Un viaje que creí imposible.

 

 Aprendí el Braille a los diez años, y fui y seré siempre un apasionado de este sistema.

 En la escuela, cuando había una clase que no me gustaba, como las de historia, o la maestra explicaba algo que yo sabía o creía saber, me ponía a hacer por debajo del pupitre dibujos con signos Braille en hojas de cartoncillo usando regleta y punzón y tratando de no hacer ruido.

 Desde que leí la biografía de Luis Braille, siendo muy joven, tuve el deseo enorme de ir hasta su casa, en un pueblo cercano a París, Francia.

 Por fin, a la edad de 61 años, lo logré, pues uno de los hijos de mi entonces esposa nos patrocinó el viaje por varios países europeos.

 Primero fuimos a Madrid y conocimos la ONCE, donde se producen libros en Braille para los ciegos.

 Conocimos el museo en el que hay aparatos antiguos y modernos, libros y muchas cosas más para el uso de nosotros, los ciegos.

 A los pocos días fuimos a París, y la emoción me embargaba, pues un mediodía viajamos en tren rápido a Coupvrai, donde nació y murió Luis Braille.

Es lo que fue su casa, convertida ahora en museo. Hay todo lo necesario para vivir a la antigua, las camas, la pequeña cocina con horno para hacer pan, objetos para fabricar queso y vino, y en la parte superior, libros, aparatos de escritura, y mucho más.

 Pero mi atención se centró por bastantes minutos en un busto en el que Luis está de pie, vestido con una capa como de tipo militar, y en un bolsillo de esa capa tiene una regleta para escribir en Braille.

 Se me caían las lágrimas de felicidad por tocar todo eso, y se me ocurrió prestarle un punzón para escribir, el cual puse por varios minutos en el otro bolsillo de su chaleco.

 Es uno de los mejores momentos que he vivido y nunca lo olvidaré.

 Varias veces he soñado que estoy allí, conversando con él, en ese lugar en el que le presté mi punzón a quien ya no lo necesita, pues ha traspasado la vida en este planeta.

 Agradezco a Dios y a la vida haber hecho ese viaje y creo que comprendo mejor a la gente humilde, como fue Luis Braille, recordando esas maravillas que conocí en una casa de Coupvrai.

 Y yo seguiré sintiéndome como un joven cuando estoy ante cualquier escrito en Braille, porque me quedó una fijación de lo que ese sistema tiene de infantil y sencillo.

 

Autor: Roberto González y González. Xalapa, Veracruz. México.

pepetigre43@gmail.com

 

 

Presentación del autor.

 

 

 

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