Aquí Belén.

 

 

Dos vocales y tres consonantes conforman un topónimo tan conocido como misterioso y acogedor.

Dos vocales idénticas, pero con acento en la segunda de ellas, que le clasifica dentro de las palabras agudas.

La vocal E, que se sitúa en la posición central de la lengua, sugiere un cierto equilibrio, una zona llana sin escabrosidades, sin ascensos ni descensos bruscos.

El acento en la última nos lleva hacia lo que podría ser un descenso suave y prolongado, lo que sería un paseo hacia el mar, por ejemplo.

En términos muy amplios, podríamos encontrar la serenidad de espíritu, la tranquilidad de ánimo, cierta paz y armonía.

Respecto a las consonantes, cabe destacar la ausencia de consonantes sordas oclusivas, donde el tránsito del aire queda interrumpido entre la lengua y los otros órganos intervinientes en la articulación.

No hay, pues, sonidos fuertes, estridentes, cortantes; no encontramos bruscas apariciones ni caídas imprevistas.

Las tres consonantes aportan delicadeza, suavidad, ritmo pausado. Y al ser diferentes, nos indican variedad, paisajes nuevos y distintos.

Al pensar en la letra Be, nos viene siempre a la memoria la Belleza, lo Bello, coincidente además con la sílaba inicial del topónimo.

Pero la B es el sonido entre consonántico y vocálico que los bebés pronuncian en sus primeros balbuceos.

Y también la B con lleva al verbo Beber, a la presencia del agua, a la existencia de vida.

Si añadimos otros verbos como Bailar y Brincar, incluidos en algunos cantares propios del significado popular de Belén, hablaríamos de un lugar bello, poblado de niños con sus juegos y su ternura y sencillez, lugar abundante en agua que fluye en ríos donde beben los peces y, por último, un lugar habitado por gentes alegres y joviales.

La consonante L, que ocupa el centro del nombre y sobre la que se apoya el acento de la vocal, es el emblema de la luz, de la luminosidad. Y también es la más popular, la más pronunciada y la que imprime mayor delicadeza. Los niños la emplean en lugar de la difícil y ruidosa R.

Digo lo de popular, porque cuando queremos cantar e ignoramos la letra de la canción, acudimos a dicha consonante para salvarnos.

Es, por tanto, el símbolo de la jovialidad y se relaciona perfectamente con la B.

La consonante nasal N, como colofón de este topónimo, que se prolonga a partir del acento anterior agudo de la vocal, sugiere amplia sonoridad y musicalidad.

Imaginemos una ciudad donde suenan las guitarras, las trompetas, los tambores, y  sobre todo, las campanas.

Pero como no hay consonantes fuertes, a estas campanas tenemos que achicarles aplicándoles el diminutivo que las convierte en campanitas apacibles, serenas, armoniosas, a la vez que permanentes

Podrían ser también las esquilas del rebaño de ovejas que llevan los pastores, ya que estos animalitos dicen “Beeeeeee”.

Y esas campanitas de la aldea, que llamáis al amor mío….

Y las campanitas qué vais repicando, Navidad vais alegres cantando, y a mí llegan los dulces recuerdos del hogar bendito….

Sí; por su composición fónica, Belén tiene que ser una ciudad alegre, luminosa, musical, llena de niños que saltan y juegan y ríen, en un entorno de paz, serenidad y armonía.

 

 

VILLANCICO ACRÓSTICO

 

 

 

Buscad al Niño que llora.

Buscad al Niño que llama.

Buscad al Niño que llega

En esta noche cerrada.

 

Brazos que aliviáis dolores

Y aflicciones en el alma,.

Brazos henchidos de amor

Y ternura emocionada.

 

Bienvenidos a la Estrella,

Luz de una espera narrada.

Estad contentos y alegres

Porque vendrá la Mañana

Y se apagarán las velas.

Resplandecerá la Gracia.

Estad en vela, velando.

No durmáis luego sin tasa,

Que nace un Niño Bendito,

El Salvador de las almas.

 

Lumbre para los hogares

Donde no hay leña apilada.

Lumbre que aviva el rescoldo.

Lumbre que enciende la llama.

 

Lumbre que a todos congrega

Contra la fría invernada.

Lumbre contra la tibieza

Y la indiferencia humana.

 

Escuchad a los Pastores

Que bajan de la montaña

Escuchad las maravillas

Que con encomios nos cantan.

 

Escuchad las panderetas

Sonando en calles y plazas.

Escuchad al campanero

Cómo tañe las campanas.

 

Noches de Belén sumidas

En soledad angustiada.

Noches de claridad nueva,

Refulgentes de esperanza.

 

Nace de Ti nueva vida,

Vida y Gloria a todos dada.

Nace Universal Promesa

En tu diminuta Estancia.

 

 

 

 

 

SEA BELÉN NUESTRA CIUDAD

 

 

Yo creo, yo espero y amo.

Yo anuncio y comunico.

Vivo, siento, suplico.

Sueño, ofrezco, proclamo.

Alzo mi voz. Y te llamo

Con tan profundo fervor,

Que resuena en mi interior

El grito de éste mi anhelo:

Baja, Jesús, de tu Cielo,

Porque aquí se oculta el sol.

 

Resplandezca tu mañana

En la urbe y el poblado.

En la sima y el estrado

Tu enseña se agite ufana.

Haz voltear la campana

Del asombro y la ternura.

En el monte y la llanura

Haz germinar la ilusión.

Viste nuestro corazón

De la inocencia más pura.

 

¡Oh la espera confiada

junto al fuego crepitante!

El corazón, palpitante.

La mesa, ya preparada.

¡Oh la bendita posada

que sostiene al peregrino!

La esperanza y el camino

Tocan con el mismo son:

Donde late un corazón,

Alumbra el Portal Divino.

 

Reine en la faz de la tierra,

En el hogar de la casa,

Tu amor, que todo lo abrasa;

Tu paz, que todo lo encierra.

En chicas y grandes guerras

Se proclame tu armisticio:

Sea amar nuestro ejercicio,

Creer nuestra singladura,

Esperar, nuestra aventura;

Nuestra actitud, el servicio.

 

Pues te anuncian los Pastores

Y a adorarte van los Reyes,

Que menos que nuestras leyes

No acrecienten tus dolores.

Los cánticos y clamores

Suenen en la Navidad.

Sea Belén nuestra ciudad,

Ávida de ilusión y vida.

Que tu Gloriosa Venida

Traiga la felicidad.

 

 

Autor: Antonio Martín Figueroa. Zaragoza, España.

samarobriva52@gmail.com

 

 

 

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