El mal uso de la palabra “amor”.
Algunas experiencias y otras tantas lecturas,
me han llevado a reflexionar acerca de la palabra “amor”.
Temo que mis consideraciones sean de carácter general
y no es mi intención que así sea, pero me es imprescindible moverme en el
terreno de la hipótesis.
Hecha esta aclaración, empezaré por decir que
creo que la mayoría de nosotros, asociamos la palabra “amor”, a una iconografía
de corazones, de parejas tomadas de la mano, o similares, olvidando que hay
muchos tipos de amor, como el filial, a una profesión, a la naturaleza, etc.
Pero vinculamos constantemente “amor”, a una única relación: la de dos
individuos (generalmente heterosexuales) que se “aman”, dejando de lado
circunstancias como la homosexualidad o la poligamia y sin preguntarnos qué es
ese “amor”.
Si estamos con alguien, asumimos
que es por amor, o que el amor vendrá a fuerza de costumbre. Si estamos solos,
nos preguntamos por qué no nos llega el amor, qué pasa con nosotros o nos
encastillamos en la soledad elegida y voluntaria.
A veces, en el vínculo con el “otro”, le
exigimos de forma más o menos directa su atención, su cariño, su aprobación, su
amor. Esto se traduce en actitudes de apego y dependencia: “¡No me dejes!”,
“¡Antes eras diferente!”.
Creo que la atención, el cariño, la
aprobación, el amor no deben ser exigidos al “otro”. Hay que considerar al
“otro” como “yo mismo”. Primero debo amarme yo, aceptarme yo, atenderme yo,
aprobarme yo. El “otro” no viene a completar ninguna carencia mía, yo mismo soy
un ser completo y perfecto. El “otro” sólo me acompaña en mi crecimiento, ese
crecimiento no necesariamente es “eterno” y permanente, no está marcado por
contratos civiles o religiosos, el crecimiento está marcado por el hecho de que
una o las dos personas sientan que ya aprendieron lo suficiente juntas.
También suceden otros fenómenos en los que se
relaciona el “amor” y el sufrimiento: llorar y llorar porque extrañas a la otra
persona, porque te ha dejado, porque no te envía mensajes…es poner todas las
expectativas afuera, es no saber vivir con uno mismo, es no saber aceptar las
decisiones del “otro”. Creo que el verdadero amor tiene que ver con una entrega
sin límites, una entrega en la que uno no espera retribución, acepta al “otro”
tal cual es, acepta sus decisiones, aunque lastimen nuestro ego. Deja ir al
otro y no le impone condiciones. El verdadero amor es anticapitalista y provoca
pérdida más que ganancia.
Volviendo al sufrimiento…hay quienes sienten
un íntimo placer en sufrir y piensan que eso es amor:”es que te amo”, dicen
constantemente. En ese tipo de relaciones hay miedo, manipulación, apego,
muchas cosas, que no son amor.
Entonces puedo decir que hay un “amor” al
sufrimiento, en la medida en que nos aferramos a él, tenemos miedo de dejar que
la vida siga su curso. A veces, vemos el sufrimiento como un sacrificio…como si
después de tanto sufrir, la vida debe recompensarme por ello. Y no es así, el
sufrimiento, al igual que el miedo (que se define como falta de amor según
Buda), se configura por las decisiones que tomamos. Está en mí cambiar mi
mundo, mi vida.
Desde el momento en que mi lenguaje
configura mis ideas y mi marco de percepción del mundo…debo analizar mis
palabras, lo que intento expresar con ellas...Si relaciono el “amor” con la
“posesión” del “otro”,quizás es porque me iento profundamente inseguro de mí
mismo ,creo que sólo esa otra persona puede darme lo que creo que necesito,
temo mucho perderla, porque en el fondo sé que ada me ata a ella, la manipulo,
bajo el pretexto de querer protegerla, coarto sus libertades individuales.
Me parece pertinente considerar la enorme
presión social que ejercen los medios masivos de comunicación, las nuevas
tecnologías y los productos culturales que el capitalismo se empeña en hacer
circular. Por ejemplo... en un video musical, de alguna de las cantantes de
“moda”, veo su hermoso cuerpo que afirma todas las reglas estéticas sociales
implícitas, veo a quien funciona como su posible pareja (hombre estereotipado),
veo un grupo muy alegre de amigos y amigas, veo casas alejadas de una casa de
clase media argentina, y alejadísimas de las casas de los barrios marginales
latinoamericanos. Después de observar ese video, observo mi vida… ¿qué es lo
que tengo?, ¿debo tener esa casa?, ¿esa pareja?, ¿esos amigos?, ¿ese cuerpo?.
Escribo este texto desde un lugar de
permanente lucha, no me reconozco como invulnerable a la pantalla de la moda
capitalista, pero al menos, entiendo que ciertos artefactos culturales atentan
contra el amor que nos debemos a nosotros mismos, atentan cuando pretenden
hacernos dudar sobre lo que tenemos, sobre lo que somos, atentan cuando quieren
mostrarnos un supuesto “amor” y felicidad” que están afuera, y no el amor y la
felicidad que están dentro de nosotros, sin dependencia con respecto a los
demás y sin ataduras a los bienes materiales.
Ahora bien…si a esto le agregamos la
“condición de discapacidad”, es posible pensar qué cuerpos pueden estar bajo el
margen de lo “permitido”, de lo “deseable”, de lo “tolerable”, en esta moda
salvaje y capitalista.
Deberíamos pensar en la doble presión que
sufre el colectivo de personas con discapacidad (social e individual) por
encajar en esos “moldes” que a priori, las excluyen. Pensar en el rol que ocupa
la mujer con discapacidad: sabiendo que es mujer, tiene discapacidad, ninguna
diva de moda lleva su bandera en los videoclips. Aun así, tiene la voz y los
recursos para desarmar, desde los márgenes, el sistema que desde hace años está
montado e instaurar una nueva percepción de los cuerpos, las mentalidades, una
nueva percepción de sí misma, del “otro”.
Autora: Mariana
Agustina Romano, San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina.