Poemas de Dulce María. (74)
Plegaria de amor.
Soy como el
agua transparente que corre por los ríos pensando en ser feliz.
Doy gracias al
cielo por mis hijos, familia, amigos. Por la gloria de estar viva.
Mis palabras débiles
se hacen fuertes al suplicar por el mundo.
Ya es tiempo de
encontrar el camino.
¿Hasta dónde
podemos llegar sin lastimar?
Hablo con
palabras sencillas.
Miro a mi
alrededor y a veces con tristeza me cuesta entender que no nos doblegamos ante
el dolor.
Nos persigue el
egoísmo y no queremos compartir el pan.
¡Es tiempo de
súplica! De implorar misericordia. De hincarnos y entregar el corazón.
Ave incansable.
En mi rostro, las
marcas cada vez son más profundas;
Solo yo sé su
significado:
Piel que no
resiste los embates o embates que se apoderan de la piel.
Noches de insomnio
interminables.
Dolor que carcome
las entrañas.
Alma dolida hasta
los huesos de una juventud que se escarnece.
Aún así, siento
anhelos;
Vibro ante un haz,
de luz.
Mi cuerpo se inquieta,
se emociona, se apacigua al percibir la brisa del mar, los acordes de una
guitarra, el sonido de las gotas de lluvia al chocar con mi ventana, el mirar a
mi ardilla Minti mordisquear alegremente un fruto codiciado, el dulce cantar de
los pajaritos, el recrearme imaginando a mis niñas como flores en capullo que
con su belleza y juventud crecen sin apenas darme cuenta.
Todo eso y más,
renueva mis esperanzas. Dan inspiración de nuevo a mi vida. Me llena de paz.
Y después de una noche
inacabable de dolor, vuelvo a sonreír por la vida; por estar despierta alabando
a Dios con mis humildes palabras y una sonrisa infinita de amor.
Autora: Dulce María del Rosario
Medina Pérez. Chetumal, Quintana Roo, México.