Una amistad increíble.
Les voy a narrar una historia que mi
abuelito André me contó. Esta historia ocurrió en el año 1972 cuando él era
niño, en una ciudad llamada Herbania.
En aquel entonces era una ciudad pequeña
y muy alejada de la capital, tenía una plaza central muy colorida, con una gran
pileta, bancas de madera pintadas de color azul, hermosos girasoles y árboles
que daban sombra a sus visitantes.
En este lugar la gente se reunía los
domingos, después de la iglesia para hablar de cómo les fue durante la semana,
mientras contemplaban la belleza natural del poblado, el cual estaba decorado
por montañas recubiertas de frondosos árboles, un río de agua cristalina y una
gran cascada que con su sonido arrullador acompañaba siempre el caminar de los
lugareños.
Alrededor de la plaza se encontraban la
mayoría de las casas de esta pequeña ciudad.
Allí vivían personas de todo tipo, pero la
familia más distinguida eran los Ceballos, quienes eran dueños de la gran casa
verde de puerta café, en la calle aledaña a la iglesia. Esta familia era la más
pudiente de Herbania.
Los domingos, era cuando más gente
concurría a la plaza central, momento que era aprovechado por mi abuelito para
lustrar zapatos a la mayor cantidad de personas, pues con esto ayudaba a sus
padres a cubrir los gastos del hogar; ya que, hace mucho tiempo no conseguían
trabajo.
Un buen día conoció a Sokovicht,
mientras se encontraba trabajando.
De la nada apareció una sombra muy
grande, era el señor al que todo el mundo conocía menos mi abuelito, él era muy
alto, cabello rizado y claro, bien vestido y utilizaba un sombrero muy grande,
casi como los que usaban los magos, guantes blancos que brillaban con el sol,
además de un pañuelo en la solapa de su traje. De su mano venía agarrado su
hijo, un niño regordete de cara redonda, poco pelo y vestido de marinero, pero
sus zapatos sucios. El Sr. Cevallos le pidió que limpiara sus zapatos y mi
abuelito le dijo después lo atiendo porque estoy ocupado.
El señor se enojó con mi abuelito y le
dijo acaso no sabes quién soy, soy Marco Cevallos Alcántara a mí nadie me dice
que después, en este momento limpias los zapatos de mi hijo Sokovicht. André
tembló con ese grito, el Sr. Ceballos se fue refunfuñando y dejó al niño para
que lustrasen sus zapatos, mientras tanto los niños iniciaron una conversación
muy amena.
Sokovicht Le contó al abuelito que era
hijo único y que asistía a la escuela; por su parte él se mostró sorprendido,
ya que, en su familia eran cinco hijos y que por falta de recursos nadie de sus
hermanos iba a la escuela
Cuando el niño se fue sin pagar la
limpieza del calzado, mi querido abuelito estuvo contrariado y un tanto
molesto. La mañana siguiente mi abuelito se fue a la plaza a lustrar los
zapatos como todos los días, vio a los niños salir de la escuela, se los
reconocía por llevar un uniforme y mochilas multicolores, al rato vino el niño
del día anterior, quien le pidió disculpas por no haberle pagado y para
recompensarlo le dio propina.
Mientras mi abuelito lustraba los
zapatos de las personas el niño se quedó mirando, cuando acabó el niño le
preguntó ¿puedo hacerlo yo? A lo cual mi abuelito soltó una carcajada
jajajajjaajajajajjajajaj tu no podrías hacerlo pues se nota que tus manos son
delicadas y ensuciarías tu ropa.
Mi abuelito le dijo mira he terminado
ya no hay nadie a quien lustrar zapatos, es mi hora libre porque no jugamos
canicas y Sokovicht le dijo nunca he jugado eso. Mi abuelito sacó de su
bolsillo un puñado y así le enseñó a jugar, se divirtieron mucho, al final
ensució su ropa elegante, pero todo valió la pena, pues realmente disfrutaron
un momento entretenido.
