¿Quién me contagió de COVID-19?

 

El SARS-CoV2 es un virus que causa la enfermedad COVID-19, que en la actualidad se ha convertido en una pandemia. 

Desde mi experiencia como profesional de la salud, comprendo en detalle el riesgo inminente de algunas enfermedades debido a su alta probabilidad de contagio, sé que en el lugar menos esperado puedo contraer cualquier cosa y más cuando el contacto con el paciente es directo y/o consiste en tener contacto con alguna gota o fluido contaminado; estos mismos riesgos que tengo de contagiarme pueden ser los que tengan mis pacientes de que los contagie, debido a mi manipulación con otras personas antes o después de atender a cada uno. 

Cuando estudiamos el preescolar, los profesores nos indican ciertas reglas de higiene que tienen como finalidad evitar la probabilidad de adquirir un sin fin de enfermedades; entre estas reglas podemos encontrar: 

Portar el uniforme limpio.

 Lavarse las manos antes y después de ir al baño. 

Lavarse las manos antes y después de comer. 

Lavarse las manos muchas veces al día por el mínimo de actividad que se realice dentro o fuera de clase. 

Existen pictogramas que delimitan la posición de cada estudiante al entrar a la escuela formando filas, mismas que en determinado tiempo serán guiadas de forma ordenada a un destino (el aula).

Las normas de respeto que como estudiantes son enseñadas, en la actualidad son clave esencial para disminuir una gran parte de los riesgos a contagiarse, pero, ¿Por qué en esa etapa se aprende y conforme pasa el tiempo se va olvidando? Incluso muchas personas se ofenden cuando se les solicita respetar determinados lineamientos, que tienen como fin salvaguardar la seguridad de cada uno. 

En el año 2020, cuando la pandemia parecía estar en uno de los picos con mayor impacto, tuve que realizar un viaje que ya tenía programado; conocía el riesgo y me comprometí en mi interior a mantener la calma y a actuar con responsabilidad; llevé gel, toallitas sanitizante, cubrebocas, lentes, careta, entre otros objetos destinados a la higiene. Mi viaje fue en avión, el aeropuerto no contaba con las medidas necesarias para salvaguardar la salud de cada uno de los usuarios; es ahí donde la educación de cada uno tendría que ser aplicada; no hay pictogramas en el piso que marquen la separación. Uno intuye que, bajo una situación como la pandemia, la distancia es clave y, pienso que uno en teoría lo aplica, porque en la acción no sucedió así. Me preguntaba: ¿por qué el personal no hace nada?...

Después de varios hechos, entendí que cada uno está viviendo la pandemia desde su perspectiva y que, si bien uno no está de acuerdo con las ideas de otros, la mayor parte de las veces, no hay nada que hacer. Pude experimentar que cada uno acciona conforme a lo que cree y le ha tocado vivir.

Las indicaciones para viajar son muy complejas, con tanta gente, el personal del aeropuerto deja de estar tan dispuesto a responder mil veces la misma pregunta al día. Uno pensaría que es su trabajo, les pagan por ello, pero lo que omitimos es que quienes se acercan, no siempre lo hacen de una forma apropiada y como todo humano, la conducta es modificada en base a sus experiencias. 

Durante todo el viaje muchas personas tenían distancia, usaban cubrebocas, pasaban todas las etapas de revisión, pero una vez dentro del avión, uno que otro al comer se olvidaba de las medidas. Un riesgo para todos y, para quienes no lo hacíamos, el sentimiento de impotencia por ver la falta de responsabilidad de otros.

Llegada a mi destino, fui a la playa, a lugares turísticos, plazas, restaurantes, usé transporte público, comí en un mercado. En cada uno de los lugares hice mi mejor esfuerzo por no ponerme en riesgo, acto que también noté en la mayoría de las personas con las que me encontraba. Era evidente su higiene y sus medidas cumplidas al pie de la letra, que si bien no son garantía, al menos, el riesgo disminuye.

Al terminar mi viaje me sometí a la prueba, el resultado fue negativo y entendí que salir, ser responsable y que todos lo sean es clave para que podamos realizar actividades que, por miedo, hemos evitado.

No fue la única salida que hice, fui a otros lugares y en todos, las medidas eran respetadas.

Nunca tuve la más mínima sospecha de estar contagiada, a pesar de que en un momento me dio gripe.

Es poco lo que se conoce de esta enfermedad, sus síntomas diversos no dejan del todo claro si una persona es o no sospechosa; las secuelas, en cada individuo se han manifestado diferentes complicaciones; la misma enfermedad actúa en el cuerpo de cada individuo en formas inesperadas.

Me viene a la mente la frase: ¡Quédate en casa!...

Recomendaciones: Lávate las manos, usa gel, usa cubrebocas, mantén la distancia, no visites a nadie si no hay necesidad, limpia los productos, cambia tu ropa al llegar de la calle, usa sanitizante, cloro, agua y jabón, entre otras. La mayor parte de ellas está relacionada con una inversión económica.

Cuando veía a gente en la calle, sin cubrebocas, sin colocarse gel, sin mantener la distancia, sin respetar las recomendaciones, sentía enojo, me frustraba pensar que salían y que había quienes no podíamos decidir si salir o quedarnos en casa, sencillamente teníamos que hacerlo por trabajo.

