¿La vacunación, será el control de
la pandemia?
En esos
inicios del año 2020 no imaginábamos lo que iba a suceder en los siguientes 12
meses… no imaginábamos cuantos enfermarían, cuantos morirían, vamos ni tan
siquiera pensábamos que iba a causar tantos estragos en la salud y en la
economía mundial.
Poco a poco
la realidad nos rebasó, los que creyeron que eran invulnerables han tenido que
desdecirse, aunque claro no todos, hay quienes aún el orgullo no les permite
arrodillarse… pero aun así es motivo de agradecer…. agradecer que miles de
médicos han buscado la mejor forma de tratar esta enfermedad. Han estado a
prueba y error, una y otra vez y si bien aún no se da con una cura definitiva,
al menos se ha disminuido la mortalidad y el número de contagios en varios
países ha bajado. Científicos de todo el mundo en una acción solidaria han
buscado una vacuna que nos permita al menos, regresar a la “nueva normalidad”.
Ahora que la
vacunación contra el COVID-19 es prácticamente una realidad, el mundo ve con
esperanza el futuro.
Las
enfermedades causadas por virus han acompañado a la humanidad a lo largo de toda
su historia. Las poblaciones amerindias fueron devastadas por enfermedades
contagiosas en especial por la viruela, llevada a América por los colonos
europeos. Es incierto el número de nativos americanos muertos por enfermedades
extranjeras después de la llegada de Colón a América, pero se ha estimado que
fue el 70 % de la población indígena. Los estragos causados por esta
enfermedad, contribuyeron significativamente a la conquista del nuevo
continente descubierto.
Lo que sí es
cierto es que la viruela provocaba una alta letalidad en la población infantil
tanto en Europa como en América.
La primera
vacuna en la historia de la humanidad aparece en 1796 durante el momento de
mayor extensión del virus de la viruela en Europa cuando un médico rural
inglés, Edward Jenner (1749 - 1823), observó que las mujeres ordeñadoras de
vacas lecheras adquirían ocasionalmente una especie de “viruela de vaca” o
“viruela vacuna” por el contacto continuado con estos animales y que era una
variante leve de la mortífera “viruela humana” contra la que quedaban así
inmunizadas. Adaptó la técnica de la variolización, extrayendo el líquido de
las pústulas de la ubre de una vaca enferma para inoculárselo a James Philips,
un niño de 8 años. El pequeño mostró síntomas de la infección de viruela
vacuna, pero mucho más leve y no murió. El resto de los niños inoculados
respondieron sorprendente mente bien y quedaron inmunizados contra la viruela
humana. Pero Jenner hizo otro importante descubrimiento: se dio cuenta de que
esta infección podía transmitirse de una persona a otra. En el lugar en el cual
se había introducido el líquido, el receptor desarrollaba pústulas y el líquido
que se acumulaba podía extraerse para administrar nuevas vacunas.
El origen de
la variolización se sitúa en China e India aproximadamente en el siglo XI.
Inicialmente se practicaba mediante inhalación o depósito en la mucosa nasal de
restos de pus o pústulas de enfermos y después, mediante inoculación en una
herida o raspadura superficial en la piel.
Consistía en
extraer, a una persona que estuviera en la última fase de la enfermedad,
líquido de sus pústulas e inoculárselo a otra persona, mediante una incisión
hecha en el brazo. El receptor se infectaba, pero rara vez moría, al recibir
una dosis reducida de virus.
Jenner
publicó en 1801 el resultado de sus experimentos (On the origin of the vaccine
inoculation) y expresó la esperanza de alcanzar la “aniquilación” de la
enfermedad. No se ha determinado cuándo ya en el siglo XX, se pasó de usar
restos del pus de la viruela de las vacas al virus vaccinia con el que se
consiguió erradicar la enfermedad en el planeta. Sin embargo, antes de esta
vacuna, se utilizó la técnica de la variolización propuesta por Jenner. Lo que
resultaba difícil en aquella época era mantener en condiciones el suero de
vacunación, que solo surte efecto mientras estén activos los virus que
contiene. Hoy tenemos cámaras de refrigeración pero entonces, para lograr que
se conservara tan solo unos 10 días, lo que se hacía era empapar algodón en
rama con el fluido, situarlo entre dos placas de vidrio y sellarlo con cera.
Esto permitía conservar activo el suero de vacunación en Europa… pero cruzar el Atlántico suponía saltarse con
mucho, la fecha de caducidad.