Pasaron varios días antes que el niño
regresara. Mi abuelito pensó que será de aquel muchacho, y justo en ese momento
Sokovicht apareció, mi abuelito sorprendido le preguntó ¿por qué vienes a esta
hora, acaso no estás en la escuela? y él contestó, sí, pero me escapé de la
escuela es muy aburrida, prefiero jugar contigo, eso que me enseñaste el otro
día, ya que la pasé muy bien a pesar de que mis padres se enojaron mucho por mi
ropa sucia. Además, mis papás tampoco quieren que sea tu amigo.
No te preocupes Soko, te voy a decir
así, de aquí en adelante.
Ya me lo imaginaba por que tus papás
nunca me aceptarán como tu amigo. Sin embargo, no puedes mentirles a tus
padres, es mejor decir la verdad siempre.
Soko dijo, ¡ay tu no conoces a mis
padres! son muy raros, me critican, siempre quieren que este quieto, que no me
ensucie y que no juegue con nadie, pero tú a mí me caes muy bien.
Fue así como mi abuelito y Soko se
hicieron amigos inseparables, claro a escondidas de sus papás.
Tiempo después Soko venía de la escuela
y pasó por el puesto de mi abuelito y comentó estoy muy emocionado. Por qué
pregunto mi abue, en la escuela nos van a llevar a un campamento, el año pasado
ya fuimos y fue genial, pues no estarán mis papás para regañarme, le respondió,
qué bonito debe ser eso dijo mi abue,
además le pidió que le contase a donde se iría y cuanto demoraría el viaje; ya
que, él nunca podría ir de campamento, agregó.
Mientras Soko dormía pensó en las
palabras que le dijo su amigo y se puso muy triste, entonces se le ocurrió una
gran idea. Al día siguiente, luego de desayunar corrió a la escuela, para
preguntarle a la profe Diana si podría llevar al campamento a su gran amigo.
¡mmm! la profe dudó y movió la cabeza, mientras Soko le suplicaba y le contó la
historia de su pobre amigo André que no tenía dinero y nunca podría ir a un
campamento por eso él rompería su alcancía, para la cuota del campamento. La
profe Diana se conmovió con su acto y dijo que sí.
Sokco estaba tan feliz que dio saltos
de alegría. Enseguida que sonó la campana para salir de la escuela corrió a
contarle a su amigo, los dos Fantasearon de lo bien que lo iban a pasar. en ese
momento recordó a su familia y le dijo a Soko que él no podía ir pues si no
trabajaba su familia no comería, Soko le dijo no te preocupes, con mis ahorros
alcanzará a pagar tus días de trabajo y la cuota, apenas son dos días, le dijo.
mi abuelito se fue contento para pedir permiso
a sus padres, quienes no estaban muy seguros, pero él estaba tan contento y al
final los convenció.
Faltaba una semana para el dichoso
campamento, para los dos amigos fueron los días más eternos de su vida, el día
anterior para ir al paseo Soko le dio el dinero para que lo lleve a sus padres
y puedan tener para la comida, además planearon todo para el campamento.
A las 05:00AM mi abuelito se levantó
muy temprano como nunca, casi no había dormido por los nervios de su primer
paseo, se bañó en agua fría, se puso su mejor ropa y sus únicos zapatos sin
hueco. Ya a las 07:00AM todos los niños se reunieron en la escuela, menos mi
abuelito pues ya que vivía muy lejos en el campo. Soko hacía tiempo para que el
bus no saliera sin su amigo.
El bus prendió los motores, y en ese
momento apareció mi abuelito, él corrió para alcanzar el autobús.
Se sentaron y mi abuelito iba mirando
el paisaje, mientras se le llenaron los ojos de lágrimas, Soco le preguntó por
qué lloras André, él contestó es la primera vez que subo a un bus y que voy de
paseo. No seas tonto dijo Soko debes estar feliz igual que yo. tres horas
después el bus se detuvo y todos los niños gritaron a la vez al fin llegamos,
VIVA, VIVA.
