“Género” y “belleza” como búsqueda de una “identidad” en contexto de “discapacidad”.

 

 Desde la adolescencia, me interesaba el tema de la belleza… ¿quién definía lo que era o no bello?, ¿qué era la belleza?, la belleza… ¿se podía percibir con los sentidos (como así parecía) o era una virtud abstracta?

 Percibía que se la relacionaba frecuentemente con lo que se veía y me preguntaba cómo era la “escala de belleza” de una persona ciega o con baja visión, como era mi caso… ¿qué era para mí bello?

 También sentía que se la relacionaba con la femineidad…era una belleza de apariencia, de cuidado. Esta “belleza”, estaba ligada a ciertos modelos que implícitamente se debía cumplir si se aceptaba el sexo “mujer” y el género “femenino”.

 Una podía rebelarse o acatar el modelo (por mi parte, oscilaba en una zona de contradicción permanente).

 Creo que el modelo les exige a quienes se identifican como “hombres” y “masculinos”, una “belleza” mucho más natural, relajada.

 Ciertamente, las luchas y movimientos de mujeres han contribuido a mejorar la situación, pero falta demasiado…siempre me pregunto por qué no hay mujeres con discapacidad publicitando productos de cosmética femenina, por ejemplo. Y es que quizás hay cosas que a la gran mayoría no le gustaría “ver”, sería desagradable, penoso.

 Pero lo que se ve, no es lo único que existe, quedan otredades ocultas bajo el manto del capitalismo silenciador.

 Que una mujer con discapacidad no aparezca en una publicidad de productos de cosmética femenina implica que ese sector de población… ¿no se maquilla?, ¿no es ni puede ser un potencial cliente del rubro? Si estas mujeres no se maquillan (siguiendo el ejemplo) no cumplen con el modelo exigido por el capitalismo y ni siquiera tienen oportunidades en el “mercado del amor”.

 Podría verse como algo positivo que las mujeres con “discapacidad” no entren dentro del circuito capitalista, pero no es así, ya que no parte de una iniciativa individual o del sector en conjunto distanciarse, sino que es el sistema quien las invisibiliza.

 Reflexionando sobre todo esto, me preguntaba algo simple… las mujeres con discapacidad… ¿somos bellas? O ¿hay una especie de “belleza alternativa”? Esto rozaba las temáticas de “discapacidad” y “anormalidad”. “Lo bello”, era lo “normal”… pero la “discapacidad” se desviaba de esa norma que cierto grupo, en cierto momento histórico había fijado.

 Esas sencillas preguntas y reflexiones, me agobiaban.

 A veces pensaba que nadie fuera del colectivo de personas con discapacidad, me iba a decir que era bella. La familia y los amigos no contaban, ya que su opinión me resultaba fundada en el cariño y no en criterios más o menos “objetivos”, si es que se podía esperar “objetividad” hablando de belleza y normalidad.

Me angustiaba más el saber que la mayoría de los pretendientes eran ciegos o con baja visión, y yo necesitaba hablar de la “belleza” que “se ve”, con la que la mayoría de las personas convive y que sirve como moneda de intercambio. Me interesaba conocer cómo funcionaba esa “belleza” y dudaba de mis interlocutores sin vista.

 Quería la opinión de un “tercero”, de alguien de “afuera”. Pero no podía ser cualquier persona. Me costó mucho tiempo admitir que sí me importaba lo que pensaban los demás, y me importaba mucho. Pero…era la opinión de un varón, lo que más me interesaba.

 Autodefinida como heterosexual, me torturaba al pensar que ningún varón iba a interesarse en mí, si se guiaba por los principios de lo que “se ve”. Esto me aterrorizaba porque ni siquiera yo sabía qué era lo que “veían” en mí.¿Cómo posicionarme en el “mercado del amor” si no conocía cómo se veían mis productos?, no conocía cómo se veían mis potenciales clientes, no entendía la importancia del aspecto físico. O quizás sí la entendía pero me rebelaba contra lo que sentía no sólo como una imposición patriarcal, sino una imposición de la “gente que ve”.

Me resultaba problemático que mi “discapacidad” sea visual. Mis amigos ciegos quizás tenían las mismas inquietudes, pero juntos, no se sacaba nada en limpio.

 La clase dominante ganó la partida, ya que escuché las voces que tanto quería y necesitaba. Por un lado, me parecía un fracaso colectivo: una chica con baja visión, se rendía ante la “belleza” capitalista que la había marginado, pero …por lo mismo que era un fracaso colectivo, era un éxito individual: la clase dominante, y entre ella, la masculina, había legitimado mi “belleza”. Ahora conocía las estrategias, hablaba en el idioma de los “conquistadores”, y ya que conocía el idioma, podía subvertirlo.