En América no había vacas con las
que se pudiera practicar la variolación y era precisamente en América a donde
el rey de España Carlos IV, que había perdido por culpa de la viruela a una de
sus hijas, María Teresa (1791-1794), quería hacer llegar la vacuna la cual
había arribado a España en 1800, concretamente a Puigcerdá de la mano del Dr.
Francisco Piguillemy Verdacer.
Francisco Javier de Balmis,
alicantino y médico de la corte tradujo al español el libro del francés Jacques
Louis Moreau de la Sarthe, en el cual se detallaba el procedimiento para
vacunar. Cinco años después de la publicación de este descubrimiento, en 1803
Carlos IV aconsejado por el Dr. Balmis, mandó organizar una expedición para
extender la vacuna a todos los dominios de ultramar (América y Filipinas). La
intención no era solamente vacunar a la población local, sino establecer juntas
de vacunación en las ciudades visitadas que garantizasen la conservación del
fluido y la vacunación a las generaciones futuras. En 1805 se promulgó una real
célula mandando que en todos los hospitales se destinase una sala para
conservar el fluido vacuno.
Pues bien, el principal problema
que se le planteaba a Balmis, a quien se le confió esta misión, era cómo
conseguir que la vacuna resistiese todo el trayecto en perfecto estado. La
solución se le ocurrió al mismo Balmis y podría denominarse transporte humano
en vivo… iría a bordo un grupo de personas no vacunadas. A dos de estas se les
inocularía el virus y se les separaría del resto. Hacia el final del proceso
patológico se les extraería líquido de sus pústulas, destinado a las siguientes
dos personas y así sucesivamente hasta llegar a Sudamérica. No se buscaron
voluntarios para esta cadena humana de virus; el Dr. Balmis optó por llevar
consigo 22 niños huérfanos (expósitos) de entre 3 y 9 años.
La operación comenzó con el flete
de la corbeta “María Pita” que llevaba a los 22 niños; Balmis, prestigioso
cirujano; dos médicos asistentes, dos practicantes, tres enfermeras y la
directora del orfanato Casa de Expósitos de La Coruña, Isabel Zendal Gómez.
El 30 de noviembre de 1803 zarpó
el navío con 37 personas desde el puerto de La Coruña. La vacuna debió ser
llevada por niños que no hubieran pasado la viruela y se transmitió de uno a
otro cada 9 o 10 días.
En el territorio del actual
México, Balmis recogió a 25 huérfanos para que mantuvieran la vacuna viva
durante la travesía del océano Pacífico, a bordo del navío Magallanes.
Partieron el 8 de febrero de 1805 del puerto de Acapulco rumbo a Manila. En su
camino de vuelta a España, Balmis consiguió convencer a las autoridades
británicas de la isla Santa Elena para que accediesen a la vacunación de la
población y arribó posteriormente en Lisboa el 14 de agosto de 1806. La misión
consiguió llevar la vacuna hasta las islas Canarias, Venezuela, Bolivia, Colombia,
Ecuador, Uruguay, Paraguay, Brasil, Perú, Chile, Nueva España (México),
Filipinas y China. Muchos años tuvieron que pasar desde entonces hasta que en
el siglo XX se declarara oficialmente la erradicación de la enfermedad por
parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante la XXXIII Asamblea
Mundial de la Salud, celebrada en Ginebra el 8 de mayo de 1980 tras la
aparición del último caso de viruela en 1977. Fue la primera vez en la historia
de la humanidad que, mediante una decisión y un plan específico, una vacuna y
el esfuerzo colectivo consiguió hacer desaparecer de la faz de la tierra una
enfermedad infecciosa que había causado estragos desde hacía miles de años
(Lancet Infect Dis. 2020;20(2):174).
Desde el descubrimiento de Jenner
hasta nuestros días, pasando por las aportaciones de Louis Pasteur que
conociendo la bacteriología deseó ingresar al terreno de la profilaxis y se
propuso investigar si los gérmenes atenuados podrían prevenir la infección
virulenta al ser inyectados previamente. La respuesta afirmativa la encuentra
al prevenir por medio de gérmenes atenuados las llamadas ahora vacunas: el
cólera de las gallinas, el carbúnculo de los animales y la erisipela del cerdo.
