Exiliados.

 

No hay día tan absurdamente triste

en la vida de los seres humanos

como la víspera de tener que irse

lejos del poder encolerizado.

                Racimos de hombres por él desgajados

con las tímidas luces de la noche

y el alma a remolque del desengaño

huiréis inventando un nuevo horizonte

y sólo lograréis crecer la noche.

                Adiós patio, taller, despacho y patria,

adiós muros de llantos y de goces

donde blanca o negra duerme la infancia,

adiós valle de sudores y lágrimas,

adiós a la soñada primavera

y a las tiernas caricias de sus dalias.

                Ausentes seréis cielo sin estrellas,

sin soles de paz, con sombras de guerra,

que el árbol que de su tierra desprenden

vive muriendo aunque halle tierra buena.

                Adiós pájaros, amigos, paisajes…

¡Maldita guerra que os hizo emigrantes!

                Seréis por ella rosas sin aliento,

razón y culpa del laciar del sauce,

árboles sin raíces que los vientos

impedirán crecer en surco ajeno.

                Será preciso aprender a vivir

cual huéspedes bajo un extraño techo

y esperar, a veces hasta morir,

que el poder al hombre no haga sufrir.

 

 

Autora: María Jesús Sánchez Oliva. Salamanca, España

mariajesussanchez@oliva04.e.telefonica.net

 

 

 

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