zona militar, ese día por la mañana. Me había puesto al tanto Sebastián, el soldador que en Salina Cruz era nuestro líder principal.

        

--En cuanto te bajes del tren buscas al maestro Chayo --, me recomendó el viejo obrero de Obras Portuarias--. El no fue detenido porque estaba en el campo, pero es el hombre más seguro y en el que se puede uno apoyar para el trabajo. Vive junto al galerón 0 del mercado. Seguro en este momento está organizando a la gente.

         Seguí su instrucción. Realmente mi estancia en Salina Cruz había sido muy breve, pues era urgente que llegara al centro de las operaciones de Constructora, S.A.; apenas pude informarles a él y al viejo Herón sobre la situación en el resto de la carretera que en tres días había recorrido en toda su extensión. Tal parecía que la empresa estaba dispuesta a desatar una represión a fondo, comenzando por los dirigentes más visibles del movimiento en Chivela.

Me fue difícil adaptarme a la nueva situación. Con la energía que le era característica Graciano G. Benítez, el mixteco secretario general del Partido Comunista en Oaxaca, había decidido ya que marchara a Chivela y me uniera al movimiento de los trabajadores de la carretera. Como debían cubrirse las apariencias, extendió nombramiento de delegado de la Alianza de Obreros y Campesinos de México, Comité Estatal de Oaxaca, que el mismo Graciano presidía. Ese nombramiento me ampararía, aunque la AOCM apenas acaba de formarse y en Oaxaca no tenía más miembros que los comités campesinos –indígenas y ejidales—que el partido dirigía en sus luchas por y en defensa de la tierra.

         --Te voy a mandar al jefe de redacción de La Voz de México, Gerardo Unzueta; no tiene mucha experiencia en el movimiento obrero, pero sí muchas ganas--, había dicho a Pablo, Larita y Raúl Rangel cuando éstos pasaron por Oaxaca, antes de trasladarse al centro de operaciones de la transístmica--. Nomás esperamos a que ustedes tengan algo organizado allá.

         Las explicaciones que a mí me dio, ocuparon aproximadamente dos semanas, en medio de una febril actividad en Montelobos, los tres Sosola, Ocotlán y numerosos pueblos indígenas en demanda de restitución de las tierras amparadas por títulos primordiales. En realidad yo no había recibido nombramiento alguno del comité central del partido; tenía, sí un permiso para recuperarme de una operación de apendicitis; pero mi incapacidad del Seguro Social sólo cubría mi ausencia del trabajo en El Popular por diez días, y ya a esas alturas habían transcurrido dos meses de la intervención quirúrgica.

         La verdad es que estaba deslumbrado por el trabajo de Graciano y de un reducido núcleo de militantes que formaban el Comité Estatal y que, sin mucha dispersión teórica, habían puesto en práctica la resolución del décimo congreso: "¡reclutar miles de nuevos miembros para el Partido!", y en un plazo de tres meses habían llevado a la organización a pueblos enteros que, reunidos en la plaza, recibían una explicación acerca de lo que era la organización partidaria de los comunistas. Como todos esos pueblos conocían el trabajo de Graciano y sus compañeros, su abnegación, su renuncia a las comodidades cosechadas por los "dirigentes oficiales", la inmensa mayoría de sus habitantes hacían un movimiento uniforme cuando uno de los líderes locales o el propio Benítez les decía: "Los que estén de acuerdo en ingresar al partido comunista que levanten la mano". Y después, a firmar o a rubricar con su huella digital la solicitud de ingreso. Mas trabajosa, pero también deslumbrante, era el reclutamiento entre los maestros o los obreros; por ejemplo en la mina Los Tejocotes requirió una preparación más detallada, en la cual tuve la oportunidad de participar, turno por turno y departamento por departamento, antes de la asamblea general; pero el resultado fue el mismo: quinientos once trabajadores escucharon a Graciano, los encantó con su verborrea clasista, y todos aceptaron formar parte del partido.

Autor: Gerardo Unzueta Lorenzana.

México, Distrito Federal.

gerardounzueta@hotmail.com

 

 

 

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