¿La vacunación, será el control de la pandemia?

2020 ha quedado atrás. Un año por cierto complicado porque a todos los problemas que enfrentamos los humanos en el planeta, que no son pocos ni vanos, se agregó la pandemia de la COVID-19 por el SARSCOV-2. Los buenos deseos formulados a finales del 2019, quedaron truncados… ¿Quién iba a imaginar que este bichito invisible a nuestros ojos, sería el causante de una crisis sin parangón en todo el mundo?

En esos inicios del año 2020 no imaginábamos lo que iba a suceder en los siguientes 12 meses… no imaginábamos cuantos enfermarían, cuantos morirían, vamos ni tan siquiera pensábamos que iba a causar tantos estragos en la salud y en la economía mundial.

Poco a poco la realidad nos rebasó, los que creyeron que eran invulnerables han tenido que desdecirse, aunque claro no todos, hay quienes aún el orgullo no les permite arrodillarse… pero aun así es motivo de agradecer…. agradecer que miles de médicos han buscado la mejor forma de tratar esta enfermedad. Han estado a prueba y error, una y otra vez y si bien aún no se da con una cura definitiva, al menos se ha disminuido la mortalidad y el número de contagios en varios países ha bajado. Científicos de todo el mundo en una acción solidaria han buscado una vacuna que nos permita al menos, regresar a la “nueva normalidad”.

Ahora que la vacunación contra el COVID-19 es prácticamente una realidad, el mundo ve con esperanza el futuro.

Las enfermedades causadas por virus han acompañado a la humanidad a lo largo de toda su historia. Las poblaciones amerindias fueron devastadas por enfermedades contagiosas en especial por la viruela, llevada a América por los colonos europeos. Es incierto el número de nativos americanos muertos por enfermedades extranjeras después de la llegada de Colón a América, pero se ha estimado que fue el 70 % de la población indígena. Los estragos causados por esta enfermedad, contribuyeron significativamente a la conquista del nuevo continente descubierto.

Lo que sí es cierto es que la viruela provocaba una alta letalidad en la población infantil tanto en Europa como en América.

La primera vacuna en la historia de la humanidad aparece en 1796 durante el momento de mayor extensión del virus de la viruela en Europa cuando un médico rural inglés, Edward Jenner (1749 - 1823), observó que las mujeres ordeñadoras de vacas lecheras adquirían ocasionalmente una especie de “viruela de vaca” o “viruela vacuna” por el contacto continuado con estos animales y que era una variante leve de la mortífera “viruela humana” contra la que quedaban así inmunizadas. Adaptó la técnica de la variolización, extrayendo el líquido de las pústulas de la ubre de una vaca enferma para inoculárselo a James Philips, un niño de 8 años. El pequeño mostró síntomas de la infección de viruela vacuna, pero mucho más leve y no murió. El resto de los niños inoculados respondieron sorprendente mente bien y quedaron inmunizados contra la viruela humana. Pero Jenner hizo otro importante descubrimiento: se dio cuenta de que esta infección podía transmitirse de una persona a otra. En el lugar en el cual se había introducido el líquido, el receptor desarrollaba pústulas y el líquido que se acumulaba podía extraerse para administrar nuevas vacunas.

El origen de la variolización se sitúa en China e India aproximadamente en el siglo XI. Inicialmente se practicaba mediante inhalación o depósito en la mucosa nasal de restos de pus o pústulas de enfermos y después, mediante inoculación en una herida o raspadura superficial en la piel.

Consistía en extraer, a una persona que estuviera en la última fase de la enfermedad, líquido de sus pústulas e inoculárselo a otra persona, mediante una incisión hecha en el brazo. El receptor se infectaba, pero rara vez moría, al recibir una dosis reducida de virus.

Jenner publicó en 1801 el resultado de sus experimentos (On the origin of the vaccine inoculation) y expresó la esperanza de alcanzar la “aniquilación” de la enfermedad. No se ha determinado cuándo ya en el siglo XX, se pasó de usar restos del pus de la viruela de las vacas al virus vaccinia con el que se consiguió erradicar la enfermedad en el planeta. Sin embargo, antes de esta vacuna, se utilizó la técnica de la variolización propuesta por Jenner. Lo que resultaba difícil en aquella época era mantener en condiciones el suero de vacunación, que solo surte efecto mientras estén activos los virus que contiene. Hoy tenemos cámaras de refrigeración pero entonces, para lograr que se conservara tan solo unos 10 días, lo que se hacía era empapar algodón en rama con el fluido, situarlo entre dos placas de vidrio y sellarlo con cera. Esto permitía conservar activo el suero de vacunación en Europa… pero cruzar el Atlántico suponía saltarse con mucho, la fecha de caducidad.