Mi abuelito Salió apresurado del bus y vio
una pradera hermosa con animalitos que jamás había visto, seguían caminando con
su amigo y vio a lo lejos algo que le llamó la atención, reflejaba la luz del
sol, corrió para verlo más cerca, pero no sabía que era. Hasta que Soko se
acercó y le dijo que era una piscina, UAO ¿enserio? Y ¿que es eso? Soko se rió
mucho y luego le explicó, los llevaron a una cabaña de madera típica de la
zona, para que coman, me dijo mi abuelito que jamás había comido tan rico como
aquella ves.
Después los niños se bañaron, jugaron y
otra vez comieron, luego armaron sus carpas para la noche, obviamente Soko
dormiría con mi abue para conversar en la noche. En la madrugada cuando estaban
dormidos Soko sintió ganas de orinar con un poco de miedo y frío salió de la
tienda de acampar, buscó un lugar privado para hacerlo. Vio una luz muy intensa
y brillante a lo lejos y casi automáticamente caminaba hacia el destello.
André, cuando se despertó y cayó en
cuenta que Soko no estaba, pensó que se había despertado primero, se vistió y fue
a buscarle, al no encontrarlo preguntó a la profesora, ella tampoco sabía dónde
estaba, empezaron a buscarlo y a buscarlo, mi abuelo también estaba
desconcertado
Ya ni si quiera comió, ni disfrutó del
paseo por tratar de encontrar a su gran amigo. Cuando llegó la hora de regresar
mi abuelo subió al bus, pero esta vez muy afligido y preocupado por la
situación.
Soko despertó lentamente, abrió sus
ojos y miró a su alrededor y se dio cuenta que junto a él estaban unos seres de
color azul con manchas verdes que tenían 4 ojos, nariz en el medio, y la boca
atrás de la cabeza, además de dos pares de brazos. Estos seres hablaban entre
sí, mientras giraban su cabeza hacia adelante. Soko tenía terror, no sabía lo
que había pasado. Estos seres lo invitaron a pararse él lo hizo cautelosamente,
le llevaron a que conozca el sitio donde estaba y ahí se dio cuenta que era una
nave espacial y que estos individuos eran extraterrestres.
El niño había escuchado hablar de estos
seres, pero nunca creyó en estas cosas, que aparentemente eran relatos de
ciencia ficción.
el bus escolar llegó al pueblo, los
padres esperaban con ansiedad a sus hijos, claro ahí estaban los padres de Soko
quienes preguntaron a la maestra por su hijo, mientras ella explicaba lo
ocurrido. André se fue por la parte de atrás de la escuela hacia su casa. A lo
lejos se escuchaban los lloros y gritos de la madre de Soko. Mi abuelo también
había entrado en llanto, incluso se enfermó de la pena y no podía ni siquiera
ir a la plaza a lustrar zapatos, porque recordaba los momentos que pasó con su
amigo.
Habían pasado ya dos días desde la
desaparición de su camarada, entonces escuchó el motor de un vehículo que se
acercaba a su humilde hogar. ¡Oh! son los padres de soco ¿Qué Ocurrió? Buenos
días, señora y señor, Ceballos, dijo temblorosamente, se notaba que la señora
tenía los ojos hinchados de tanto llorar y el papá muy afectado.
le preguntaron todos los detalles del día en
que desapareció Soko, ya que la profesora les había contado que su hijo lo
había invitado diciéndoles mentiras.
Soko estaba ya dos días en la nave y
trataba de entender su idioma, pero más bien uno de ellos entendió el español.
