Discrepancias
del artista.
Bajo
un sol sureño, aquella mirada se concentraba en el paisaje de agua calma y
resplandeciente, propia del lago Aluminé. El tímido artista estaba meditando en
qué colorido cielo podría sobrevolar, desde dónde modelar con el arma de su
imaginación y guiando al pincel… Tal vez la expresión buscada fuese un ensueño,
una pasión o un sentimiento que, a simple vista, esparciera el rigor de la
humildad y el amor contenidos en su alma. Ante la paleta se hallaba un pintor
atónito y al frente un lienzo, mudo, sereno esperando a ser vestido en su
impaciente desnudez.
Nada resultaba fácil
para Catriel, pues a pesar de sus cuarenta y dos años y dada su modestia estaba
lejos de sentirse un triunfador. Hombre apacible, emprendedor, un bohemio
enamorado del arte y la literatura en el marco de su tradición y la naturaleza.
Resguardaba con particular humildad el título de abogado y oficiaba de
reportero periodístico. Como jurista se había comprometido en la defensa de su
comunidad y quizás, entre sus pasiones que lo caracterizaban se destacaba la
escritura literaria, aunque el instinto de supervivencia, involuntariamente lo
derivó a la escritura del periodismo y ha narraciones con tendencias a la
promoción del turismo regional.
La casa en la que
vivía junto a su valorada familia, lucía el clásico frente de color azufre de
las piedras lajas y sus ventanales opuestos miraban hacia la cordillera, y
desde allí a los venerados cóndores al pasar. La natural belleza andina
integraba el marco de la rutina al igual que la pasividad, por lo cual Catriel
combinaba placeres sin distraer las tareas ajustadas a su trabajo.
Habiendo suspendido
las intenciones de pintar y ubicado en su escritorio frente al teclado, leyó un
mensaje de la redacción del diario zonal, indicándole el próximo tema, el
título del artículo referente a lo que debería escribir.
Espontáneamente hizo
sonar un puñetazo sobre la mesa y un tanto molesto llevó sus manos a la cabeza.
Se lo notaba muy conmovido. La extraña actitud llamó la atención de su esposa
que acercándose pretendió consolarlo, desconociendo los motivos de tal
reacción. Él respiró profundo e intentó explicarle a su mujer, el malestar que
lo aquejaba:
- No llego a entender…
¿Por qué nadie ha revelado la disonancia dolorosa que
se produce en el alma de un escritor que estando entristecido debe provocar una
sonrisa a la gente o que estando jubiloso debe derramar lágrimas por encargo?
¿Por qué no puedo escribir lo que me vibra en el alma en este momento? Como
ejemplo, ahora… nuestro hijo en unos días egresa del colegio secundario y
quiero escribir mi discurso de padre para resaltar sus virtudes, para que el
mundo entero sepa de mi orgullo, quiero documentarlo, quiero gritarlo ante el
micrófono de la escuela, que sepan los docentes, los padres y los jóvenes que
si mi hijo blande junto a su pecho la Bandera Nacional de Ceremonias, no ha
sido por un regalo justamente. Él ha cursado el secundario en la ciudad de Las
Lajas, a cien kilómetros de su casa, registrando las mínimas faltas, sus notas
siempre fueron dignas de destacar y así culmina los estudios con el mejor de
los promedios. Aunque esto no es poca cosa, cabe sumarle que en las venas lleva
sangre mapuche y eso significa enfrentarse a tratos no muy agradables, a ser
absurdamente discriminado, por lo cual todo resulta un doble esfuerzo,
demostrar temple en la conducta y la dureza para apretar los dientes y soportar
las tormentas, algo propio de nuestra idiosincrasia. Mi
hijo, demostró hombría de bien, supo ganar su lugar y así lo reconocen los
compañeros que compartieron estos años. Además ya se está preparando para
ingresar a la Facultad de Derecho, lo que encarna un extenso y doloroso
alejamiento de su familia. Pero bien sé que lo hará y al volver se ha de sumar
a la protección de sus semejantes y a la interminable lucha por los derechos de
los aborígenes bien nacidos en nuestro bendito país llamado Argentina.
