El gigante de
la selva.
Mucho tiempo atrás cuando los aborígenes eran los
únicos habitantes en la región, cuenta la historia que en sus dominios no
existían grandes ríos que les permitan pescar.
Es por esa razón que cada vez se adentraban más y más a
la selva, con el único objetivo de hallar las aguas donde podrían encontrar
peces en abundancia, ya que era considerado un manjar divino y que los jóvenes
aún no tenían la oportunidad de probarlo.
Bajo la guía de Cara, el sabio de la aldea, los
exploradores caminaban incansablemente por lo profundo de la jungla buscando
ríos y sus tan anhelados peces.
Una y otra vez se adentraban entre la espesura
selvática, pero lo único que encontraban era una vegetación sin fin, animales
exóticos y frutos exquisitos.
En cierta ocasión, luego de caminar por varios días y
varias noches, Cara y los exploradores además de encontrar frutos, hiervas
medicinales y animales, hallaron huellas gigantescas. Los nativos que
acompañaban a Cara temieron por sus vidas, pues jamás habían visto algo así.
En ese momento Cara se quedó en silencio y empezó a
recordar una vieja historia que su abuelo le contó cuando era niño.
Cuando Cara era niño escuchó que en la profundidad de
la floresta existía una tribu de gigantes alrededor de un gran lago, el cual
nacía de una infinita cascada que venía desde el cielo. El lago era tan inmenso
que era imposible ver de una orilla a otra y en el horizonte sus aguas se
confundían con el firmamento.
En el gran lago
existían millones y millones de peces, además de aves exóticas y árboles
multicolores.
Contaba la historia que los gigantes eran los
guardianes del agua, pues era su tesoro más preciado y no permitían que se
acerque, pues temían que se lleven su preciosa agua.
De repente los pensamientos de Cara fueron
interrumpidos por unos ruidos extraños tras un gran ramal. Cautelosamente se
acercó a ver qué es lo que provocaba el estruendo. Tal fue la sorpresa de Cara
al ver un hombre gigantesco que agitaba los enormes árboles para que caigan las
frutas maduras.
Sin que el gigante se diese cuenta, Cara regresó con
los exploradores para contarles lo que vio, y muy silenciosamente todos se
acercaron para ver al sorprendente ser.
Luego de recolectar una buena cantidad de fruta, el
gigante apresuradamente las tomó y con paso acelerado empezó a alejarse.
En ese instante, el grupo de nativos emprendieron la
persecución y como la diferencia entre sus pasos y los del gigante era mucha,
tuvieron que correr como nunca lo habían hecho.
Cuando lo perdían de vista se agrupaban y en total
silencio intentaban escuchar el ruido de sus pisadas, para retomar nuevamente
su carrera.
Así estuvieron por varias horas, hasta que llegaron a
la orilla de un lago gigantesco, era tan grande el lago que ninguno de los
presentes podía ver el extremo opuesto y con ello Cara pudo comprobar por sí
mismo, que lo que le había contado su abuelo era verdad.
El grupo de personas, al ver tanta agua y tantos peces
juntos, primero se quedó atónito y maravillado, luego de un instante, empezaron
a saltar de alegría, pues al fin podrían llevar peces a la tribu. Fue tanta la
algarabía de los nativos que no se percataron de que el gigante los observaba
tras unos inmensos árboles.
Luego de nadar durante un buen rato y recoger muchos
peces se disponían a regresar. Súbitamente se escuchó una voz como de trueno
que les dijo
¡Alto, esos peces son míos!
Asustados todos los exploradores dirigieron su mirada
hacia donde venía la fuerte voz.
En ese instante el gigante salió de su escondite y
lentamente se les acercó hasta estar a pocos pasos.
Cara se puso al frente del grupo y extendiendo sus
brazos horizontalmente, le dijo al gigante que no era su intensión robarle
nada, pero que hacía mucho tiempo buscaban peces para sus familias, pues los
ríos se estaban secando y que por favor les permitiese llevar este manjar a la
tribu.
El gigante al ver que ninguno de los hombres poseía
arma alguna y que Cara casi le estaba implorando, se conmovió muchísimo.
Sin embargo, les preguntó, si él admitía que se
llevasen sus peces, ¿qué le darían ellos a cambio?
Cara lo meditó
un breve instante y le respondió con gran seguridad:
¡Tú, gran
gigante de la selva, al parecer vives solo y si tú permites que nos llevemos
los peces, te juro que mi tribu y yo seremos tus amigos por siempre y jamás
volverás a estar solo!
El gigante al escuchar eso, se alegró tanto, pues
hacía mucho tiempo toda su tribu había muerto y él era el único que aún vivía.
Para cellar su pacto Cara y el gigante intercambiaron el
bien más preciado que poseían. Cara le obsequió un collar mágico, que heredó de
su padre, el cual le permitió reunirse nuevamente con toda su tribu.
Mientras que el gigante le dijo yo les voy a regalar
mi bien mas preciado. Les voy a regalar agua en abundancia y gracias a su gran
fuerza empezó a hacer un gran y profundo surco desde la orilla del lago hasta
la tribu de Cara, lo que permitió que naciera un nuevo y caudaloso río.
Para que nunca la gente se olvide de lo que hizo el
gigante, Cara decidió darle al nuevo afluente el nombre de su amigo--
“Amazonas”--
Autor: Lcdo. Lenin Alejandro Carrera Oña. Quito, Ecuador.