Los alienígenas compartían con soco su alimento, el cual eran unas pastillitas
muy deliciosas y le explicaron que solo querían saber que hacen los niños
terrestres para entretenerse y no estar aburridos. Soko les explicó todo lo que
había aprendido con André: jugar futbol, canicas, trompos, rayuela y otros
juegos más. Ellos eran muy inteligentes por lo que aprendieron rápido.
Los padres de Soko fueron a la capital
para hablar con la policía sobre el inexplicable acontecimiento.
A millones de kilómetros Soko hablaba
con Gosti, el alienígena que aprendió hablar español acerca de cómo era su
vida, de su amigo André, la escuela y de sus padres, le comentó que a veces les
mentía ya que ellos eran muy estrictos y cascarrabias. Le dijo que el sentía
que sus padres no lo amaban y que por eso le ponían tantas restricciones.
Los extraterrestres pensaron que ya era
hora de enviar a Soko a su casa ya que pasaron cinco días desde que subió a la
nave y que sus padres estarían muy preocupados por su desaparición.
Soco estaba maravillado con la nave
interestelar, los planetas que visitó y sobre todo la bondad de esos seres tan
particulares y les preguntó ¿Para que aprendieron los juegos de los niños?
Gosti le contestó que ellos en su mundo
eran padres y querían que sus hijos jueguen y tengan amigos, pero no sabían
cómo jugar, pues querían ser buenos padres, al escuchar esto Soco se enterneció
mucho y lloró, a sus adentros dijo para sí mismo ¡Como quisiera que mis padres
fueran como ustedes!
En la casa de Soko estaban
desesperados, la policía no encontraba ningún rastro y por otro lado mi
abuelito no dejaba de pensar en su compañero de aventuras. Esa misma noche
mientras dormía mi abuelito, escuchó un estruendo que lo despertó súbitamente y
asombrado miró por su ventana la misma luz que días antes vio su amigo, el
asombro fue mayor cuando vio bajar a Soko de la nave y como esta desapareció. Corrió
rápidamente a abrazar a su amigo.
Pocas horas después, amaneció y se
dirigieron hacia la casa de Soko, al verlo sus padres lo abrazaron y su madre
lloraba de felicidad, le preguntaron donde anduvo, sus padres no le creyeron y
dijeron que era otra de sus mentiras además pensaron que estuvo en la casa de
André, ya que llegaron juntos. Ellos estaban muy enojados y también increparon
a mi abuelo, por lo que él salió de la casa huyendo.
Soko fue a su cuarto a llorar y se dijo
los alienígenas son mejores que mis padres, ¡ahora que digo la verdad no me
creen! En la noche los padres de Soko estaban en el patio cuando vieron la
misma luz brillante que bajó hacia ellos, era una nave extraña, de la cual
descendieron dos seres que habían estado con Soko, eran Gosti y su esposa; les
contaron todo lo que Soko sentía hacia ellos, además les dijeron que Soko
miente porque ellos son muy intransigentes, que los padres están para apoyar y
comprender a los hijos. Soko los escuchó y bajó hacia el patio, a él también le
dijeron que ya no debía mentir nunca más a sus padres, los padres deben saber
lo que hacen sus hijos y los hijos deben honrar a sus padres. Los padres
abrasaron a su hijo y le pidieron perdón, Soko también se disculpó, mientras la
nave se alejaba y se perdía en el infinito universo.
Desde ese día mi abuelo podía entrar a
la casa de su amigo, jugaban en su casa y eran amables con él, también me contó
que el señor Cevallos le dio trabajo a su papá por eso mi abuelito ya no tuvo
que trabajar y pudo ir a la escuela y compartir aventuras, campamentos e
incluso hacer tareas juntos.
De eso ya han pasado muchos años y lo
bueno es que hasta ahora son muy buenos amigos, pues mi abuelito me dijo que él
nunca olvidará el gesto de solidaridad que Soko tuvo y que más valió su amistad
que la condición económica.
FIN
Autor: Lcdo. Lenin
Alejandro Carrera Oña. Quito, Ecuador.