Un curso de literatura y discapacidad: experiencia enriquecedora en medio de la pandemia.

 

“Haz lo que puedas, con lo que tengas, allí donde estés”.

THEODORE ROOSEVELT

 

 Para dar un marco a este trabajo, comenzaré por explicar que el proyecto al que me refiero nació unos años atrás, por una inquietud personal, y que me plantearon llevarlo a cabo en una institución local, de modo presencial, como era habitual hasta marzo de 2020.

 Sin embargo, como no hubo interesados en aquel momento, el proyecto quedó en la nada, pero estaba en mi computadora, diseñado, y estaban también, los materiales que necesitaba para desplegarlo. Por eso, cuando en mayo del año pasado quedó claro que no podría comenzar ese año con mis clases presenciales, y que incluso corría peligro de no continuar cobrando mi sueldo, luego de enojarme, llorar, y echar culpas, que es lo que hacemos cuando la impotencia nos domina, reflexioné, y decidí que si tenía que permanecer en casa, eso no me impediría compartir con otros mi tiempo, y mis saberes.

 Así fue como empecé a promocionar un curso de literatura y discapacidad, que pretendía llevar adelante con la idea de difundir literatura relacionada con la temática, y, de paso, ayudar a personas con discapacidad visual, que fueron los primeros en acoger con entusiasmo mi idea, a mejorar sus capacidades en referencia a su expresión escrita.

 Pero, lo que sucedió a partir de junio, cuando arrancó ese primer grupo de alumnos, fue tan maravilloso, tan productivo, emocionante, que nunca, ni en mis mejores sueños, podría haberlo previsto.

 Y, para que entiendan lo que trato de expresar, voy a compartir solo dos fragmentos, escritos por personas que integraron ese primer grupo, ante la consigna de explicar qué significaban para ellos la escritura y la lectura.

 Laura Trejo escribió:

“Al llegar a mi adolescencia, disfrutaba alejarme de todo para leer poesía. Recuerdo caminar por las noches mirando el cielo, creando poemas en mi mente y tropezando con todo.
Hasta ese momento no tenía discapacidad. Cuando la adquirí, para mí fue una manera de decir: sirvo para algo.
Yo vivo en un mundo de silencio y oscuridad. Tengo mi cuerpo paralizado pero poseo 5 dedos.
Las cosas que no puedo hacer las imagino. Mi computadora y celular están adaptados. Pongo en mis escritos los sueños, estados de ánimo.
Soy como un preso que graba el nombre en la pared para que sepan que allí estuvo, yo escribo y digo, aquí estoy.”.

Otra participante a la que quiero presentarles es Brígida, quien escribió:

“Mi nombre es Brígida Rivas Ordóñez, tengo 89 años (no es broma) pero no quiero tirar la toalla porque deseo seguir aprendiendo…

Buscando el lado bueno de las cosas, Cuando la miopía me obligó a jubilarme prematuramente, decidí que este era el momento de llevar a cabo mi "amenaza" y darle salida a mi proyecto, con la resignación de aquel que dice: No hay mal que por bien no venga. Y NO ES QUE VAYAMOS A ADJUDICARLE A LA CEGUERA VALORES POSITIVOS, PERO A Mí ME HA SERVIDO PARA REVIVIR, ENTRE MENTIRAS Y VERDADES escenas y personas muy entrañables de otros tiempos…

En cuanto a la lectura, se podría decir que leo constantemente, porque lo hago a través del Milestone, un aparatito bastante más pequeño que la palma de la mano, que probablemente conocéis, y si no es así, otro día os lo cuento… Solo os diré hoy que me lo cuelgo como si fuera un medallón y me meto a trajinar en la cocina, a pedalear en la bici estática, a tender la ropa, a hacer la cama, etc., porque todas estas cosas también puedo hacerlas y ya veis que no quiero abandonar las actividades que están a mi alcance.”.

 

“Pueden hacerlo porque creen que pueden hacerlo.”.

