Secretos del dormitorio: ¿te visto yo o te vestís sola? La “discapacidad visual” y la sexualidad tras bambalinas.

 

 Mariana Romano

 

No sé si es muy común pensar en el momento posterior a una relación sexual, sobre todo cuando hay personas con “discapacidad” involucradas en ello.

 Hay que vestirse, volverse a arreglar y el mundo sigue. Si sos mujer…quizás…la gente observa más.

 En mis primeros encuentros, me producía muchísimo estrés y ansiedad esta situación. Sonaba el teléfono del hotel y mi mente se ponía en blanco: no recordaba dónde había puesto mi ropa, me volvía sumamente torpe para buscarla, me atolondraba y casi me ponía la ropa de mi compañero, y cosas de ese estilo, que... serían graciosas si no fuera porque realmente me estresaban.

 A veces la ropa quedaba desordenada y dispersa y eso me complicaba mucho más la búsqueda.

 Por suerte, mi compañero percibió desde los primeros encuentros mi malestar. No era sólo el momento del encuentro sexual, era el momento previo… él trataba de que en esa habitación yo me sintiese cómoda.

 Siempre intentaba pedir una habitación abajo, y cuando no había buena iluminación, dejaba la luz del baño prendida con la puerta abierta.

 A veces, también me ayudaba a vestir, y para mí…era una situación contradictoria, ya que entendía que lo hacía por alivianarme el momento estresante, pero además…había algo en mí que quería mostrarle que sí podía hacerlo sola.

 Después empecé a tomar ese gesto de él más como un gesto de ternura que como una ayuda.

 Otras veces, no intervenía en el momento del vestir. Dejaba que me vista sola, pero me tranquilizaba diciéndome que no importaba si nos demorábamos, que el dinero extra no importaba. Eso…realmente me tranquilizaba.

 También tuve oportunidad de conocer otros chicos y darme cuenta que no todos resultaban ser tan perceptivos: cuando llegaba el momento de vestirse…había como una vergüenza, una angustia, un miedo a decir que no encontraba una media (por ejemplo). Temía que el chico no me entendiese o le pareciese demasiado absurda la situación, pero bien sabía que eso indicaba un mal comienzo.

 Si me avergonzaba decirle que no encontraba una media (siguiendo con el ejemplo)… ¿cómo le iba a contar otras cosas verdaderamente más profundas?

 Pensaba que tenía que ver con el grado de vulnerabilidad que uno/a estaba dispuesto/a a exponer.

Sabía que con sólo girar la cabeza, el chico podía ver mi media perdida, pero no se lo decía. Prefería buscarla yo, aunque eso implicara demorarme mucho y estar como besando el piso.

 Reflexionando, quizás ese grado de vulnerabilidad que se expone tiene que ver con la confianza.

 Y tal vez, las cosas que estoy contando aquí sean sumamente personales, pero las cuento porque no me parece menor el estrés que me producían esas situaciones, las experiencias buenas , las malas y la forma en que esos aparentes detalles pueden llegar a pesar a la hora de seguir o no con una relación.

Cuando confío en alguien, soy capaz de decirle que no encuentro una media, que la habitación está muy oscura, que hace mucho frío, que no me gusta tal cosa, que quiero tal otra.

 Cuando pienso en los derechos sexuales de las mujeres con discapacidad, pienso en el valor, en la confianza. No sólo para decir a alguien ¡NO!, sino también, para decirle: -“Necesito ayuda”, -“Estoy preocupada”.-“Me sucede esta situación”. Y por supuesto…para decir ¡SÍ!

 

 

Autora: Mariana Agustina Romano, San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina.

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