¿Y cómo no voy a
sentirme molesto con este mensaje laboral? ¡Si me están indicando que escriba
una reseña histórica sobre la Conquista del Desierto! Encima, para cumplir el
objetivo de atracción turística, ¡debo mentir! Tengo que describir “detalles
inexistentes”, como lugares de batallas indicando cuantos indios salvajes
fueron muertos y nombres de milicos héroes que con fusiles Rémington doblegaban
a las lanzas. ¡Qué horror!
Creo que en esta
oportunidad tendré dificultades laborales, pues por mi condición mapuche
discrepo, no me siento bien, y no dejo de preguntarme: ¿Por qué nadie ha
revelado la disonancia dolorosa que se produce en el alma de un escritor?
La esposa lo invitó a
relajarse y a pasear por los senderos que orillan el lago. Al regresar se
dispuso a pintar aquel lienzo inmaculado. Caía el atardecer y grisáceas nubes
iban envolviendo el paisaje cordillerano. Oscilaba en su mente pintar una
imagen amena, alegre y atractiva. Afuera había comenzado a llover y esto
distraía al pintor, porque la lluvia colma de tristeza el alma, desorienta en
la creación de formas alegres y vivas. Pero el artista se rebelaba ante las
incesantes gotas que azotaban en la ventana, como llamándolo a la melancolía.
Se negaba a caer en un paisaje árido y acre. Quería hacer un día maravilloso en
el que todo fuera contra la corriente, descartando la infelicidad, el desamor y
calmando la herida de un adiós. Romper con cada pincelada el camino tortuoso de
su obra guiada por voluntades ajenas. Resolvió sacar una sonrisa de
satisfacción a sus cuadros, en una actitud valiente de un pintor decidido a
enfrentarse con la lluvia azotando y con sus lágrimas cayendo. El pintor
luchaba en su interior, Catriel luchaba con firmeza. Así trazó la primera
mancha azul celeste y que fue dispersando hasta conformarse un bellísimo lago.
Siguió combinando un suave oleaje, una playa delgada y poco a poco un cuadro
andino. La vida en la tela emergía al aire. Un lugareño portando una pluma y un
papel, escribía apoyado en una roca. El Sol en el horizonte se iba alejando y
un tono anaranjado invadía el cielo en un bello atardecer.
Finalmente, esa noche
pudo dormir en el mejor sosiego que brinda el alma. Al renacer el día se sintió
saludado por “Antu”, un sol andino esplendoroso, el sol mapuche. Su esposa le
preparó el mate y Catriel se posó frente al escritorio dispuesto a culminar la
tarea de escritura encomendada. Previamente fue hilando cabos entre el pasado,
el presente y el futuro. Pensó en ese retrato que buscan los turistas, paisajes
naturales y fábulas aborígenes, y plasmó en síntesis sus orígenes, su cultura,
hechos reales y leyendas. También detalló la actualidad con su gente sufrida
pero feliz de sus tradiciones, de su fortaleza frente a tantas injusticias y
sobre todo por demostrar el amor a la naturaleza, a sus semejantes y rendir
culto al trabajo y la honestidad.
No dudó en teclear su
narración, pues iba aplicando lo que significaba para sí, la acción de
escribir: sabía que escribir oportunamente sería un acierto y ante la
injusticia, una valentía. Que Hacerlo ante un dolor es fortalecerse y aplicar
la sinceridad, es rectitud. El no escribir cuando nos acusan es una actitud
heroica, el no hacerlo cuando nos insultan, es ganar paz interior. No escribir
las propias penas, es un sacrificio, y no hacerlo debiendo Escribir, es
cobardía… Entonces Catriel comenzó a escribir, muy lejos del título que le
fuera encargado, y culminó rotulando aquel artículo periodístico como: “La
Conquista… del Amor Mapuche”.
Autor: © Edgardo González - Buenos Aires, República Argentina.
“Cuando la pluma se agita en manos de un escritor, siempre se remueve
algún polvillo de su alma”.