Viene entonces, su descubrimiento trascendental: la vacuna antirrábica. Pasteur
comprueba que el germen no se desarrolla en medios de cultivos bacterianos;
pero por el contrario, lo hace fácilmente si es inyectado en el sistema
nervioso del perro o del conejo. Efectuando pasajes sucesivos del germen en el
tejido nervioso de esos animales obtiene un virus de virulencia fija, a
diferencia del encontrado en la naturaleza que es de virulencia variable. Las
médulas infectadas por ese germen de virulencia fija dejadas en contacto del
oxígeno y en atmósfera desecada, pierden su virulencia y al ser inoculado un
extracto de ellas a perros, comprueba que esos animales se habían vuelto
resistentes a ataques ulteriores del virus virulento. La vacuna antirrábica
estaba descubierta. Sin embargo Pasteur necesitaba hacer la comprobación de la
eficacia de estas en el ser humano. El 6 de julio de 1885 Pasteur inocula la
vacuna al joven José Meister que había sido mordido 14 veces por un perro
rabioso… se conoce ya que la experiencia tuvo éxito… José Meister sobrevivió y
se cuenta que años después era portero del Instituto Pasteur hasta bastante
avanzado el siglo XX. La fama de ese hecho prodigioso se extendió por todo el
mundo y es conocido que centenas de personas mordidas por perros rabiosos
acudían a París para que Pasteur les administrara la vacuna por su amigo el Dr.
Grancher dando un ejemplo más de ética; pues no siendo médico, Pasteur dejaba a
los médicos el cuidado de la salud.
Durante el siglo XX la vacunación
ha sido una de las medidas de mayor impacto en salud pública, ya que con su
administración se ha conseguido disminuir la carga de enfermedad y la
mortalidad por enfermedades infecciosas en la infancia. Con excepción del
acceso al agua potable, no ha habido otra medida preventiva o terapéutica; ni
siquiera los antibióticos, que haya tenido mayor efecto en la reducción de la
mortalidad de la población de todo el mundo. Para sustentar lo anteriormente
mencionado, se estima que la introducción de las vacunas en el mundo ha evitado
anualmente 5 millones de muertes por viruela, 2,7 millones por sarampión, 2
millones por tétanos neonatal, 1 millón por tos ferina, 600 mil por
poliomielitis paralítica y 300 mil por difteria.
En 1974, la Organización Mundial
de la Salud (OMS) implanta el Programa Ampliado de Inmunización (PAI) con el
objetivo de hacer llegar la vacunación a los países en desarrollo. Dicho
programa incluye la vacunación de tuberculosis (BCG), difteria, tétanos, tos
ferina, poliomielitis y sarampión. En 1998 se introdujo en el PAI la vacuna de
Haemophilus influenzae tipo b (HIB). Gracias a estas medidas se ha interrumpido
la circulación del poliovirus salvaje en la Región de las Américas en 1990, en
el Pacífico Occidental en el año 2000, en la Región Europea en 2002 y se está
próximo a lograr la erradicación mundial de la poliomielitis.
Paradójicamente el 8 de mayo de
2020, mientras la OMS celebraba el 40 aniversario de la erradicación de la
viruela en el mundo, en nuestro país las autoridades en salud nos informaban
que estaríamos alcanzando el pico de la pandemia y que la mortalidad estimada
para los mexicanos, sería entre las
Ante la problemática local y
mundial, sin tener aún un tratamiento efectivo la perspectiva de la vacuna se
antoja como esperanzadora. Sí, la vacunación está a la puerta del inicio de la tercera década
del siglo XXI pero esto no quiere decir que se ha controlado la pandemia. Desde
su autorización y arribo a nuestro país hasta que se vacune a la población en
general, todavía hay muchos obstáculos por salvar.
En la
actualidad las cosas han cambiado radicalmente producto de la investigación y
de la ingeniería genética.
Es muy
importante tener presente que, no se sabe aún si las vacunas reducen la
probabilidad de infectarse del virus SARSCOV-2 o de contagiárselo a otras
personas. De igual manera se destaca que: “ninguna de estas vacunas puede
enfermarnos del COVID-19.
Hay tres
tipos principales de vacunas contra el COVID-19 que ya están o pronto entrarán
en la etapa de ensayos clínicos a gran escala (fase 3) en los Estados Unidos y
otros países del mundo, a saber:
1. Las vacunas ARNm contienen material
del virus que causa la COVID-19, el cual instruye a nuestras células a crear
una proteína inocua que es exclusiva del virus. Una vez que nuestras células
copian la proteína, destruyen el material genético de la vacuna. Nuestro
organismo reconoce como no propia esa proteína y crea anticuerpos y células
inmunológicas para destruirla mediante linfocitos B y T respectivamente, además
de que recordarán mediante la memoria inmunológica como combatir a esa proteína
perteneciente al COVID-19, si nos infectamos en el futuro.