VIRGILIO

 

 Solo con estas muestras, creo que empezarán a comprender que este curso me deparó, no solo a mí, sino a todos los que en los distintos grupos participaron, una enorme cantidad de aprendizajes, y la prueba palpable de que la voluntad de ser y hacer está presente aún en situaciones donde la mayoría de nosotros se declararía totalmente impotente. Pero, sin embargo, así como todas las grandes crisis, la desatada el año pasado por la pandemia, nos permitió, al tener más tiempo disponible, disfrutar de la literatura, y pasar el tiempo de un modo productivo, desplegando la imaginación y conociendo ficciones y realidades que despiertan sensaciones de asombro, incredulidad, y dotando de sentido cada instante en que podemos estar con vida.

 

“Podemos hacer lo que deseemos si lo intentamos lo suficiente.”.

HELEN KELLER

Helen Keller nació el 27 de junio de 1880, en Tuscumbia (Alabama).
A los diecinueve meses sufrió una gravísima enfermedad a causa de la cual quedó sorda y ciega.
Desde los siete años de edad recibió una educación especial de lectura y escritura con Anne Mansfield Sullivan, del Instituto Perkins para ciegos.
Pronto aprendió a leer el sistema braille y a escribir por medio de una máquina construida tan sólo para ella.
En el año 1900 fue aceptada en la Universidad de Radcliffe, en la que se graduó con todos los honores cuatro años después.
Trabajó en la Comisión de ciegos de Massachussetts y dio conferencias por todo el mundo.

Entre sus obras destacan: Historia de mi vidaEl mundo en que vivoSalir de la oscuridadMis años posterioresTengamos feMaestra: Ana Sullivan MacyLa puerta abierta.

(Extraído de buscabiografias.com)

 

 Y, tal como expresa la admirada Helen en esta frase, yo he sido testigo de verdaderas experiencias de perseverancia, por las cuales en solo 3 meses, que es el tiempo que dura el curso, algunos logran mejorar extraordinariamente su nivel de escritura, volcando sus vivencias de un modo claro, pero, a la vez, esforzándose cada semana para hacerlo mejor, con más precisión en el uso de todos los recursos que nuestro idioma nos proporciona.

 Por ejemplo, Mario escribe:

 Hace 37 años que soy guía de turismo en el mismo lugar donde nací, se llama San Carlos de Bariloche, es una ciudad que supera los 150.000 habitantes, se ubica a 1750 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires, desde donde se demora dos horas de viaje en avión o veinte en ómnibus…

Lagos, montañas y bosques caben en una misma foto y, todos quieren contemplar de cerca ese espectáculo. Para eso se organizan excursiones terrestres o lacustres, donde se encuentran muelles, miradores, balcones o playas.

Se cuenta con diferentes tipos de alojamientos, hoteles de todas las categorías, cabañas y camping. También existe un gran número de cafeterías, restaurantes, cervecerías y comercios, tratando de satisfacer necesidades y gustos de los visitantes…

Según el ministerio de turismo, llegan 900.000 turistas por año, lo que genera trabajo para más del 80 % de la población. Obviamente, estos datos son anteriores a la pandemia.

De esa gran cantidad de visitantes, siempre un porcentaje, que no puedo precisar, tiene algún tipo de impedimento físico. En todo el país hay 4.500.000 personas con discapacidad, sin contar a los adultos mayores; si contemplamos que cada uno de ellos viaja con uno o dos acompañantes, aumenta la demanda de servicios; entonces, avergonzados, notamos la falta de preparación en todos los lugares de interés. Es cuando entra en conflicto la propaganda de ”ciudad accesible”, con la realidad que se evidencia todos los días…

El centro de la ciudad tiene las veredas muy desparejas, las sendas para las personas ciegas se saltean sin ningún sentido coherente y, en muchos casos, hay que esforzarse por esquivar postes.

Entre las calles hay escaleras de piedra, más de 100 metros de largo, unen dos avenidas, ningún escalón tiene el borde marcado con amarillo (o cualquier otro color contrastante que pudiera advertir de su existencia) y en su desgaste, se nota el paso de los años…

Investigando un poco, descubrimos que la obligación de crear instalaciones accesibles existe, pero el programa sancionado por ley que dictó el congreso para toda la nación en el año 2013, parece que es tan solo una declamativa expresión de deseo, porque no se cumple.