En uno de los viajes que realicé, algo parecía extraño, los vendedores bajaban los precios, daban cosas adicionales si se les compraba, malbarataban su trabajo. En una de las ofertas que me hicieron, me dijeron: Ustedes tienen miedo de viajar por la pandemia, pero hay quienes dependemos del turismo y en estos momentos no tenemos trabajo, por lo tanto, no hay dinero ni oportunidades de acceder a lo básico.

En el transporte, las personas subían sin cubrebocas, incluso empecé a cargar con algunos adicionales para ofrecerlos. Sabía que no usaban gel al tocar cualquier superficie; me preguntaba si las personas entendían las consecuencias de sus actos o seguían pensando en que no existía el virus.

En una plaza que visité, un vigilante tenía un cubrebocas maltratado, enseguida dije: ¿Por qué no lo cambia? Noté que tenía un envase sin gel, su tapete estaba seco, el termómetro digital ya no tenía batería. Mientras me acercaba sentía mucho coraje porque entendía que los filtros desde la entrada iban mal, me decidí a ser imprudente y cuestionar lo que estaba sucediendo… Recibí la siguiente respuesta: - En mi trabajo no nos dan cubrebocas, estos tienen un valor elevado, si cada día tuviera que cambiarlo; no solo es el mío, también son los de mi familia, no me permiten traer de tela; el gel está vacío porque lo he terminado y ha subido de precio; el líquido para el tapete no nos lo proporcionan, solo se puso para cumplir con los requisitos básicos; el termómetro digital es usado todo el día, la batería solo dura determinado tiempo, no se nos dan las baterías cada vez que se acaban… Es sencillo juzgar, sin embargo, hay detrás mucho más de lo que parece.

En ese momento entendí que todos estamos dentro de la pandemia, pero cada uno en diferentes condiciones. Ahora ofrezco gel si está en mis posibilidades, sigo preguntando si necesitan un cubrebocas, entiendo que cada uno tiene diferentes motivos para salir de casa, que, aún con el riesgo y el miedo, lo hacen porque anteponen la necesidad del hogar. La empatía ha sido uno de los valores que más he aplicado, tanto con las personas que encuentro en mi camino como con los que me rodean, porque cada uno está pasando esta situación de la forma que puede.

De todas las veces que salí con mis amigos, viajé, encontré a algún familiar, comí fuera de casa, en ninguna de ellas sentí riesgo, porque siempre mantuve las medidas, pero supe que hacía lo mismo de lo que me quejaba…

Al regresar de cada viaje me hice pruebas para saber si estaba contagiada del virus, la mayoría dieron como resultado negativo, excepto mi última prueba, la cual dio positiva. Es relevante mencionar que esta ocasión no viajé, no salí, no comí en la calle, no me encontré con nadie… Solo pasó, un día desperté sintiéndome mal, con dolor de cabeza, fiebre, frío. Entonces me hago la siguiente pregunta: ¿Quién me contagió? ¿Cómo pasó?

Gracias a que las vacunas han sido aplicadas a una cantidad considerable de personas, también ciertas medidas han sido descuidadas, nos hemos confiado, hemos bajado la guardia. Si bien las vacunas han permitido que quienes nos enfermamos tengamos menos complicaciones, no es garantía de evitar ser hospitalizados ni tener secuelas posteriores a la enfermedad.

Algo que es cierto, es que actuar pronto ante la enfermedad es clave para superarla, así como para que no existan complicaciones. Hoy tengo la oportunidad de decir que la enfermedad me deja una lección, mi cuerpo me ha defendido con todas sus fuerzas y sigo aprendiendo de la pandemia; sé que no todos lo estamos pasando igual, hemos aprendido de formas diferentes sobre esta situación, hemos perdido a seres queridos, hemos pasado por temores, angustias, frustraciones… Cuando esto se termine, no seremos los mismos, no regresaremos como nos conocimos, las emociones estarán confusas, las necesidades de los abrazos se habrán acumulado, todo será distinto… Mientras ese día llega, toca ser fuertes, valientes, empáticos, consientes, respetuosos, responsables, especialmente, elegir no juzgar, porque no sabemos las condiciones de la persona que tenemos frente; no conocemos su historia, no podríamos entender por lo que está pasando. Seguramente no nos acercaríamos a lo que cada uno vive en el día a día.

No estar de acuerdo con los actos de otros no debería ser un problema, es cuestión de respeto.

No sé quién me contagió de COVID-19, tampoco deseo saberlo, todos somos responsables de esto; lo único que espero es que, si contagié a alguien, la pase lo menos mal y sobre todo, que igual que yo, lo pueda contar.

En el momento menos esperado, en los lugares que desde hace mucho he frecuentado, encontré lo que en otros sitios era más esperado, por lo que puedo entender, no se trató del lugar, ni de la distancia entre el viaje y mi casa, tampoco trató de la persona con la que estaba, siempre fueron las medidas de seguridad, esas que se ven tan pequeñas, pero que en muchas ocasiones me alejaron de la enfermedad. Sé que bajé la guardia, me confié, pero después de esta gran lección debo reconocer que cambié, ahora valoro a cada persona que me rodea, agradezco cada detalle, dejé de minimizar esos detalles que me dan, tengo paciencia, entiendo, doy palabras de aliento, escucho, oriento, dedico tiempo y lo más importante, siempre que puedo estoy dispuesta a ayudar a alguien a superar esta situación.

 

Autora: Elsa Yatzaré Soto Rocha. Naucalpan, Estado de México, México.

Licenciada en Optometría.

yatzaresoto@hotmail.com

 

 

 

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