 Me daba cuenta de que el problema de la “belleza”, en el fondo, comportaba un problema de identidad: si decidía que la belleza se definía según los valores de la clase dominante, estaba colocándome en cierto rol identitario o grupo de pertenencia. Si decidía que la “belleza” se definía por los valores de sectores marginales, minoritarios o que simplemente no “aparecían”, me estaba posicionando en un lugar quizás contestatario pero incierto también. Me costaba visualizarme como enunciadora para hablar sobre la “belleza”. El tener baja visión enredaba aún más la situación. Podía ver ciertos objetos, colores... ¿pero eso me legitimaba para hablar sobre una visión de “belleza” que era exclusivamente mía? La gente que “ve” llega a ciertos consensos sobre cosas bellas (naturaleza, animales , niños). Los ciegos también acordaban en general sobre “lo bello”, que a menudo son las mismas cosas. Pero entonces…sólo la vía de acceso a “la belleza” es distinta. Quizás la belleza es algo que nos atraviesa como seres humanos y no tenga importancia saber cómo un ciego imagina la belleza.

 Todo esto me acompañó hasta la lectura de “Marianela” de Benito Pérez Galdós. En este libro, encontré sintetizadas mis preocupaciones.

 La historia trata de un joven ciego (Pablo) enamorado de su lazarillo (Marianela). Él se la imagina hermosa, pero Marianela sabe que no corresponde a las expectativas de Pablo.

 Él es operado y puede ver. Conoce a su prima Florentina (visualmente más atractiva que Marianela) y se casa con ella, olvidando todo el “amor” que decía sentir por su lazarillo.

 Marianela, en su desesperación y rechazo, se suicida.

 Esta novela, me impresionó profundamente por varios motivos:

1 Entendía a Pablo ciego en su idealización de Marianela: Había cierta equiparación de virtudes morales con belleza física (bueno .-bello). Sin ánimo de generalizar, este fenómeno, lo observé en algunas personas ciegas.

2 En Pablo existe cierto reconcentrarse en las cualidades personales de Marianela, como si el aspecto físico no importase. Mi hipótesis plantea que esto se debe a que el personaje no puede “captar” a Marianela en su totalidad. Aspectos como la voz, la textura de la piel, el cabello, son fragmentos. Por otro lado, las conversaciones con ella, gozar de su compañía, avivan su imaginación. Esto sumado a la escasa información que tiene de su aspecto físico, contribuyen a la idealización.

 En cierto punto, esto parece estar en contradicción con el ítem 1, pero es que a Pablo, así como a muchos ciegos, los invade la curiosidad de saber cómo es físicamente la otra persona, pero al mismo tiempo, siempre hay un freno, una sensación de que las “virtudes morales” están por arriba de esa “belleza”.

 Me encontré con ciegos, que al igual que Pablo, no evitan la cuestión y preguntan a la otra persona: ¿cómo sos? Indudablemente, el que pregunta, no lo hace sólo por curiosidad, quizás tratan de imaginar lo que uno describe e intentan pensar si esa descripción encaja en su modelo de “belleza”. No sé si esto sucede así, pero me fascina desandar ese tipo de diálogos, que hasta tienen su cuota erótica.

 3 También entendía a Marianela en su esfuerzo por encajar en cierto molde de “belleza femenina” y la presión social y personal que se autoejercía cuando comprobaba que no cumplía esas expectativas. En mi caso (la mayoría de veces) me rebelaba ante esa presión social, pero me rebelaba porque sabía que existía y formaba parte de mi vida.

4 Empatizaba con Marianela en su caída final: cuando otra “belleza”, la hiere de muerte. Esto me hacía pensar en la fragilidad de los vínculos humanos, lo efímero de lo que se ve, y sobre todo…el por qué necesitamos la aprobación de los demás. Este último punto, me resulta sumamente importante: por mucho tiempo no admití el desear los elogios de un chico. Recuerdo que en una oportunidad, me vestí con lo que consideraba un atuendo improlijo y desaliñado, no tanto para desanimar al pretendiente, sino para rebelarme contra lo que consideraba un “mercado amoroso capitalista”.

 Después tuve una etapa llena de contradicciones, ya que me arreglaba para la otra persona, fingiendo un look casual. Si el chico no lo notaba , no me decía nada o no le gustaba, me fastidiaba ,pero también me enojaba con migo misma, porque sentía que estaba vendiéndome, siendo cómplice de modelos destructivos y antinaturales.

 Creo que estos temas deben seguir siendo trabajados . Estas son sólo algunas ideas que se me ocurrieron a partir de la lectura de “Marianela” y de mi propia experiencia como mujer y sobre todo, de mi experiencia como mujer con discapacidad visual.

 

 Autora: Mariana Agustina Romano, San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina. Maru_2112@hotmail.com

marianaconletras@gmail.com

 

 

 

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