Ojalá que en algún momento, las personas que deciden, modifiquen la forma de promoción y, en todo caso, que digan nos gustaría, o quisiéramos, o trataremos de disponer de instalaciones accesibles para todos, pero que no seduzcan a quienes, al llegar, desprevenidos, se encuentren con esos problemas, porque a los guías nos incomoda mucho cuando tratamos de dar soluciones imposibles.”.

 

“No intento bailar mejor que nadie. Sólo trato de bailar mejor que yo mismo.”.

MIKHAIL BARYSHNIKOV

 

 Creo que estos pocos ejemplos bastan para darse cuenta de que lo que intentan las personas con discapacidad, a través de su escritura, y me atrevo a decir que en su día a día, en cada una de las actividades que emprenden, es, ni más ni menos, superarse a sí mismas. Porque no hay carreras imposibles, no hay emprendimientos vanos, cuando lo que se busca es aprender, crecer, mejorarse y disfrutar en cada tramo del camino.

 

“De modo que ¿por qué esperar hasta el final para aprender las lecciones que podríamos aprender ahora? La lección del miedo… la del perdón, la de la entrega, la del tiempo, la de la paciencia, la del amor, la de las relaciones, la del juego, la de la pérdida, la del poder, la de la autenticidad, y la de la felicidad. Nos han puesto en la tierra para aprender nuestras propias lecciones. Nadie puede decirnos cuáles son; descubrirlas forma parte de nuestro viaje personal. Aprenderemos que no estamos solos sino mutuamente conectados, que el amor nos hace crecer, que nuestras relaciones nos enriquecen. El amor es realmente lo único que podemos poseer, conservar y llevarnos con nosotros.”.

ELISABETH KüBLER-ROSS

 

 Por tanto, lo que trato de decir es que, si abriésemos la mente, la maravillosa complejidad de las experiencias humanas nos enriquecería, y aún en situaciones aparentemente insalvables, como la que nos relata Alex Rovira, hay una esperanza, una posibilidad de rescatar la belleza del mundo, y de hacer algo, alguna forma de arte, aunque se tengan discapacidades graves, como es el caso que él cita en uno de sus libros, y que dejo a su consideración.

“Hikari Öe nació con hidrocefalia y con unas deficiencias de desarrollo que auguraban lo peor. Los propios médicos aconsejaron a sus padres que dejaran morir al bebé, pero ellos se negaron. Después de ser operado, el pequeño quedó impedido visualmente, además de padecer epilepsia y graves problemas para coordinar sus movimientos. Su capacidad para hablar era casi nula.

Una tarde en que Hikari paseaba con sus padres por el jardín, de repente oyó cantar a un pájaro. Conmovido, el niño empezó a imitarlo con total precisión. Lleno de asombro, Kenzaburo le compró grabaciones de cantos de pájaros para que el niño pudiera escucharlos en casa.

Al observar el gran interés que despertaba la música en Hikari, sus padres decidieron contratar a un profesor de piano. Fascinados, comprobaron cómo aquel niño que no podía hablar lograba expresar sus sentimientos a través de la música. Muy pronto empezó a componer piezas que luego grabó en discos que hoy son de culto.

Hikari Öe es actualmente un compositor muy apreciado en Japón y en todo el mundo, e inspiró a su padre la novela Un asunto personal, que fue clave para obtener el más importante galardón literario…”.

“¿Sabes lo que he pensado esta mañana? El pájaro que cantaba de madrugada quizá siempre haya estado ahí y yo no sabía escucharlo.”…

 

 En conclusión, me gustaría transmitir que, más allá de las definiciones, las etiquetas, los diagnósticos, cada persona con discapacidad lleva en sí riquezas incalculables, que, si la sociedad pudiese reconocer, escuchar, cambiarían muchas de las disputas, las mezquindades, los enormes problemas con los que tropieza una y otra vez, sin advertir que hay un potencial dormido, con infinidad de seres que desean hacer su aporte, y lo hacen, aunque no trasciendan sus voces, sus escritos, sus vivencias.

 

 Bibliografía utilizada

 

ALEGRÍA: Álex Rovira y Francesc Miralles.

Las palabras que curan: Álex Rovira Celma.

 

 Prof. Laura S. de Ferro.

Autora: Prof.  Laura Soto de Ferro. Santa Fe, Argentina.

laurayroberto2005@funescoop.com.ar

 

 

 

 

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