En América no había vacas con las que se pudiera practicar la variolación y era precisamente en América a donde el rey de España Carlos IV, que había perdido por culpa de la viruela a una de sus hijas, María Teresa (1791-1794), quería hacer llegar la vacuna la cual había arribado a España en 1800, concretamente a Puigcerdá de la mano del Dr. Francisco Piguillemy Verdacer.

Francisco Javier de Balmis, alicantino y médico de la corte tradujo al español el libro del francés Jacques Louis Moreau de la Sarthe, en el cual se detallaba el procedimiento para vacunar. Cinco años después de la publicación de este descubrimiento, en 1803 Carlos IV aconsejado por el Dr. Balmis, mandó organizar una expedición para extender la vacuna a todos los dominios de ultramar (América y Filipinas). La intención no era solamente vacunar a la población local, sino establecer juntas de vacunación en las ciudades visitadas que garantizasen la conservación del fluido y la vacunación a las generaciones futuras. En 1805 se promulgó una real célula mandando que en todos los hospitales se destinase una sala para conservar el fluido vacuno.

Pues bien, el principal problema que se le planteaba a Balmis, a quien se le confió esta misión, era cómo conseguir que la vacuna resistiese todo el trayecto en perfecto estado. La solución se le ocurrió al mismo Balmis y podría denominarse transporte humano en vivo… iría a bordo un grupo de personas no vacunadas. A dos de estas se les inocularía el virus y se les separaría del resto. Hacia el final del proceso patológico se les extraería líquido de sus pústulas, destinado a las siguientes dos personas y así sucesivamente hasta llegar a Sudamérica. No se buscaron voluntarios para esta cadena humana de virus; el Dr. Balmis optó por llevar consigo 22 niños huérfanos (expósitos) de entre 3 y 9 años.

La operación comenzó con el flete de la corbeta “María Pita” que llevaba a los 22 niños; Balmis, prestigioso cirujano; dos médicos asistentes, dos practicantes, tres enfermeras y la directora del orfanato Casa de Expósitos de La Coruña, Isabel Zendal Gómez.

El 30 de noviembre de 1803 zarpó el navío con 37 personas desde el puerto de La Coruña. La vacuna debió ser llevada por niños que no hubieran pasado la viruela y se transmitió de uno a otro cada 9 o 10 días.

En el territorio del actual México, Balmis recogió a 25 huérfanos para que mantuvieran la vacuna viva durante la travesía del océano Pacífico, a bordo del navío Magallanes. Partieron el 8 de febrero de 1805 del puerto de Acapulco rumbo a Manila. En su camino de vuelta a España, Balmis consiguió convencer a las autoridades británicas de la isla Santa Elena para que accediesen a la vacunación de la población y arribó posteriormente en Lisboa el 14 de agosto de 1806. La misión consiguió llevar la vacuna hasta las islas Canarias, Venezuela, Bolivia, Colombia, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Brasil, Perú, Chile, Nueva España (México), Filipinas y China. Muchos años tuvieron que pasar desde entonces hasta que en el siglo XX se declarara oficialmente la erradicación de la enfermedad por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante la XXXIII Asamblea Mundial de la Salud, celebrada en Ginebra el 8 de mayo de 1980 tras la aparición del último caso de viruela en 1977. Fue la primera vez en la historia de la humanidad que, mediante una decisión y un plan específico, una vacuna y el esfuerzo colectivo consiguió hacer desaparecer de la faz de la tierra una enfermedad infecciosa que había causado estragos desde hacía miles de años (Lancet Infect Dis. 2020;20(2):174).