2. Las vacunas
de subunidades proteicas incluyen porciones inocuas (proteínas) del virus que
causa el COVID-19, en lugar del germen completo. Una vez vacunados, nuestro
sistema inmunitario reconoce que las proteínas son ajenas a nuestro organismo y
comienza a crear anticuerpos y linfocitos T. Si nos llegamos a infectar en el
futuro, las células de memoria reconocerán al virus y lo combatirán.
3. Las
vacunas de vectores virales contienen una versión debilitada del virus vivo, un
virus diferente del que causa el COVID-19, con material genético del virus que
causa el COVID-19 incorporado (esto se llama vector viral). Una vez que el
vector viral está en nuestras células, el material genético les da
instrucciones a las células para que produzcan una proteína que es exclusiva
del virus que causa el COVID-19. Con estas instrucciones, nuestras células
hacen copias de la proteína. Esto despierta las respuestas inmunes (humoral y
celular) mediadas por los linfocitos B y T, que recordarán como combatir al
virus si nos llegamos a infectar en el futuro.
Exceptuando
una vacuna que está en fase 3, la mayoría de las vacunas contra el COVID-19
deberán aplicarse en dos dosis. La primera dosis empieza a generar protección y
la segunda se aplica unas semanas después y es necesaria para lograr la máxima
protección que ofrece la vacuna.
La vacuna contra la COVID-19 engloba al conjunto de vacunas que
tratan de prevenir la enfermedad provocada por el SARSCOV-2, virus responsable
de la pandemia por coronavirus. A fecha de 4 de enero de 2021, seis vacunas
habían sido aprobadas por al menos una agencia sanitaria estatal. Otras seis
estaban en fases preliminares de aprobación y 73 se encontraban en alguna fase
de ensayos clínicos. Las seis vacunas ya aprobadas son:
1. Gamaleia, basada en un adenovirus
humano. Aprobada por Rusia antes de la fase 3 de los ensayos clínicos y por
Bielorrusia y la Argentina para uso de emergencia.
2. BioNTech/Pfizer, basada en ARN mensajero.
Aprobada en los Estados Unidos, Canadá, México, Chile, el Reino Unido y la
Unión Europea.
3. Moderna, basada también en ARN mensajero.
Aprobada por los Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.
4. AstraZeneca/Universidad de Oxford, basada
en un adenovirus de chimpancé modificado. Aprobada por el Reino Unido, la India
y la Argentina.
5. Sinopharm, basada en coronavirus
inactivado. Aprobada en los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y en la República
Popular China.
6. Sinovac, basada en coronavirus inactivado.
Aprobada para uso limitado de la República Popular China, aunque la fase 3 de
los ensayos clínicos aún no han concluido.
Una
diferencia importante entre los diferentes tipos de vacunas reside en la
temperatura de conservación. Las vacunas basadas en adenovirus o coronavirus
inactivados se conservan en refrigeradores; mientras que las vacunas basadas en
ARN mensajero, se conservan en congeladores de menos 20 grados centígrados
(Moderna) o de menos 75 grados centígrados (Pfizer).
En resumen: vacunarse es una de
las varias medidas que se puede tomar para protegerse y proteger a otras
personas del COVID-19…. En tanto nuestro sistema inmunitario crea las defensas
para protegernos, debemos seguir cuidándonos con las medidas preventivas ya
bien conocidas y establecidas.
Para detener
una pandemia es necesario utilizar todas las herramientas disponibles. Las
vacunas actúan junto al sistema inmunitario para que su organismo esté
preparado para combatir al virus si se ve expuesto al mismo.
En este aspecto podemos sumar el efecto único
de los Betaglucanos, ya que la suplementación nutricional con la fracción
Beta-1, 3/1, 6-glucano, favorece la “modificación de la respuesta biológica
inmune natural” programada.
Las otras
medidas, como el lavado frecuente de manos, el uso de gel con alcohol al 70%,
el uso de cubrebocas, mascarillas y el distanciamiento social, ayudan a reducir
su riesgo de estar expuesto al virus y de propagarlo a otras personas.
Cuidarnos es
nuestra responsabilidad en tanto tenemos la oportunidad de recibir la vacuna,
que espero sinceramente, sí funcione por el bien de toda la humanidad.
Autor: Dr. Jorge García Leal. Acapulco, Guerrero, México.