La caja está
arriba del placard, siempre estuvo allí.
Diseñada con
motivos bastante antiguos, todos en color rosa, delicadamente única.
En puntas de
pie me puse para poder bajarla, la dejé sobre mi cama.
Siempre me
embargaba la misma emoción cuando de vez en cuando bajaba mis ternuras, mis
recuerdos de la infancia…
Allí había
barquitos de papel, chupetes mordidos hasta el cansancio, pequeñas muñecas con
vestiditos al crochet que les tejía mi madre amada.
¡De pronto
el vestidito se paró, pero no había nadie adentro!
Era de
algodón de color azul con diminutas campanitas fileteadas en blanco, era
hermoso.
Y empezó a
hablar con voz de niña, mi asombro era muy grande
Carla, me
dijo: aprende a mirar hacia adentro, de los seres, de las cosas, de las formas,
hasta llegar a la misma esencia, hasta lo profundo, gozarás de una plenitud
tal, habrás aprendido a mirar…
Verás que la
mayoría de los seres humanos se cargan en la mochila días vacíos sin tiempo,
buscan riqueza, placeres que nunca los satisfacen…
Buscan
afuera lo que está dentro de ellos mismos, en un lugar que es la nada, pero es
todo, es intangible, pero lo puedes ver, es eterno, es un rostro sin facciones
sonriendo, sonriendo…Esos seres humanos nunca se detuvieron a mirar la
increíble maravilla de pureza inocente que hay en los ojos de un niño… ¡o la
sensación que da el apoyar su mejilla en la mejilla de una rosa, muy rosa!
Mi vestido
azul se sentó en la orilla de la caja, lo guardé tiernamente…
¡Ya sé lo
que debo hacer, es tan profundo!
Una lágrima
baila y se ríe a carcajadas…
Autora:
Olga Triviño. Mendoza, Argentina.