Desde el descubrimiento de Jenner hasta nuestros días, pasando por las aportaciones de Louis Pasteur que conociendo la bacteriología deseó ingresar al terreno de la profilaxis y se propuso investigar si los gérmenes atenuados podrían prevenir la infección virulenta al ser inyectados previamente. La respuesta afirmativa la encuentra al prevenir por medio de gérmenes atenuados las llamadas ahora vacunas: el cólera de las gallinas, el carbúnculo de los animales y la erisipela del cerdo. Viene entonces, su descubrimiento trascendental: la vacuna antirrábica. Pasteur comprueba que el germen no se desarrolla en medios de cultivos bacterianos; pero por el contrario, lo hace fácilmente si es inyectado en el sistema nervioso del perro o del conejo. Efectuando pasajes sucesivos del germen en el tejido nervioso de esos animales obtiene un virus de virulencia fija, a diferencia del encontrado en la naturaleza que es de virulencia variable. Las médulas infectadas por ese germen de virulencia fija dejadas en contacto del oxígeno y en atmósfera desecada, pierden su virulencia y al ser inoculado un extracto de ellas a perros, comprueba que esos animales se habían vuelto resistentes a ataques ulteriores del virus virulento. La vacuna antirrábica estaba descubierta. Sin embargo Pasteur necesitaba hacer la comprobación de la eficacia de estas en el ser humano. El 6 de julio de 1885 Pasteur inocula la vacuna al joven José Meister que había sido mordido 14 veces por un perro rabioso… se conoce ya que la experiencia tuvo éxito… José Meister sobrevivió y se cuenta que años después era portero del Instituto Pasteur hasta bastante avanzado el siglo XX. La fama de ese hecho prodigioso se extendió por todo el mundo y es conocido que centenas de personas mordidas por perros rabiosos acudían a París para que Pasteur les administrara la vacuna por su amigo el Dr. Grancher dando un ejemplo más de ética; pues no siendo médico, Pasteur dejaba a los médicos el cuidado de la salud.

Durante el siglo XX la vacunación ha sido una de las medidas de mayor impacto en salud pública, ya que con su administración se ha conseguido disminuir la carga de enfermedad y la mortalidad por enfermedades infecciosas en la infancia. Con excepción del acceso al agua potable, no ha habido otra medida preventiva o terapéutica; ni siquiera los antibióticos, que haya tenido mayor efecto en la reducción de la mortalidad de la población de todo el mundo. Para sustentar lo anteriormente mencionado, se estima que la introducción de las vacunas en el mundo ha evitado anualmente 5 millones de muertes por viruela, 2,7 millones por sarampión, 2 millones por tétanos neonatal, 1 millón por tos ferina, 600 mil por poliomielitis paralítica y 300 mil por difteria.

En 1974, la Organización Mundial de la Salud (OMS) implanta el Programa Ampliado de Inmunización (PAI) con el objetivo de hacer llegar la vacunación a los países en desarrollo. Dicho programa incluye la vacunación de tuberculosis (BCG), difteria, tétanos, tos ferina, poliomielitis y sarampión. En 1998 se introdujo en el PAI la vacuna de Haemophilus influenzae tipo b (HIB). Gracias a estas medidas se ha interrumpido la circulación del poliovirus salvaje en la Región de las Américas en 1990, en el Pacífico Occidental en el año 2000, en la Región Europea en 2002 y se está próximo a lograr la erradicación mundial de la poliomielitis.

Paradójicamente el 8 de mayo de 2020, mientras la OMS celebraba el 40 aniversario de la erradicación de la viruela en el mundo, en nuestro país las autoridades en salud nos informaban que estaríamos alcanzando el pico de la pandemia y que la mortalidad estimada para los mexicanos, sería entre las 6000 a 8000 personas fallecidas por la COVID-19… ¿qué lejos estábamos de imaginar que al día de hoy, tendríamos otras cifras? Todos los pronósticos fueron absolutamente superados con creces.

Ante la problemática local y mundial, sin tener aún un tratamiento efectivo la perspectiva de la vacuna se antoja como esperanzadora. Sí, la vacunación está a la puerta del inicio de la tercera década del siglo XXI pero esto no quiere decir que se ha controlado la pandemia. Desde su autorización y arribo a nuestro país hasta que se vacune a la población en general, todavía hay muchos obstáculos por salvar.

En la actualidad las cosas han cambiado radicalmente producto de la investigación y de la ingeniería genética.

Es muy importante tener presente que, no se sabe aún si las vacunas reducen la probabilidad de infectarse del virus SARSCOV-2 o de contagiárselo a otras personas. De igual manera se destaca que: “ninguna de estas vacunas puede enfermarnos del COVID-19.

Hay tres tipos principales de vacunas contra el COVID-19 que ya están o pronto entrarán en la etapa de ensayos clínicos a gran escala (fase 3) en los Estados Unidos y otros países del mundo, a saber:

1.       Las vacunas ARNm contienen material del virus que causa la COVID-19, el cual instruye a nuestras células a crear una proteína inocua que es exclusiva del virus. Una vez que nuestras células copian la proteína, destruyen el material genético de la vacuna. Nuestro organismo reconoce como no propia esa proteína y crea anticuerpos y células inmunológicas para destruirla mediante linfocitos B y T respectivamente, además de que recordarán mediante la memoria inmunológica como combatir a esa proteína perteneciente al COVID-19, si nos infectamos en el futuro.

2.       Las vacunas de subunidades proteicas incluyen porciones inocuas (proteínas) del virus que causa el COVID-19, en lugar del germen completo. Una vez vacunados, nuestro sistema inmunitario reconoce que las proteínas son ajenas a nuestro organismo y comienza a crear anticuerpos y linfocitos T. Si nos llegamos a infectar en el futuro, las células de memoria reconocerán al virus y lo combatirán.

3.       Las vacunas de vectores virales contienen una versión debilitada del virus vivo, un virus diferente del que causa el COVID-19, con material genético del virus que causa el COVID-19 incorporado (esto se llama vector viral). Una vez que el vector viral está en nuestras células, el material genético les da instrucciones a las células para que produzcan una proteína que es exclusiva del virus que causa el COVID-19. Con estas instrucciones, nuestras células hacen copias de la proteína. Esto despierta las respuestas inmunes (humoral y celular) mediadas por los linfocitos B y T, que recordarán como combatir al virus si nos llegamos a infectar en el futuro.

Exceptuando una vacuna que está en fase 3, la mayoría de las vacunas contra el COVID-19 deberán aplicarse en dos dosis. La primera dosis empieza a generar protección y la segunda se aplica unas semanas después y es necesaria para lograr la máxima protección que ofrece la vacuna.

La vacuna contra la COVID-19 engloba al conjunto de vacunas que tratan de prevenir la enfermedad provocada por el SARSCOV-2, virus responsable de la pandemia por coronavirus. A fecha de 4 de enero de 2021, seis vacunas habían sido aprobadas por al menos una agencia sanitaria estatal. Otras seis estaban en fases preliminares de aprobación y 73 se encontraban en alguna fase de ensayos clínicos. Las seis vacunas ya aprobadas son:

1.       Gamaleia, basada en un adenovirus humano. Aprobada por Rusia antes de la fase 3 de los ensayos clínicos y por Bielorrusia y la Argentina para uso de emergencia.

2.       BioNTech/Pfizer, basada en ARN mensajero. Aprobada en los Estados Unidos, Canadá, México, Chile, el Reino Unido y la Unión Europea.

3.       Moderna, basada también en ARN mensajero. Aprobada por los Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.

4.       AstraZeneca/Universidad de Oxford, basada en un adenovirus de chimpancé modificado. Aprobada por el Reino Unido, la India y la Argentina.

5.       Sinopharm, basada en coronavirus inactivado. Aprobada en los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y en la República Popular China.

6.       Sinovac, basada en coronavirus inactivado. Aprobada para uso limitado de la República Popular China, aunque la fase 3 de los ensayos clínicos aún no han concluido.

Una diferencia importante entre los diferentes tipos de vacunas reside en la temperatura de conservación. Las vacunas basadas en adenovirus o coronavirus inactivados se conservan en refrigeradores; mientras que las vacunas basadas en ARN mensajero, se conservan en congeladores de menos 20 grados centígrados (Moderna) o de menos 75 grados centígrados (Pfizer).

En resumen: vacunarse es una de las varias medidas que se puede tomar para protegerse y proteger a otras personas del COVID-19…. En tanto nuestro sistema inmunitario crea las defensas para protegernos, debemos seguir cuidándonos con las medidas preventivas ya bien conocidas y establecidas.

Para detener una pandemia es necesario utilizar todas las herramientas disponibles. Las vacunas actúan junto al sistema inmunitario para que su organismo esté preparado para combatir al virus si se ve expuesto al mismo.

 En este aspecto podemos sumar el efecto único de los Betaglucanos, ya que la suplementación nutricional con la fracción Beta-1, 3/1, 6-glucano, favorece la “modificación de la respuesta biológica inmune natural” programada.

Las otras medidas, como el lavado frecuente de manos, el uso de gel con alcohol al 70%, el uso de cubrebocas, mascarillas y el distanciamiento social, ayudan a reducir su riesgo de estar expuesto al virus y de propagarlo a otras personas.

Cuidarnos es nuestra responsabilidad en tanto tenemos la oportunidad de recibir la vacuna, que espero sinceramente, sí funcione por el bien de toda la humanidad.

 

Autor: Dr. Jorge García Leal. Acapulco, Guerrero, México.

garcilejo@hotmail.com

 

 

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